sábado, 11 de julio de 2020

MEDIO SIGLO


     Y este año que es cuando cumplo yo los cincuenta, que me hago viejo ya me doy cuenta…

    Colocar el cero en la tarta de cumpleaños siempre conlleva un importante efecto psicológico. Esos años que van marcando las décadas siempre han supuesto un importante hito en mi vida. Aquí os dejo un resumen  de este medio siglo en seis líneas:

  0 – Nací, por cierto  ahora que lo pienso no me pusieron tarta.
10 – Mis años de colegio.  Sin celebración o más bien, con una tarta con mi prima, creo recordar que sin velas.
20 – Trabajando los veranos en el banco, lo que me ocuparía diez años de mi vida.
30 – Casi despidiéndome de mi padre, que se iría sólo un año más tarde.
40 – Mi primer cumpleaños como padre. Pablo tenía 6 años y Daniela 3. Una celebración con mis amigos. En lo profesional, disfrutando de mi familia de Catosan, una historia que casi se asomaba a su final.
50 – Me doy por primera vez cuenta de que parece que llevo más camino del que me queda.

     Tras este resumen de mi biografía, retomo el último punto con uno de los consejos de Josef Ajram, entre otras cosas corredor y triatleta de alta distancia, conocido por sus “locuras” en el mundo del deporte. Josef decía que cuando estás en una carrera larga y superas la mitad (algo que me acabo de dar cuenta que casi seguro que ya haya ocurrido en la carrera de mi vida) llega el momento de ir restando kilómetros en lugar de ir sumando, para ir acortando el tiempo que nos llevará a la línea de meta. En mi particular carrera os puedo asegurar que no tengo ninguna prisa por llegar al final, así que me niego a restar y el tiempo que esté con el dorsal puesto lo haré con la firme intención de seguir sumando.

    Esta intención de sumar me lleva a plantearme vivir cada día de los que me quedan como si fuese el último. Este cambio (o refuerzo porque ya llevaba un tiempo acercándome) de actitud me traerá incomprensión por parte de muchos, pero como decían las Azúcar Moreno, “sólo se vive una vez” y nunca se sabe cuando te saldrá el “Game Over” en la pantalla. Así que bienvenidos a mis locuras, con las que intentaré sumar cada vez más en la difícil pero apasionante tarea de buscar sentido a esta vida loca, loca, loca…

   Sigamos con el símil de la carrera. Un conocido proverbio africano dice que si queremos caminar (o correr) rápido tenemos que ir solos, pero si queremos llegar lejos tenemos que ir acompañados.  La vida, es o debería ser, más sobre llegar lejos que sobre llegar rápido, o al menos así me lo parece porque repito que no tengo ninguna prisa por cruzar la línea de meta, por si quedaba alguna duda.

    En mi caso  he sido particularmente afortunado en la compañía (todavía no sé porque sigo comprando lotería de Navidad cuando es casi imposible que te toque dos veces a lo largo de tu vida) Tengo una familia directa (con la que comparto techo cuando todas las noches echamos la llave) que sencillamente no me merezco y que sólo con aguantarme tienen el cielo ganado. María, que de los cincuenta lleva ya veintinueve junto a mí y los últimos fichajes Pablo y Daniela que llegaron hace dieciséis y trece años para dar sentido a una vida a la que la comodidad amenazaba con hacer aburrida. Ser padre haya sido posiblemente uno de los mayores éxitos de mi vida, y eso sólo ha sido posible gracias a la colaboración de María (que va mucho más allá de lo que todos estáis pensando). Ser padre me ha dado un gran poder, pero como decía Spiderman, también una gran responsabilidad.  Pero sobre  todo me ha dado la  oportunidad de plantearme el ser cada día un poco mejor, porque ser una referencia para ellos (aunque en estas edades sea más bien su enemigo público número uno) no me deja otra opción.

    Además de esta familia directa, mi familia ampliada (de sangre y de papeles) también es parte de mi lotería. Mi madre (y mi padre aunque no esté), mi hermano, mis sobrinos, mis cuñados, mis suegros, mis primos, mis tíos…también son motivos más que suficientes para llegar cada vez más lejos.

    Hay una familia con la que no compartes ADN, pero que también forma parte muy importante de tu camino. Son tus amigos. Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro, y yo creo que soy millonario en amigos. Es una auténtica bendición saber que siempre están ahí, dispuestos a iluminar tu camino y a servir de apoyo en los baches que te puedas encontrar. Otra lotería más (como para que me toque la de Navidad)

    Que me dé cuenta de que me hago viejo como decía al principio no me supone ningún problema en absoluto. Es más, ojalá siga envejeciendo por mucho tiempo porque la otra alternativa no creo que sea mejor. Casi para cerrar, y parafraseando al gran Pablo Ráez, lo triste no es morir, lo triste es no saber vivir. Y es que cuando le das la vuelta al jamón,  como dice mi compi Juanlu (algo que según su teoría hice ya hace cinco años) cada vez se encuentra más cercano el momento en que miraremos a los ojos a la señora de la guadaña. Me acuerdo de mi padre, que cuando cumplió los 50 sólo tenía once años de vida por delante, y todavía siento con más fuerza que se fue demasiado joven.  Espero haber aprendido la lección y vivir a tope lo que me queda, sumando, ayudando a los demás en la medida de lo que pueda (al final me estoy ayudando a mí mismo), no para dejar un mundo mejor a mis hijos, sino para dejar unos mejores hijos al mundo.

                Y para despedirme, como diría el gran Antonio Martín:

                “El día que yo me muera, que nadie me traiga flores,
                que se rían con mis vídeos y se vistan de colores…”

                Ahora más que nunca, #ShowMustGoOn