En un lugar
de la Sanlúcar, de cuyo nombre no puedo acordarme, no ha mucho tiempo que vivía
un hidalgo de los de dorsal en astillero, zapas antiguas, bici flaca y porte
corredor...
Así podría
comenzar perfectamente el relato de mi blog del mes de Agosto para referirme a
Eduardo Rangel, presidente de la Fundación Donando Vidas.
Su amigo y
hermano de la vida Enrique Sánchez, artista de sabores, olores y texturas, lo
define siempre como un Quijote. Al igual que el protagonista una de las obras
más conocidas de nuestra literatura fue tachado de loco en muchas ocasiones.
Igual que Don Quijote permaneció ajeno a las burlas de los demás y continuó
adelante con su proyecto, para derrotar a esa maldita lista de espera que tomó
forma de gigante contra el que luchar. Además de la diferencia de época que a
cada uno le tocó vivir, hay otra que merece la pena resaltar. El hijo literario
de Cervantes luchaba solo contra sus enemigos (bueno, con la única asistencia
de su caballo Rocinante y su fiel escudero Sancho Panza, que lo acompañaba
siempre montado en su rucio) mientras que Eduardo capitanea un inmenso ejército
de guerreros pacíficos dispuestos a difundir el mensaje de la donación de
órganos por todo el mundo. Entre ellos (él prefiere llamarlos Familia) tengo el
inmenso honor de incluirme. En esta batalla sin armas, cuenta también con su
particular Dulcinea que guía sus pasos en los momentos de oscuridad. Loli
merece su reconocimiento. Porque delante de un gran hombre como Eduardo (nunca
detrás) existe una gran mujer.
Eduardo es un
luchador incansable. Para él no existen los imposibles. Tras el fallecimiento
de su madre, encontró en el deporte la excusa perfecta para unir voluntades en
pos de tan noble causa. Dicen que el poder reside en la mente, pero yo creo que
también se encuentra en el corazón. Sólo así podemos entender las hazañas
deportivas que ha protagonizado este sanluqueño, que han derivado en un
crecimiento de la cifra de donantes de órganos impensable para ser impulsada
por una única persona. Entre otras, recorrió la distancia entre su querida
Sanlúcar de Barrameda y el hospital Reina Sofía de Córdoba, para unir su lugar
de nacimiento y el de la despedida de su madre. En el reto Renacer, completó
ocho maratones (uno por cada provincia de Andalucía) en cuatro días (uno por la
mañana y otro por la tarde). Ha sido Finisher de pruebas tan exigentes como el
Iroman de Lanzarote, el de Kalmar (Suecia), el Norseman (en Noruega), entre otras.
Como organizador ha sido el padre de la Ultramaratón de la Vida, una prueba que
este año celebrará su cuarta edición y que deja una imborrable huella en todos
los participantes, que ya reservamos el puente de la Inmaculada todos los años
para disfrutar de estos momentos en Sanlúcar.
Una de sus
últimas creaciones ha sido la Gala de Premios Donando Vidas, que ha celebrado
este año también en Sanlúcar su primera edición. Allí han sido premiados entre
otros el Doctor Pérez Bernal, el auténtico número uno en las donaciones de
órganos que ha permitido que España se coloque a la cabeza de este importante
ranking. Entre sus geniales frases, me quedo con la afirmación de la existencia
de ángeles sin alas, como llama a todos esos donantes que abandonaron este mundo
con el más bello acto de amor posible, regalando la vida a otros. En esta línea
reconoció la importancia de la solidaridad, una asignatura que jamás se estudió
en la carrera de Medicina pero que salva tantas vidas o más que los
antibióticos y las vacunas.
Como broche
de oro a la Gala, el Quijote Sanluqueño fue sorprendido con la entrega del
primer Premio Purificación Enríquez (su Madre, quien sin saberlo se marchó de
este mundo desencadenando todo esto). Recibió el precioso raigón de olivo
milenario elaborado artesanalmente en Castro del Río porque no había nadie que
lo mereciese más. Nos enseñó a todos a llorar, porque cuando llega el momento
no hay nada mejor que sentir las lágrimas rodando por tus mejillas.
Os dejo al
final el enlace al video de la Gala. Casi dos horas de emociones, de gente muy
grande que hacen albergar la esperanza de que un día esa lista de espera de
receptores esperando órganos desaparezca, aunque ello implique también la
desaparición de la Fundación, como Eduardo afirmó en una de sus últimas frases
de la gala.
Para cerrar
la publicación una frase de mi amiga Marta Núñez que me encanta: el mundo está
en manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y de correr el riesgo de
vivir sus sueños. No me cabe duda que Eduardo es uno de ellos. En sus manos
seguro que tendremos un mundo mejor. Afortunadamente, y en contra de lo que
ocurrió con Alonso Quijano, Eduardo no está solo. Tenemos otros muchos Quijotes
en este mundo y yo soy un afortunado de compartir muchos momentos con ellos.
Andrés Olivares, Juan Luis Muñoz Escassi, el Doctor Pérez Bernal, Vanessa y
Antonio, los Capitanes, los padres de los niños de Carros de Fuego y tantos
otros son Quijotes cambiando el mundo.