Reconozco que después de haber cometido la osadía de hablar sobre felicidad el mes pasado me había colocado el listón demasiado alto. En Abril, un mes muy importante en mi vida porque celebro entre otras cosas mi aniversario de bodas y el nacimiento de mi hija Daniela, no quería defraudarme a mí mismo.
Así que mirando hacia atrás en este medio siglo largo de vida he decidido compartir con vosotros algunas lecciones que he ido aprendiendo en estos años. No se trata de complicadas teorías cuánticas, sino de unas normas básicas, cargadas de sentido común que algunas veces parecen tan obvias que olvidamos aplicarlas. Hablando de ponerlas en práctica, y como muy bien dice mi Maestro Antonio Garrido cuando hace mención a su definición de “obviosis”: “Saber y no hacer es como no saber”. Todos conocemos estas reglas del juego, lo complicado (sobre todo de entender por qué no lo hacemos) es aplicarlas en nuestro día a día.
Para bautizar la publicación, vino a mi mente la canción de Level 42 “Lessons in love”, que aunque no define exactamente de lo que quería hablar, la he utilizado de igual forma.
Ahí va mi lista, a vuestra libre disposición. Si aparentemente estáis de acuerdo con estas normas, podéis probarlas por si os funcionan. No pretendo que se conviertan en consejos, para evitar que me podáis aplicar el castizo refrán de “consejos vendo que para mí no tengo…”
Cosechas lo que siembras. Mi Maestro de Ahumor Alonso Pulido lo dice de forma muy gráfica: “Si siembras tomates, recogerás tomates. Si siembras pimientos, recogerás pimientos…”. Nuestro refranero también hace mención a esta regla con “el que siembra tormentas, recoge tempestades”. También podríamos encontrar algo de este principio de agricultura en el llamado “karma”. En la religión budista, es la creencia en que toda acción tiene una fuerza que influye en las sucesivas existencias del individuo.
Sin necesidad de ponernos tan filosóficos, es de bastante sentido común que sobre todo en las relaciones con los demás, obtenemos lo que damos. Puede que debido a la existencia de las denominadas “neuronas espejo”, que "reflejan" el comportamiento del otro, como si el observador estuviera realizando la acción. Seguro que si todos aplicásemos esta ley el mundo sería un lugar mucho mejor. Como ejemplo este vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=fJkWfHUaHTw
Conócete a ti mismo. Este imperativo decoraba el pronaos del templo de Apolo en Delfos (γνωθι σεαυτόν) Ya los griegos conocían de la importancia de que el conocimiento de nosotros mismos es la base sobre la que se sustenta todo lo demás. Varios siglos después, Goleman definió al autoconocimiento como el primer elemento de la llamada inteligencia emocional. Sin conocernos a nosotros mismos, sin ser conscientes de nuestras fortalezas y nuestras debilidades nuestro día a día se complica mucho más. Es muy complicado conocer a los demás (otra de nuestras principales tareas en esta vida, dada nuestra dimensión social) si no nos conocemos a nosotros mismos. Y volviendo a la publicación del mes pasado, donde parecía que la felicidad se encontraba en nuestro interior, necesitamos conocernos a nosotros mismos para saber en qué parte de nosotros mismos podemos hallarla.
Cuando ayudas a los demás recibes muchísimo más de lo que das. Mi amigo Juan Luis Muñoz Escassi, creador del “Reto Pichón”, de las conferencias “Tu 100x100” e inspirador de muchos entre los que me encuentro, dice muy gráficamente que ayudemos a los demás para ayudarnos a nosotros mismos. Viniendo del presidente de la AFA (Asociación de Fundaciones Andaluzas) no debe estar muy equivocado. Yo recibí esta valiosísima lección de manos de una voluntaria de la Fundación Olivares, con los que tengo el gusto de colaborar cuando tengo ocasión. Fue un día del mes de Octubre de 2014, cuando los compañeros del desparecido club de triatlón Bikila Dos Hermanas llevamos a cabo el acto de presentación de nuestro primer Calendario Solidario a beneficio de los niños de la Fundación. Ese día, en el que además tuvimos la oportunidad de recibir la visita de una expedición de la Fundación, esta chica al ver la emoción que transmitía mi rostro, se acercó a mí y me hizo partícipe de este secreto que debería ser conocido por todo el mundo. Creo que hay cierto matiz de “egoismo postiivo” en este punto. La solidaridad, aunque aparentemente sea con los demás, en realidad lo es con nosotros mismos. Y aquí, más importante que lo qué hacemos, cómo lo hacemos, cuándo lo hacemos, dónde lo hacemos y en qué medida creo que es el por qué lo hacemos. Encaja perfectamente esa frase de la Madre Teresa de Calcuta que tantas veces repito y que forma parte de mi vida: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”. Seamos todos gotas en ese inmenso océano de la vida ayudando a los demás, porque recibiremos más de lo que damos, y al final nos estaremos ayudando a nosotros mismos.
