miércoles, 25 de diciembre de 2019

GRAZIE 2019


Otro fin de año que se acerca. Otros 365 días vividos. Otros 365 motivos para estar agradecido. Llega el momento de mirar hacia atrás y de conectar los puntos, como decía el gran Steve Jobs. Hora de agradecer a todos los que me han ayudado a vivir estas experiencias. Si encontramos un hilo conductor que ha cosido la mayoría de los momentos sin duda alguna se trata del deporte. Un deporte practicado a mi estilo, muy lejos de las marcas de los cracks, muy alejado de los puestos de  cabeza, pero buscando siempre el peculiar objetivo de disfrutar a tope de los kilómetros recorridos, sin perder la sonrisa e intentando poner mi pequeño granito de arena en ayudar a los demás (aunque en realidad me esté ayudando a mí mismo). Un deporte que nunca deja de darme lecciones de vida para aplicar en mi actividad tanto personal como profesional.

Después de un 2018 a tope, llegaba el momento de fijar la que sería la etapa reina de la temporada. Este año, después de haberlo soñado durante mucho tiempo, por fin llegaba el momento de participar en el Ironman de Lanzarote. Primera lección: los sueños al final se acaban haciendo realidad. Si tienes el por qué, aparece el cómo. En este caso el por qué tomaba forma de reto solidario a favor de la Fundación Donando Vidas. Otra edición muy especial del #YoAdelantoTúDonas en uno de los lugares más emblemáticos que existen para este tipo de competiciones. Una prueba que no tuvo lugar durante las casi quince horas que tardé en completarla, sino durante los noventa días anteriores en las que casi cien donantes de órganos me regalaron todo su apoyo y su cariño. Sencillamente inolvidable. Segunda lección: si caminas solo, llegarás antes, pero si caminas acompañado llegarás más lejos. Aquí llegué muy lejos, mucho más de lo que jamás alcancé a imaginar.

Justo una semana antes del comienzo del reto tuvo lugar otra de las citas obligadas del calendario: la maratón de Sevilla. Mi séptima participación en esta carrera, mi segunda con los Carros de Fuego y la primera en la que tenía oportunidad de impulsar a Cristian, que por cuestiones médicas se había perdido la edición anterior. Toda la magia que se puede encontrar en esta distancia se multiplica por infinito cuando tienes la oportunidad de impulsar a un Capitán. Este año, por si fuese poco, Telecinco nos grabó un espectacular reportaje donde tuve la oportunidad de ser corresponsal en directo durante la carrera junto a mis inseparables Guillermo y Quinta, dos tíos que entre otras muchas cosas me han enseñado que nos limitan nuestras creencias, no nuestras capacidades. Muchas veces, al cruzar la meta he sido capaz de devorar kilómetros a un ritmo que jamás hubiese imaginado.

Entre la maratón y el Ironman de Lanzarote muchos entrenamientos, muchos madrugones y sobre todo mucho tiempo para pensar, que es uno de los principales regalos que me aporta el deporte. En el mes de Marzo participé en Alcalá de Guadaira en la I Carrera Solidaria contra la Leucemia “Valeria Pequeña Guerrera”. Una prueba que ojalá nunca se hubiese celebrado pero que nos enseña a todos el ejemplo de unos padres (Vanessa y Antonio) que son valientes no por sacar fuerzas de donde no las hay para seguir adelante, sino por seguir adelante sin tener fuerzas. Incluso de la más terrible adversidad la actitud es capaz de sacar algo tan extraordinario como esta admirable labor. Además del encuentro con muchos miembros del Donando Vidas Team, tuve la oportunidad de compartir unos intensos momentos con el gran Capitán América (mi indescriptible amigo Edu Balboa del Cid) que a lomos de su Harley se desplazó desde Málaga para inundar Alcalá de alma, magia y corazón, esas que rebosan los niños de la Fundación Olivares. Unicornios y besos de colores al cielo para la gran Valeria.

Pero todavía quedaban muchos platos fuertes por paladear en la temporada. En el mes de Julio, pocos días después de mi cumpleaños, tuve el inmenso regalo de acompañar a Cristian y a su familia en un viaje a Tenerife que jamás olvidaré. Gracias a Marcos, organizador de la serie de carreras de la Maskmororun pudimos disfrutar de unos días de ensueño en la Orotova (y en el resto de la isla) con sus cuestas infinitas. Un sueño que se pudo hacer realidad sobre todo gracias a la gente. Anthony, Zohila, Fernando, David, Lioneel, Miguel Ángel, Gilberto, Domingo y su mujer, Rafa, Dory, Ángel, Muller, Pablo, Antonio Lima y tantos otros que mi frágil y castigada memoria no me permite recordar me enseñaron tanto en tan poco tiempo. Además Ana, Feli y Cristian me regalaron en cinco días un Máster concentrado de la vida, sobre sentir, disfrutar y vivir, como decía el lema de esta carrera con la que soñamos todos los días en volver.

 Fue en Tenerife donde recibimos el jarro de agua fría de la suspensión de la Ultraworld, otra aventura de la Fundación Donando Vidas que nos iba a permitir recorrer en tres días el triángulo Sanlúcar de Barrameda, Huelva y Sevilla para homenajear a la primera circunnavegación al mundo quinientos años después. Desgraciadamente, las palabras  sentido común y política parecen discurrir por caminos opuestos y finalmente nos quedamos sin poder disfrutar de este evento. A veces que los planes no salgan bien (en contra de la opinión de Hannibal  Smith) resulta en una maravillosa experiencia que de otra forma no tendríamos la oportunidad de vivir. Sólo con el corazón (y eliminando cualquier posibilidad de razón que pudiese tirar por tierra la nueva aventura) planteamos (hablo en plural para compartir responsabilidades) realizar una versión modificada del #YoAdelantoTúDonas, transformándolo en un #YoCaminoTúDonas. Otra vez se trataba de llegar lejos (no rápido) así que había que ir acompañado. La genial idea con la que seguir concienciando al mundo sobre la importancia de la donación de órganos consistía en realizar el recorrido Sarria-Santiago de Compostela (116 kilómetros) a pie y con un límite autoimpuesto de veinticuatro horas. A pie acompañado por mis inseparables Jesús Rey y Manuel Navarro (este último que aunque un tema laboral de última hora le imposibilitó acompañarnos, estuvo muy presente en cada uno de esos kilómetros) y escoltados en bici por mis amigos Isidro Naranjo, Jesús Peña y José María Rey. Nada más que comentar, su señoría… Una experiencia que dio para una publicación exclusiva en el blog (como la totalidad de las anteriores)

Una semana antes de volver a Santiago otra visita obligada (esta vez sin nadar, pedalear ni correr) a la Fundación Olivares, para poder llevar a cabo la sesión fotográfica del Calendario Solidario. Este año, temática de películas infantiles magistralmente recogida por el mago del objetivo Diego Escobedo y mágicamente retocada por el gran Paco Aznar. Esa tarde de Septiembre en la que te vuelves a dar cuenta de lo que es verdaderamente importante y en la que esos niños año a año nos regalan lecciones de vida de valor incalculable. Por si fuera poco, este año hemos tenido un acompañante excepcional: mi hijo Pablo, que en plena efervescencia adolescente cree haber encontrado en la educación especial su propósito en la vida, y que tiene esa capacidad innata de caer bien y ayudar a los pequeños que puedan necesitarlo.

