viernes, 30 de diciembre de 2016

CALENDARIO ADN SOLIDARIO 2017

Resumo en este post toda la información relativa al calendario ADN Solidario 2017 a beneficio de la Fundación Luis Olivares.

Se trata de una iniciativa solidaria del Club de Atletismo y Triatlón ADN (Agrupación de Deportistas Nazarenos) de Dos Hermanas. La Fundación Luis Olivares es una Fundación malagueña que centra sus esfuerzos en la atención de los niños enfermos de cáncer y sus familias. Poco se puede decir de una Fundación cuyo lema reza que "Lo mejor y lo más bonito de esta vida no puede verse ni tocarse, debe sentirse con el corazón" y que resume su actividad en las palabras "Alma, Magia y Corazón". Para todos aquellos que queráis ampliar información podéis visitar www.fundacionluisolivares.org. El calendario se realizó una tarde del mes de Septiembre en la que algunos miembros del equipo tuvimos la inmensa fortuna de desplazarnos a sus instalaciones junto con el artista Diego Escobedo, autor de las fotografías. De esa inolvidable tarde salieron las imágenes que componen el calendario, que a pesar de ser un auténtica obra de arte se pone a la venta al módico precio de 3 €, para que esté al alcance de todo el mundo. Si os hacéis con un ejemplar, se harán realidad las palabras de una de las volutarias de la Fundación, que una vez indicó que cuando se ayuda a los demás, se recibe mucho más de lo que se da. Por sólo 3 € recibiréis mucho, tanto que no se puede expresar con palabras. El 2017 se llenará de Alma, Magia y Corazón si pasáis los días con la ayuda de este calendario. Os dejamos algunas imágenes y un video con algunas tomas de ese mismo día. Gracias!!!

https://vimeo.com/183122164





lunes, 7 de noviembre de 2016

Sobre erizar la piel y otras reflexiones...

Hoy mi corazón me pedía subir una reflexión no deportiva al blog. Mi mente tenía sus dudas, pero una de las muchas cosas que aprendí el Viernes era a hacer más caso al corazón en caso de dudas.

El pasado Vienes presentamos en el Centro Cultural la Almona el Calendario ADN Solidario 2017 a beneficio de los niños de la Fundación Luis Olivares. Al comenzar el acto tuve la sensación de que había poca gente para un acto de estas características y hubiese deseado que hubiese más, pero otra de las cosas importantes que aprendí este Viernes (aunque ya lo había oído antes pero no había sido capaz de interiorizarlo) fue que la felicidad es la total ausencia de deseo, por lo que en aras de mi felicidad, decidí eliminar ese deseo de mi mente. Ahora, mientras escribo, creo firmemente que estábamos los que teníamos que estar, también porque el Viernes alcancé a entender la genial frase de Steve Jobs de que la vida hay que vivirla mirando siempre hacia adelante, pero que hay que entenderla (conectar los puntos, que decía él) mirando hacia atrás.

Después de echarle un poco de valor y tragarme los nervios (e incluso puede que el miedo) a hablar en público agradezco a todos los que han tenido algo que ver en la creación de este calendario y me lanzo a presentar a Andrés Olivares. No es fácil hablar delante de Andrés, pero como él dice, me miré al espejo, me vine arriba y me dije tú puedes. No sé lo que transmití hacia afuera, pero me sentí muy cómodo y se me hizo hasta corto.

Después de fundirnos en un emotivo abrazo, le cedí el escenario y todos nos dispusimos a escucharlo. Sin querer repetir mi presentación, podríamos decir que Andrés es una persona rebosante de alma, magia y corazón, capaz de cambiar este mundo de locos en el que vivimos. No he podido encontrar ni un solo asistente de los que estuvieron allí el viernes que hayan quedado indiferentes a la exposición de Andrés. Paso a indicar algunas reflexiones con mayor o menor grado de conexión entre ellas, que vienen a expresar lo que puede sentir (con el corazón por supuesto) en este inolvidable acto.

Empiezo por la frase que da título a esta publicación: "Hay que llenar la vida de momentos que te ericen la piel". Yo había escrito en alguna otra ocasión que la vida estaba llena de momentos. Pero en definitiva son estos momentos de la piel de gallina los que hay que vivir, como los que a buen seguro los que estuvimos el viernes allí lo hicimos.

Aunque Andrés no es muy de dar consejos, sólo cuenta su experiencia sin juzgar ni valorar lo que podamos opinar sobre ellas, sí nos pide dos sencillas cosas, que sonriamos (el sonriente lo llamaba uno de sus niños) y que abracemos. Qué abracemos de verdad, como él mismo lo hace, como lo hace Rober, Rosa o como lo hace mi pequeña Daniela que es también mi mejor profesora en esta asignatura que a veces se me hace tan cuesta arriba.

Vivir y decidir con el corazón, como decía al principio. Sólo hay veinte centímetros de distancia física en nuestro cuerpo entre mente y corazón pero todo un infinito en cuanto a los caminos que ambos dibujan. Me quedo también con el consejo que le da a su hija pequeña de hacer lo que el corazón le pida, algo que intentaré también inculcar a los míos y aplicarme en primera persona. De hecho aquí estoy redactando este texto.

La diferencia entre lo natural o normal y lo habitual, algo que siempre he defendido y que ahora gracias a Andrés me ha quedado aún más reforzado. Siempre me he caracterizado por  hacer cosas "no habituales" que muchos se empeñan a calificar de "no normales". Con independencia de que la opinión de los demás cada vez tiene menos influencia en mi vida (entiendo que es lo que tiene actuar con el corazón...) Andrés nos habló sobre lo de bajarnos de esa escalera mecánica en la que la sociedad nos coloca, donde se nos guía nuestra actuación hasta límites insospechados. Me viene a la mente una experiencia que cuenta Víctor Kuppers en la sus conferencias, y que he tenido la oportunidad de vivir en primera persona. Víctor propone a sus alumnos de la Universidad que en un momento determinado, llamen a sus madres simplemente para decirles que las quieren (al más puro Stevie Wonder) Por lo que cuenta, las respuestas son muy similares a la que en su día obtuve de mi madre: "Hijo, ¿te pasa algo? ¿te encuentras bien?". Estas respuestas prueban que muchas veces lo natural o normal (que un hijo le diga a su madre que la quiere) está muy lejos de lo habitual (la mayoría de las madres receptoras de estas llamada parecen ser primerizas en este aspecto)

La vida y la muerte. Minutos antes de comenzar la presentación, sentado frente al ordenador para comprobar que un video que después iba a mostrar Andrés me preguntó mirándome a los ojos: "Antonio, voy a hablar de la muerte, estoy viendo que hay niños pequeños... no hay problemas ¿no?"

