Oí una vez a Pilar Jericó decir
que las personas no tenemos miedo únicamente en dos ocasiones, cuando lo
llamamos de otra forma o cuando estamos muertos. Esta afirmación, que en
principio puede parecer radical, no lo es tanto cuando asumimos que el miedo es
quizás el mecanismo de supervivencia más fuerte que existe, y que ha hecho
capaz que hayamos llegado a nuestros días. Esto justifica que esté tan
poderosamente enraizado en nuestro ADN que sea muy difícil vivir sin él.
La R.A.E. define el miedo como
una “sensación de angustia provocada por un peligro real o imaginario”. En los
adjetivos “real o imaginario” puede estar la clave de su adecuada gestión. Hay
tantos tipos de miedo como causas a esa
sensación de angustia. Es importante definir si el origen de esa sensación
es real o imaginario. Javier Iriondo, un auténtico gurú en esto del miedo
(bueno, en esto y en otras cosas) cuenta en sus conferencias una anécdota que
me impresionó bastante desde la primera vez que la oí. En uno de sus múltiples
viajes por el mundo, tuvo la oportunidad de hablar con un anciano de la tribu
de los Másai, en Kenya. Cuando le preguntó por sus tres mayores miedos, la
respuesta fue breve y directa: el león, la hiena y el leopardo. Tres miedos
reales como la vida misma, de los que debe protegerse para sobrevivir. Una
respuesta muy distinta de la que tendríamos si preguntamos a alguien
perteneciente a lo que venimos llamando “civilización”.
Entre los miedos más habituales,
el miedo al cambio, a la soledad, a fracasar, al ridículo, al futuro… Muchos de
estos en realidad no son más que distintas manifestaciones de uno de los miedos
más aterradores que podemos sufrir: el miedo a no ser suficiente. Este último
miedo es consecuencia de una de las conductas más nocivas propias del ser humano:
el estar permanentemente comparándonos. Nuestro cerebro mide todo en relación a
los demás; el coche del vecino, la casa de mi compañero de trabajo, las
vacaciones de mi amigo… sin darnos cuenta de la importancia de ser uno mismo. Esa
comparativa es además sesgada, solemos ensalzar lo bueno (o lo aparentemente
bueno) de los demás y lo malo de nosotros mismos.
También el miedo al cambio merece
una consideración especial. En la lucha de refranes que tiene lugar en nuestro
refranero tradicional, el “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”
debería batir por goleada al “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy…”.
Ya dijo Heráclito que “nadie se baña dos veces en el mismo río”. La vida es
ante todo cambio, y resistirnos a él es en cierta forma resistirnos a la vida.
Por ello, seguir avanzando, aprendiendo y salir permanentemente de nuestra zona
de confort deberían ser normas de obligado cumplimiento en nuestras vidas.
Dicen los expertos que un
mecanismo muy útil para superar el bloqueo provocado por el miedo consiste en
ponerse en lo peor. Busca todo lujo de detalles en la peor situación que seas
capaz de imaginar, y plantea soluciones al respecto. Este ejercicio te hará
relativizar todo. Nada de lo que te pueda pasar es tan grave como para
justificar no seguir adelante y siempre podremos encontrar una salida. Mi amigo
Alonso Pulido, siempre dice que la mala noticia es que los problemas no se
acaban nunca, pero la buena es que las soluciones tampoco. Precisamente muchos
miedos actuales tienen su origen en la imaginación de posibles problemas
futuros (que por cierto, casi nunca llegan a pasar). Por ello, llevar esa imaginación
hasta el límite, hasta el más mínimo detalle nos puede ayudar a calibrar las
posibilidades de que finalmente pase eso que tanto nos preocupa.
La universalidad del miedo nos
coloca en una situación de difícil gestión. Poco podemos hacer por evitarlo, otra
cosa muy diferente es lo que hagamos con él. Podemos utilizarlo como excusa
para no seguir creciendo, o como argumento motivador para hacerlo.
No os puedo decir que no tengáis
miedo, porque ya hemos visto que eso va a ser complicado, pero sí os deseo que
os sirva como argumento para vivir vuestra vida, y no como excusa para no
hacerlo. Como sabéis que soy muy de frases, termino esta publicación con una
que me ha encantado:
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El miedo no nos previene de la muerte, sino de
la vida. (Naguib Nahfouz)