lunes, 20 de febrero de 2017

Mi maratón más larga (MMML)


Comienzo esta crónica (poco deportiva, pero espero que muy emotiva) de la pasada Maratón de Sevilla con una frase de Anxo Pérez que me encanta apropiarme cuando cumplo algún sueño, y que viene a decir algo así como que cuando alcanzas el éxito es el momento no de pensar “qué he hecho bien”, sino de pensar ”a quién debo decir gracias”. Considero un éxito haber cruzado otra vez esa línea de meta, por lo que creo firmemente que es el momento de dar las gracias. Y quiero comenzar esta cadena de agradecimientos por mi mujer, María, porque sin ella no hubiese sido capaz de ponerme ni siquiera en la línea de salida. Ella es la que está siempre ahí, cuidando de Pablo y Daniela, encargándose de que todo esté en su sitio y soportando mis ausencias y este estilo de vida que roza permanentemente la línea de la cordura. Gracias. También especialmente a mis hijos, mi verdadera fuente de inspiración y motivación y a quienes intento inculcar con estas aventuras los valores innatos al deporte como el esfuerzo, la solidaridad, la voluntad, la lucha por tus sueños y la posibilidad de hacer de este mundo un lugar mejor. Gracias a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, a todos los que tienen el inmenso mérito de soportarme durante más o menos horas al día. Gracias a la Fundación Luis Olivares, por apoyar todas mis iniciativas y ser la pieza que completa y da sentido al puzle. Gracias a todos los medios que difundís mis aventuras como si de un auténtico personaje mediático se tratase. Gracias a “Dos Hermanas Diario Digital”, con las innumerables entrevistas de Paco, a “Desde la Grada” con Adame, a “El Nazareno” con Valme, a “Muchodeporte” y a “Maratón Radio” con Eva y Rafa. Gracias a Torrewear (Carlos, Josewa) por esa espectacular camiseta fabricada con el corazón, con el mismo que adornaba su pecho y su espalda. Gracias también a la Organización de la Maratón, concretamente a Daniel Quintero por todas las facilidades que me habéis proporcionado y por haber retwitteado cada uno de mis innumerables twits.
Quinta participación en la Maratón de Sevilla y segunda vez que llevaba a cabo el Reto #YoAdelantoTúDonas. Tan satisfecho terminé el pasado año que hoy en día no concibo volver a correrla sin salir el último… El reto es sencillo de explicar y llevar a cabo. Salgo el último de la  maratón con el objetivo de ir adelantando a cuantos más mejor, con la esperanza de difundir el  mensaje de la importancia de la donación de médula y lograr el mayor número de donantes posible. Este año quería dar una vuelta de tuerca al asunto. Comencé contando mi proyecto a la Organización y solicitando un stand para difundir la labor de la Fundación Luis Olivares. Su respuesta no se hizo esperar: ¡deseo concedido! Poco a poco los entrenamientos me iban acercando al día “D” señalado en el calendario: 20 de Febrero de 2017. Este año además de buscar donantes de médula, también buscaba donación de fondos para la Fundación, inspirado por un comentario de mi hija Daniela. Daría la opción a todos mis allegados de que al final de la carrera realizasen una aportación libre y voluntaria en función de los adelantados.
Este año el hecho de disponer de un stand y vivir la Feria del Corredor desde dentro me iba a hacer vivir una experiencia única. Mi Maratón no empezó el Domingo a las 8:30. Lo hizo el Viernes 18 sobre esa hora cuando comencé a decorar el stand. Una sencilla mesa con la bandera de la Fundación Luis Olivares por tapete, unos calendarios, folletos sobre la labor de la Fundación y unas pulseras conmemorativas completaban la decoración junto a los posters que había impreso en A3 y pegado en las paredes. A mi derecha, los chicos de Acnur, con una labor encomiable y con el crack de Javi organizándolo todo y a mi izquierda, Edu, un auténtico fenómeno con su tienda de Longfield se convirtieron en vecinos de nivel. La mañana del Viernes comenzó tranquila. Poca afluencia de público pero vivencias muy enriquecedoras. Tuve la oportunidad de conocer la labor de las chicas de Carros de Fuego, una organización que nos da a cualquier corredor la posibilidad de vivir la espectacular experiencia de correr impulsando un carro con un ángel disfrazado de niño. La iniciativa me impactó y me enamoró desde el primer segundo, tanto que espero poder colaborar con ellos cuanto antes y saborear estos momentos que a buen seguro erizarán mi piel, como dice mi amigo Andrés.  