Pero el año no estaría completo sin la Ultramaratón de la Vida. Mucho más que una carrera. Un punto de encuentro obligado para todos aquellos que creemos en el deporte, en la solidaridad y en la necesidad de hacer desaparecer esa  maldita lista de espera que condena en vida a todos los que esperan un órgano para poder seguir adelante. Este año, por si las emociones fuesen pocas, fui generosamente invitado al debut oficial de Carros de Fuego en Cádiz, donde rodeado de buenísima gente acompañamos al crack de Adrián por las calles sanluqueñas espectacularmente decoradas con la iluminación Navideña. Al día siguiente, cincuenta kilómetros a pie magistralmente escoltado por Juanlu (incombustible y ejemplar su reto Pichón), Jesús Rey (otra vez) y el gran Javi (que con sus inconfundibles huaraches incorpora aún más mérito a lo que hace). Aquí la lista de agradecimientos daría para una publicación independiente, pero lo centraré en Eduardo Rangel (presidente de la Fundación Donando Vidas) y en su mujer Loli Vidal (que es la pieza clave que hace que todo funcione), sin nombrar pero recordando a todos los miembros del Donando Vidas Team, a todos los participantes, colaboradores y como no a sus voluntarios, que son únicos y especiales. Sólo espero poder acudir durante muchos años más a esta cita obligada en el Puente de la Inmaculada, en Sanlúcar de Barrameda o donde quiera que se llegue a celebrar.

Y alrededor de  esta carrera, tres medias maratones con los Capitanes de Carros de Fuego (Dos Hermanas, Córdoba y Los Palacios). A pesar de llegar muy castigado física pero también psicológicamente a este final de temporada, esos niños te hacen resurgir de tus cenizas como el Ave Fénix y quemar rueda con toda la ilusión que somos capaces de alcanzar.

Ya sólo me queda un paseo para finalizar el año. La solidaria y genial San Silvestre de Dos Hermanas donde un año más volveré a despedir el año enfundado en un disfraz que envuelva la poca vergüenza que me va quedando. Otra oportunidad de coincidir con el crack de mi amigo Quinta, organizador además del la prueba.

Y volviendo a la senda del agradecimiento, como mencionaba al principio, ninguna de estas locuras hubiese tenido lugar sin mi equipo, un equipo que es sin duda el mejor y que es el que me da fuerzas para  seguir adelante. Mi hija Daniela que a pesar de ser la menor me da ese punto de madurez que muchas veces necesita mi locura para alcanzar el equilibrio; mi hijo Pablo que a pesar de nuestra continua batalla es el tipo de persona que siempre me hubiese gustado ser y mi mujer María, que siempre está ahí a cargo de todo mientras  yo entreno y compito, a pesar de que no comparte mi adicción (ni siquiera el gusto) por el deporte. Gracias infinitas a las tres. Ojalá decidáis aguantarme durante muchos años más para poder seguir haciendo realidad mi leitmotiv: #ShowMustGoOn. Gracias, muchísimas gracias a todos los que estáis reflejados en estas líneas (incluso sin haber sido nombrados) Os deseo un 2020 infinitamente mejor que el 2019. 


 

 

 

 

lunes, 25 de noviembre de 2019

EL FUTURO ES HOY


            En un entorno cada vez más cambiante, en un mundo donde la incertidumbre ha llegado para quedarse, cada vez parece cobrar más sentido la preocupación por el futuro. Los conflictos internacionales, las pensiones, el cambio climático, la amenazante recesión… tantos y tantos temas de vital importancia mantienen nuestro foco puesto en el mañana hasta el punto de hacernos olvidar que no hay mañana sin hoy. Nos creemos inmortales y vivimos como si fuésemos a hacerlo de forma eterna, mientras deberíamos hacerlo como si supiésemos que íbamos a morir mañana.

¿Qué haríamos si nos diesen la noticia de que nos quedan sólo veinticuatro horas de vida? Posiblemente llamar a ese amigo con el que hace tanto tiempo que no tomamos café, o abrazar a esa persona que a pesar de estar tan cerca se siente tan sola y decirle que la quieres, o simplemente ir a la playa y disfrutar de la que sería nuestra última puesta de sol… posiblemente tantas ideas como personas, pero la mayoría de ellas (por no decir la totalidad) con un denominador común:  sentirnos en el presente, en el hoy, en el ahora, sin preocuparnos por lo que hicimos ayer o por lo que tendríamos que hacer mañana. ¿Y por qué esperar a que nos den esa trágica noticia? Una de las pocas verdades absolutas que existen en esta  vida es que todos vamos a morir. No sabemos el cuándo, pero al final el momento llegará. Y si no sabemos cuándo, ¿no sería mejor apurar y disfrutar de cada minuto, de cada segundo? Uno de los lemas de mi filosofía vital es intentar arrepentirme de lo que he hecho, no de lo que he dejado de hacer. No me gustaría llegar al final de mis días con una larga lista de cosas por hacer. De los arrepentimientos por los errores cometidos (por las cosas hechas) seguro que habrá lecciones por obtener que nos ayudarán a hacernos mejores personas.

Uno de nuestros principales enemigos a la hora de vivir el ahora es la pregunta “¿Y si…?” Este permanente freno es el culpable de que muchas veces no sepamos vivir. Y lo triste, como decía el gran Pablo Ráez no es morir, lo verdaderamente triste es no vivir mientras estemos por aquí. En relación con esta maldita pregunta que tantas veces condiciona nuestro ser os dejo un cuento que leí una vez al magistral Jorge Bucay, llamado “el oso del zar” y que de forma resumida viene a contar una historia tal que así.