- "Ninguno, Andrés, el problema es que a los niños no se les habla de la muerte desde pequeños, y deberíamos hacerlo".  Ojalá desde el cole les explicaran que la muerte es algo tan natural como la vida, y que no se puede entender una sin la otra. Todavía de adultos, vivimos como si no nos fuésemos a morir nunca, y pasamos nuestro tránsito por las escaleras mecánicas preocupándonos por cosa que al final no tienen importancia ninguna, y nos olvidamos de buscar momentos que nos ericen la piel...

El desapego. Uno de los momentos álgidos de la noche se vivió cuando Andrés explicó con naturalidad total la marcha de Luis. Una vez cumplida su misión en esta vida, que no era otra que explicar a su padre la labor que debía guiar todas sus energías ayudando a los niños que lo necesitaban, nada lo retenía aquí. Era el momento de hablar del desapego, de explicar que nuestros hijos no son nuestros, son de la vida. Si nadie nos pertenece (ni nuestros seres más queridos) no cabe hablar de pérdida cuando se marchan. Primero porque no se puede perder algo que no se tiene, pero sobre todo porque que no podamos verlos y tocarlos  no significa que no estén aquí, podemos seguir sintiéndolos con el corazón, porque entre otras cosas son de lo mejor y más bonito de estas vida.

Todas estas reflexiones podrían resumirse en una sola: la vida es sencilla, básica. Somos nosotros los que la complicamos encerrados en esa maldita escalera mecánica que nos arrastra y que tan difícil nos es abandonar. Afortunadamente, los niños aún no han aprendido a complicarla. Nuestra pequeña Carmen, con sólo cuatro añitos, lo entendió perfectamente y lo primero que hizo al día siguiente al levantarse (se marchó dormida del acto) fue levantarse, pedir papel y lápiz y dibujar un corazón verde my grande con patas y un corazón rojo en el pecho. Ellos son nuestra esperanza y nuestro futuro. Nosotros los adultos, mientras seguiremos deambulando por las escaleras...

Gracias, hermano (como te gusta decir) por haberte conocido. Ahora, mirando hacia atrás, empiezo a comprender por qué. Saber que hubo un momento en que Luis acudió a mis sueños para que fuese a tu búsqueda me eriza definitivamente la piel, y mucho. Un abrazo con una sonrisa infinita. Gracias.   

martes, 18 de octubre de 2016

CRÓNICA DEPORTIVA (O NO…) DEL IBERMAN 2016


 

El pasado sábado 15 de Octubre completé el que fue mi sexto triatlón distancia Ironman en los últimos cuatro años. Un triatlón que por las circunstancias que lo acompañaban iba a ser de los más especiales de los que había vivido. En primer lugar, porque la natación y salida tenía lugar en la playa de Isla Canela, el lugar donde he veraneado los últimos años y que tan buenos recuerdos me trae. Tres años después, volvía al escenario de mi segundo larga distancia, deseoso de volver a vivir las sensaciones experimentadas entonces. También venía muy justo de preparación física, de hecho no había decidido mi participación hasta escasamente un mes antes, pero quería demostrarme que la motivación y la actitud mental adecuada me darían para no sufrir mucho y conseguir mi objetivo. Por último, había utilizado esta competición como marco para el cumplimiento de mi reto #226ParaUnMillón, con el que contribuir al sueño del malagueño Pablo Ráez de alcanzar el millón de donantes de médula en España (su #RetoUnMillón difundido en redes sociales)

Con este cúmulo de circunstancias me presentaba el Viernes por la mañana en el hotel Playa Canela a recoger el dorsal y el resto del pack de carrera. Una acertada decisión la de haber venido tan temprano que me permitió descansar más de lo habitual en la jornada de reflexión y superar la complicada liturgia de los preparativos (por mucha lista que lleves siempre tienes la sensación de que se queda algo atrás…) de la forma más relajada posible.

Check in de bici y material frente al apartamento (gracias Ricardo otra vez por tu generosidad y disposición a ayudar), justo en la calle que me ha llevado y traído de vuelta a la playa innumerables veces en todos estos veranos. Allí tengo la fortuna de conocer a Raúl, Carlos, a Yesi y a su linda pequeñaja. Un cuarteto de maravillosos gaditanos con los que coincidí también en la charla técnica y que me hicieron olvidar de golpe la soledad que vivía en esos momentos.

Me voy a la cama temprano y duermo como un lirón, a pesar de los nervios previos a la prueba. Revisión del material en Boxes y camino a la playa a la busca del primer segmento. Caminando por la pasarela de madera afloran a tu mente el cúmulo de pensamientos habituales en estos momentos. Dudas, miedos, felicidad, compromiso, emociones contrapuestas… Me encanta la sensación de sentir latir mi corazón embutido en el neopreno, con el ruido exterior silenciado a medias por los tapones en mis oídos y por el rítmico golpeo de mi motor empujando la sangre hasta todos los rincones de mi cuerpo. En estos momentos me encuentro con María Sierra (una excepcional persona a la par que una deportista modelo), con Javier Mérida (ejemplo de superación personal y un tío grande de verdad) y con Esther Córdoba (a la postre campeona de la prueba) Choco mis manos con las de Carlos y Raúl deseándonos lo mejor y tras el bocinazo de rigor encamino mis pasos hacia el agua. Aquí tus neuronas dejan paso a la habitual pregunta de estos momentos ¿qué hago yo aquí?... La respuesta surge sola cuando cambias el por qué estoy aquí por el para qué. Encontrarle un sentido es fundamental para enfrentarte con fuerzas a 226 kilómetros. El mar es un auténtico plato, sin rastro de olas y con una temperatura que pronto se convierte en ideal tras recorrer la estrecha capa que el neopreno deja sobre mi piel. Nado más relajado que nunca. A pesar de que sólo había nadado 2.000 metros en el último mes me siento muy cómodo. No sé a qué ritmo voy pero tengo la sensación de que podría aguantar horas de esta forma. Giros de boyas muy limpios y en la primera vuelta la tormenta mental entra en funcionamiento. El todo es relativo que utilizo tantas veces en mi filosofía diaria me golpea con más fuerza que nunca. Me veo demasiado rodeado de gente para lo que estoy acostumbrado, pero no soy capaz de ubicarme dentro del grupo, por lo que me llegan las primeras dudas de cómo lo iré haciendo. Dudas sin sentido, porque si voy cómodo, no tengo por qué preocuparme cómo vayan los demás. Salgo en la primera vuelta y cuando echo la vista atrás puedo distinguir bastantes gorros blancos y brazadas en el mar, lo que me indica que no debo ir muy descolgado. De nuevo a por la segunda vuelta, también muy relajado y a un ritmo que no me castigue mucho de cara a lo que me queda por delante.

