Llegó el
momento de la publicación del mes de Diciembre, un mes en el que no tengo que
complicarme mucho para encontrar tema sobre el que escribir. Es el momento de
echar la vista atrás para dar un vistazo a los últimos doce meses y dar las
gracias por estar aquí, por todo lo logrado.
Es obvio que
este 2020 ha sido muy especial, por llamarlo de alguna forma. A pesar de lo
duro y trágico que ha sido para mucha gente mi publicación sigue una línea de
agradecimiento hacia el pasado y de esperanza hacia el futuro. Agradecimiento
porque hoy estoy aquí gracias a todo lo que he vivido en estos últimos doce
meses, con lo bueno y con lo malo. No puedo dejar de acordarme de “El algoritmo
de la felicidad” de Mo Gawdat, uno de los libros cuya lectura más ha impactado
en mí vida. Mo descubre que la felicidad reside en el control de la forma en
que comparamos los acontecimientos de nuestra vida con nuestras expectativas. No
es lo que nos pasa, es el control que tenemos sobre la comparativa que hacemos
de nuestra interpretación de lo que nos pasa y lo que esperábamos que pasase. Y
el descubrimiento llega tras perder a su hijo de 21 años, su verdadero Maestro
y propósito de vida, tras una serie de fatales coincidencias en una
aparentemente inofensiva operación de apendicitis. Para seguir adelante, su hijo parecía
enviarle un repetitivo mensaje desde el más allá: “Papá, ya he muerto. No hay
nada que puedas hacer para cambiar eso, así que haz lo mejor”. Este mensaje es
el que me inspirado el hilo conductor de esta publicación. No podemos hacer
nada para cambiar lo que ya ha pasado, así que no nos queda otra que hacer lo
mejor. Eso es lo que intentaré hacer con
esta publicación, quedarme con lo mejor de lo que he vivido este 2020 y
aprovecharlo para hacer lo mejor para el 2021.
Comencemos con
la crónica que también quiere contener mi modesto homenaje y dedicatoria para
todos los que han sufrido una pérdida en este singular 2020. Intentaré que no aparezca ni
una queja, ni un reproche y que todos sean recuerdos positivos y valiosas
lecciones para el futuro.
Comenzó el año
con unas Navidades “normales” sin “nada” destacable. Entrar y salir sin
restricciones, felicitar las fiestas con besos y abrazos, compartir mesa y
mantel (incluso platos) con familiares y amigos. La noche de Reyes llegó con la
ilusión de todos los años. Este año, a pesar de que el anterior lo había pasado
en grande participando en la Cabalgata como beduino, decidí descansar. Para
2021, pensé. Primer error gordo del año y primera lección. Nunca sabes si habrá
un mañana. Así que abraza, besa, canta, baila y sal de beduino desde el mismo
momento en que puedas, sin esperar al mañana. Si tengo la oportunidad para 2022
espero no desaprovecharla.
Como los años
“normales” la actividad lúdico-festiva es un no parar, de las últimas
celebraciones navideñas dimos el salto a los carnavales casi sin respirar. Este
año Pablo disfrutó más que nunca (él sí que sabe) e hizo doblete en la final del
Gran Teatro Falla con dos terceros puestos en sus chirigotas infantil y
juvenil. Visitas inolvidables a la Tacita de
Plata en varias ocasiones, incluso para la recogida de los
correspondientes trofeos. Una cabalgata
genial en Dos Hermanas en vísperas de la Maratón de Sevilla, donde volveríamos
a disfrutar de lo lindo acompañando a nuestro capitán Cristian. Ese día unas
décimas de fiebre en plena carrera estuvieron a punto de arruinarme la
experiencia (quien me iba a decir a mí lo importante que sería la temperatura
en el resto del año) Puede que haya sido la maratón donde más haya sufrido,
pero también de lejos una en las que más he aprendido. Y es que como he
comentado en innumerables ocasiones la maratón con carros es uno de los
deportes de equipo más increíbles que existen. A partir del kilómetro 35
comencé a sentir unos escalofríos que me hicieron pensar incluso en la
retirada. Siempre he hecho deporte para disfrutar, intentando alejarme en todo
lo posible del sufrimiento. A pesar de que lo pasé realmente mal, mis
compañeros, amigos y capitanes (sobre todos estos últimos) me volvieron a
enseñar la importancia de ayudar, pero sobre todo de pedir ayuda cuando la
necesitas (algo que reconozco que no se me da especialmente bien, aunque estoy
en ello…)
La maratón me
llevó al cumpleaños de Pablo, el famoso
13 de Marzo en que todo comenzaba a tambalearse. Recuerdo perfectamente como me
extrañó su llamada poco antes de las doce de la noche para que pasase a
recogerlo de la casa del amigo donde estaba celebrando su cumple, porque la
mayoría de sus amigos se estaban marchando ya ante la amenaza de que el país se
confinase al día siguiente. Y llegó el
confinamiento, donde otra vez tuve la oportunidad de comprobar lo afortunado
que soy. Trabajar en Juvasa me permitió no parar de trabajar ni un solo día,
con todo lo que ello significa y no sólo a nivel económico. Me permitió también comprobar el compromiso y
la empatía de mis compañeros,
especialmente de aquellos que tuvieron que sacrificar temporalmente sus
puestos de trabajo para garantizar la supervivencia de la empresa. De aquellos
días guardo el poema sobre la tormenta escrito por Haruki Murakami, que mi
amiga Alicia me regaló justo antes de marcharse temporalmente a casa. Cuando
salgamos de esta tormenta, no seremos las mismas personas que entramos en ella.