En los tiempos de la antigua Rusia vivía un zar malvado y temido por todo el pueblo. Era famoso por sus arbitrarias decisiones que solían acabar con la cabeza de cualquier súbdito separada de su cuerpo como forma de castigo ejemplar. Odiaba a todos, sin distinción.  Sólo parecía mostrar cariño por un ejemplar de oso salvaje que desde muy pequeño cuidaba en una jaula de oro.

Un día, en una recepción oficial, se le cayó un botón de la saya y ni corto ni perezoso mandó ejecutar al sastre del reino por el descuido. El sastre pasó la noche en prisión, a la espera de ser ejecutado al amanecer. Como era una persona de recursos, se le ocurrió comentarle al guardia que lo vigilaba.
  • Vaya, que mala suerte que vaya a ser ejecutado. Ahora que había desarrollado un método con el que podría hacer hablar al oso del zar…

El verdugo, entre ilusionado por poder comunicar esta excepcional noticia al gobernante y asustado por la posibilidad de que el zar pudiese tener conocimiento de la  misma una vez ejecutado el sastre, lo hizo saber hasta sus superiores hasta que llegó a oídos del zar. Inmediatamente se paralizó la ejecución y el mandatario llamó al condenado a su presencia.
  • Me han dicho que podrías hacer hablar a mi oso. Estarás bromeando ¿no?
  • En absoluto. En un año podría hace que el oso hablase perfectamente. He desarrollado un método infalible.
El zar mandó llamar a su séquito y ordenó proporcionar alimentos, vestidos y educación para la familia del sastre durante un año para que éste pudiese dedicarse en exclusiva al adiestramiento de su mascota. Lo liberó y lo devolvió a su casa con todos los honores, escoltándolo como si de un alto gobernante se tratase.

Cuando llegó a casa, su mujer lo recibió entre lágrimas, sorprendida porque no lo hubiesen ejecutado como estaba previsto. Cuando le contó lo que había pasado, la mujer cambió la sorpresa y la emoción por indignación y enfado.
  • ¿Cómo se te ha ocurrido tremenda locura? ¿Sabes lo que ocurrirá cuando pase un año y el oso no hable? No sólo te van a matar a ti, sino a toda la familia al completo. Quemarán nuestra casa y ejecutarán a todo el que tenga algo que ver con nosotros…

El sastre, que como había quedado demostrado era un tipo con recursos, le respondió desde la más absoluta tranquilidad.
  • Relájate, por favor. ¿Tú sabes todo lo que puede pasar en un año? Se puede morir el zar, se puede morir el oso, me puedo hasta morir yo… pero además ¿y si el oso habla?

No deberíamos olvidar nunca a este sastre, para que en esos momentos de preocupación sobre el futuro, de dudas sobre nuestra capacidad, de incertidumbres sobre nuestro mañana, acertásemos a preguntarnos: ¿y si el oso habla?



sábado, 12 de octubre de 2019

EL SUEÑO DE LOS DESPIERTOS


Como todos los meses recurro a una experiencia que me haya impactado o llamado poderosamente la atención en los últimos días en la búsqueda de un tema para la publicación mensual del blog.

                Este mes lo tenía relativamente fácil. El reto #YoCaminoTúDonas, llevado a cabo con la finalidad de concienciar sobre la importancia de la donación de órganos me lo ha puesto relativamente fácil. Lo que a los ojos de muchos puede parecer una simple locura (locura lo ha sido, pero con sentido, lo que modestamente creo que evita que se le pueda tachar de simple) creo honestamente que ha podido ser una de las grandes aventuras de mi vida, y posiblemente de la de mis acompañantes.

                En cuanto al título ha surgido como lógica consecuencia de que este reto (recorrer a pie los ciento dieciséis kilómetros que separan Sarria de Santiago de Compostela en veintitrés horas, que se corresponden con las cinco o seis últimas cinco etapas del Camino de Santiago en su vertiente francesa) se ha desarrollado durante más de la mitad de su duración de noche, en la más absoluta oscuridad. Siguiendo la frase del genial Walt Disney, pensamos que si lo podíamos soñar lo podíamos hacer (como finalmente ocurrió) pero infravaloramos la influencia de la noche. Más que el cansancio, que la fatiga muscular, que nuestros propios miedos disfrazados de fantasmas mentales, fue la otra acepción de la palabra sueño la que estuvo a punto de hacernos fracasar en nuestro intento.

                Ya lo dijo Calderón en su día:

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

                Casi veinte siglos antes, Chuang-tzu escribía la famosa historia del sueño mariposa, que viene a decir algo así como:

«Érase una vez, yo, Zhuangzi, soñé que era una mariposa, revoloteando de aquí para allá, a todos los efectos una mariposa. Sólo era consciente de mi felicidad como una mariposa, sin saber que era Zhuangzi. Pronto desperté, y allí estaba yo mismo de nuevo. Ahora no sé si yo era entonces un hombre soñando que era una mariposa, o si ahora soy una mariposa, soñando que soy un hombre.”

                Esta dualidad de dimensiones (realidad vs. Ilusión ) también ha sido magistralmente tratada recientemente en la película “Mátrix” y nos puede llevar a reflexionar acerca de una cuestión que aparentemente tendría fácil solución, al menos así nos lo han enseñado desde muy pequeños.

                Pero la palabra “sueño” también tiene una importante segunda acepción además del antónimo de vigilia que también aparece oculta en el título de este post. Fuimos cinco “despiertos” los que soñamos con hacer realidad este sueño, como se deduce de nuestra anterior alusión a Walt Disney.

                Dicen los gurús del “management” (para lo que no encuentro una traducción apropiada en español) que los sueños no son válidos a la hora de guiar nuestro desarrollo personal y profesional. Que para eso están los objetivos, que siguiendo la regla de las siglas “SMART” (también en inglés: concreto, medible, alcanzable, realista y con un horizonte temporal) nos guían como faros en nuestro navegar. Pero desde mi modesta opinión a los objetivos les falta un ingrediente fundamental de los sueños: la pasión. Para mí la pasión es la gasolina que alimenta los sueños, el combustible que nos permite seguir avanzando por muchas dificultades que nos vayamos encontrando en el Camino.

                En esta inolvidable experiencia, nos quedamos con el sentido final de este sueño, de esta aventura. Al abrigo del paraguas de la Fundación Donando Vidas, dedicamos veintitrés horas de nuestra vida (algunas más con las previas y las posteriores) a concienciar al mundo sobre la importancia de hacernos donantes de órganos. Cuando dejemos este mundo, cuando posiblemente despertemos de este sueño que puede que estemos viviendo, no habrá mejor legado que dejar por aquí nuestros órganos para que, viviendo dentro de alguien que pueda necesitarlos, sirvan para seguir imaginando y viviendo sueños.