Voy recibiendo visitas de amigos con los que nos tomamos fotos para recordar y difundir en las redes sociales para ayudar a la tan necesaria labor de difusión de estas organizaciones. Vendo algunas pulseras, algunos calendarios pero sobre todo me llevo abrazos, sonrisas, miradas, conversaciones… Durante estos dos días desfilan entre otros Manu, Carlos, Antonio, Conchi, Fernando, Norber, Quisco, Juan Dianez, Juan Monroy, Javier,  Gaby, Mari Carmen, Antonio, Vitorrunning, Frank, Enrique, Ade, Carmen, Jose, Ana, Fernando, Laura, Ana, Diego, Marcos, Maca, Juan (aunque no coincido con estos tres últimos porque estoy en la comida de la pasta…) , Los Ruinas, José Luis, Dani, Encarni, Gonzalo, Raúl y cierran Ivi, Vane y Concha, que además me ayudan hasta a desmontar el stand. Dos días largos, intensos e inolvidables. Las casi 22 horas que paso allí cansan mis pies, pero alimentan mi espíritu. Como muestra más que representativa recibo una llamada de ALGUIEN (con mayúsculas) que me dice que ALGUIEN (también con mayúsculas) me ayudará desde el cielo. No puede leerse, no puede oírse, hay que sentirlo con el corazón. El sábado por la noche me marcho camino de casa con la seguridad de que la carrera del Domingo es un mero trámite, la guinda que coronará el rico pastel que hemos cocinado durante estos dos días.   
Por primera vez en mucho tiempo el día de la competición (curioso nombre, porque yo hace ya mucho tiempo que dejé de competir, de hecho tengo mis dudas si alguna vez lo hice…) me levanto muy tranquilo. Las mariposas revolotean hoy en el estómago de forma diferente a como lo suelen hacer estos días. Imagino que los dos días vividos forman parte de la maratón, y por eso hoy no hay lugar para nervios. La fina lluvia de camino al estadio se convierte en chubasco por momentos… Cumplimos con la fiel tradición de cambiarnos todos juntos. Sonrisas, abrazos, saludos…una foto abrazando a un amigo a miles de kilómetros de distancia (te espero el año que viene Tobi) y de camino hacia la salida. Salir el último te evita los nervios de los cajones. La música y la voz del speaker hacen de banda sonora de la avalancha de personas que cruzan el arco de salida. Espero pacientemente hasta que el último de los participantes la supere para comenzar mi Maratón. El GPS no pilla señal, y en lugar de reiniciarlo decido correr sin él.  El tiempo es lo de menos. No sentir la vibración en mi muñeca cada mil metros me evitará hacer los inevitables cálculos de ritmos, horarios previstos y demás. No me hacen falta. Hoy no. Oigo mi nombre a mi izquierda y me encuentro al crack de Diego Escobedo cámara en mano. Espero que me haya sacado un buen perfil, porque le hice caso y me peiné especialmente para él. Salgo enchufado. No sé a qué ritmo pero con muy buenas sensaciones. Las piernas van muy ligeras y no hay quien me borre la sonrisa de mi cara. Voy viendo llegar los carteles de los kilómetros antes de lo previsto.  En Ronda Triana me encuentro a mis amigos de la Fundación Josep Carreras: Fátima, Javier, Jordi,…unos auténticos cracks. Chocamos las manos y me llevo parte de su energía hacia adelante. Por República Argentina  diviso el globo de las 4 horas que lleva mi amigo Manuel Olmo junto a los Predators y mi amiga Ana. Los pillo a la altura de la Torre del Oro (buen lugar) y Manolo aprovecha para tomarnos una foto con la Gopro que guardaré en el fondo de mi corazón como recuerdo de este espectacular día. Justo antes de comenzar la bajada del subterráneo que nos llevará a Torneo me cruzo con mi amigo Ledesma que debuta hoy. Sigo adelante. Los aplausos y ánimos de la gente son el mejor combustible. En los avituallamientos los voluntarios llevan a cabo su impecable y poco reconocida labor.  