Comienzo esta crónica (poco
deportiva, pero espero que muy emotiva) de la pasada Maratón de Sevilla con una
frase de Anxo Pérez que me encanta apropiarme cuando cumplo algún sueño, y que
viene a decir algo así como que cuando alcanzas el éxito es el momento no de
pensar “qué he hecho bien”, sino de pensar ”a quién debo decir gracias”. Considero
un éxito haber cruzado otra vez esa línea de meta, por lo que creo firmemente
que es el momento de dar las gracias. Y quiero comenzar esta cadena de
agradecimientos por mi mujer, María, porque sin ella no hubiese sido capaz de
ponerme ni siquiera en la línea de salida. Ella es la que está siempre ahí,
cuidando de Pablo y Daniela, encargándose de que todo esté en su sitio y
soportando mis ausencias y este estilo de vida que roza permanentemente la
línea de la cordura. Gracias. También especialmente a mis hijos, mi verdadera
fuente de inspiración y motivación y a quienes intento inculcar con estas aventuras
los valores innatos al deporte como el esfuerzo, la solidaridad, la voluntad,
la lucha por tus sueños y la posibilidad de hacer de este mundo un lugar mejor.
Gracias a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, a todos los
que tienen el inmenso mérito de soportarme durante más o menos horas al día.
Gracias a la Fundación Luis Olivares, por apoyar todas mis iniciativas y ser la
pieza que completa y da sentido al puzle. Gracias a todos los medios que difundís
mis aventuras como si de un auténtico personaje mediático se tratase. Gracias a
“Dos Hermanas Diario Digital”, con las innumerables entrevistas de Paco, a “Desde
la Grada” con Adame, a “El Nazareno” con Valme, a “Muchodeporte” y a “Maratón
Radio” con Eva y Rafa. Gracias a Torrewear (Carlos, Josewa) por esa
espectacular camiseta fabricada con el corazón, con el mismo que adornaba su
pecho y su espalda. Gracias también a la Organización de la Maratón,
concretamente a Daniel Quintero por todas las facilidades que me habéis
proporcionado y por haber retwitteado cada uno de mis innumerables twits.
Quinta participación en la
Maratón de Sevilla y segunda vez que llevaba a cabo el Reto #YoAdelantoTúDonas.
Tan satisfecho terminé el pasado año que hoy en día no concibo volver a
correrla sin salir el último… El reto es sencillo de explicar y llevar a cabo.
Salgo el último de la maratón con el
objetivo de ir adelantando a cuantos más mejor, con la esperanza de difundir
el mensaje de la importancia de la
donación de médula y lograr el mayor número de donantes posible. Este año
quería dar una vuelta de tuerca al asunto. Comencé contando mi proyecto a la
Organización y solicitando un stand para difundir la labor de la Fundación Luis
Olivares. Su respuesta no se hizo esperar: ¡deseo concedido! Poco a poco los
entrenamientos me iban acercando al día “D” señalado en el calendario: 20 de
Febrero de 2017. Este año además de buscar donantes de médula, también buscaba
donación de fondos para la Fundación, inspirado por un comentario de mi hija
Daniela. Daría la opción a todos mis allegados de que al final de la carrera
realizasen una aportación libre y voluntaria en función de los adelantados.
Este año el hecho de disponer de
un stand y vivir la Feria del Corredor desde dentro me iba a hacer vivir una
experiencia única. Mi Maratón no empezó el Domingo a las 8:30. Lo hizo el
Viernes 18 sobre esa hora cuando comencé a decorar el stand. Una sencilla mesa
con la bandera de la Fundación Luis Olivares por tapete, unos calendarios,
folletos sobre la labor de la Fundación y unas pulseras conmemorativas
completaban la decoración junto a los posters que había impreso en A3 y pegado
en las paredes. A mi derecha, los chicos de Acnur, con una labor encomiable y
con el crack de Javi organizándolo todo y a mi izquierda, Edu, un auténtico
fenómeno con su tienda de Longfield se convirtieron en vecinos de nivel. La
mañana del Viernes comenzó tranquila. Poca afluencia de público pero vivencias muy
enriquecedoras. Tuve la oportunidad de conocer la labor de las chicas de Carros
de Fuego, una organización que nos da a cualquier corredor la posibilidad de vivir
la espectacular experiencia de correr impulsando un carro con un ángel
disfrazado de niño. La iniciativa me impactó y me enamoró desde el primer segundo,
tanto que espero poder colaborar con ellos cuanto antes y saborear estos
momentos que a buen seguro erizarán mi piel, como dice mi amigo Andrés.