                Y para cerrar obviamente no hemos encontrado mejor imagen que la de este equipo #YoCaminoTúDonas feliz por haber alcanzado su sueño (no tengo muy claro si fue un objetivo, porque lo de realista no estuvo tan claro durante mucho tiempo) a la sombra de la Catedral de Santiago. ¿Soñamos? Buen Camino.

viernes, 27 de septiembre de 2019

CITY OF ANGELS


Este mes he apurado al máximo para la publicación en el blog. El Miércoles 25 de Septiembre estaba marcado con letras de oro en mi calendario particular. Tocaba visita a la Fundación Andrés Olivares y tenía muy claro que esas horitas que iba a pasar en el Arroyo de los Ángeles (¿creemos en las casualidades o en las causalidades con un nombre como éste?) me iban a dar material más que suficiente para escribir la publicación de este mes.

Este año he pedido prestado el título de una película que me impresionó bastante para poner nombre a este post. En City of Angels, magistralmente interpretada por Meg Ryan y Nicolas Cage, se ponía de manifiesto la existencia de los ángeles, algo que se ratifica de sobra con una visita a la Fundación. Seguimos con la vena cinéfila, porque el año pasado a estas alturas hablaba de "Lo que de verdad importa", del crack de Paco Arango.

Por primera vez en nuestros cuatro años de visita a la Fundación para preparar el calendario la visita no tenía lugar un viernes. Este año, por cuestiones de agenda, tuvimos que adelantar la visita a un Miércoles, aunque ello no fue un inconveniente para que más de veinticinco ángeles esperasen impacientes con sus disfraces y sus alas invisibles (formadas por toneladas condensadas de alma, magia y corazón) la llegada del fotógrafo, otro que también combina estos tres elementos a la perfección (no en vano se apellida Escobedoheart)

Esta vez también era especial por otro motivo, al menos para mí. Por primera vez en estos años tenía un acompañante de excepción. Invité a mi hijo Pablo, que además de que parece querer encaminar su desarrollo profesional por el campo de la educación especial, tiene un trato especial para los más pequeños. Aunque pensé que le encantaría la visita, pensaba también que su rebeldía adolescente le haría rechazar la invitación, pero me equivoqué. Nada más salir del Instituto pilló su bocata y se montó en el coche con nosotros para dirigirnos a la sede de la Fundación.

Allí pudimos respirar, experimentar, disfrutar, gozar y entender la verdadera vida. Lo demás, como dice su presidente Andrés, es puro teatro. Mentira de la mala. Poder abrazar a Andrés, a Edu, a Paula, a nuestra querida Carmencita, que te recuerden los niños de otros años y que vengan a abrazarte, ver la ilusión dibujada en sus rostros cuando se colocan frente al objetivo, sentir la serenidad en la mirada de unos padres maltratados por la vida cuando contemplan a sus hijos en este oasis de alegría dentro de ese duro desierto de enfermedad por el que caminan, verlos crecer, echar de menos a los que ya no están, conocer nuevos voluntarios… todos estos momentos sólo pueden experimentarse en una ciudad de ángeles, la que se ha construido en este rincón de Málaga, muy cerquita del hospital materno infantil.

Vuelven a mí esas palabras que aquella voluntaria de la Fundación me regaló hace ya varios años (más de los que pensaba): "Cuando ayudas a los demás recibes muchísimo más de lo que das". Soy un afortunado, porque dando muy poco, lo recibo todo. Ojalá pueda volver muchos años a esta ciudad de ángeles. Ojalá llegue un momento que no tengamos niños a los que fotografiar, porque esta injusta enfermedad que se ceba con los más pequeños tenga por fin una cura. Siempre habrá alguien a quien ayudar y ojalá encaminemos nuestros pasos hasta otro lugar.

Ángeles de la Fundación, muchísimas gracias. Me lo dais todo sin pedir nada a cambio. Gracias a todos los que formáis parte de este sueño anual de los calendarios: a los fotógrafos, a los impresores, a los voluntarios, a los patrocinadores, a los trabajadores de la Fundación, a los familiares, a todos los que os vais a hacer con un calendario o al menos vais a compartir las publicaciones para ayudar a difundir la labor de la Fundación, pero sobre todo gracias a los verdaderos protagonistas: esos ángeles vestidos de niños que tanto nos enseñan.

Me voy a permitir dar unas gracias especiales a mi hijo Pablo. Una vez más me has vuelto a emocionar. Verte haciendo reír, saltar y hablar a quién tú sabes me ha vuelto a demostrar una vez más lo grande que eres. Gracias. Ojalá alguna vez alcances a entender cuánto te quiero.




sábado, 17 de agosto de 2019

EL QUIJOTE DE SANLÚCAR


En un lugar de la Sanlúcar, de cuyo nombre no puedo acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de dorsal en astillero, zapas antiguas, bici flaca y porte corredor...

            Así podría comenzar perfectamente el relato de mi blog del mes de Agosto para referirme a Eduardo Rangel, presidente de la Fundación Donando Vidas.

            Su amigo y hermano de la vida Enrique Sánchez, artista de sabores, olores y texturas, lo define siempre como un Quijote. Al igual que el protagonista una de las obras más conocidas de nuestra literatura fue tachado de loco en muchas ocasiones. Igual que Don Quijote permaneció ajeno a las burlas de los demás y continuó adelante con su proyecto, para derrotar a esa maldita lista de espera que tomó forma de gigante contra el que luchar. Además de la diferencia de época que a cada uno le tocó vivir, hay otra que merece la pena resaltar. El hijo literario de Cervantes luchaba solo contra sus enemigos (bueno, con la única asistencia de su caballo Rocinante y su fiel escudero Sancho Panza, que lo acompañaba siempre montado en su rucio) mientras que Eduardo capitanea un inmenso ejército de guerreros pacíficos dispuestos a difundir el mensaje de la donación de órganos por todo el mundo. Entre ellos (él prefiere llamarlos Familia) tengo el inmenso honor de incluirme. En esta batalla sin armas, cuenta también con su particular Dulcinea que guía sus pasos en los momentos de oscuridad. Loli merece su reconocimiento. Porque delante de un gran hombre como Eduardo (nunca detrás) existe una gran mujer.