Salgo de la segunda vuelta con mi sonrisa en rostro y encaro el largo camino de madera que me llevará hasta la bici. Cuando llego a boxes pensando en mis cosas puedo divisar como María sale de la T1. Me ha aventajado sólo en el tiempo que haya tardado en hacer su primera transición, algo que hubiese firmado con los ojos cerrados antes de empezar. Al final 1:25:19 algo más de lo esperado pero asumible cuando compruebo de que a todos nos salen más de los 3.800 inicialmente previstos. Transición muy tranquila (casi diez minutos), en mi línea. Me seco bien y preparo el  arsenal de avituallamientos que me acompañará en este primer segmento. A pesar de que hace un poco de fresco y el mono está chorreando, tomo la acertada decisión de dejar el cortavientos y salir sólo con los manguitos en los brazos como única prenda de abrigo. Llega el momento de pedalear.

Salgo muy fácil en dirección a Ayamonte. Primeros kilómetros sin forzar para ir cogiendo sensaciones y adaptar a mi cuerpo al cambio de posición. Ya en la localidad ayamontina los continuos badenes del recorrido me juegan una mala pasada y me muestran otra importante lección. La bomba de aire y una de las cámaras que llevaba como repuesto (a la postre de los complementos más importantes que podía necesitar en este sector) iban sujetas al cuadro con unas sencillas gomillas que ceden en uno de los baches del recorrido. Y es que a veces, las cosas más importantes de la vida las sujetamos con las pinzas más débiles, sin darnos cuenta de la importancia de cuidar los pequeños detalles que mantienen en pie nuestras motivaciones. Casi milagrosamente advierto como la bomba se cuela entre las bielas y el cuadro y la cubierta casi se enreda en la rueda trasera y me detengo justo a tiempo. Meto la bomba en mi espalda y lío como buenamente puedo la goma alrededor del portadorsal antes de volver a pedalear. A pesar de que debo estar agradecido a que no me ha pasado nada, los segundos (o incluso minutos) parado han hecho que me hayan pasado bicis como cohetes y comienzo a dudar de mi posición real en carrera. Camino a Villablanca el fantasma del corte sobrevuela mi mente. Teníamos nueve horas para los dos primeros segmentos, pero visto el tiempo transcurrido comienzo a preguntarme si llegaría a tiempo a Villareal. Mi cabeza comienza el carrusel de infinitos cálculos que intentan estimar los tiempos previstos de llegada a las próximas poblaciones, sin éxito ninguno. Las cuestas y el viento comienzan a hacer estragos y hay tramos en los que me veo en la más absoluta soledad. Afortunadamente, los carteles amarillos y algún que otro voluntario de vez en cuando me confirman que me encuentro en el camino correcto. Poco a poco mis piernas van notando la falta de kilómetros de entrenamiento en esta segunda parte de la temporada. No recordaba ni por asomo la dureza de esta parte del recorrido (de haberlo hecho me hubiese pensado más fríamente mi participación…) Hablando de dureza me planto en Pomarao, localidad fronteriza que da paso a la segunda parte del recorrido por suelo portugués. Su interminable bienvenida pone a prueba mi fuerza mental, empeñada en no poner pie a tierra por mucho que me quede sin desarrollo en las primeras rampas. En esta espectacular subida consigo dejar atrás a varios compañeros, lo que me supone un importante refuerzo psicológico. Comienzo mi vagar por un infinito recorrido de toboganes sin fin, que junto al viento en contra dificulta cada vez más mi pedalear. Es en estos kilómetros cuando tengo que echar mano de todo mi arsenal psicológico. Pablo y Daniela cobran vida en la foto que me acompaña en el acople del manillar desde mi primera aventura en esta distancia y casi puedo escuchar sus voces pidiéndome que no me rinda. Es complicado dejar kilómetros atrás, sobre todo cuando tienes claro que no puedes vaciarte del todo porque una maratón con sus 42 kilómetros te espera a partir de la T2. Los nombres y las caras de los casi 80 donantes que han colaborado conmigo en este reto inundan mis pensamientos, y son ellos los que me dan fuerzas en muchos momentos para seguir adelante. La familia y los amigos también juegan su papel. Sé que ninguno de ellos alberga la más mínima duda de que volveré a convertirme en Finisher una vez más, por lo que me conjuro para no fallarles. Por fin el Guadiana aparece a mi izquierda, lo que parece ser una confirmación de que sólo nos queda bajar hasta la meta. Nada más lejos de la realidad, porque la carretera se empeña en serpentear subiendo y bajando de forma paralela al curso del río, acercándote y alejándote en innumerables ocasiones. Las conversaciones con Pablo y Daniela cada vez son más continuas. Ahora ya tengo referencia de otros corredores a los que suelo alcanzar cuando la carretera se empina y que me pasan en llanos y bajadas. Por fin diviso al fondo la silueta del Castillo de Castro Marim, prueba irrefutable de que la T2 está muy cerca. Escoltados por la guardinha motorizada llegamos a la glorieta que nos llevará a soltar la bici. Me echo en los acoples para estirar toda la espalda y respiro aliviado.