Cuidado cuando subes con el que va bajando, porque la vida es larga y mañana puede ser al revés. Esta frase me la repetía mi padre desde que alcanzo a recordar. No es bueno pisar a nadie, además de por lo que se indica en la lección uno (siembras lo que recoges) porque la vida es caprichosa y un día te puede elevar a las alturas para al día siguiente hundirte en sus más oscuros y profundos pozos. En mi más de medio siglo de vida me he encontrado en más de una ocasión muy por encima mía a alguien a quien en el pasado había podido contemplar desde lo más alto de la montaña. Menos mal que mi padre me insistió en el tema (posiblemente porque él llegó bastante alto viniendo desde muy abajo) y al menos de forma consciente, nunca he intentado hacer daño a nadie.
Sé tú mismo. Otra de las grandes enseñanzas de mi padre, y que puede guardar alguna relación con la anterior. Después de conocerte a ti mismo, sembrar lo que recoges y tratar a los demás con humildad y compasión, no te queda otra que ser tú mismo. Como decía en el punto anterior mi padre pasó de trabajar detrás de la barra de una de las tabernas de los años cincuenta a ser confundido con el mismísimo Notario cuando acabó trabajando en una Notaría muchos años después. La vida le dio la oportunidad de relacionarse con gente de lo más diverso, pero Manuel Jurado, el “Chole”, como lo conocían los suyos era siempre el mismo. Trataba con la misma sencillez y desparpajo al aparcacoches en la calle que al mismísimo Registrador de la Propiedad, moviéndose con una increíble comodidad en cualquier ambiente por muy lejano que estuviese de sus humildes orígenes. Recuerdo especialmente cuando me decía: “Qué alguien tenga más dinero que tú no lo hace superior a ti, sé tú mismo, que es lo que importa”. Y a continuación me soltaba lo de la escalera de la vida. Reconozco que echo de menos sus lecciones magistrales, aunque es cierto que él era más de hechos que de palabras, que es como realmente se enseña.
Carpe Diem. Vive el momento. La vida es demasiado corta como para perder el tiempo mientras pasa. Vivir el momento y disfrutar de lo que tenemos cada día es uno de los consejos más valiosos que podemos recibir (aunque recuerdo que no estoy precisamente dando consejos). Aquí sí me viene como anillo al dedo una de las estrofas que forma parte de la canción que titula esta entrada: “If we lose the time before us, the future will ignore us” (si perdemos el tiempo que hemos pasado, el futuro nos ignorará)
Por último, para hacernos conscientes de lo efímero de nuestra existencia, os adjunto un enlace con una publicación brutal que muestra en forma de gráficos nuestra vida en semanas. Basta colocar el ratón en nuestra edad actual para que un escalofrío recorra todo nuestro cuerpo al pensar lo que hemos dejado atrás y lo que teóricamente tenemos por delante. La sensación se intensifica en el caso de que, como ocurre con un servidor, ya le hayamos dado la vuelta al jamón.
https://waitbutwhy.com/2014/05/life-weeks.html
Respira. Lo primero que hacemos al llegar a este mundo, lo que no dejamos de hacer mientras estamos aquí y lo último que hacemos antes de marcharnos no debe ser algo banal. A pesar de esto, es una de las muchas cosas que damos por hechas y la llevamos a cabo en modo de piloto automático, sin ser conscientes de su importancia. La práctica del mindfulness nos lleva entre otras cosas a centrarnos en esta tarea tan cotidiana como importante. Respirar conscientemente calma la mente, alimenta el espíritu y relaja el cuerpo. Y además es gratis… Desgraciadamente no nos damos cuenta de su importancia hasta que no tenemos dificultades para llevarla a cabo, como ocurre en la mayoría de los aspectos de la vida.
