lunes, 22 de febrero de 2016

Mi Maratón Más Emotiva



Con la de ayer fueron cinco (nueve, si cuento también las ocasiones en que completé la distancia tras nadar 3,8 Kms. y pedalear durante 180) las veces que he cruzado la meta en una maratón desde que en 2.012 lo hiciese por primera vez, aquel lluvioso domingo de Abril en las calles de Milán.
La prueba reina del atletismo de fondo tiene algo especial que te atrapa desde la primera vez que la superas. Quizás por su dureza, por llevarte muy cerca de tus límites, puede que porque sus finishers son considerados como héroes por aquellos ajenos a esta disciplina, o a lo mejor porque es una perfecta metáfora de la vida, y espera paciente a golpearte con dureza ante la más mínima sombra de debilidad que detecte. La razón es lo de menos. Lo que sí creo que es cierto es que existe un antes y un después desde la primera vez que completas esta carrera. Ya no vuelves a ser el mismo. Creo que no existe posibilidad de un aprendizaje más condensado en un tiempo tan reducido (desde las dos horas de los pros hasta las seis que fijan muchas pruebas como tiempo de corte). Y como los amaneceres, como las puestas de sol, no hay dos iguales.
La de ayer tuvo para mí sin duda alguna un carácter muy especial. Buscando algún sentido a la práctica deportiva, y animado por mi pasada participación en el III Doñana Trail Marathon a favor de la Fundación Luis Olivares buscaba algo más que rebajar mi marca personal al completar la distancia. Las circunstancias me llevaron a proponerme un reto personal, para que la gente tomase conciencia de la importancia de hacerse donante de médula. Un sencillo gesto que en cualquier momento puede hacernos regalar el don más preciado con el que contamos (la vida) a alguien que puede ver en nosotros su única oportunidad de sobrevivir ¿hay algo más importante qué esto...? Así decidí salir el último (tras los 13.000 participantes) con la idea de mostrar mi mensaje en la espalda de mi camiseta a cada uno de los adelantados. Lo ideal hubiese sido conseguir tantos donantes como adelantados, algo utópico y muy difícil de controlar. Sin embargo, sólo con conseguir un donante de médula más toda la aventura habría tenido sentido. Y me consta que más de un convencido tengo ya.
Por todo ello la de ayer fue, con diferencia, mi maratón más emotiva. No sólo por las consideraciones anteriores, que serían suficientes, sino también por la forma tan especial de vivirla. Salir el último, con 13.000 atletas por delante, te da unas posibilidades en las que no había pensado nunca. En primer lugar el paseo hasta la línea de salida desde que oyes el disparo viendo como la multitud se pone en movimiento es una auténtica experiencia para los sentidos. Te encuentras con compañeros de viaje que de salir en mi cajón correspondiente jamás habría coincidido con ellos. Tienes la oportunidad de adelantar a gente tan maravillosa como José Manuel Roas, junto con su hijo Pablo que dibuja en su cara lo que significa la palabra felicidad. También puedes saludar al gran Eduardo Rangel, que comanda un ejército de donantes de órganos convencidos dispuestos a derramar hasta la última gota de sudor. Te vuelves cuando Javier Rodríguez grita tu nombre y te saluda dándote ánimos, mientras él pasea orgulloso por Sevilla su indumentaria de la Fundación Josep Carreras. Contemplas los innumerables mensajes grabados en las camisetas (como en la mía) y tienes acceso a detalles que de otra forma, enfrascado en tu particular guerra con el crono, pasarían desapercibidos. A pesar de ello, la dureza de la maratón siempre acecha para buscar cualquier resquicio de debilidad en mi mente. Cada vez que bajo la guardia un pensamiento recurrente acude en mi salvación. ¿Y si ese corredor/a que llevas delante se convence al ver tu camiseta al adelantarlo y es el donante que el día de mañana salva la vida de alguien? Esta circunstancia, junto con los constantes cambios de ritmo para coger sitio me hacen llegar justo de fuerzas a los últimos kilómetros, justo la parte en la que debería apretar y darlo todo. A pesar de ello, en ningún momento dejo de correr, por lo que al final consigo bastantes adelantamientos a aquellos que ya sólo pueden caminar. Por fin emboco el túnel de acceso al estadio y aprovecho para quitarme la camiseta y ondearla al viento a modo de bandera, para que el mensaje llegue lo más lejos posible. He finalizado mi quinta (o novena) maratón. Y esta, sin duda, ha sido mi maratón más emotiva.
Sin embargo, como decíamos ayer, la verdadera carrera comienza ahora. Sería genial que mi aventura generase 8.783 nuevos donantes ¿Difícil? Puede...¿Imposible? Seguro que no. Como dice Coelho "cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla". Realmente yo lo quiero, sólo hay que creer en la conspiración...
Y para finalizar, aunque sea lo más importante, dar las gracias. A todos y cada uno de vosotros que habéis puesto vuestro granito de arena para difundir la causa, bien compartiendo mis publicaciones en redes sociales, o colaborando con la camiseta, o apoyándome en casa para que todo saliese bien, o dándome motivación como mis niños de la Fundación Luis Olivares. Mención especial al equipo de Tiempo de Juego de la Cope, que han llevado mi aventura más lejos de lo que jamás habría imaginado. Y sobre todo gracias a aquellos que hayáis tomado una de las decisiones más importantes de vuestra vida: la de haceros donantes.
#ShowMustGoOn
#YoAdelantoTúDonas