          Eduardo es un luchador incansable. Para él no existen los imposibles. Tras el fallecimiento de su madre, encontró en el deporte la excusa perfecta para unir voluntades en pos de tan noble causa. Dicen que el poder reside en la mente, pero yo creo que también se encuentra en el corazón. Sólo así podemos entender las hazañas deportivas que ha protagonizado este sanluqueño, que han derivado en un crecimiento de la cifra de donantes de órganos impensable para ser impulsada por una única persona. Entre otras, recorrió la distancia entre su querida Sanlúcar de Barrameda y el hospital Reina Sofía de Córdoba, para unir su lugar de nacimiento y el de la despedida de su madre. En el reto Renacer, completó ocho maratones (uno por cada provincia de Andalucía) en cuatro días (uno por la mañana y otro por la tarde). Ha sido Finisher de pruebas tan exigentes como el Iroman de Lanzarote, el de Kalmar (Suecia), el Norseman (en Noruega), entre otras. Como organizador ha sido el padre de la Ultramaratón de la Vida, una prueba que este año celebrará su cuarta edición y que deja una imborrable huella en todos los participantes, que ya reservamos el puente de la Inmaculada todos los años para disfrutar de estos momentos en Sanlúcar.

          Una de sus últimas creaciones ha sido la Gala de Premios Donando Vidas, que ha celebrado este año también en Sanlúcar su primera edición. Allí han sido premiados entre otros el Doctor Pérez Bernal, el auténtico número uno en las donaciones de órganos que ha permitido que España se coloque a la cabeza de este importante ranking. Entre sus geniales frases, me quedo con la afirmación de la existencia de ángeles sin alas, como llama a todos esos donantes que abandonaron este mundo con el más bello acto de amor posible, regalando la vida a otros. En esta línea reconoció la importancia de la solidaridad, una asignatura que jamás se estudió en la carrera de Medicina pero que salva tantas vidas o más que los antibióticos y las vacunas.

         Como broche de oro a la Gala, el Quijote Sanluqueño fue sorprendido con la entrega del primer Premio Purificación Enríquez (su Madre, quien sin saberlo se marchó de este mundo desencadenando todo esto).  Recibió el precioso raigón de olivo milenario elaborado artesanalmente en Castro del Río porque no había nadie que lo mereciese más. Nos enseñó a todos a llorar, porque cuando llega el momento no hay nada mejor que sentir las lágrimas rodando por tus mejillas.

        Os dejo al final el enlace al video de la Gala. Casi dos horas de emociones, de gente muy grande que hacen albergar la esperanza de que un día esa lista de espera de receptores esperando órganos desaparezca, aunque ello implique también la desaparición de la Fundación, como Eduardo afirmó en una de sus últimas frases de la gala.

       Para cerrar la publicación una frase de mi amiga Marta Núñez que me encanta: el mundo está en manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y de correr el riesgo de vivir sus sueños. No me cabe duda que Eduardo es uno de ellos. En sus manos seguro que tendremos un mundo mejor. Afortunadamente, y en contra de lo que ocurrió con Alonso Quijano, Eduardo no está solo. Tenemos otros muchos Quijotes en este mundo y yo soy un afortunado de compartir muchos momentos con ellos. Andrés Olivares, Juan Luis Muñoz Escassi, el Doctor Pérez Bernal, Vanessa y Antonio, los Capitanes, los padres de los niños de Carros de Fuego y tantos otros son Quijotes cambiando el mundo.



miércoles, 24 de julio de 2019

VÍVELA, SIÉNTELA, DISFRÚTALA (GRACIAS)

     Este mes ha sido muy fácil encontrar tema para la publicación del blog. No podía dejar pasar la oportunidad de hablar sobre mi reciente aventura canaria gracias a la Asociación Carros de Fuego. Como hilo conductor de la publicación usaré el lema de la carrera Orotava 8KM en la que hemos participado: "Vívela, siéntela, disfrútala"

     Es curioso como la vida va uniendo puntos para llevarte a vivir situaciones inesperadas. Aunque soy un tipo a quien le encanta planificar, es muy cierto lo que decía John Lennon: "la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes". Ni en mis mejores predicciones sobre el futuro hubiese imaginado vivir algo así. La vida sólo nos pide que la vivamos, mientras nosotros nos empeñamos en complicarla.

     La vida me ha regalado un Máster intensivo en los cinco días que he convivido con mi Capitán  (así es como llamamos en Carros de Fuego a los niños que nos llevan en volandas a los impulsores desde sus carros) Cristian y su familia. Las cuestas que dejamos atrás el sábado en la carrera no son nada comparadas con las que superan estos campeones en su día a día, y en todos estos días jamás escuché ni una queja ni un lamento. Sonrisas, risas y amor, mucho amor hacen que el camino se allane de forma inexplicable.

     En esta carrera tan especial magistralmente organizada por gente como Marcos (una delicia comprobar que aún existen buenas personas en el mundo) he tenido la oportunidad de sentir cosas que hasta ahora eran desconocidas para mí. Ha sido un verdadero regalo coincidir con gente tan grande como Anthony, su madre Zohila, Fernando, David, Lioneel, Miguel Ángel, Gilberto, Domingo y su mujer, Rafa, Dory, Ángel, Muller, Antonio Lima...una lista casi interminable de la que seguro mi frágil memoria ha dejado a alguien atrás y a cuyos integrantes sólo les puedo decir "Gracias" en mayúsculas desde lo más profundo de mi corazón. He aprendido lecciones inolvidables en el entrenamiento de la carrera, en la visita guiada, en la convivencia en el Sabor Canario, en la recepción en el Ayuntamiento de la Orotava  (por cierto un diez para esta Administración y en particular para su Concejal de Deportes Antonio Lima,  que nos ha enseñado lo que significa realmente la política), en ese almuerzo inolvidable y sobre todo en la carrera. Nos marchamos de la bella villa de la Orotava con el sentimiento de que aquí tenemos nuevos amigos a los que no olvidaremos nunca.

     Aunque es muy difícil, y puede que incluso injusto, si me tengo que quedar con un momento de entre todos los vividos en La Orotava, en el Teide, en el Puerto de la Cruz, en Icod, en Garachico, en el Loro Parque  (gracias infinitas y eternas, Pablo) me quedaría sin duda con la subida a la Iglesia de la Concepción en la primera vuelta de la carrera, que completamos solos Cristian y yo. Cuando más se complicaba la subida e incluso sostener el carro para que no se fuese hacia atrás era una odisea, mi Capitán comenzó a gritar con todas sus fuerzas animándome a continuar subiendo: ¡Vamos Antonio, tú puedes solo, que eres un crack! Las lágrimas de emoción que rodaron por mis mejillas se mezclaron con el sudor que bañaba mi cuerpo fruto del esfuerzo y de la temperatura. Mis piernas empujaron  con todas sus fuerzas y coronamos con unas sonrisas de felicidad infinita dibujadas en nuestros rostros ante la atenta mirada de su madre Ana que segundos antes sufría como nosotros, o incluso más.

