No había pensado hacer crónica
sobre el Titán. El Titán es algo para vivir, no para contar. Pero las
circunstancias vividas ayer en la edición XII + I del Titán (uf, Ángel, tenía
que haber sido en tu año ¿causalidad?) me han empujado a escribir estas líneas
como modesto homenaje a todos los Titanes. Esta crónica es una crónica en
positivo, como yo lo he vivido. Para mí, el Titán, como otras muchas cosas en
esta vida, es cuestión de equilibrio. Pones la balanza y ves si lo positivo
supera a lo negativo para quedarte con ello. En mi caso particular, lo supera
ampliamente, por lo que seguiré creyendo en el Titán. En línea con lo que
comentabais unos días antes de la prueba, reflejaré mis Trece Momentos Vividos
ayer.
- Levantarme tan temprano que cuando me despido de mi familia están aún en la fase profunda del sueño y ni se enteran de mis besos. Aunque no lo crean, aunque no lo entiendan, estas cosas las hago por, para y gracias a ellos. Cuando mis hijos tengan edad de conducir, me los llevaré a hacer el recorrido del Titán en coche, para que vean lo que su padre (un auténtico negado para esto de los deportes) era capaz de hacer ya de mayor sólo con la ayuda de ilusión, pasión y disciplina… No quiero que nadie les diga que no pueden hacer algo, ni siquiera yo. Los sueños son para hacerlos realidad.
- Sentirme insignificante bajo el cielo estrellado de Zahara. Tras dejar el coche en el aparcamiento de la Organización, y marchar con la bici al hombro para evitar pinchazos de última hora, miro al cielo y un manto tupido de estrellas cubre todo el firmamento. Me quedo pensando que muchas de esas estrellas que hoy admiramos dejaron de existir hace una eternidad, mientras su luz sigue viajando por el tiempo. Como en la escena del Rey León, me acuerdo de los que ya no están con nosotros. Y aún bajo esta maravilla hay veces que tenemos la osadía de creernos importantes…
- Encontrarme a viejos y nuevos amigos. El Titán es su gente, y no hay nada como encontrarte con aquellos a los que ya hace tiempo que no ves, o incluso conocer en persona a gente a los que sólo veías en el mundo de las redes. Jose González, Diego Escobedo, Cristina Quintero, Ángel Garrido, María Jesús Sierra, Juan Diánez, Juanlu, Jona Toro, Julio, Vargas, Rita, Ivana Benítez, Eduardo Rangel, Loli Vidal, David, Juanfran López, Carmen del Grosso, José Luis Ledesma, todos ellos y alguno que otro al que he podido olvidar de forma no intencionada y que justifican sobradamente esta locura.
- Sentirte en el punto de mira del objetivo del gran Diego Escobedo. Mirar hacia el lado y ver que estás siendo apuntado con su cámara. Sentir una moto y oír esa voz tan familiar llamándote Choleja que precede a una ráfaga que seguro que inmortalizará lo mejor de mí. No hay Diego sin Titán, ni hay Titán sin Diego. Y el año que viene participará con dorsal, por lo que no me quedan dudas sobre la celebración del Titán XIV. Y no le arriendo las ganancias al que ose quitarle chip o dorsal al “bisho”…¡Gracias crack!
- Ver amanecer desde las inmediaciones del lago mientras esperas el momento de echarte al agua. Contemplar las montañas iluminadas por el Sol mientras su reflejo pinta el “skyline” de Zahara de ese color tan especial.
- Hacer nuevos amigos y parecer que los conoces de toda la vida. Ayer me tocó la lotería encontrándome a Juanjo Muriana, con el que realicé toda el segmento de la carrera a pié y que hizo que a pesar de su dureza, la pudiese disfrutar. Para los viejos guerreros como yo, el Titán recuerda mucho a la desaparecida “mili”. Las amistades son cortas, e intensas, y duran para siempre. Encantado de tener un nuevo amigo en Almería.
- Recibir un abrazo de Eduardo Rangel en el penúltimo avituallamiento. En circunstancias no fáciles, me sentí un privilegiado recibiendo un abrazo de este tío tan grande. Que te mire a lo más profundo de tus ojos dándote ánimos y fuerza para terminar podría considerarse doping emocional. Salí tan enchufado que hubiese seguido corriendo hasta Las Palomas…
- Recibir el cariño de los voluntarios. No hay prueba sin voluntarios, pero en el Titán adquieren una dimensión aún más especial si cabe. Sus sonrisas, sus ánimos, su predisposición, definen a la perfección el Espíritu del Titán. Y esa fruta fresquita que sabe a gloria… El melón, la sandía, las naranjas y los plátanos saben aquí mejor que en ningún sitio. Mis más sinceros agradecimientos a todos.
- Poder respirar alma, magia y corazón a lo largo de todo el recorrido. Estas tres palabras, santo y seña de la Fundación Andrés Olivares, forman parte también del “leif motiv” del Titán. Lo más bonito de esta vida no puede verse ni tocarse, tiene que sentirse con el corazón, de ahí que al principio dijese que el Titán no se puede contar, que hay que vivirlo. Algo que no se puede describir pero que al menos a mí me recuerda mucho a estas tres palabras.
- Sentir la dureza del recorrido golpeándote con todas tus fuerzas mientras subes el Boyar. Pocos minutos después de haber pensado que todo había sido disfrutar desde la salida y que aún no había habido lugar para el sufrimiento; el calor, las cuestas, la falta de entrenamiento, el cansancio acumulado, te ponen contra las cuerdas en segundos. Compañeros vomitando, otros que echan el pie a tierra, y un participante de apellido extranjero que rompe literalmente a llorar a tu lado cuando un voluntario le indica que aún quedan tres kilómetros para coronar.
- Chocar tus manos con el público mientras enfilas la recta de meta animado por los aplausos y gritos de la gente. El Titán también es su público. He visto pocos sitios donde se viva esta comunión entre atletas y público. Recorrer los últimos metros te transporta a las puertas del cielo.
- Cruzar esa línea de meta con la camiseta y la bandera de la Fundación Andrés Olivares, transmitiendo su mensaje. Pudo ser una osadía intentar un “Yo Adelanto Tú Donas” en un triatlón, y más aún hacerlo en el Titán. Pero al final el objetivo se cumplió, sin importar si el chip ya no venía conmigo en el tobillo.
- Respirar el ambiente en la plaza de Zahara. Apartarte un poco y contemplar los innumerables momentos que allí se viven. Padres sosteniendo en brazos a sus pequeños que no entienden muy bien como esa cara de sufrimiento puede mostrar una sonrisa de felicidad. El fotógrafo speaker que alterna sus dos funciones a la perfección, con una sonrisa imborrable. Pedidas de mano entre atletas. Abrazos de verdad entre amigos. Triatletas que a pesar de haberse dejado literalmente la piel en la carretera y cojear ostensiblemente cruzan la línea de llegada. Voluntarios que masajean a los guerreros intentando aliviar los dolores de sus castigadas piernas... Me recuerda a una escena de la película “El Guerrero Pacífico”, cuando el Maestro Sócrates enseña a su alumno Daniel a contemplar, recreándose en el aquí y en el ahora y le indica: “Siempre está pasando algo”. Igual que en la plaza de Zahara. Igual que en Titán.
“This is Titán”.
Adiós Titán XIII, bienvenido Titán XIV.
Ya suenan los
tambores…