domingo, 23 de junio de 2019

LOS MIEDOS


Durante todo el mes estoy a la búsqueda de un tema para subir al blog, en función del momento, de las circunstancias, de las experiencias que más impacto me produzcan. Este mes me había planteado hablar sobre los miedos. El Afterwork de APD que trataba sobre cómo afrontar retos y superar miedos me pareció una señal perfecta que confirmaba mis intenciones.

Empezaré con las dos frases que abrieron el evento, una de Nelson Mandela y otra de Wody Allen.

En la primera el líder sudafricano decía algo así como: “Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo.” El cineasta por su parte, con su habitual sentido del humor, sentenciaba: “El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.”

Dos temas sobre los que volveremos al final. La universalidad de la emoción y sobre todo las diferentes formas de reaccionar frente a él.

El miedo es una emoción primaria, de esas que todos traemos de fábrica y de esas que yo creo que compartimos con todos nuestros parientes los animales (aunque no todos piensen así): alegría, tristeza, asco, ira y miedo. Es una de las emociones algunas veces llamadas negativas (aunque no por ello innecesarias, como se puso de manifiesto en la producción de Disney “Inside out”) Nos provoca una sensación desagradable motivada por un peligro real o imaginario. Gracias al miedo estamos aquí hoy. Ha tenido un papel fundamental en la supervivencia de la especie. Si no hubiésemos venido equipados de serie con el miedo los depredadores u otros peligros reales habrían acabado con nosotros. El problema surge cuando millones de años después seguimos respondiendo de igual forma ante los miedos que proceden de una amenaza imaginaria que ante los reales. En relación con esta dualidad me viene a la memoria una afirmación que hacía la crack de Pilar Jericó en el mismo evento de APD: “Sólo el 8% de nuestros miedos imaginarios se hacen realidad. El 92% restante no se cumple nunca”. Lo tengo muy presente por la última vez que recuerdo haber sentido realmente miedo. Fue hace un mes en el segmento de bici del Ironman Lanzarote. Un descenso muy complicado (al menos para mí) con unas rachas de viento espectaculares, que me entraban desde todos los ángulos posibles y que me hicieron pasarlo realmente mal, temiendo acabar con mis huesos en el suelo en más de una ocasión a la salida de esas cerradas curvas.  Si me hubiesen asegurado que sólo tenía un 8% de posibilidades de caerme, hubiese (al menos lo hubiese intentado) disfrutado más del momento. Por cierto, al final, después del mal rato, no pasó absolutamente nada.

                Creo que esa sensación sobre el peligro imaginario que nos asalta se basa, como suele ocurrir en una premisa falsa. Tenemos una falsa sensación de control que nos hace incurrir en el temor a perder cosas que creemos tener. Vayamos con un ejemplo. Si tenemos miedo a contraer una grave enfermedad, ¿somos conscientes del grado real de control que tenemos sobre nuestra salud? Podemos hacer todo lo posible por tener “bajo control” innumerables factores: ejercicio, nutrición, estrés en el trabajo, sueño… pero siempre hay una parte que se nos escapará ¿Es conveniente vivir con esa permanente sensación de miedo, sabiendo que aún manteniendo todas nuestras variables bajo control, hay posibilidades, aunque pocas de que el peligro finalmente acabe llegando?

                Leí una vez que una de las mejores estrategias contra el miedo es imaginarnos en el peor escenario de los posibles. Adelantarnos al futuro en nuestra imaginación y pensar con todo lujo de detalles qué pasaría si tenemos que enfrentarnos a la situación que tanto tememos. Con este ejercicio relativizamos y tomamos la suficiente perspectiva que necesitamos para cuestionar nuestros más terribles presagios. Al final, ¿qué es lo peor que podría pasarnos? ¿Morirnos? Ahí lamento comunicar que las posibilidades de ocurrencia se elevan hasta el 100%.

                Vuelvo a otros de mis autores de referencia, a quien además tengo el gusto de conocer en persona. El gran Javier Iriondo, un auténtico gurú en esto de los miedos, asume que todos tenemos miedos, pero la gran diferencia radica en lo que decidimos hacer con él. El miedo tiene que ser el motivo para hacer las cosas, no la excusa para no hacerlas. Los valientes lo usan como argumento y motivación para avanzar, mientras que los cobardes lo usan como excusa para no hace nada.

                Como bien dice, “no hay que nada a lo que tener miedo, salvo al propio miedo”

                Que vuestros miedos se conviertan en vuestros mejores motivos para seguir luchando en busca de vuestros sueños. Gracias y hasta el mes que viene, espero.