Suelto la bici con relativa rapidez, cambio de calcetines, me coloco las medias de compresión y sustituyo casco por gorra. Me ajusto el dorsal y salgo a correr, vaciándome una botella de agua en la cabeza con los primeros pasos. Es tal la tranquilidad que me da haber soltado la bici que voy muy cómodo. En la avenida que me lleva de vuelta a la carretera diviso a la izquierda a mi amigo Alberto de Canofotosports inmortalizando atletas. Lo saludo y sigo corriendo, consciente de que de aquí me llevaré un buen recuerdo de la carrera. No dejo de pasar corredores. Por fin subo el Puente Internacional del Guadiana, uno de los momentos cumbres de la prueba junto con el paso por Pomarao. Otra foto para el archivo. Hasta la llegada a Ayamonte, donde llego un poco justo por la falta de avituallamiento voy muy fresco. A pesar del calor, me planto en el circuito con muy buenas sensaciones. Llega el momento de la verdad, cuatro vueltas a un circuito de casi siete kilómetros donde habrá que dar la nota. Aquí la aglomeración de atletas es mucho mayor, cada uno a su ritmo y con posiciones muy diversas en carrera. En el primer paso por el avituallamiento decido levantar un poco el pie y tomármelo con tranquilidad. Como fruta y bebo, para que el calor no me haga mella. El estómago no me da para mucho más. No sólo tengo que terminar, hay que volver a Punta del Moral, recoger la bici en Villareal y de allí en coche para Dos Hermanas, así que tengo que guardar algo incluso para cuando cruce la meta. Será una T3, como mi libro. En la primera vuelta me encuentro a mi amigo Miguel López. Escuchar mi nombre y ver una cara amiga me da un subidón de los buenos. Algunas fotos y una sonrisa de complicidad que me dan más energía que todos los geles que aún cuelgan de mi portadorsal. Las cuatro vueltas se hacen un poco pesadas por un lado pero por otro compensa el no perder nunca la referencia y no dejar de cruzarte gente. El sol se pone y la noche baja varios grados la temperatura. En mi penúltima vuelta me encuentro con Yesi que me devuelve la camiseta de la Fundación Luis Olivares que le había dado por la mañana antes de comenzar. Carlos ya ha terminado y acompaña con la bici a Raúl que va una vuelta por detrás mía. Me cruzo con María Sierra y con Esther Córdoba  que van a un ritmo genial. Enfilo por última vez la avenida que me llevará a la compensación para meta. La gente no deja de animar y unas tímidas lágrimas asoman a mis ojos. Alzo los brazos, miro al cielo, y soy Finisher de un LD por sexta vez en cuatro años. Esta vez he tardado quince minutos más que hace tres años, pero las circunstancias nada tienen que ver. Pienso en los míos, en los donantes, en los niños de la Fundación, en mi amigo Silva a quien di ánimos hace tres años para seguir adelante y que hoy me los devolvió con creces en los momentos menos buenos. No hay tiempo para mucho más. Toca volver, cuanto antes, que en casa me esperan para disfrutar al día siguiente de la Romería de Valme. El ¿qué hago yo aquí? de esta mañana se transforma en ¿cuándo es el próximo? Ya habrá tiempo de plantear esa pregunta. Ahora más que nunca toca descansar, desconectar y disfrutar de familia y amigos. El proyecto del Calendario Solidario para la Fundación Luis Olivares me espera y hay que estar fino. Gracias a todos los que habéis hecho posible que esta crónica se haya hecho realidad, sobre todo a los que me esperaban en casa y que son los principales sufridores de esta afición. Gracias también a la organización del Iberman por su apoyo y colaboración y sobre todo a esos 77 nombres que han dado sentido a esta historia. Gracias a vosotros, lo mismo cualquier día, alguien en cualquier lugar de este loco mundo recibe el regalo de la vida en forma de vuestra médula. De todo corazón, gracias.

Marina, Alex, Ana, Jose, Ángela, Tobi, Cristina, Blanca, Jesús, Pepe, Raúl, Inma, Frank, Antonio, Caro, Edurne, Norber, Dani, Encarni, Alfie, Manu, Van Kerkof, Eduardo, Juanma, Conchi, Juan, Adela, Maria, Pepe, Charo, Toni, Carlos, María, José Luis, María José, María José, Rocío, Beatriz, José Antonio, Fran, Semi, Rocío, Esther, Rosa, Ana, Sole, Sete, Darío, Mari, Manuel, Rocío, Muna, Manolo, Alberto, Marta, Manuel, Catalina, Aurora, Miriam, Jesús, Trinidad, Antonio, Francisco, Reyes,  José Antonio, Mar, Carmen, Patri, Sara, Caro, Fernando, Lidia, Juanma, Encarni, Paco, Olga, Manoli,...

 
 

 

 



lunes, 26 de septiembre de 2016

#226ParaUnMillon


A escasamente un mes de participar en mi próximo triatlón distancia Ironman vuelvo a subirme al caballo de los retos. No tenía claro si volvería a hacerlo, pero las últimas publicaciones del “Guerrero” Pablo Ráez en redes sociales y sobre todo mi visita la pasada semana a la Fundación Luis Olivares han sido la chispa que han vuelto a encender la mecha en mi interior.
No podía dejar pasar por alto la oportunidad de ayudar a Pablo (mágico nombre). El “Guerrero” ha lanzado un reto, lograr un millón de donantes de médula, y en nuestras manos está el poder hacer su sueño realidad. Por eso voy a intentar alcanzar la cifra de 226 donantes (aunque parta con cierta ventaja, tras los 65 conseguidos para mi reto anterior “226forBarbate”). Tres semanas puede parecer poco tiempo, pero os aseguro que es demasiado, sobre todo comparado con todas las personas que esperan agónicamente esa llamada que les indique que ha aparecido alguien compatible con su médula y que se va a prestar al incomparable acto de donar vida. Es toda una eternidad para Pablo, que tan sólo hace unos días luchaba con todas sus fuerzas por salir adelante. “226paraunmillon” pretende remover conciencias, al menos en mi círculo de amistades. Por eso os pido perdón por anticipado desde ya porque os voy a agobiar en estos casi veinte días que quedan hasta que el próximo 15 de Octubre me coloque el neopreno en la playa de Isla Canela, tan cargada de recuerdos para mí. 226 son pocos, casi nada en relación con un millón, pero como decía Jorge Bucay en su maravilloso cuento de las estrellas de mar, si todos cambiamos nuestros pocos metros cuadrados de influencia seremos capaces de cambiar el mundo. “226paraunmillon” pretende conseguir 226 nuevos donantes (por lo menos) para “bautizar” cada uno de los kilómetros del Iberman con sus nombres anónimos. Aunque la donación sea totalmente anónima, y habrá gente que no verá bien presumir de ser donante, creo que un sencillo nombre como homenaje a este acto heroico no le va a hacer daño a nadie. Para ello cuento con la inestimable colaboración de Eduardo Jiménez, organizador de esta emotiva prueba y que desde el primer momento se ofreció para colaborar conmigo en lo que fuese necesario. 226 son pocos, pero sin España reunimos a poco más de cuatro mil locos que compitan en esta distancia (que a buen seguro que los hay de sobra) y cada uno aporta sus 226 estaremos muy cerca de alcanzar el millón que pide Pablo. Lo importante no es la prueba, lo importante son los donantes.
Abro pues, este reto con esta publicación en mi blog y os agradezco a todos por anticipado vuestra labor de difusión de esta iniciativa, y sobre todo a los que toméis la decisión de haceros donantes si aún no lo habéis hecho.
Cierro esta primera publicación sobre el reto con una frase que publiqué en Facebook hace un par de días y que no deja de rondarme la cabeza: "Cuando pequeños actos son multiplicados por millones de personas pueden transformar el mundo" (Howard Zinn). De momento nos conformamos con 226 para alcanzar nuestro millón. Gracias.
#FuerzaRaez #RetoUnMillón #226ParaUnMillón #ShowMustGoOn #FundacionLuisOlivares #RetoPichon #DonaMédula #DonaVida

