viernes, 28 de febrero de 2020

10 LECCIONES QUE ME ENSEÑÓ (MÁS BIEN RECORDÓ) LA MARATÓN


Como todos los meses, selecciono como tema para el blog algo que me haya llamado la atención o impactado especialmente en los últimos días. Este mes ha sido especialmente fácil. Hace justo una semana recorría por las calles de Sevilla los 42.195 metros que en su día inmortalizaron a Filípedes en la batalla de Maratón. Posiblemente haya sido mi participación más sufrida en las ocho ediciones que llevo en la carrera sevillana, pero sin duda ha sido la que más me ha enseñado.

Comienzo como casi siempre con una frase que esta vez tomé prestada de mi amigo José María Gallego en su genial libro a cuarenta y dos kilómetros de la felicidad (os podéis hacer una idea de lo que va) Entre otras aportaciones, cita el proverbio africano que dice así:

“Cada mañana en África, una gacela se despierta; sabe que deberá correr más rápido que el león, o éste la matará. Cada mañana en África, un león se despierta; sabe que deberá correr más rápido que la gacela, o morirá de hambre. Cada mañana, cuando sale el sol, y no importa si eres un león o una gacela, mejor será que te pongas a correr”.

Prefiero mil veces este proverbio que el castizo dicho que correr es de cobardes...por lo que es muy habitual que el amanecer me pille corriendo.

El pasado 23 de Febrero aprendí (o recordé más bien) entre otras muchas cosas, las siguientes:

1) Te limitan tus creencias, no tus capacidades. Esta frase de Alex Rovira (tan fácil de decir y tan difícil de poner en práctica) ya formaba parte de mis mantras para esta carrera. No es fácil creer en uno mismo, sobre todo cuando somos nuestros jueces más duros. Nuestra mente aprovecha cualquier resquicio de debilidad para hacernos dudar de nosotros mismos. Por eso, cuando peor lo pasé en la carrera, consciente de que no terminar era algo más que una posibilidad por las sensaciones que castigaban mi confianza, me aferré a mi fe como un clavo ardiendo, y al final pude entrar en meta junto a mi equipo (aunque me tuviesen que esperar lo más grande…)

2) La fuerza de una cadena la determina su eslabón más débil. Cuando se trabaja en equipo esta enseñanza cobra especial relevancia. El pasado domingo me sentí el eslabón más débil de la cadena, y mi fuerza fue la del equipo. Todos entraron en el mejor tiempo que fui capaz de hacer, aunque sus piernas hubiesen sido capaces de terminar mucho antes. Cuando trabajamos en equipo, nuestra preparación es aún más importante que cuando vamos solos, porque no es sólo nuestro resultado el que está en juego.

3) Rendirse no es una opción. Mi amigo Ramón Arroyo, inspirador de la magnífica película “100 metros” debería tener la patente de esta frase. Cuando los peores augurios atravesaban mi mente en un desierto de negatividad, un oasis de optimismo e ilusión disfrazado de estas palabras se convirtió en la luz que alumbraba mi oscuridad total. De todas las opciones que barajaba mi atormentado cerebro, rendirme era la única que no pasaba por mis planes.  Mark Allen, toda una leyenda del Ironman de Hawai, lo expresó con una frase aún más “deportiva”: “Puedes continuar para terminar la carrera y tus piernas te dolerán por una semana o puedes rendirte y tu alma te dolerá para toda la vida” Menos de una semana y ya no me duelen ni las piernas…

4) La clave del éxito son tres palabras: práctica, práctica y práctica. Podría encontrar innumerables excusas y explicaciones para justificar mi rendimiento el otro día. Pero no soy muy de dar explicaciones. Mis amigos no las necesitan, mis enemigos no las aceptan y los idiotas no las entienden. Si hay algo que me ha enseñado esta carrera es que a la maratón (y a la vida) siempre hay que llegar con los deberes bien hechos. Hay que ser consciente de tus circunstancias y  de tu situación y no menospreciar al “bicho” que tienes delante. Que lo hayas hecho anteriormente en innumerables ocasiones no es suficiente para volverlo a repetir si vas corto de práctica. Lección anotada, porque ésta me dolió especialmente.

5) Cuando coinciden amigos en tu equipo eres invencible. Una de las lecciones más bellas de la última carrera. El destino o la casualidad hicieron que coincidiésemos en carrera amigos que pocos días antes teníamos pocas posibilidades de hacerlo. Por eso, cuando me sentí vacío, sin fuerzas, cuando peor me encontraba y les pedí que por favor siguiesen adelante con su ritmo para conseguir ese objetivo de las tres horas y media que tanta ilusión nos hacía mientras yo me dejaría ir caminando hasta unirme a otro de los carros que viniesen por detrás la respuesta fue unánime por parte de todos: “Ni de coña” Esto lo habíamos comenzado juntos y lo íbamos a finalizar juntos. Jamás se abandona a un compañero de equipo, pero a un amigo aún menos. Las gracias en el punto final.