Voy recibiendo visitas de amigos
con los que nos tomamos fotos para recordar y difundir en las redes sociales
para ayudar a la tan necesaria labor de difusión de estas organizaciones. Vendo
algunas pulseras, algunos calendarios pero sobre todo me llevo abrazos,
sonrisas, miradas, conversaciones… Durante estos dos días desfilan entre otros
Manu, Carlos, Antonio, Conchi, Fernando, Norber, Quisco, Juan Dianez, Juan
Monroy, Javier, Gaby, Mari Carmen, Antonio,
Vitorrunning, Frank, Enrique, Ade, Carmen, Jose, Ana, Fernando, Laura, Ana, Diego,
Marcos, Maca, Juan (aunque no coincido con estos tres últimos porque estoy en
la comida de la pasta…) , Los Ruinas, José Luis, Dani, Encarni, Gonzalo, Raúl y
cierran Ivi, Vane y Concha, que además me ayudan hasta a desmontar el stand.
Dos días largos, intensos e inolvidables. Las casi 22 horas que paso allí
cansan mis pies, pero alimentan mi espíritu. Como muestra más que
representativa recibo una llamada de ALGUIEN (con mayúsculas) que me dice que
ALGUIEN (también con mayúsculas) me ayudará desde el cielo. No puede leerse, no
puede oírse, hay que sentirlo con el corazón. El sábado por la noche me marcho
camino de casa con la seguridad de que la carrera del Domingo es un mero
trámite, la guinda que coronará el rico pastel que hemos cocinado durante estos
dos días.
Por primera vez en mucho tiempo el
día de la competición (curioso nombre, porque yo hace ya mucho tiempo que dejé
de competir, de hecho tengo mis dudas si alguna vez lo hice…) me levanto muy
tranquilo. Las mariposas revolotean hoy en el estómago de forma diferente a
como lo suelen hacer estos días. Imagino que los dos días vividos forman parte
de la maratón, y por eso hoy no hay lugar para nervios. La fina lluvia de
camino al estadio se convierte en chubasco por momentos… Cumplimos con la fiel
tradición de cambiarnos todos juntos. Sonrisas, abrazos, saludos…una foto
abrazando a un amigo a miles de kilómetros de distancia (te espero el año que
viene Tobi) y de camino hacia la salida. Salir el último te evita los nervios
de los cajones. La música y la voz del speaker hacen de banda sonora de la
avalancha de personas que cruzan el arco de salida. Espero pacientemente hasta
que el último de los participantes la supere para comenzar mi Maratón. El GPS
no pilla señal, y en lugar de reiniciarlo decido correr sin él. El tiempo es lo de menos. No sentir la
vibración en mi muñeca cada mil metros me evitará hacer los inevitables
cálculos de ritmos, horarios previstos y demás. No me hacen falta. Hoy no. Oigo
mi nombre a mi izquierda y me encuentro al crack de Diego Escobedo cámara en
mano. Espero que me haya sacado un buen perfil, porque le hice caso y me peiné
especialmente para él. Salgo enchufado. No sé a qué ritmo pero con muy buenas
sensaciones. Las piernas van muy ligeras y no hay quien me borre la sonrisa de
mi cara. Voy viendo llegar los carteles de los kilómetros antes de lo
previsto. En Ronda Triana me encuentro a
mis amigos de la Fundación Josep Carreras: Fátima, Javier, Jordi,…unos
auténticos cracks. Chocamos las manos y me llevo parte de su energía hacia
adelante. Por República Argentina diviso
el globo de las 4 horas que lleva mi amigo Manuel Olmo junto a los Predators y
mi amiga Ana. Los pillo a la altura de la Torre del Oro (buen lugar) y Manolo
aprovecha para tomarnos una foto con la Gopro que guardaré en el fondo de mi
corazón como recuerdo de este espectacular día. Justo antes de comenzar la
bajada del subterráneo que nos llevará a Torneo me cruzo con mi amigo Ledesma
