sábado, 24 de marzo de 2018

HABLANDO DE FELICIDAD


El pasado 20 de Marzo celebramos el Día Internacional de la Felicidad. Hay muchos detractores de la celebración de este tipo de días: el de la Mujer Trabajadora, el del  Síndrome de Down, el del Cáncer Infantil… Y no niego que puedan tener parte de razón. Todos los días deberían ser días de todos. Pero por otro lado, creo que nos sirven para tomar conciencia de la importancia de cosas que normalmente pasan por delante de nosotros sin que le prestemos suficiente atención.

Hablando de Felicidad, el otro día en un curso al que asisto, nos comentaban que tiene mucho que ver con el sentimiento de logro. Puede ser, porque la mayoría de las veces experimentamos esta emoción cuando alcanzamos algo. Dos matizaciones importantes. Cada uno tenemos nuestros propios logros, por lo que cada uno tenemos nuestra particular definición de la felicidad. La segunda, es que según dicen los entendidos (y comparto este teoría) la felicidad está en el camino,  no en el destino. Deberíamos experimentar felicidad no sólo al llegar, sino sobre todo en el caminar hacia nuestra meta. Para los que quieran un ejemplo gráfico de esta última matización les invito a ver el Guerrero Pacífico, una película dirigida por Victor Salva con Scott Mechlowicz, Nick Nolte, Amy Smart y Tim DeKay, del año 2006. Posiblemente la película que más veces haya visto en mi vida y a la que siempre saco algo nuevo cada vez que la veo.

Si me paro a reflexionar sobre este tema, las cosas que realmente me proporcionan felicidad son variadas y sencillas. Aquí van algunos ejemplos.

El abrazo de Pablo de todas las mañanas cuando baja a desayunar (con independencia de si el día anterior mantuvimos una de nuestras frecuentes discusiones padre-hijo); las carcajadas de Daniela cuando hago el payaso; un beso por sorpresa de María; hablar por teléfono con Mamá cuando salgo a desayunar en el trabajo; las risas de mi sobrino Manuel cuando juego con él; sentirme parte de las familias de las Fundaciones que me inspiran y con las que intento colaborar (Andrés Olivares, Donando Vidas y Carros de Fuego); que tu muy mejor amigo José María te prologue un libro, aún consciente de que no será un best seller;  una ducha cálida después de un madrugón para salir a correr antes de ir a trabajar; una llamada de teléfono de mi amigo Andrés; recordar  la cara de sorpresa y de emoción de Pablo cuando pisó por primera vez las tablas del Falla; ver los comentarios de mis “amigos virtuales” en algunas de mis publicaciones; cruzar la meta de una carrera pensando ya en la siguiente; contemplar una puesta de sol con el cielo teñido de colores cálidos, pensando que alguien por ahí arriba está jugando con sus pinceles; disfrutar de la compañía de esas personas que la vida puso en tu camino por alguna razón especial; cerrar los ojos en la playa, oler a mar, y escuchar el sonido de las olas; las fotos de mi amigo Escobedo; celebrar cada año mi aniversario de nacimiento viendo amanecer desde dentro del mar; recibir la comunicación de un amigo que te cuenta que gracias a ti se ha hecho donante; los cafés con Ivana preparando nuevos retos solidarios; nuestro viaje anual a la Fundación Andrés Olivares para sacar las fotos del calendario anual;  recibir una felicitación por un trabajo bien hecho;  que tu amigo Juanlu se acuerde de ti al dar una charla en Tedx; jugar con Kira en la esterilla mientras hago abdominales; las cenas nocturnas en la playa en vacaciones; reírme a pierna suelta con mis compadres cada vez que nos vemos,…tantas y tantas cosas que daría para llenar publicaciones todos los meses. Éstas son sólo algunas de ellas, y hay muchas más que mi frágil memoria ha dejado en segundo plano mientras escribo estas líneas, lo que no quiere decir que sean menos importantes. Entre otras cosas, porque no creo que la felicidad se pueda medir.

El denominador común que une a muchos de mis motivos de la felicidad es la posibilidad de compartirlos con los demás. En una ocasión tuve la oportunidad de asistir a una conferencia en el Colegio de Médicos de Sevilla relativa a este tema. Allí un Doctor de la Universidad de Oxford hablaba de la felicidad desde una perspectiva científica. Según comentaba (con el lógico margen de error en mi transcripción fruto de mi ignorancia en este campo) hoy en día es posible, gracias al avance de los instrumentos de exploración radiológica, poder observar la activación de zonas concretas del cerebro ante distintas emociones y medir los niveles de las endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad. Una de las formas más rápidas y económicas de generar endorfinas es degustando una onza de chocolate. Hay estudios que demuestran, que para verdaderos adictos al chocolate (entre los que tengo el gusto de encontrarme), genera más endorfinas (más felicidad) ceder a alguien la última onza disponible que comérsela. Aunque me cuesta creerlo, la evidencia científica está ahí.

Acompaño esta publicación del blog con la imagen de la película “En busca de la Felicidad” (que por corregir, creo que sería mejor titular de tu felicidad, de mi felicidad, o de su felicidad, por el tema subjetivo que hemos comentado antes). Esta imagen está colocada en las habitaciones de mis hijos desde que tenían prácticamente uso de razón. Tengo la esperanza de que algún día acepten el consejo. También adjunto el enlace de un vídeo que me impactó bastante, sobre una molécula de miosina transportando una bola de endorfinas…


Finalizo con una petición pública, para todos los lectores de esta publicación (y para todos en general): “Sean felices”.