     Tampoco puedo pasar por alto el pie de foto que Luis, uno de los padres de esta Asociación me ha dedicado en uno de los videos que ha montado con fotos del viaje: Antonio ya es uno más de la familia. Nada más cierto. Encantadísimo y súper agradecido.


     Soy consciente de que no hay forma de resumir en palabras todo lo vivido, sentido y disfrutado estos días. Espero que estas líneas ayuden al menos a hacerse una idea y que sirvan también como homenaje y agradecimiento a todos los que han hecho realidad este sueño. Como dijo el gran Jesús Vidal tras recoger su estatuilla de Los Goya como reconocimiento a su interpretación en Campeones, son sólo tres palabras: inclusión, diversidad y visibilidad. Estos días he sido premiado con la posibilidad de conocer su verdadero significado.

     Para los que no tengáis la fortuna de conocer la Asociación Carros de Fuego os dejo el enlace de su web, para que podáis comprobar en directo que hay otra forma de vivir, sentir y disfrutar la vida. Deberíamos de aprender de ellos. Yo intento hacerlo todos los días.

     Gracias por vuestro tiempo y disculpad por la extensión de la entrada, pero este mes tenía tanto que decir, y aún siento que se me quedan muchísimas  cosas en el tintero. Esto daría para un libro

     Cristian, como sé que esto es demasiado largo, todo se puede resumir en "muchísimas gracias, mi Capitán"

www.carrosdefuego.org


domingo, 23 de junio de 2019

LOS MIEDOS


Durante todo el mes estoy a la búsqueda de un tema para subir al blog, en función del momento, de las circunstancias, de las experiencias que más impacto me produzcan. Este mes me había planteado hablar sobre los miedos. El Afterwork de APD que trataba sobre cómo afrontar retos y superar miedos me pareció una señal perfecta que confirmaba mis intenciones.

Empezaré con las dos frases que abrieron el evento, una de Nelson Mandela y otra de Wody Allen.

En la primera el líder sudafricano decía algo así como: “Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo.” El cineasta por su parte, con su habitual sentido del humor, sentenciaba: “El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.”

Dos temas sobre los que volveremos al final. La universalidad de la emoción y sobre todo las diferentes formas de reaccionar frente a él.

El miedo es una emoción primaria, de esas que todos traemos de fábrica y de esas que yo creo que compartimos con todos nuestros parientes los animales (aunque no todos piensen así): alegría, tristeza, asco, ira y miedo. Es una de las emociones algunas veces llamadas negativas (aunque no por ello innecesarias, como se puso de manifiesto en la producción de Disney “Inside out”) Nos provoca una sensación desagradable motivada por un peligro real o imaginario. Gracias al miedo estamos aquí hoy. Ha tenido un papel fundamental en la supervivencia de la especie. Si no hubiésemos venido equipados de serie con el miedo los depredadores u otros peligros reales habrían acabado con nosotros. El problema surge cuando millones de años después seguimos respondiendo de igual forma ante los miedos que proceden de una amenaza imaginaria que ante los reales. En relación con esta dualidad me viene a la memoria una afirmación que hacía la crack de Pilar Jericó en el mismo evento de APD: “Sólo el 8% de nuestros miedos imaginarios se hacen realidad. El 92% restante no se cumple nunca”. Lo tengo muy presente por la última vez que recuerdo haber sentido realmente miedo. Fue hace un mes en el segmento de bici del Ironman Lanzarote. Un descenso muy complicado (al menos para mí) con unas rachas de viento espectaculares, que me entraban desde todos los ángulos posibles y que me hicieron pasarlo realmente mal, temiendo acabar con mis huesos en el suelo en más de una ocasión a la salida de esas cerradas curvas.  Si me hubiesen asegurado que sólo tenía un 8% de posibilidades de caerme, hubiese (al menos lo hubiese intentado) disfrutado más del momento. Por cierto, al final, después del mal rato, no pasó absolutamente nada.

                Creo que esa sensación sobre el peligro imaginario que nos asalta se basa, como suele ocurrir en una premisa falsa. Tenemos una falsa sensación de control que nos hace incurrir en el temor a perder cosas que creemos tener. Vayamos con un ejemplo. Si tenemos miedo a contraer una grave enfermedad, ¿somos conscientes del grado real de control que tenemos sobre nuestra salud? Podemos hacer todo lo posible por tener “bajo control” innumerables factores: ejercicio, nutrición, estrés en el trabajo, sueño… pero siempre hay una parte que se nos escapará ¿Es conveniente vivir con esa permanente sensación de miedo, sabiendo que aún manteniendo todas nuestras variables bajo control, hay posibilidades, aunque pocas de que el peligro finalmente acabe llegando?

                Leí una vez que una de las mejores estrategias contra el miedo es imaginarnos en el peor escenario de los posibles. Adelantarnos al futuro en nuestra imaginación y pensar con todo lujo de detalles qué pasaría si tenemos que enfrentarnos a la situación que tanto tememos. Con este ejercicio relativizamos y tomamos la suficiente perspectiva que necesitamos para cuestionar nuestros más terribles presagios. Al final, ¿qué es lo peor que podría pasarnos? ¿Morirnos? Ahí lamento comunicar que las posibilidades de ocurrencia se elevan hasta el 100%.

                Vuelvo a otros de mis autores de referencia, a quien además tengo el gusto de conocer en persona. El gran Javier Iriondo, un auténtico gurú en esto de los miedos, asume que todos tenemos miedos, pero la gran diferencia radica en lo que decidimos hacer con él. El miedo tiene que ser el motivo para hacer las cosas, no la excusa para no hacerlas. Los valientes lo usan como argumento y motivación para avanzar, mientras que los cobardes lo usan como excusa para no hace nada.

                Como bien dice, “no hay que nada a lo que tener miedo, salvo al propio miedo”

                Que vuestros miedos se conviertan en vuestros mejores motivos para seguir luchando en busca de vuestros sueños. Gracias y hasta el mes que viene, espero.

 


viernes, 31 de mayo de 2019

NO DEJES DE SOÑAR...


Este mes vuelvo a utilizar el título de una canción para dar entrada a la publicación del blog. Esta vez es la preciosa “No dejes de soñar” del gran Manuel Carrasco la que me ha inspirado. Si tuviese que escoger un consejo para dejar a mis hijos, posiblemente esta frase estaría colocada en el top de lista.

Escribo casi sin despertar del sueño que ha ocupado mis últimos días. En mi caso los sueños son la chispa que iluminan mis días y que dan sentido a mi existencia. Levantarte cada mañana con tu visión puesta en el horizonte creo que es una de las formas que te garantiza el aprovechamiento de tus días en esta vida.