domingo, 29 de mayo de 2016


NO HAY MEJOR ARCO DE META QUE LA PUERTA DE TU CASA…

Marina, Alex, Ana, Jose, Ángela, Tobi, Cristina, Blanca, Jesús, Pepe, Raúl, Inma, Frank, Antonio, Caro, Edurne, Norber, Dani, Encarni, Alfie, Manu, Van Kerkof, Eduardo, Juanma, Conchi, Juan, Adela, Maria, Pepe, Charo, Toni, Carlos, María, José Luis, María José, María José, Rocío, Beatriz, José Antonio, Fran, Semi, Rocío, Esther, Rosa, Ana, Sole, Sete, Darío, Mari, Manuel, Rocío, Muna, Manolo, Alberto, Marta, Manuel, Catalina, Aurora, Miriam, Jesús, Trinidad, Antonio, Francisco, Reyes y José Antonio han sido los verdaderos protagonistas de este mi último Ironman. Por ellos decidí no rendirme y tirar adelante con esta aventura con tintes de locura. Ellos fueron los que me dieron la energía y la calma necesaria para seguir adelante cuando sólo dos días antes del evento el organizador confirmaba la cancelación del mismo por la falta de los permisos de tráfico. Una organización, que dicho sea de paso ha tenido un comportamiento ejemplar, dando la cara desde el primer momento, ofreciendo soluciones y pidiendo mil veces disculpas por algo que ellos no habían ocasionado. Chapeau por ellos. Gracias a esta impecable gestión de la adversidad tienen un cliente Trystrong convencido para toda la vida. Pero volviendo a esta crónica, fueron los 65 donantes los que me llevaron a materializar una de las frases que más me he repetido durante los últimos años. La vida no es lo que te pasa, es cómo te lo tomas. Por eso, cuando recibí la noticia de la cancelación no perdí los papeles, no me quejé ni una sola vez. A veces que las cosas no salgan como están planeadas puede ser un maravilloso golpe de suerte. Tal como lo pensé lo publiqué en redes sociales junto a una foto del mono y del casco aero con el logotipo de la Fundación Luis Olivares y de ese lema que debería guiar todas nuestras vidas: “Alma, Magia y Corazón”. Estaba decidido. La piscina de Montequinto haría las veces de la Playa del Carmen en Barbate, la carretera de Utrera a Puerto Serrano se disfrazaría de la zona de Zahara, Vejer, el Palmar y el carril bici de la ronda de Circunvalación de Dos Hermanas haría las veces de esos caminos de arena del Parque Natural de las Breñas que tanto me gusta recorrer cuando visito la zona. Era un poco locura, pero siempre prefiero arrepentirme de lo que hago a lamentarme por lo que no hago. Y esta vez puedo asegurar que no me arrepiento de lo más mínimo. Paradójicamente (una de las definiciones de la vida en la genial película de El Guerrero Pacífico, junto al humor y al cambio) mi Ironman más solitario se iba a convertir en mi triatlón más acompañado. Además de los sesenta y cinco héroes nombrados al principio que me acompañaron y motivaron durante la larga jornada fueron muchos los AMIGOS (así, con mayúsculas), que se encargaron de que la travesía llegase a buen puerto. Empezamos la crónica.