que debuta hoy. Sigo adelante. Los aplausos y ánimos de la gente son el mejor
combustible. En los avituallamientos los voluntarios llevan a cabo su impecable
y poco reconocida labor. En uno de ellos
un auténtico crack con cuerpo de niño nos anima al grito de “Vamos al Aquarius,
que me lo quitan de las manos…” Estamos en Sevilla… Cae el kilómetro 10 (la distancia
con la que empecé a correr), el 20, justo antes de la media maratón… Todavía
voy bien, adelantando a buen ritmo, pero sin obsesionarme como otras veces. Es curioso,
no llevo reloj (lo llevo pero sin el GPS conectado, es decir como si no lo
llevase) y sin embargo mi ritmo es mucho más uniforme que otras veces. Camino
del 30 las piernas empiezan ya a notar los kilómetros. Aunque tengo muy
presente la llamada del día anterior, intento utilizar el Comodín del Cielo
sólo en caso de necesidad. Soy consciente de que tendrá cosas más importantes que
hacer que ayudar a este pobre loco a finalizar la carrera, pero tampoco quiero
perder mi conexión con Él, porque sé que es Él la verdadera causa de que esté
hoy aquí. Supero la curva frente al Benito Villamarín, que siempre es un punto
de inflexión en la carrera (y es que en este giro comienza el verdadero
sufrimiento de muchos, no sé por qué aunque lo puedo intuir…) Viene lo más
duro, pero también lo más bonito. La interminable
recta de la Palmera te lleva hasta el Parque de María Luisa, La Plaza de
España, Calle San Fernando, Avenida de la Constitución… el centro está a
rebosar. Por la catedral el pasillo se estrecha como si fuésemos subiendo un
puerto en el Tour. Sentimos los aplausos y los gritos de la gente muy cercanos,
y la cara de ilusión de los pequeños a los que chocas las manos.
Entrando a la Alameda, subidón de
los buenos… mi compañero de trabajo Fran y su mujer Manoli me jalean e
inmortalizan este momento con fotos que jamás olvidaré. Un niño grita: “Mamá,
una camiseta del equipo de Luis Olivares”… tantas emociones seguidas hacen entrar
a mi corazón en zona roja muy cerca de la meta. La calle pica ligeramente hacia
arriba para recordar a tus muslos que llevan recorridos ya casi cuarenta
kilómetros. El Puente de la Barqueta nos devuelve a la orilla del río donde nos
espera la meta. Un par de rectas y ya podemos divisar el estadio. En el último
giro a la derecha antes de buscarlo, una bandera blanca entre la multitud me
avisa de la presencia de Mari Carmen, mujer de Gabi. Para poner broche a la
fiesta, entraré por el estadio ondeando la bandera de la Fundación Luis
Olivares. Las lágrimas asoman a mis ojos
por primera vez en el día de hoy, las mariposas anudan sus alas a la altura de
la garganta y no se hace fácil respirar… La oscuridad del túnel desaparece al
fondo con el dibujo de las gradas atestadas de gente. Elevo mis manos al cielo
ondeando la bandera entre ellas…Saboreo cada zancada, cada bombeo de mi
corazón, cada grito del público, como si lo viviese a cámara lenta. Soy yo,
estoy aquí, ahora… Nada más cruzar la meta una cara conocida aparece detrás de
una cámara. Diego otra vez, estuvo al principio y ahora al final…Camino
despacio de camino a tomar mi medalla. Otra más. La quinta. Soy feliz, igual
que la mayoría de los que me rodean. No importa el puesto, ni el tiempo, porque
en la maratón, como en la vida, lo importante no es la meta, sino el camino…
Pido disculpas por la extensión
de esta publicación, pero no me ha sido posible hacer una crónica más corta de
esta maratón tan larga…
Ahora #ShowMustGoOn y… ¡¡¡a por
la próxima!!!
¡¡¡Gracias a tod@s!!!