De eso trata la tormenta.
Y hablando de
celebraciones, llegó también el cumpleaños de Daniela, y nuestro aniversario de
bodas, y lo celebramos los cuatro en casa. Fueron momentos de estar más unidos
que nunca, de almorzar y cenar juntos
temprano y todos los días, algo que personalmente me encanta. Aprendí también
una lección magistral por parte de mis hijos, la de la aceptación. Desde el
primer momento entendieron con una claridad meridiana de lo que iba la tormenta, y que tocaba
quedarse en casa sin más. Para dos adolescentes, sobre todo para Pablo (que
lleva mis genes callejeros entre otros grabados a fuego en su ADN) no es nada fácil enclaustrarte en casa y aislarte del exterior. No le quedaba otra, pero lo podían
haber hecho con lamentos, enfados y discusiones y sin embargo lo hicieron con
un talante encomiable. También me enseñaron la lección de la amistad, de la
cercanía. Utilizaron todos los medios que tenían a su alcance para estar más cerca que nunca de los suyos, aunque
paradójicamente estuviesen lejos. La
habitación de Pablo se me llenó de gaditanos y de música de carnaval, como era
de esperar.
Pero en todos
los hogares no iba todo tan bien como en casa. Las pérdidas (de trabajo, de seres queridos, y
sobre todo de ilusiones) iban haciendo mella en la moral de las familias. Así que
decidí grabar algunos vídeos tirando de poca vergüenza y pisoteando
literalmente mi sentido del ridículo para difundirlos e intentar arrancar
alguna sonrisa. Así nacieron el “I Cholejaman” (un auténtico Ironman en el
patio de mi casa), el “I want to break free” de Queen, o el “Resistiré” del Dúo
Dinámico y el “Pero a tu lado” de los Secretos, donde conté con la colaboración
de gran cantidad de artistas de gran calidad. Y aquí apliqué una de las normas
no escritas que enmarcan mis retos deportivo-solidarios. Con que una sola
persona se hubiese sentido beneficiada por alguno de mis vídeos el objetivo
estaba cumplido. Y aunque puede que
alguna gente no lo entendiese, los comentarios positivos de los que se rieron
con los vídeos olvidándose por unos momentos de la tormenta inclinaron
claramente la balanza hacia mi favor. Al
final de la publicación dejo los enlaces de los vídeos, para nos nostálgicos o
para los que no tuvieron la oportunidad de verlos en su día.
El
confinamiento fue pasando. Durante todo este tiempo mi entrenamiento deportivo
se limitó al rodillo y a fortalecer la zona de los abdominales que no es poco.
En este largo periodo fui el único miembro del hogar que salía de casa a
trabajar, a comprar, a echar gasolina al coche (poca porque prácticamente no se
movía de casa más que una vez a la semana para ir a comprar). Llevé un ramo de
flores a mi madre el día de su cumpleaños, y aunque no pude abrazarla ni
besarla, la sentí muy cerca. La fatídica curva se iba doblegando, lo que
permitió llegar al fin del confinamiento. Recuerdo el día en que se abrió la
oportunidad de hacer deporte y decidí no salir a correr, previendo la explosión
de deportistas en la calle y como una forma de demostrarme a mí mismo el
control sobre mi adicción al deporte (falso, reconozco que sigo siendo un
auténtico “enganchao”). Al día siguiente
salí con Pablo a pasear, y disfruté de esa concurrida caminata al mismo nivel
que puedo hacerla en una de esas pruebas de ultradistancia que me hacen enloquecer.
