Este mes
vuelvo a utilizar el título de una canción para dar entrada a la publicación del
blog. Esta vez es la preciosa “No dejes de soñar” del gran Manuel Carrasco la
que me ha inspirado. Si tuviese que escoger un consejo para dejar a mis hijos, posiblemente
esta frase estaría colocada en el top de lista.
Escribo casi
sin despertar del sueño que ha ocupado mis últimos días. En mi caso los sueños
son la chispa que iluminan mis días y que dan sentido a mi existencia.
Levantarte cada mañana con tu visión puesta en el horizonte creo que es una de
las formas que te garantiza el aprovechamiento de tus días en esta vida.
Alguna que
otra vez he oído asignarle una connotación negativa a la palabra sueño en
comparación con la palabra objetivo. Como si no fuesen concretos, ni
alcanzables, ni medibles, ni supusiesen un reto… En mi opinión un sueño es
incluso algo más que un objetivo, porque le añade un ingrediente básico en la
vida: la pasión.
Estos días he
tenido la oportunidad de hacer realidad un sueño que llevaba rondando mi mente
hace varios años. He podido finalizar el Ironman de Lanzarote. La primera ver
que oí hablar de esta aventura fue hace muchos años gracias a mi amigo Dani.
Cuando casi no sabía lo que era el triatlón Dani me contó que había una prueba
de 226 kilómetros en la Isla de Fuego, donde el viento reinaba a sus anchas.
Inmediatamente mi cerebro racional descartó la posibilidad ni siquiera de
plantearme algún día esta aventura, pero mi corazón emocional se quedó con la
copla para poder recuperarla varios años después.
El año 2013
tuve la posibilidad de viajar a la Isla junto a varios amigos (Ivana, Nandi,
José Mari, Nene, Lay y el siempre recordado Silva) pero no fui capaz de
enfrentarme a mis miedos. Ese año participé en dos triatlones de larga
distancia posiblemente para convencerme a mí mismo de lo que era capaz. Pero la
deuda con Lanzarote (y especialmente con mi amigo Juan Antonio) quedó grabada
en mi corazón. Sabía que tenía que ir, sin importar el cuándo ni el cómo.
A
finales del año pasado, seguramente el que ha sido mi mejor amigo desde la
infancia me brindó esta oportunidad en bandeja. La hora había llegado. El sueño
era cada vez más real, y podía comenzar a concretar detalles. El primero, darle
un sentido al mismo. Encontrar un “por qué”, porque como dice el gran Javier
Iriondo, cuando tienes un por qué, encuentras el cómo. Volver a retomar mi reto #YoAdelantoTuDonas
(salir el último de la prueba para ir adelantando participantes y tratar de
concienciarlos sobre un tema importante) podía ser una temeridad. Lanzarote es
ya de por sí lo suficientemente dura como para complicarla con cuestiones
adicionales y voluntarias. Pero otra característica de los sueños es que son
emocionales más que racionales, y colaborar con mis amigos de la Fundación
Donando Vidas podría ser la guinda a un pastel maravilloso. El por qué sería
concienciar a la gente sobre la donación de órganos. Estaba decidido. Como en
cuanto a detalles ando regular, mi amigo Diego Escobedo se encargó de darle
forma: un logotipo mágico, un video espectacular, y una difusión en redes
propia de los mejores.
Mientras
no dejaba de entrenar, cada día durante los noventa anteriores al reto fui
subiendo a redes sociales fotografías con amigos y familiares donantes de
órganos (tanto nuevos como antiguos) Cada día una foto, cada día un donante.
Esta actividad me dio la oportunidad de hacer campañas informativas en la Peña
Carnavalesca Ibarburu (de la que mi hijo forma parte y dónde obtuve una
respuesta espectacular), en la Carrera en honor de Valeria con mis compañeros
de la Fundación Donando Vidas (principal beneficiaria además del reto), con las
Cuadrillas de Costaleros de la Hermandad de la Estrella de Dos Hermanas, en el
gimnasio New Fit, en los desayunos del Club Tixe, en la Fiesta de las Familias
del Colegio Antonio Gala, y con innumerables amigos que día a día iban formando
parte de este sueño. Incluso cometí la osadía de cantar (sí de cantar…) el
pasodoble del donante, que los chavales de la Chirigota Juvenil de Ibarburu se encargarían de arreglar
unos meses más tarde. Ésta ha sido otra característica fundamental de la
aventura. No ha sido mi sueño, ha sido nuestro sueño, y la ayuda de los demás
ha sido imprescindible para cumplirlo.
Y
cuando el día “D” se acercaba aparecieron los miedos, los que creo que son los
principales enemigos de los sueños. Miedo a no ser suficiente, miedo a defraudar
a todos los que me habían acompañado, miedo a no ser un ejemplo para mis hijos…
Y me volví a acordar de Javier Iriondo, cuando decía que todos tenemos miedos,
pero de nosotros depende utilizarlos como excusas para rendirnos o como argumentos
para superarnos. Afortunadamente me quedé con la segunda opción. Tatué en mi
alma una frase de alguien a quien admiro mucho, que la noche antes escribió que
ser valiente no es sacar fuerzas de donde no las hay para seguir adelante, sino
que ser valiente es seguir adelante aún cuando no tengas fuerzas para hacerlo.
Con esta espectacular frase me lancé al agua el último de los 1.650 participantes
sabiendo que cruzaría ese arco de meta antes de las diecisiete horas que tenía
como límite máximo. Y ese día la realidad superó ampliamente a la ficción de
mis sueños vividos durante tanto tiempo atrás. Sufrí, disfruté, reí, lloré,
pero sin perder la sonrisa ni un solo instante, como bien me habían aconsejado
los que estaban a mi lado sin estarlo. Estaba allí, como protagonista de mi
sueño, de nuestro sueño y no podía dejarlo escapar.
Al
final el sueño se cumplió, pero como dice mi hija Daniela, el fin es el
principio de algo nuevo. Esa noche mágica en Lanzarote no terminó nada, empezó
todo. Hay todavía muchos donantes que conseguir, hay sueños de mayor calado que
el mío, como hacer que la maldita lista de espera que condena a los posibles
receptores de órganos desaparezca y seguiremos avanzando con nuestros sueños.
Porque nunca, nunca, hay que dejar de soñar. No dejéis de hacerlo. Gracias.
Muchas gracias.
Para
los que queráis crónica con más detalles deportivos de mi participación en la
prueba estoy pensando en algo. Una publicación en el blog no me da para tanto
que tengo que contar…