5:30 de la mañana. Me levanto para desayunar y repasar todo el material. Esta vez lo hacía en casa, cuando lo habitual es que sea en la habitación de un hotel, lejos de los míos. Mi primo Frank, encargado de la logística, se encargaba de recogerme puntual a las 8:00 para acercarme al Centro Acuático de Montequinto. Nada más llegar, mi amigo Antonio, nadador máster de categoría aparecía al fondo de la calle con su macuto cargado de ilusiones y energía positiva dispuesto a acompañarme en el primer segmento. Al poco tiempo, Manolo Laborda, verdadero artífice del éxito del primer segmento junto a su mujer Ángela aparecía por el centro. Si no llega a ser por ellos la natación se hubiese convertido en un martirio, y fue el segmento que mejor me salió y más disfruté. Mientras paso con Antonio a los vestuarios, Manolo se lleva la bici a boxes. Me coloco mi mono del CD Bikila, ese que muestra en su pecho orgulloso el escudo de la Fundación Luis Olivares que mi compañera Ivana me grabó con tanto arte. Decido nadar con aletas, ya que no me iba a poner el neopreno, para hacer algo más livianas las 152 vueltas que me esperan. Manolo me invita a usar la calle cuatro, junto a la que los jóvenes preadolescentes del Club Natación Dos Hermanas combinaban series de entrenamientos y ánimos hacia mi persona. La natación me resulta muy cómoda, los largos van cayendo casi sin darme cuenta. Muy relajado, alargando la brazada al máximo y guardando energías consciente de lo largo que será el día. Antonio sale sobre los 3.000 metros, cuando estoy a 800 de finalizar mi primer segmento. Aunque nada detrás de mí,  se le ve casi frenando para no cogerme. Cuando me cruzo con él es una pasada ver como se desliza por el agua. Me motiva y me enseña a partes iguales. Por otro lado, ver al equipo infantil aplaudiéndome en el fondo y jaleándome con sus brazos me dispara la motivación. Mi amigo Manuel Romero me acompaña en las últimas vueltas. 152 vueltas. 3.800 metros. Manolo me toma una foto junto al borde de la piscina para inmortalizar el momento. A por la T1. En los vestuarios me seco y me cambio de mono. Llega el momento de estrenar el espectacular mono aero diseñado por Carlos y con el escudo de la Fundación en ambos brazos. Salgo tan hinchado de la piscina que meterme dentro del ajustado traje se convierte en una auténtica odisea. Al final lo consigo y salgo hacia la recepción de la piscina. Manolo me espera con la bici. Le agradezco la ayuda y salgo a rodar. 180 kilómetros por delante. Salgo con muy buenas sensaciones. El ritmo es bueno y siento que es de los días en que la bici desliza con relativa facilidad. Busco la dirección de  la antigua carretera de Utrera, esa ruta que he realizado infinitas veces en cada uno de mis entrenamientos. Los kilómetros van cayendo y la brisa se va convirtiendo en un viento que aunque dificulta mi ritmo también me ayuda a refrescarme y bajar la temperatura corporal. Utrera, Los Morales, El Coronil, Montellano, van evidenciando el paso de los kilómetros. Casi al pasar El Coronil la rueda de atrás me hace un extraño y siento como si me saltase de vez en cuando. Me temo lo peor. Paro para ver si he pinchado pero todo parece bien. El salto se hace cada vez más continuo, y el pedaleo cada vez más atrancado. Los pensamientos se van alejando del estado de mindfulness que buscaba como acompañante y los pensamientos negativos asaltan mi mente. La ascensión a Montellano se me hace eterna. En una bajada  cerca de Puerto Serrano tengo que frenar porque la bici se me va totalmente de atrás. No me hace falta ni mirar. He pinchado. Aprovecho un camino rural que desemboca en la carretera para cambiar la cámara. Aunque la mecánica no es muy fuerte, le echo todo el valor del mundo con una actitud muy positiva. Quito la rueda, desmonto la cubierta, saco la cámara, compruebo que no haya nada que me pueda hacer volver a pinchar y me dispongo a poner la cámara nueva. Cuando voy a inflarla un poco para facilitar la maniobra me doy cuenta de que no llevo en las herramientas el adaptador de  obús que necesito para poder utilizar la bomba. Tragedia gorda. El sol ya está en lo más alto y allí parado se hace casi insoportable. A esas horas no pasa ni un ciclista. Comienzo a perder la calma que tanto se necesita en una aventura de estas características. Decido utilizar el comodín del teléfono y llamo a mi hermano Ale para que venga desde Dos Hermanas con material de recambio. Tenemos una conversación privada que no reproduciré por aquí pero que me da la motivación y determinación suficiente para saber que hoy seré finisher por encima de las circunstancias. Voilà. Al fondo de la carretera aparecen dos ciclistas en sentido contrario. Cuando me ven no dudan en cruzarse y ayudarme. Me cambian la cámara y me salvan la vida. Dos ángeles de la guarda disfrazados de ciclistas utreranos a los que siempre agradeceré haber podido finalizar. Avanzo un poco hacia Puerto Serrano antes de darme la vuelta y retornar en dirección Utrera. Quiero acercarme un poco a Dos Hermanas por si repito percance. Mi cuerpo es el mismo de hace una hora pero mi cabeza ha cambiado. Aunque intento concentrarme en lo que hago (mindfulness a tope) no es fácil. El calor aprieta y tengo que parar hasta dos veces a comprar agua en la gasolinera para repostar líquidos. Llamo a casa para comprobar que Pablo ha vuelto del fútbol y aviso de que ya voy por el kilómetro 150. Sólo me faltan treinta para completar el segundo segmento y comenzar a correr. Media hora en un día normal que hoy se me hace eterno. Hace tiempo que no sé lo que es ir acoplado y voy tirando con todo lo que tengo para llegar a casa. Las sensaciones no son las mejores y mi cabeza ya comienza a pensar en los cuarenta y dos kilómetros que me esperan. Llegada a casa donde mi familia me recibe como si fuese un campeón. María adivina por la expresión de mi rostro el estado en el que me encuentro. ¿No pensarás salir a correr ahora no? ¿Tú te has visto la cara? Una sonrisa es todo lo que obtiene como respuesta. Entro en el servicio a comprobar mi nivel de hidratación y a refrescarme la cara. Nunca hasta ahora me había visto en un espejo en la T2 pero no creo que haya tenido nunca peor cara que hoy. No quiero ni pensar en lo que me queda, porque no quiero tampoco ni pensar en rendirme. Meto la gorra dentro de un cubo de agua fría que había dejado preparado con la intención de bajarme algo la temperatura. También me coloco un par de esponjas mojadas en los hombros con la misma intención. Salgo de casa en la misma dirección que infinitas mañanas marca mi camino. Pero hoy es distinto. No es cansancio muscular, no es fatiga respiratoria, es un tema mental. El sol abrasa, y el viento que hace poco tiempo dificultaba mi pedaleo parece haberse desvanecido. El plan es fácil: 5 kilómetros de ida, 5 de vuelta a casa y completar este recorrido cuatro veces. La primera ida se hace infinita. Un recorrido que podría hacer con los ojos cerrados y que tengo perfectamente memorizado hoy se estira como si estuviese hecho de chicle. Poco antes de mi primer giro, me encuentro a mi compañero Juanlu que me anima como si fuese primero en la maratón de Kona, pero se me marcha como si fuese en moto. Por primera vez en mis participaciones en un IM comienzo a andar. Aquí es donde me doy cuenta de que hoy toca sufrir, algo que no recuerdo desde cuando no hacía. La frase de Luther King golpea mi mente como si de un eco se tratase: “Si no puedes volar corre, si no puedes correr anda, si no puedes andar arrástrate, pero nunca, nunca te rindas”. Hoy toca andar, (espero no tener que arrastrarme) pero no rendirme. Primer avituallamiento en casa. María me ha preparado un plato con sandía troceada que me da literalmente la vida. Me pide por favor que lo deje ya porque cree que estoy acercándome demasiado a la línea roja de peligro. Además voy solo, y eso la preocupa aún más. La intento calmar enseñándole el móvil que llevo en mi bolsillo del pantalón, para casos de emergencia. Más agua en la gorra y en las esponjas y a por la segunda vuelta. Segunda vuelta que ya es un auténtico suplicio. Tengo que comenzar a caminar desde casi el principio. Caminando como un zombi (los “walking dead” que decía mi amigo Luismi) deambulo por la circunvalación con el piloto automático puesto. La bocina de un coche y unos gritos de ánimo con mi nombre me sacan de mi estado de hipnosis. Son Ivana, Vane y Nandi que han salido en mi búsqueda. Me vengo un poco arriba y comienzo de nuevo a trotar. La familia  Benítez Rangel me espera en la próxima glorieta con la chispa de la vida, ese refresco que sólo bebo los días que me da por hacer una maratón y que en otras  circunstancias soy incapaz de tomar. En este momento sé que voy a terminar.  Unos metros más adelante mi amigo y compañero Manolo Navarro, con quien tuve la inmensa suerte de compartir mi experiencia en el pasado Trail de Doñana acude en mi asistencia en moto. Me acompaña y me anima diciéndome que voy muy bien, algo no fácil de creer pero que me supone también un importante empujón moral. En esta segunda vuelta se incorpora mi amigo Abraham, el benjamín del Bikila, un tío con unas cualidades deportivas y humanas impresionantes que a pesar del tiempo que lleva sin correr se carga casi una media maratón a mi lado. Ya se acabó el caminar. Es lo mínimo que puedo hacer. Este segundo avituallamiento es en grupo con familia y amigos en el jardín de casa. Más sandía, más iso y más agua. Ya casi voy por la mitad. En una de las paradas para reponer refresco se incorpora mi amigo León, otro fenómeno. Abraham se vuelve antes del giro, pero voy tan motivado que no bajo el ritmo. A la vuelta de nuevo un claxon me avisa que hay algún conocido cerca. Es mi amigo Isidro, que en ropa de calle se atreve a trotar unos metros a mi lado, para darme ánimos. Me regala una pulsera recién llegada de México con la inscripción “Por el placer de ayudar”. Me la coloco y la hago formar parte de la colección que siempre llevo puesta, junto a las de Livestrong (Fundación Amstrong), la de la Fundación Luis Olivares, con su Alma, Magia y Corazón, la de Yo tb corro por Eugenia (Run4Smiles) y la de por un país sin quejas. Mis lemas de vida impresos en silicona y rodeando mis muñecas. Vuelvo solo aunque muy motivado, tanto que llego a casa antes de lo previsto, lo que preocupa a mis incansables animadores Ivi, Vane y Nandi que no me localizaban por la ronda. Mi compi Rafa Ruiz, experto en trails, también me busca sin que podamos encontrarnos. Más agua, sandía, iso y a por la última vuelta, que tendrá dos kilómetros más para completar los cuarenta y dos. El parón en casa me pasa factura. Tras un kilómetro trotando a un ritmo muy pobre me tengo que poner a caminar. Ya no doy más. El sol se pone y comienza a hacerse de noche. Me planteo completar caminando los poco más de diez kilómetros que me quedan. Amenazo con acabar al día siguiente. Voy tan fundido que veo como la gente me adelanta incluso caminando. Como he hecho en toda la carrera, le echo un vistazo al dorsal con los nombres de los 65 héroes y a los escudos de la Fundación que envuelven mis brazos pero ya sólo me da para terminar, no para volver a correr. Cuando peor voy una bicicleta de montaña se acerca con un conocido abordo. Mi amigo, compañero y fisio José Luis, que acaba de llegar de Cádiz y se ha acercado a buscarme, como me prometió anoche en el Burger King. Ahora no me queda más remedio que volver a trotar. Y poco a poco voy alcanzando una velocidad discreta pero decente. Algo más de una hora hablando con José Luis de nuestros proyectos, de nuestros sueños, de nuestras vidas, salpicando la charla con mis infinitos agradecimientos. Se hace largo pero vuelvo a disfrutar al final de mi aventura. Comentamos sobre el poder de la mente. Los tres últimos kilómetros que en mis entrenamientos habituales van  cayendo casi sin darme cuenta se alargan más que nunca. Pero ya estoy aquí. José Luis me va tomando fotos y videos para inmortalizar mi carrera. A lo lejos las luces de casa recortan las siluetas de María y los niños que han salido a esperarme. Nunca he cruzado una meta tan solitaria pero nunca me he sentido tan acompañado. José Luis es testigo de esta escena y me saca una foto con la familia y con la banda de meta que me han preparado. Por primera vez en mi vida (y posiblemente será la última) cruzo la línea de meta en primer lugar (aunque esta vez era el único participante). Al final 14:22:57 para los 226 kilómetros, mi mayor tiempo en un Ironman, con recorrido más que suficiente para ser batido para el próximo loco que se digne repetir esta carrera en Dos Hermanas. Soy feliz, muy feliz. Exhausto, sin hambre, sin sueño,…me pego un espectacular duchazo satisfecho por haber cumplido mi objetivo. Aunque haya gente que no lo entienda, aunque haya podido ser una insensatez, aunque podría haber acabado mal, dos cositas para finalizar. La primera es, que como dije antes, siempre prefiero arrepentirme de lo que hago antes que lamentarme de lo que no he hecho. Esta vez, hecho sin el más mínimo signo de arrepentimiento. Y para aquellos que aún dudan si ha merecido la pena, una sencilla reflexión. 65 nuevos donantes, de médula o/y órganos. Dentro de unos años, espero que muchos, muchísimos, sería bueno intentar localizar a algún posible receptor de alguno de estos héroes y trasladarle la pregunta. ¿Mereció la pena? Intuyo la respuesta. Muchas gracias a todos, sobre todo a Marina, Alex, Ana, Jose, Ángela, Tobi, Cristina, Blanca, Jesús, Pepe, Raúl, Inma, Frank, Antonio, Caro, Edurne, Norber, Dani, Encarni, Alfie, Manu, Van Kerkof, Eduardo, Juanma, Conchi, Juan, Adela, Maria, Pepe, Charo, Toni, Carlos, María, José Luis, María José, María José, Rocío, Beatriz, José Antonio, Fran, Semi, Rocío, Esther, Rosa, Ana, Sole, Sete, Darío, Mari, Manuel, Rocío, Muna, Manolo, Alberto, Marta, Manuel, Catalina, Aurora, Miriam, Jesús, Trinidad, Antonio, Francisco, Reyes y a José Antonio. Gracias.

