viernes, 26 de octubre de 2018

LOS CAMINOS DIFÍCILES USUALMENTE TE LLEVAN A INCREÍBLES DESTINOS


 

Este mes, tal como comenté en mi última publicación, voy a aprovechar mi experiencia en la Aventura Hispano Triatlón para escribir este post.

 

Este mes es mi amiga Ivana la que me presta la frase que le da título a la entrada del blog. En todos los años que llevo practicando deporte, el de este puente de Octubre ha sido posiblemente el camino más difícil que he recorrido. Casi con toda seguridad ha sido también el destino más increíble que he alcanzado.

 

Según reza en su web "Hispano Triatlon no es una competición, es una aventura, un reto, un desafío de 30 participantes en realizar las distancias de 10km de natación, 360km de bici y 84km de carrera, distribuidos en tres días." Una locura según algunos. Vuelvo a un tema que ya he tocado en otros momentos en el blog. El de los porqués. En este caso, la aparente dureza del reto queda diluida por el motivo que le daba sentido. Los 454 kilómetros en tres días del reto se convertían en #454corazones en un intento de aportar nuestro modesto grano de arena a la espectacular campaña de 15.000 corazones que lleva a cabo la Fundación Andrés Olivares (www.15000corazones.com) Como he repetido muchas veces en las últimas semanas, la aparente dificultad se disolvía como el azúcar en el café cuando pensábamos en la dura prueba que atraviesan estos niños cada día. Para no extenderme demasiado, porque la experiencia del largo fin de semana daría para un libro, os dejo algunas reflexiones.

 

  • Siempre he mantenido que el triatlón engancha tanto porque en cierto modo es una metáfora de la vida. No importa si nadas, pedaleas o corres, pero siempre tienes que seguir adelante. Eso era porque no conocía el Hispano, donde además puedes comer y dormir entre etapas. Como la vida misma.

 
  •  Por mucho que me habían contado lo que era esta prueba, realmente no valoras su alcance hasta que no participas en ella. Como en la vida, hay que vivir la experiencia para poder sentirla. No nos vale con que la leamos, o la escuchemos.

 

  •  No tenemos ni idea de lo que somos capaces de hacer. Si alguien me hubiese dicho hace algunos años que iba a participar en un evento así hubiese apostado lo que fuese en mi contra. La mente está siempre por encima del cuerpo, pero además el corazón está siempre por encima de nuestra cabeza.

 

  • La más grande caminata comienza con un paso (con una brazada este caso). Si el viernes a las 8:00 de la mañana cuando atravesamos el pantalán iluminados sólo por el fuego de las antorchas hubiese pensado en lo que me quedaba por delante os puedo garantizar que no me hubiese tirado al agua. Todo en esta vida hay que partirlo en pequeños bocados que podamos digerir. Aunque me vuelve loco, no sería capaz de comerme la espectacular tarta de tres chocolates que prepara mi mujer María de un solo bocado.
     
  • La importancia de saber a dónde vas y de rectificar cuándo te apartas del camino. En la natación tuvimos la fortuna de nadar casi 13 kilómetros. Por el mismo precio, nadamos casi 3.000 metros de más. 1.250 metros de separación entre el pantalán y la primera boya nos ayudaron a hacerlo realidad. Nos quedamos con la parte positiva, el cruce del Estrecho está cada vez más cerca.

 

  •  El deporte une. Hay algo mágico en esta prueba que no experimentas hasta que no participas en ella y que además es difícil de explicar (como el mismo camino). Te abrazas con gente a la que no has visto nunca como jamás abrazarías a tu vecino de enfrente.
     
  • La solidaridad une. El tercer día, posiblemente el más difícil, en el que estás más cansado es el día de la doble maratón, de la carrera a pie. Ese día, dos de los retos solidarios que tuvieron lugar en el Hispano 2018, el de #454corazones y el #RetoPichón de mi amigo Juan Luis Muñoz Escassi caminaron de la mano. Fue un honor acompañar a Juan (y a su hijo Juan Jr.) en su caminar.

 

  • Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, hazlo acompañado. Aquí había que llegar lejos y no había prisa ninguna por llegar. Salvo excepciones, esta aventura se realiza en pareja. Yo he tenido la inmensa fortuna de hacerlo junto a mi amigo Manu, con quien ya compartimos hace años un paseo de 73 kilómetros de Sevilla al Rocío. Pero el equipo no se queda ahí. La autosuficiencia exigida por esta prueba hace necesaria la participación de un asistente. En nuestro caso, tíos con suerte, tuvimos dos: Luismi y mi tocayo Antonio. Sin ellos os puedo garantizar que no hubiésemos pasado del primer día.

 

  •  Lo que en apariencia puede ser lo más duro puede llegar a ser lo más gratificante. Lo que más me preocupaba era el tercer día. 84 kilómetros corriendo a pie, por un camino difícil (muy difícil) era algo a lo que nunca me había enfrentado. Por si fuese poco, casi a mediados del recorrido, teníamos que cruzar a nado un río de unos 30 metros de anchura. Echarse al agua calzado y vestido era algo que no tenía controlado, y no sabía cómo iba a reaccionar. Cuando después de casi 40 kilómetros en tus piernas te tiras al agua haces lo posible por no llegar a la otra orilla. La sensación de frescor, de paz, de tranquilidad y de algo más para lo que no encuentro palabras es difícil de explicar. Te quedarías allí para el resto del día.

 

  •  Siempre hay una primera vez para todo. Como decía mi amigo Dani, en un solo fin de semana he superado mi record de distancia a nado, en bicicleta y de carrera a pie. A ver cuánto tiempo tardo en superarlo de nuevo.

 

Se me quedan muchas cosas fuera, pero como dije al principio, la experiencia da para un libro. Somos Hispanos, somos leyenda.

 

Gracias a todos por haberlo hecho posible.