6) No combatas la tormenta. Tan sólo atraviésala. Este sabio dicho resume una teoría cargada de sentido común que procede de los hombres del campo,  tristemente protagonistas de estos días. En la agricultura se dan básicamente dos climas: sol y lluvia. Durante los días de sol hay que aprovechar para avanzar, para “combatir”. Pero cuando llega el periodo de tormenta (como me llegó a mí en la carrera) la única estrategia viable es atravesarla, resistir y esperar a que pase, a que lleguen tiempos mejores. Luchar contra algo que escapa a tu control te debilitará, mientras que aceptarlo y saber llevarlo bien te hará más fuerte. Si te obcecas en tu lucha contra la tormenta, es muy posible que cuando salga el sol no te queden energías para seguir adelante.

7) Para apreciar la luz, hay que conocer la oscuridad.  Durante mucho tiempo fui practicante de Tai Chi. Una de las cosas más valiosas que me aportó fue la importancia del concepto de la relatividad, el yin y el yang. Sin frío no hay calor, sin maldad no hay bondad, sin oscuridad no hay luz. Cuando crucé la línea de meta junto a mis compañeros impulsando el carro de Cristian me emocioné y lloré como hacía mucho tiempo que no lo hacía en una carrera. Esa sensación de felicidad infinita sólo pudo nacer del sufrimiento por el que había pasado sólo hacía unos kilómetros. Aunque mantengo mi promesa de intentar no sufrir en absoluto haciendo deporte, la excepcional experiencia vivida hace una semana ha merecido con mucho la alegría, como dice mi amigo Alonso Pulido.

8) Todo lo que deseas está al otro lado del miedo. Durante algunos kilómetros el miedo se adueñó de mis emociones. Miedo a no terminar, miedo a tener que retirarme por primera vez de una carrera, miedo a no estar a la altura de mis compañeros, de defraudar a nuestros capitanes, de que las extrañas sensaciones que recorrían mi cuerpo fueran el presagio de algo importante y estuviese siendo imprudente. Tantos y tantos miedos me llevaron a un bloqueo que me llevaron a recorrer varios kilómetros con el piloto automático puesto y sin disfrutar de la experiencia como debía. Sin embargo, el haber superado mis miedos me llevó a cumplir mi sueño pocos minutos después...

9) Cuando tienes un por qué, no importan ni el cómo, ni el dónde ni el cuándo... Esta es una de mis frases favoritas del gran Javier Iriondo. El propósito, la razón lo es todo. Cuando le encuentras sentido a lo que haces te sientes invencible. Mis porqués más cercanos tenían nombres como Cristian, Adri y Héctor. Un poco más lejos, pero dentro del circuito también iban Anita, Edu, Julia, Diego, Casilda, Elena e Iakes. Pensar en mis porqués hizo que el cómo, el dónde y el cuándo surgieran sin tener nada claro la forma en que lo hicieron…

10) El poder de la gratitud. Dice Anxo Pérez que cuando logramos algo no es el momento de recrearnos en lo bien que lo hemos hecho, sino en mirar hacia atrás y de dar las gracias a todos los que nos han ayudado. Éste es el principal motivo de esta publicación, dar las gracias a los diez capitanes, a los veintiséis impulsores oficiales que nos acompañaban (y a todos esos no oficiales) que en un alarde de generosidad imposible hicieron posible el fin de fiesta. Aunque puede que no sea justo, quizás porque la justicia no sea una de mis virtudes, quiero dar unas gracias especiales a los que sentí más cerca. A Cristian, que con sus ánimos a través de su altavoz me hizo llorar en más de una ocasión recordando la magia de las cuestas de la Orotava; a Adri, que con su arte gaditano me hizo esbozar más sonrisas de las que mi estado físico y mental eran capaces de dibujar; y a Héctor, que se coló en los últimos kilómetros como un soplo de aire fresco para revitalizar el cansancio acumulado a esas alturas de la película. A mi amigo Miguel Ángel, que cada vez que habla de Carros de Fuego su cara se disfraza de una ilusión infinita; a mi amigo Kito, porque hay que ser muy grande para ser sub tres en esta durísima prueba y renunciar a sus marcas para seguir impulsando; a mi amigo Guillermo, que protagonizó la alegría de la previa al colarse por sorpresa en nuestro equipo, y permitirnos disfrutar de su maldita cintilla; a mi amigo Mariano, a quien admiro y considero como a uno de los míos a pesar de que nos veamos poco más de un par de veces al año y más de quinientos kilómetros nos separen. Fuerte como el vinagre, corrió con el freno (del camión) echado para no perdernos de vista, y llegó a meta fresco como una rosa. También quiero agradecer a Rocío y a Carolo, que irrumpieron como auténticas motos cuando mi motor ya no daba para más. Podían y lo mismo debían haber seguido hacia adelante pero entendieron a la perfección las reglas no escritas del equipo. Y finalmente a Fabio y a Ramón, que fueron el refresco perfecto y me cuidaron y casi llevaron en volandas para que no desperdiciase ni un gramo de esa energía que parecía haber perdido por completo. Esta “pechá” de escribir va especialmente como agradecimiento para todos, pero especialmente para vosotros, porque si no hubieseis estado allí no tendría una octava medalla de finisher de la Maratón de Sevilla colgada de mi cuello. Gracias, muchísimas gracias. 

¿Todavía sigues pensando que no es importante que el amanecer te pille corriendo?

Pido perdón por la extensión de esta publicación, pero los cuarenta y dos kilómetros de una maratón se hacen molto longos… Gracias por vuestra atención, especialmente este mes que os he robado más tiempo del habitual.