domingo, 8 de mayo de 2016


 226 for Barbate

Información resumida para el Reto 226 For Barbate:

Se buscan 226 nuevos donantes (órganos o médula) para este nuevo proyecto.

A pesar del lógico anonimato, bautizaremos los kilómetros con el nombre de cada donante.

Información para hacerse donante de órganos:


Información para hacerse donante de médula:


Las confirmaciones por favor por privado a Facebook (Antonio Manuel Jurado Mejias), Tweeter (@cholejs) o por correo electrónico (antoniojuradochole@gmail.com)

GRACIAS!!!




martes, 19 de abril de 2016

Donar médula, donar órganos, donar vida...

 Si aún tenéis dudas de haceros donantes (de órganos o de médula) os dejo algunos recursos que seguro las disipan...
Para hacerse donante de órganos www.donandovidas.es de mi amigo Eduardo Rangel. En el menú superior aparece un recuadro verde que pone  HAZTE DONANTE... si pincháis ahí os redirecciona directamente a la página del SAS donde os emiten la tarjeta. Y si esto no basta, echadle por favor un vistazo a este video...
https://www.youtube.com/watch?v=W9rJ4jjn5S4
Y para donar médula, un vistazo a estas páginas:
Web de la Fundacion Luis Olivares : www.fundacionluisolivares.org
Enlace de la Fundación Josep Carreras: www.fcarreras.org/dona medula
Un consejo personal: seguid en Facebook a Espíritu González y a Edu Balboa del Cid, autor y protagonista de Entre superhéroes un libro que os aseguro os cambiará la vida.
Y por último, el mensaje de Daniel, a ver quien se resiste...
https://www.youtube.com/watch?v=xEcFzeQj6b8
Gracias por compartir!!!

sábado, 16 de abril de 2016

Nueva prueba, nueva aventura, nuevo reto: 226 for Barbate.