Alguna que otra vez he oído asignarle una connotación negativa a la palabra sueño en comparación con la palabra objetivo. Como si no fuesen concretos, ni alcanzables, ni medibles, ni supusiesen un reto… En mi opinión un sueño es incluso algo más que un objetivo, porque le añade un ingrediente básico en la vida: la pasión.

Estos días he tenido la oportunidad de hacer realidad un sueño que llevaba rondando mi mente hace varios años. He podido finalizar el Ironman de Lanzarote. La primera ver que oí hablar de esta aventura fue hace muchos años gracias a mi amigo Dani. Cuando casi no sabía lo que era el triatlón Dani me contó que había una prueba de 226 kilómetros en la Isla de Fuego, donde el viento reinaba a sus anchas. Inmediatamente mi cerebro racional descartó la posibilidad ni siquiera de plantearme algún día esta aventura, pero mi corazón emocional se quedó con la copla para poder recuperarla varios años después.

El año 2013 tuve la posibilidad de viajar a la Isla junto a varios amigos (Ivana, Nandi, José Mari, Nene, Lay y el siempre recordado Silva) pero no fui capaz de enfrentarme a mis miedos. Ese año participé en dos triatlones de larga distancia posiblemente para convencerme a mí mismo de lo que era capaz. Pero la deuda con Lanzarote (y especialmente con mi amigo Juan Antonio) quedó grabada en mi corazón. Sabía que tenía que ir, sin importar el cuándo ni el cómo.

                A finales del año pasado, seguramente el que ha sido mi mejor amigo desde la infancia me brindó esta oportunidad en bandeja. La hora había llegado. El sueño era cada vez más real, y podía comenzar a concretar detalles. El primero, darle un sentido al mismo. Encontrar un “por qué”, porque como dice el gran Javier Iriondo, cuando tienes un por qué, encuentras el cómo.  Volver a retomar mi reto #YoAdelantoTuDonas (salir el último de la prueba para ir adelantando participantes y tratar de concienciarlos sobre un tema importante) podía ser una temeridad. Lanzarote es ya de por sí lo suficientemente dura como para complicarla con cuestiones adicionales y voluntarias. Pero otra característica de los sueños es que son emocionales más que racionales, y colaborar con mis amigos de la Fundación Donando Vidas podría ser la guinda a un pastel maravilloso. El por qué sería concienciar a la gente sobre la donación de órganos. Estaba decidido. Como en cuanto a detalles ando regular, mi amigo Diego Escobedo se encargó de darle forma: un logotipo mágico, un video espectacular, y una difusión en redes propia de los mejores.

                Mientras no dejaba de entrenar, cada día durante los noventa anteriores al reto fui subiendo a redes sociales fotografías con amigos y familiares donantes de órganos (tanto nuevos como antiguos) Cada día una foto, cada día un donante. Esta actividad me dio la oportunidad de hacer campañas informativas en la Peña Carnavalesca Ibarburu (de la que mi hijo forma parte y dónde obtuve una respuesta espectacular), en la Carrera en honor de Valeria con mis compañeros de la Fundación Donando Vidas (principal beneficiaria además del reto), con las Cuadrillas de Costaleros de la Hermandad de la Estrella de Dos Hermanas, en el gimnasio New Fit, en los desayunos del Club Tixe, en la Fiesta de las Familias del Colegio Antonio Gala, y con innumerables amigos que día a día iban formando parte de este sueño. Incluso cometí la osadía de cantar (sí de cantar…) el pasodoble del donante, que los chavales de la Chirigota  Juvenil de Ibarburu se encargarían de arreglar unos meses más tarde. Ésta ha sido otra característica fundamental de la aventura. No ha sido mi sueño, ha sido nuestro sueño, y la ayuda de los demás ha sido imprescindible para cumplirlo.

                Y cuando el día “D” se acercaba aparecieron los miedos, los que creo que son los principales enemigos de los sueños. Miedo a no ser suficiente, miedo a defraudar a todos los que me habían acompañado, miedo a no ser un ejemplo para mis hijos… Y me volví a acordar de Javier Iriondo, cuando decía que todos tenemos miedos, pero de nosotros depende utilizarlos como excusas para rendirnos o como argumentos para superarnos. Afortunadamente me quedé con la segunda opción. Tatué en mi alma una frase de alguien a quien admiro mucho, que la noche antes escribió que ser valiente no es sacar fuerzas de donde no las hay para seguir adelante, sino que ser valiente es seguir adelante aún cuando no tengas fuerzas para hacerlo. Con esta espectacular frase me lancé al agua el último de los 1.650 participantes sabiendo que cruzaría ese arco de meta antes de las diecisiete horas que tenía como límite máximo. Y ese día la realidad superó ampliamente a la ficción de mis sueños vividos durante tanto tiempo atrás. Sufrí, disfruté, reí, lloré, pero sin perder la sonrisa ni un solo instante, como bien me habían aconsejado los que estaban a mi lado sin estarlo. Estaba allí, como protagonista de mi sueño, de nuestro sueño y no podía dejarlo escapar.

                Al final el sueño se cumplió, pero como dice mi hija Daniela, el fin es el principio de algo nuevo. Esa noche mágica en Lanzarote no terminó nada, empezó todo. Hay todavía muchos donantes que conseguir, hay sueños de mayor calado que el mío, como hacer que la maldita lista de espera que condena a los posibles receptores de órganos desaparezca y seguiremos avanzando con nuestros sueños. Porque nunca, nunca, hay que dejar de soñar. No dejéis de hacerlo. Gracias. Muchas gracias.

                Para los que queráis crónica con más detalles deportivos de mi participación en la prueba estoy pensando en algo. Una publicación en el blog no me da para tanto que tengo que contar…



jueves, 18 de abril de 2019

LA MUERTE (EN RECUERDO DE MARCO "JARO")

La inesperada marcha de uno de los impulsores de Carros de Fuego me ha llevado este mes a escribir sobre este real pero desagradable tema para algunos. La muerte, tabú para muchos, es una de las pocas verdades absolutas que admiten poca discusión en esta vida. Si algo tenemos claro en esta vida, como le decía Carlitos a Snoppy en la imagen que acompaña la publicación es que un día nos moriremos todos. Pero lo verdaderamente importante, como le respondía este perro sabio, es que el resto de los días no. Decía el  recordado Pablo Raez que lo triste no es morirnos, lo triste es que no sepamos vivir mientras nos llega la hora. En relación a este tema llegan a mi mente dos cuentos que tuve la ocasión de leer magistralmente narrados como siempre de parte del genial Bucay, y cuyos enlaces adjunto al final. El primero, una narración al parecer de origen irlandés que cuenta la historia del joven que pudo encerrar a la muerte en un tarro cuando venía a buscar a su madre. A pesar de que pudo engañarla, se dio cuenta que no hay vida sin muerte. Ambas son las dos caras de una misma moneda y sólo es posible explicar una en función de la otra. Al final no tuvo más remedio que liberarla y con ello dejar ir a su madre para que la vida siguiese su curso. En el segundo, el famoso cuento de “El Buscador”, en el que un viajero contempla con tristeza y horror como un cementerio parece estar repleto de niños, cierra con la gran lección de que el el único y verdadero tiempo vivido es el disfrutado, el gozado, el sentido de forma plena e intensa.

