jueves, 16 de agosto de 2018

EL MIEDO


Oí una vez a Pilar Jericó decir que las personas no tenemos miedo únicamente en dos ocasiones, cuando lo llamamos de otra forma o cuando estamos muertos. Esta afirmación, que en principio puede parecer radical, no lo es tanto cuando asumimos que el miedo es quizás el mecanismo de supervivencia más fuerte que existe, y que ha hecho capaz que hayamos llegado a nuestros días. Esto justifica que esté tan poderosamente enraizado en nuestro ADN que sea muy difícil vivir sin él.

La R.A.E. define el miedo como una “sensación de angustia provocada por un peligro real o imaginario”. En los adjetivos “real o imaginario” puede estar la clave de su adecuada gestión. Hay tantos tipos de miedo como causas a esa  sensación de angustia. Es importante definir si el origen de esa sensación es real o imaginario. Javier Iriondo, un auténtico gurú en esto del miedo (bueno, en esto y en otras cosas) cuenta en sus conferencias una anécdota que me impresionó bastante desde la primera vez que la oí. En uno de sus múltiples viajes por el mundo, tuvo la oportunidad de hablar con un anciano de la tribu de los Másai, en Kenya. Cuando le preguntó por sus tres mayores miedos, la respuesta fue breve y directa: el león, la hiena y el leopardo. Tres miedos reales como la vida misma, de los que debe protegerse para sobrevivir. Una respuesta muy distinta de la que tendríamos si preguntamos a alguien perteneciente a lo que venimos llamando “civilización”.  
 
Entre los miedos más habituales, el miedo al cambio, a la soledad, a fracasar, al ridículo, al futuro… Muchos de estos en realidad no son más que distintas manifestaciones de uno de los miedos más aterradores que podemos sufrir: el miedo a no ser suficiente. Este último miedo es consecuencia de una de las conductas más nocivas propias del ser humano: el estar permanentemente comparándonos. Nuestro cerebro mide todo en relación a los demás; el coche del vecino, la casa de mi compañero de trabajo, las vacaciones de mi amigo… sin darnos cuenta de la importancia de ser uno mismo. Esa comparativa es además sesgada, solemos ensalzar lo bueno (o lo aparentemente bueno) de los demás y lo malo de nosotros mismos.

También el miedo al cambio merece una consideración especial. En la lucha de refranes que tiene lugar en nuestro refranero tradicional, el “camarón que se duerme se lo lleva la corriente” debería batir por goleada al “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy…”. Ya dijo Heráclito que “nadie se baña dos veces en el mismo río”. La vida es ante todo cambio, y resistirnos a él es en cierta forma resistirnos a la vida. Por ello, seguir avanzando, aprendiendo y salir permanentemente de nuestra zona de confort deberían ser normas de obligado cumplimiento en nuestras vidas.

Dicen los expertos que un mecanismo muy útil para superar el bloqueo provocado por el miedo consiste en ponerse en lo peor. Busca todo lujo de detalles en la peor situación que seas capaz de imaginar, y plantea soluciones al respecto. Este ejercicio te hará relativizar todo. Nada de lo que te pueda pasar es tan grave como para justificar no seguir adelante y siempre podremos encontrar una salida. Mi amigo Alonso Pulido, siempre dice que la mala noticia es que los problemas no se acaban nunca, pero la buena es que las soluciones tampoco. Precisamente muchos miedos actuales tienen su origen en la imaginación de posibles problemas futuros (que por cierto, casi nunca llegan a pasar). Por ello, llevar esa imaginación hasta el límite, hasta el más mínimo detalle nos puede ayudar a calibrar las posibilidades de que finalmente pase eso que tanto nos preocupa.

La universalidad del miedo nos coloca en una situación de difícil gestión. Poco podemos hacer por evitarlo, otra cosa muy diferente es lo que hagamos con él. Podemos utilizarlo como excusa para no seguir creciendo, o como argumento motivador para hacerlo. 
            
No os puedo decir que no tengáis miedo, porque ya hemos visto que eso va a ser complicado, pero sí os deseo que os sirva como argumento para vivir vuestra vida, y no como excusa para no hacerlo. Como sabéis que soy muy de frases, termino esta publicación con una que me ha encantado:


-          El miedo no nos previene de la muerte, sino de la vida. (Naguib Nahfouz)