El próximo 21 de Mayo volveré a ponerme en la línea de salida de un Triatlón Distancia Ironman (Trystrong Barbate 226). Cuando a las 7:30 de la mañana suene la bocina en la Playa del Carmen de Barbate serán 226 kms. los que tendré por delante antes de llegar a la meta. Tras mi última experiencia en la Maratón de Sevilla, se me iba a hacer muy complicado disfrutar de esta prueba sin darle un sentido solidario a la misma. En esta ocasión he pensado una colaboración mezcla de mis dos últimas aventuras. Tengo intención de patrocinar los kilómetros, bautizándolos con el nombre de los colaboradores. No busco dinero para donar a ninguna organización, sólo necesito 226 nuevos donantes (de médula o de órganos) que se apunten a esta noble causa. Aunque soy consciente de que el anonimato es parte inseparable de estas actuaciones, creo que darle el nombre (ni siquiera necesitaría el apellido) sería una bonita forma de homenajear a estos héroes. Para ello, os agradecería a tod@s los que decidáis dar este paso me hagáis llegar por privado vuestro nombre. Día a día actualizaré la información con los nombres de los distintos kilómetros que bautice. Espero el día de la carrera poder daos las gracias públicamente a cada uno de los 226... Llamaremos a este reto #226forBarbate. Gracias a tod@s por vuestra colaboración, como siempre. A los que aún seguís teniendo dudas, os dejo algunos enlaces para que acabéis de decidiros. Decía una voluntaria de la Fundación Luis Olivares que cuando se ayuda se recibe mucho más de lo que se da. Si regalamos vida, que creo que es lo más valioso que podemos dar, lo recibiremos todo. Comienzo a "bautizar" kilómetros...




lunes, 22 de febrero de 2016

Mi Maratón Más Emotiva



Con la de ayer fueron cinco (nueve, si cuento también las ocasiones en que completé la distancia tras nadar 3,8 Kms. y pedalear durante 180) las veces que he cruzado la meta en una maratón desde que en 2.012 lo hiciese por primera vez, aquel lluvioso domingo de Abril en las calles de Milán.
La prueba reina del atletismo de fondo tiene algo especial que te atrapa desde la primera vez que la superas. Quizás por su dureza, por llevarte muy cerca de tus límites, puede que porque sus finishers son considerados como héroes por aquellos ajenos a esta disciplina, o a lo mejor porque es una perfecta metáfora de la vida, y espera paciente a golpearte con dureza ante la más mínima sombra de debilidad que detecte. La razón es lo de menos. Lo que sí creo que es cierto es que existe un antes y un después desde la primera vez que completas esta carrera. Ya no vuelves a ser el mismo. Creo que no existe posibilidad de un aprendizaje más condensado en un tiempo tan reducido (desde las dos horas de los pros hasta las seis que fijan muchas pruebas como tiempo de corte). Y como los amaneceres, como las puestas de sol, no hay dos iguales.
La de ayer tuvo para mí sin duda alguna un carácter muy especial. Buscando algún sentido a la práctica deportiva, y animado por mi pasada participación en el III Doñana Trail Marathon a favor de la Fundación Luis Olivares buscaba algo más que rebajar mi marca personal al completar la distancia. Las circunstancias me llevaron a proponerme un reto personal, para que la gente tomase conciencia de la importancia de hacerse donante de médula. Un sencillo gesto que en cualquier momento puede hacernos regalar el don más preciado con el que contamos (la vida) a alguien que puede ver en nosotros su única oportunidad de sobrevivir ¿hay algo más importante qué esto...? Así decidí salir el último (tras los 13.000 participantes) con la idea de mostrar mi mensaje en la espalda de mi camiseta a cada uno de los adelantados. Lo ideal hubiese sido conseguir tantos donantes como adelantados, algo utópico y muy difícil de controlar. Sin embargo, sólo con conseguir un donante de médula más toda la aventura habría tenido sentido. Y me consta que más de un convencido tengo ya.
Por todo ello la de ayer fue, con diferencia, mi maratón más emotiva. No sólo por las consideraciones anteriores, que serían suficientes, sino también por la forma tan especial de vivirla. Salir el último, con 13.000 atletas por delante, te da unas posibilidades en las que no había pensado nunca. En primer lugar el paseo hasta la línea de salida desde que oyes el disparo viendo como la multitud se pone en movimiento es una auténtica experiencia para los sentidos. Te encuentras con compañeros de viaje que de salir en mi cajón correspondiente jamás habría coincidido con ellos. Tienes la oportunidad de adelantar a gente tan maravillosa como José Manuel Roas, junto con su hijo Pablo que dibuja en su cara lo que significa la palabra felicidad. También puedes saludar al gran Eduardo Rangel, que comanda un ejército de donantes de órganos convencidos dispuestos a derramar hasta la última gota de sudor. Te vuelves cuando Javier Rodríguez grita tu nombre y te saluda dándote ánimos, mientras él pasea orgulloso por Sevilla su indumentaria de la Fundación Josep Carreras. Contemplas los innumerables mensajes grabados en las camisetas (como en la mía) y tienes acceso a detalles que de otra forma, enfrascado en tu particular guerra con el crono, pasarían desapercibidos. A pesar de ello, la dureza de la maratón siempre acecha para buscar cualquier resquicio de debilidad en mi mente. Cada vez que bajo la guardia un pensamiento recurrente acude en mi salvación. ¿Y si ese corredor/a que llevas delante se convence al ver tu camiseta al adelantarlo y es el donante que el día de mañana salva la vida de alguien? Esta circunstancia, junto con los constantes cambios de ritmo para coger sitio me hacen llegar justo de fuerzas a los últimos kilómetros, justo la parte en la que debería apretar y darlo todo. A pesar de ello, en ningún momento dejo de correr, por lo que al final consigo bastantes adelantamientos a aquellos que ya sólo pueden caminar. Por fin emboco el túnel de acceso al estadio y aprovecho para quitarme la camiseta y ondearla al viento a modo de bandera, para que el mensaje llegue lo más lejos posible. He finalizado mi quinta (o novena) maratón. Y esta, sin duda, ha sido mi maratón más emotiva.
Sin embargo, como decíamos ayer, la verdadera carrera comienza ahora. Sería genial que mi aventura generase 8.783 nuevos donantes ¿Difícil? Puede...¿Imposible? Seguro que no. Como dice Coelho "cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla". Realmente yo lo quiero, sólo hay que creer en la conspiración...
Y para finalizar, aunque sea lo más importante, dar las gracias. A todos y cada uno de vosotros que habéis puesto vuestro granito de arena para difundir la causa, bien compartiendo mis publicaciones en redes sociales, o colaborando con la camiseta, o apoyándome en casa para que todo saliese bien, o dándome motivación como mis niños de la Fundación Luis Olivares. Mención especial al equipo de Tiempo de Juego de la Cope, que han llevado mi aventura más lejos de lo que jamás habría imaginado. Y sobre todo gracias a aquellos que hayáis tomado una de las decisiones más importantes de vuestra vida: la de haceros donantes.
#ShowMustGoOn
#YoAdelantoTúDonas