Paciencia. Esta no es precisamente una de mis virtudes, ni creo que del resto de la humanidad. Parafraseando a Fred Brooks, que en 1975 acuñó la ley del mismo nombre, "nueve mujeres no pueden tener un bebé en un mes". Todo lleva su tiempo. En relación con la paciencia no puedo pasar por alto la metáfora del bambú. Si quieres cultivarlo, debes saber que tarda hasta siete años en desarrollar sus fuertes raíces bajo la tierra, hasta que, tras romper el suelo, pueden alcanzar una altura de hasta veinticinco metros en sólo seis semanas. Pero no basta con echar las semillas y dejarlas creer. Hay que cultivarlas, regarlas, cuidarlas y trabajarlas durante todo ese tiempo. Siete años en los que aparentemente no vemos ningún avance pero el bambú sigue haciéndose fuerte bajo tierra. Escuché la historia del bambú por primera vez haciendo referencia al proceso de educación de los hijos, y no puede ser más acertada. Durante años pasas inculcando tus valores a tus descendientes pensando que caen en saco roto, cuando en realidad no dejan de fortalecer sus raíces que le permitirán explotar y convertirse un día en unas maravillosas personas, altas y fuertes como el propio bambú.
El espectáculo debe continuar. Pase lo que pase, como decía el gran Freddy Mercury, “El espectáculo debe continuar”. No te queda otra opción que seguir, como dice la mamá de Mara en este emotivo vídeo de la Fundación Olivares, en su colección “Historias con Alma”. Con este vídeo poco más tengo que decir.
https://www.youtube.com/watch?v=6dmjB8x_u78
Agradece. La gratitud es otra de las lecciones más valiosas que podemos aceptar. Pocas cosas en la vida tienen un efecto más positivo que unas “gracias” desde el corazón. En este sentido, me encanta una de las frases que cita Anxo Pérez (el mismo individuo con pelo rizado que inunda nuestros anuncios de Youtube prometiéndonos hablar cualquier idioma en tiempo récord gracias a su método 8 Belts, y que fue capaz de convencer en un restaurante al mismísimo César Alierta de Telefónica de que todos sus ejecutivos utilizasen este método para aprender chino) en su libro “Los 88 peldaños del éxito”. Viene a decir, que cuando conseguimos algo no es el momento de vanagloriarnos ni darnos palmadas en la espalda por lo buenos que somos, sino de agradecer a todos los que nos han ayudado a conseguirlo. He intentado hacer de esta frase casi un mantra particular e intento dar las gracias el mayor número posible de veces. De hecho, llevo años escribiendo un “diario de gratitud” donde todas las noches antes de irme a dormir, escribo algo sobre tres cosas por las que me he sentido agradecido en ese día. Por muy complicado que haya resultado, siempre se pueden encontrar tres cosas por las que estar agradecido (estar vivo en el momento de escribir, recién cenado y a punto de irme a dormir a una cómoda cama bajo techo deberían ser más que suficientes, pero siempre aparecen más) Irme a dormir con esa emoción de gratitud no sólo influye favorablemente en mi sueño sino creo que también impacta de forma positiva en mis niveles de felicidad. De hecho, mis hijos, sabios como todos los niños, cuando eran pequeños llamaban a mi diario de la gratitud el libro de la felicidad de papá.
Un mes más, quiero agradeceros vuestro tiempo invertido en la lectura de estas líneas (que creo que este mes ha sido un poco más). Sin ánimo de dar consejos, como decía antes, la vida me enseñó que se cosecha lo que se siembra, que tengo que conocerme a mí mismo, que cuando ayudo a los demás recibo muchísimo más de lo que doy, que tengo que tratar bien a los demás con independencia de donde se encuentren, que debo ser yo mismo, que hay que vivir el momento, que tengo que ser consciente al respirar, debo tener paciencia, y que pase lo que pase, el espectáculo debe continuar. Gracias otra vez, y hasta el mes que viene.