En uno de ellos un auténtico crack con cuerpo de niño nos anima al grito de “Vamos al Aquarius, que me lo quitan de las manos…” Estamos en Sevilla… Cae el kilómetro 10 (la distancia con la que empecé a correr), el 20, justo antes de la media maratón… Todavía voy bien, adelantando a buen ritmo, pero sin obsesionarme como otras veces. Es curioso, no llevo reloj (lo llevo pero sin el GPS conectado, es decir como si no lo llevase) y sin embargo mi ritmo es mucho más uniforme que otras veces. Camino del 30 las piernas empiezan ya a notar los kilómetros. Aunque tengo muy presente la llamada del día anterior, intento utilizar el Comodín del Cielo sólo en caso de necesidad. Soy consciente de que tendrá cosas más importantes que hacer que ayudar a este pobre loco a finalizar la carrera, pero tampoco quiero perder mi conexión con Él, porque sé que es Él la verdadera causa de que esté hoy aquí. Supero la curva frente al Benito Villamarín, que siempre es un punto de inflexión en la carrera (y es que en este giro comienza el verdadero sufrimiento de muchos, no sé por qué aunque lo puedo intuir…) Viene lo más duro,  pero también lo más bonito. La interminable recta de la Palmera te lleva hasta el Parque de María Luisa, La Plaza de España, Calle San Fernando, Avenida de la Constitución… el centro está a rebosar. Por la catedral el pasillo se estrecha como si fuésemos subiendo un puerto en el Tour. Sentimos los aplausos y los gritos de la gente muy cercanos, y la cara de ilusión de los pequeños a los que chocas las manos.
Entrando a la Alameda, subidón de los buenos… mi compañero de trabajo Fran y su mujer Manoli me jalean e inmortalizan este momento con fotos que jamás olvidaré. Un niño grita: “Mamá, una camiseta del equipo de Luis Olivares”… tantas emociones seguidas hacen entrar a mi corazón en zona roja muy cerca de la meta. La calle pica ligeramente hacia arriba para recordar a tus muslos que llevan recorridos ya casi cuarenta kilómetros. El Puente de la Barqueta nos devuelve a la orilla del río donde nos espera la meta. Un par de rectas y ya podemos divisar el estadio. En el último giro a la derecha antes de buscarlo, una bandera blanca entre la multitud me avisa de la presencia de Mari Carmen, mujer de Gabi. Para poner broche a la fiesta, entraré por el estadio ondeando la bandera de la Fundación Luis Olivares. Las lágrimas asoman a mis  ojos por primera vez en el día de hoy, las mariposas anudan sus alas a la altura de la garganta y no se hace fácil respirar… La oscuridad del túnel desaparece al fondo con el dibujo de las gradas atestadas de gente. Elevo mis manos al cielo ondeando la bandera entre ellas…Saboreo cada zancada, cada bombeo de mi corazón, cada grito del público, como si lo viviese a cámara lenta. Soy yo, estoy aquí, ahora… Nada más cruzar la meta una cara conocida aparece detrás de una cámara. Diego otra vez, estuvo al principio y ahora al final…Camino despacio de camino a tomar mi medalla. Otra más. La quinta. Soy feliz, igual que la mayoría de los que me rodean. No importa el puesto, ni el tiempo, porque en la maratón, como en la vida, lo importante no es la meta, sino el camino…
Pido disculpas por la extensión de esta publicación, pero no me ha sido posible hacer una crónica más corta de esta maratón tan larga…
Ahora #ShowMustGoOn y… ¡¡¡a por la próxima!!!
¡¡¡Gracias a tod@s!!!