La despedida de Marco ha reabierto en mi círculo más íntimo el debate sobre la incidencia en la salud de las “locuras que hacemos”. Aún asumiendo que muchas veces transitamos por la delgada línea que separa la explosión de dopamina provocada por el cumplimiento de nuestros sueños con la amenaza de la tragedia, el quedarnos en casa no nos va a garantizar que se retrase nuestra hora. Podrá llegar de otra forma, quizá incluso menos agradable, pero como escuché una vez a la crack de Patricia Ramírez: “Si está para ti esta para ti aunque te quites, y si no está para ti, no está para ti aunque te pongas…” Obviamente, salir en bicicleta de carretera durante varias horas incrementa tus posibilidades de sufrir un accidente, pero llevar una vida “socialmente” aceptada, con estrés en el trabajo, con consumo de tabaco, alcohol, con una alimentación también lo hace, pero parece que está mejor visto. Cuando mi madre, que posiblemente sea la persona que más me quiere (no creo que exista un amor más fuerte que el de una madre hacia su hijo, pero eso daría para otra publicicación), me pide con una mezcla de tristeza y enfado que deje de hacer estas locuras, la respuesta que se lleva siempre es la misma: "Garantízame que si me quedo sentado en casa viviré eternamente y lo mismo me lo pienso". Ya lo dijo también Steve Jobs en otra de sus frases lapidarias: "Stay crazy, stay hangry" (permanezcan alocados, permanezcan hambrientos". Hay que procurar saber vivir mientras nos llega nuestra hora, que al final llegará.

Cerraré esta publicación con una segunda verdad también casi absoluta. Cuando morimos, sólo existen dos posibles destinos para nuestros órganos: otro cuerpo en el que puedan seguir dando vida o el cubo de la basura. No hay más… Pero eso será materia de la publicación del mes de Mayo, espero. Gracias por vuestro tiempo.

Donde quiera que estés, Marco, sigue impulsando a nuestros capitanes. En la última carrera se respiraba algo especial en el ambiente. Estabas allí, con nosotros, aunque no pudiésemos verte, tocarte ni oírte.



viernes, 22 de marzo de 2019

JUVENTUD SOLIDARIA, DIVINO TESORO...



Dicen que todo tiempo pasado fue mejor. Como comentaba con uno de los protagonistas de la historia que viene a continuación no creemos que sea así. Cualquier tiempo pasado fue…pasado.  Sólo con poder vivir el presente ya podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos mucho que el hoy es mejor que el ayer. También hay gente que afirma que lo mejor está por llegar, algo que sin duda genera optimismo e ilusión pero que de forma indirecta atribuye al presente una posición comparativamente inferior al futuro. Puede tener su parte de razón en la esperanza de caminar hacia una vida mejor, pero si no vivimos el presente no habrá futuro que valga.

Toda esta disertación filosófica surgió en el I Torneo Solidario de Pádel organizado por los profesores y jóvenes (aunque los profes también siguen siendo jóvenes) de TSAFAD del proyecto de Formación Profesional Ergos. Estos chavales llevaron a cabo esta actividad a beneficio de la Fundación Andrés Olivares, una organización malagueña que centra sus esfuerzos y recursos en el cuidado de niños y familiares afectados por el cáncer infantil. En mis tiempos, aunque es cierto que tengo ya unos añitos, era difícil ver a la juventud comprometerse con este tipo de causas (o al menos yo no tuve la fortuna de encontrarlo) A modo de ejemplo, aprovechando que mis hijos estudian en el Colegio Antonio Gala, que es también la sede de este proyecto de FP, os puedo contar que la solidaridad forma parte de los valores que se inculcan desde que los peques entran  por las puertas de primero de infantil. El cross escolar (donde buscan patrocinadores que “compren” con cantidades simbólicas sus carreras), la semana solidaria donde apadrinan a niños, tómbolas,… Incluso entre varios profesores han montado una ONG,  “Sonríe por África” con la que ayudan a gente necesitada en Guinea Bissau y Senegal, y además invierten su tesoro más preciado (su tiempo) en visitar y asistir a estas personas.

Volviendo a la historia del torneo de Pádel que vertebra esta publicación ha sido una experiencia inolvidable ver la involucración de estos jóvenes a favor de unos niños que ni siquiera conocían. Mi más sincera felicitación y agradecimiento para ellos.

Con todos estos argumentos es difícil afirmar que la juventud de hoy es peor que la de hace unos años. Como mucho podríamos decir que es distinta, porque entre otras cosas tienen a su alcance herramientas que nosotros no seríamos capaces ni de soñar: smartphones, increíbles videoconsolas, cachimbas, reggaetón…  pero creo que son más importantes los valores que desarrollen que los peligros que les acechen. Mi generación vivió el drama de la heroína en los ochenta, pero afortunadamente no todos los jóvenes de mi época sucumbieron a esta lacra. Los chavales a los que aludía antes, además de tener acceso a todos los “venenos” anteriores han invertido su tiempo en buscar patrocinadores, negociar con instituciones, difundir el evento, asistir como voluntarios y otro sinfín de tareas para que el evento resultase un completo éxito. Hablando de solidaridad, aprendí de una voluntaria de la Fundación Andrés Olivares que cuando ayudas a los demás, recibes muchísimo más que los demás. Estos muchachos, que además han ayudado a auténticos superhéroes, seguro que han recibido una recompensa que jamás alcanzaban a imaginar.

En línea con esta juventud solidaria y maravillosa que creo que tenemos, estamos en disposición de imaginar un futuro mejor. Como dice un buen amigo mío, no se trata de dejar a nuestros hijos un mundo mejor, sino de dejar  mejores hijos a nuestro mundo. En ello estamos. Gracias por vuestra atención y a estos maravillosos jóvenes por su labor.