Llegó el
verano, y con ello mi cumpleaños, en el que pasaba de década y volvía a colocar
un cero en la tarta. Medio siglo de vida, que es algo para agradecer. No hubo
la celebración multitudinaria que esperaba, pero al menos dio para reunirnos
los más allegados en la casa de mi cuñado y echar un rato de los inolvidables.
Para no olvidarse, vídeo de recuerdo, por supuesto, donde volví a dejar patente
mi sentido del ridículo (más bien la ausencia de él). Poco después, decidimos
volver a Isla Canela a pasar las vacaciones, aunque las circunstancias no
fuesen las de otros años. Restringimos el círculo de “allegados” y disfrutamos
de una playa más tranquila que ningún otro año, y con el agua sorprendentemente
templada. Tanto que sólo utilicé el neopreno el día en el que madrugué para ver
el amanecer desde dentro del agua, como marca la tradición.
Justo antes de
marcharme de vacaciones participé en el programa “Search Inside Yourself”, la
formación que nació en Google para difundirse posteriormente al resto del
mundo. Este curso me permitió ordenar toda la información que durante años
había acumulado sobre inteligencia emocional y mindfulness, y entre otras
cosas, me ha dado la oportunidad de recuperar el hábito de la meditación, una
rutina que hacía años que no practicaba.
Este año
también ha resultado muy especial para mi labor de monitor en San Telmo. La
pandemia supuso un parón de poco más de tres meses en el programa, y la
clausura inicialmente prevista para Julio se trasladó a Noviembre, con lo que
sólo hubo un par de semanas entre el cierre de un programa y el inicio del
siguiente. En la práctica, dos veces de chaqueta y corbata dentro del mismo
mes, lo que casi provoca las sospechas de María. Las difíciles circunstancias
supusieron una conexión especial con el equipo.
En cuanto a
los eventos deportivos, desde la maratón un año casi en blanco, al menos en
lo que a competiciones oficiales y
tradicionales se refiere. Mi gran reto deportivo del año, el Northwest Triman
que debería haberse celebrado en Galicia a mediados de año se aplazó a 2021, y
con ello mi oportunidad de seguir difundiendo el mensaje de la donación de
órganos a través de la Fundación Donando Vidas. Las competiciones virtuales
fueron apareciendo para sustituir a las oficiales. El circuito 5K de Dos
Hermanas (cinco carreras de cinco kilómetros en una mañana que me volvieron a
provocar unas décimas de fiebre), el Cross solidario de Nuestra Señora del
Carmen en San Juan de Aznalfarache y la Nocturna de Sevilla (con el
acompañamiento de todas mis hermanas) fueron las tres pruebas en las que nos
volvimos a sentir impulsores junto a nuestro gran Capitán Cristian González.
El Puente de
la Inmaculada nos trajo otra vez la Ultramaratón de la Vida, ese evento (sería
injusto llamarla carrera) que anualmente colapsa Sanlúcar como difusión del
mensaje de la donación de órganos. Las limitaciones de movilidad entre municipios descartaban la posibilidad
de acudir a Sanlúcar, así que hubo que encontrar una alternativa original. El
espíritu era el mismo, esta vez completado con las palabras soledad,
responsabilidad y solidaridad. Cincuenta kilómetros sin salir de Dos Hermanas,
en una experiencia única. Como no podía ser de otra forma, vídeo al final.
Como habréis
podido comprobar, un año bastante intenso y lleno de experiencias, a pesar de
que posiblemente haya resultado el “peor” año de la historia de la Humanidad de
los últimos tiempos. Por eso hablaba al principio que era una publicación con
un claro sentido de agradecimiento. Dar gracias por todo lo bueno que me ha
llevado hasta aquí, que será el punto de partida para ir a por el mejor 2021 de
mi vida.
Gracias por
vuestro tiempo como siempre y nos vemos en 2021.
Enlaces a vídeos:
“I Cholejaman” #QuédateEnCasa https://youtu.be/OGCF8VC5NsE
“I want to break free” https://youtu.be/2Ovqixp8L6I
“Resistiré” https://youtu.be/z1xAXB6bxsw
“Pero a tu lado” https://youtu.be/RflhBJATAUE
“Pasodoble cumple 50 años” https://youtu.be/gyfQotOLoTg
“Vídeo UMVD 2020” https://youtu.be/IxcKfKC6lYU