domingo, 23 de agosto de 2020

TIEMPO DE VACACIONES, TIEMPO DE DESCONEXIÓN (O MÁS BIEN CÓMO DESCONECTAR DIGITALMENTE, DE FORMA VOLUNTARIA U OBLIGADA)

         Este mes repito un tema sobre el que ya escribí hace un par de años por estas fechas.  Hablaremos sobre la tan deseada, añorada y difícil desconexión. En un mundo cada vez más “24x7” la necesidad de la desconexión no deja de crecer, y parece cada vez más inalcanzable.

Retomo de forma resumida las dos metáforas que ya utilicé en mi anterior publicación. Por un lado, la del leñador. Si no paras a afilar el hacha (a desconectar) verás como cada vez corta menos y llegará un momento en el que sólo estarás golpeando los árboles para obtener a cambio cansancio en lugar de cortes en la madera. Por otro, la del piloto de coches. Si no paras a repostar combustible por no perder tiempo en la carrera, llegará un momento en el que el coche se detendrá. Afilar el hacha y repostar combustible (desconectar, en términos personales y profesionales) son imprescindibles para alcanzar nuestros objetivos. Y hacerlo no nos convierte en menos profesionales, todo lo contrario, nuestro valor se incrementará como consecuencia de estas acciones.

Este año es además especial por muchos motivos. Nuestra vida se ha convertido por arte de magia en una carrera de ultrafondo donde no sabemos que ocurrirá en el próximo kilómetro. Y en este tipo de carreras se hace fundamental llegar al final, no pensar en llegar antes. No puedo evitar que vuelvan a mi cabeza las palabras que César, un prejubilado de Telefónica me regaló en forma de consejo cuando me disponía a participar en mi primer triatlón de larga distancia: “el secreto está en guardar todo lo que puedas. “Descansa” mientras estás compitiendo, porque todo lo que guardes te lo encontrarás después”.  Planificar y pensar a largo, incluso a medio plazo se hace más difícil que nunca. Y aquí es donde se incrementa la necesidad de estar conscientes, de vivir el presente, de aplicar toda esa sabiduría recogida en las tradiciones milenarias que han quedado integradas en esa palabra inglesa conocida como “mindfulness”. Diccho con otras palabras, de “desconectar” del mundanal ruido en nuestro día a día.

Para estar aquí y ahora tenemos que aprender a desconectar, sobre todo del pasado y del futuro. De nada vale enredarnos en absurdos bucles mentales sobre lo que dejamos pendiente en la oficina antes de irnos de vacaciones, o sobre los problemas que nos encontraremos cuando volvamos. Si así lo hacemos ni podremos cambiar el pasado, ni anticiparnos al futuro, pero lo que es más importante, nos perderemos el irrepetible momento del hoy.

Poco tiempo después de haberme hecho un año mayor (no más viejo, porque como muy bien decía mi padre, aquí lo único viejo es la ropa) la vida me ha regalado la oportunidad de desconectar digitalmente, al menos en lo que a algunas redes sociales se refiere.

El mismo día que finalizaba oficialmente mis vacaciones me conecté (reconecté) al correo al volver a casa para revisar algunos temas pendientes (la mayoría de ellos personales, para intentar estirar un poco más la desconexión profesional hasta mi vuelta a la oficina) El primer correo en mi bandeja de entrada era una notificación de Facebook alertándome de un cambio de contraseña de mi cuenta, cambio que por cierto yo no había solicitado. Una hora antes, otro correo me indicaba la solicitud del código necesario para el cambio de clave. Era evidente que alguien estaba intentando acceder a mi cuenta, no sé con qué intenciones. Como dice mi amigo Luis, me empiezo a hacer importante en redes, y es el precio de la fama (modo ironía “on”)

Notificar a Facebook que no era yo el que había solicitado el cambio de contraseña implicaba iniciar el procedimiento de verificación de identidad.  Formulario al canto con preguntas claves y envío de un documento de identificación. Al enviarlo, recibo un escueto comunicado que literalmente me dice:

“La revisión de tu información puede tardar más de lo habitual.

Gracias por enviar tu información. Confirmamos que la hemos recibido.

Hay menos personas disponibles para revisar información debido a la pandemia de coronavirus (COVID-19). Es posible que la revisión de tu cuenta tarde más de lo habitual.

Estamos siempre atentos a la seguridad de las personas en Facebook, así que hasta entonces no podrás usar tu cuenta.

Gracias por tu comprensión”.

Para rizar aún más el rizo mi cuenta de Instagram (red social perteneciente al mismo grupo) estaba vinculada directamente a la de Facebook, con lo que el impacto ha sido doble.

