El pasado 20 de Marzo celebramos
el Día Internacional de la Felicidad. Hay muchos detractores de la celebración
de este tipo de días: el de la Mujer Trabajadora, el del Síndrome de Down, el del Cáncer Infantil… Y
no niego que puedan tener parte de razón. Todos los días deberían ser días de
todos. Pero por otro lado, creo que nos sirven para tomar conciencia de la
importancia de cosas que normalmente pasan por delante de nosotros sin que le
prestemos suficiente atención.
Hablando de Felicidad, el otro
día en un curso al que asisto, nos comentaban que tiene mucho que ver con el
sentimiento de logro. Puede ser, porque la mayoría de las veces experimentamos
esta emoción cuando alcanzamos algo. Dos matizaciones importantes. Cada uno
tenemos nuestros propios logros, por lo que cada uno tenemos nuestra particular
definición de la felicidad. La segunda, es que según dicen los entendidos (y comparto
este teoría) la felicidad está en el camino,
no en el destino. Deberíamos experimentar felicidad no sólo al llegar,
sino sobre todo en el caminar hacia nuestra meta. Para los que quieran un
ejemplo gráfico de esta última matización les invito a ver el Guerrero
Pacífico, una película dirigida por Victor Salva con Scott Mechlowicz, Nick
Nolte, Amy Smart y Tim DeKay, del año 2006. Posiblemente la película que más
veces haya visto en mi vida y a la que siempre saco algo nuevo cada vez que la
veo.
Si me paro a reflexionar sobre
este tema, las cosas que realmente me proporcionan felicidad son variadas y
sencillas. Aquí van algunos ejemplos.
El abrazo de Pablo de todas las
mañanas cuando baja a desayunar (con independencia de si el día anterior mantuvimos
una de nuestras frecuentes discusiones padre-hijo); las carcajadas de Daniela
cuando hago el payaso; un beso por sorpresa de María; hablar por teléfono con
Mamá cuando salgo a desayunar en el trabajo; las risas de mi sobrino Manuel
cuando juego con él; sentirme parte de las familias de las Fundaciones que me
inspiran y con las que intento colaborar (Andrés Olivares, Donando Vidas y
Carros de Fuego); que tu muy mejor amigo José María te prologue un libro, aún
consciente de que no será un best seller; una ducha cálida después de un madrugón para
salir a correr antes de ir a trabajar; una llamada de teléfono de mi amigo Andrés;
recordar la cara de sorpresa y de
emoción de Pablo cuando pisó por primera vez las tablas del Falla; ver los
comentarios de mis “amigos virtuales” en algunas de mis publicaciones; cruzar
la meta de una carrera pensando ya en la siguiente; contemplar una puesta de
sol con el cielo teñido de colores cálidos, pensando que alguien por ahí arriba
está jugando con sus pinceles; disfrutar de la compañía de esas personas que la
vida puso en tu camino por alguna razón especial; cerrar los ojos en la playa,
oler a mar, y escuchar el sonido de las olas; las fotos de mi amigo Escobedo; celebrar
cada año mi aniversario de nacimiento viendo amanecer desde dentro del mar;
recibir la comunicación de un amigo que te cuenta que gracias a ti se ha hecho
donante; los cafés con Ivana preparando nuevos retos solidarios; nuestro viaje
anual a la Fundación Andrés Olivares para sacar las fotos del calendario anual;
recibir una felicitación por un trabajo
bien hecho; que tu amigo Juanlu se acuerde
de ti al dar una charla en Tedx; jugar con Kira en la esterilla mientras hago
abdominales; las cenas nocturnas en la playa en vacaciones; reírme a pierna
suelta con mis compadres cada vez que nos vemos,…tantas y tantas cosas que
daría para llenar publicaciones todos los meses. Éstas son sólo algunas de
ellas, y hay muchas más que mi frágil memoria ha dejado en segundo plano
mientras escribo estas líneas, lo que no quiere decir que sean menos
importantes. Entre otras cosas, porque no creo que la felicidad se pueda medir.
El denominador común que une a
muchos de mis motivos de la felicidad es la posibilidad de compartirlos con los
demás. En una ocasión tuve la oportunidad de asistir a una conferencia en el
Colegio de Médicos de Sevilla relativa a este tema. Allí un Doctor de la
Universidad de Oxford hablaba de la felicidad desde una perspectiva científica.
Según comentaba (con el lógico margen de error en mi transcripción fruto de mi
ignorancia en este campo) hoy en día es posible, gracias al avance de los
instrumentos de exploración radiológica, poder observar la activación de zonas
concretas del cerebro ante distintas emociones y medir los niveles de las
endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad. Una de las formas más
rápidas y económicas de generar endorfinas es degustando una onza de chocolate.
Hay estudios que demuestran, que para verdaderos adictos al chocolate (entre
los que tengo el gusto de encontrarme), genera más endorfinas (más felicidad)
ceder a alguien la última onza disponible que comérsela. Aunque me cuesta
creerlo, la evidencia científica está ahí.
Acompaño esta publicación del
blog con la imagen de la película “En busca de la Felicidad” (que por corregir,
creo que sería mejor titular de tu felicidad, de mi felicidad, o de su
felicidad, por el tema subjetivo que hemos comentado antes). Esta imagen está
colocada en las habitaciones de mis hijos desde que tenían prácticamente uso de
razón. Tengo la esperanza de que algún día acepten el consejo. También adjunto
el enlace de un vídeo que me impactó bastante, sobre una molécula de miosina transportando
una bola de endorfinas…
Finalizo con una petición pública,
para todos los lectores de esta publicación (y para todos en general): “Sean
felices”.