Otro daño colateral más del temido coronavirus, aunque ojalá todos hubiesen sido de este alcance. Casi un mes después, sigo en estado de revisión, sin acceso a la cuenta. Esta circunstancia tiene, como todo en la vida, consecuencias positivas y negativas. Mi profesor José Miguel Amuedo, del Instituto Internacional San Telmo, habla de los inconvenientes y ventajas del ataque nocturno. Como inconvenientes, no podemos ver al enemigo. Como ventajas, el enemigo no puede vernos. Con esto ha pasado un poco igual.

En cuanto a inconvenientes, cito los siguientes:

·         Pérdida de contacto “visual” con muchos “amigos” con los que no tengo otra forma de comunicación. Antes bastaba dar un vistazo rápido (o al menos es lo que pretendía) a la pantalla del móvil para tener una idea de lo que pasaba con ellos.

·         “Olvido” de los cumpleaños de conocidos y amigos. El recordatorio de cumpleaños es una de las funciones más valoradas por mí de esta red social. Cada mañana, después de entrenar y mientras desayunaba antes de irme repasaba los cumples del día para enviar mis felicitaciones o para al menos apuntarme a quién debía llamar a lo largo del día para felicitarlo. Cuando recupere la cuenta (si es que lo hago) una de mis primeras publicaciones será para pedir perdón y felicitar a todos los “olvidados” del mes de Agosto (y de los meses que dure la desconexión digital obligatoria). Tendré que pensar en un almacenamiento alternativo para estas fechas para que no me vuelva a ocurrir.

·         Desconexión con “mis” Fundaciones y causas solidarias. Un año tan especial como éste, en el que no puedo desarrollar una de mis grandes pasiones, sin la posibilidad de realizar pruebas deportivas solidarias (de la forma tradicional) al menos me estaba dedicando a difundir publicaciones y la labor de las Fundaciones a las que intento aportar mi pequeñito grano de arena. Echo mucho de menos compartir “cositas” de La Fundación Donando Vidas, de la Fundación Olivares, de Carros de Fuego y de Saca la lengua a la ELA principalmente, pero también de cualquier causa con la que pueda colaborar.

Y en cuanto a ventajas, para terminar con buen sabor de boca, me he encontrado con estos importantes regalos:

·         Tiempo extra de regalo. El no tener acceso a estas dos redes (de momento no estoy contemplando la posibilidad de dar de alta una nueva cuenta para volver, aunque no sé si resistiré…) básicamente me ha regalado un tiempo extra bastante útil que he invertido en algunas de las actividades que me llenan, volviendo a establecer prioridades. Entre las principales cito:

 

-          Escribir. He podido finalizar el libro que tenía en curso, dar forma a uno de los primeros que escribí y que no había tenido oportunidad de publicar (en autoedición, que todavía no tengo éxito entre las editoriales tradicionales) y de comenzar un nuevo proyecto que me tiene bastante ilusionado.

 

-          Meditar. He vuelto a retomar esta sana costumbre que ya casi había perdido de mis tiempos de Tai Chi. Lo mejor ha sido el cambio de actitud que he experimentado. He bajado enormemente el listón de las expectativas y ahora sólo me concentro en disfrutar de la experiencia. Sin prisa, pero sin pausa. Piano, piano, que dirían nuestros vecinos los italianos.

 

-          Entrenar. Aunque dispongo de más tiempo, no estoy entrenando más, pero lo estoy haciendo con más sentido, algo similar a lo comentado con el tema de la meditación. El no tener la presión de una prueba en el horizonte ha rebajado significativamente el nivel de tensión de los entrenamientos y ahora sólo juego a disfrutar.

 

·         Aislamiento y desconexión. El no estar inmerso en la avalancha de información diaria que nos proporcionan estas redes me ha evitado la necesidad de tener que discriminar entre lo que es interesante y lo que no lo es. Y aunque no tenga forma de probarlo, creo que esto le ha supuesto un descanso importante a mi mente.

Esta desconexión obligada me ha hecho recordar también el cuento de la vaca, sobre el que he escrito en alguna ocasión. Debería agradecer al hacker que intentó acceder a mi cuenta por haber empujado mi vaca barranco abajo y darme la oportunidad de vivir la experiencia. Para los que no lo conozcáis, no os hago “spoiler” y os dejo intrigados hasta una próxima publicación.

Por último una reflexión personal (como toda la publicación) Esta necesidad de desconexión no debería ser exclusivamente anual (los días de vacaciones), ni semanal (los fines de semana), ni incluso diaria (las horas de sueño).  Deberíamos intentar al menos encajar un minuto dentro de cada hora para parar, respirar, desconectar con lo de fuera y conectar con lo de dentro.

De momento, sólo comparto la publicación de este mes en Linkedin y Twitter. Espero poder hacerlo en breve de nuevo en Instagram y en Facebook. Gracias por vuestro tiempo invertido en leer “mis cosas” y desconecten, que la vida es breve.