Utilizo otra experiencia deportiva para redactar la publicación de este mes. Como ya adelantaba en Octubre, quería aprovecharla para compartir con vosotros una de las mayores lecciones que sabía que me iba a regalar el deporte, incluso sin haberla disfrutado aún. Como el objetivo final del post es hablar sobre sueños, y sobre las posibilidades de que se conviertan en realidad, he tomado prestado el lema de la compañía para la que trabajo actualmente. Berlin Packaging enarbola la bandera del “Anything is posible” como evidencia de que “cualquier cosa es posible”. Este lema coincide con el usado por la franquicia Ironman. Los que me conocéis sabéis que también algo me une a ella.
Hace escasamente unas horas que he cruzado la meta de la Maratón de Atenas junto a nuestro Capitán Cristian y a mi amigo Quinta. Todos los que me conocéis sabéis de sobra quién es Cristian. Para los que no tengáis el gusto de conocerlo, os diré que Cristian es mi Amigo, mi Ahijado de Confirmación, el Capitán con el que muchas veces corro y mucho más que todo eso. Lo conocí gracias a la Asociación Carros de Fuego, con la que colaboro de vez en cuando y desde entonces se ha convertido en una pieza más del puzzle de mi vida. En cuanto a la aventura que nos ocupa, intentaré resumirla al máximo para no extenderme en exceso.
Recuerdo que el año anterior a la pandemia tuve noticia de que un chaval con diversidad funcional como Cristian había corrido la maratón de Nueva York, y sin pensármelo dos veces escribí a la organización para ver si había posibilidad de correr allí con él. La respuesta fue tan automática como tajante: para correr en NY hay que ser mayor de dieciocho años. Consciente de que el tiempo volaría, guardé pacientemente el correo durante casi tres largos años y el día 1 de Enero de 2022 volví a escribir a la organización, feliz porque Cristian cumplía la mayoría de edad en Agosto y la Maratón era en Noviembre. Sin embargo, por mucho que lo intenté no obtuve respuesta. Dice uno de los adagios del sabio refranero español que no hay mal que por bien no venga, y eso explica bastante bien lo que ocurrió. Mientras seguía enfrascado en localizar un contacto de la organización que me diese un poco de luz sobre la posibilidad de viajar con Cristian a la Gran Manzana tuve la oportunidad de acudir a la sede del Comité Olímpico Español a recoger un premio que la Revista Corredor daba a la Asociación Carros de Fuego. Otra evidencia más de que el “anything is possible” se cumplía: un tío como yo recogiendo una distinción en el COE (aunque no fuese para mí). Allí coincidimos entre otros con Abel Antón y Martín Fiz, que tenían previsto rememorar su gesta del año 1997. Hace veinticinco años que fueron campeón y subcampeón del mundo respectivamente en la maratón de Atenas, en una carrera que recuerda el recorrido de la primera maratón de la historia protagonizada por Filípides. Fruto de la emoción del momento y de mi poca vergüenza me lancé al charco y propuse a Martín la genial idea de acudir con un carro a Atenas. Y sorprendentemente, Martín fue tan humano y cercano como lo había sido unos años antes cuando coincidimos con él en la media maratón de Sevilla. Aceptó el reto y me pasó su número de teléfono para ponerme en contacto con sus compañeras en Sportravel, la agencia de viajes con la que colaboran habitualmente.
Sin entrar en excesivos detalles para no hacerlo eterno, las semanas y los meses pasaban sin que apareciese ningún patrocinador dispuesto a colaborar con el viaje al menos de Cristian y su familia a Atenas. Las puertas no se abrían, pero siempre había alguna a la que llamar. Mi amigo Alonso Pulido dice que si el plan A no funciona, debemos ir a por el B, a por el C, a por el D… y así hasta agotar todas las letras del abecedario. Yo añado de mi cosecha particular que cuando no funcione el plan Z podemos empezar a combinar letras, como ocurre con las matrículas de los coches. Lo importante no son las veces que te caes, sino las que te levantas. Ahí cuento con la ventaja de haber compartido muchos momentos con Cristian, un auténtico maestro de la superación y la resiliencia.
Y cuando las fuerzas comenzaban a flaquear, como si me encontrase en el kilómetro treinta de la maratón, apareció ante mí un ángel de la guarda disfrazado de mi amigo Justo para ofrecerme la respuesta a mis preguntas. Apareció cuando menos lo esperaba, en el momento adecuado para ponerme en contacto con la persona adecuada que hiciese realidad el sueño de Cristian. Mejor imposible, como la película. Todo fluyó (sin que realmente yo fuese consciente del tema) hasta que el pasado 14 de Septiembre un mensaje en el buzón de voz de mi móvil dejaba constancia de que todo estaba resuelto y que Cristian y su familia podrían viajar a Atenas el fin de semana del 13 de Noviembre, gracias al Banco Santander, empresa también colaboradora del evento y de estos dos grandes atletas. Todo es posible, si no se deja de intentar. Una emotiva videollamada a esa familia tan especial que ya forma parte de mi vida dejó momentos inolvidables. Justo, no viviré lo suficiente como para darte las gracias.
Y así, entre entrenamientos, nervios y otras pequeñas aventuras dentro de esta gran aventura los días fueron pasando hasta que en la madrugada del 11 de noviembre nos montamos en el coche de Cristian, cargados de ilusiones y de maletas, y nos fuimos para Madrid. Los días vividos en Atenas han sido la mejor evidencia imaginable de que cualquier cosa es posible. Compartir vuelo, comidas, alojamiento y carrera con dos leyendas vivas de la historia del deporte español como son Abel Antón y Martín Fiz puede parecer una utopía más que un sueño, pero si crees que todo es posible, y si no dejas de intentarlo, al final todo sale bien. Aprovecho para recordar otra frase que me enseñó mi amigo Alonso que dice que al final todo sale bien, y si no sale bien es que todavía no es el final.
No quiero aburrir a lectores “no deportivos” con detalles sobre la carrera. El verdadero sentido de esta publicación es compartir mi lección sobre la posibilidad real de materializar los sueños. El “Anything is posible” que muchos detractores de “Mr. Wonderful” atacan por su interpretación literal debe entenderse en un sentido amplio y sobre todo debe ser usado para ser puesto en comparación con su opuesto: El “Impossible is nothing” que popularizó Muhammad Ali y que posteriormente Adidas tomó como slogan. Curioso, ¿no?
Además del sentido “didáctico y motivador”, la publicación de este mes tiene una función claramente de gratitud. No puedo dejar pasar la oportunidad de dar las gracias a todos y cada uno de los que habéis puesto vuestro granito de arena para construir esta inmensa montaña. Decía la madre Teresa de Calcuta, en otra frase que me encanta, que “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”. Aún a riesgo de no mencionar a muchas gotas de este inmenso océano, quiero dar las gracias especialmente a Cristian por ser el protagonista de este sueño, y haberme permitido formar parte de él. A su familia por ser un modelo inspirador para todos y por haber hecho la experiencia aún más inolvidable si cabe. A mi amigo Quinta, porque pudiendo ser un corredor de los buenos, ha preferido su carrera como impulsor y me ha llevado en volandas por este histórico recorrido, como hace siempre. A mi amigo Justo, porque como decía antes fue la pieza clave que abrió la puerta que jamás pensaba que se abriría. A todo el equipo del Santander, por habernos acogido de forma espectacular. A Abel y Martín y a todo su equipo, por la misma razón. A todos los capitanes, familiares, impulsores y miembros de la directiva de Carros de Fuego, por su apoyo constante e incondicional. No hemos de olvidar que el fin último de este sueño es visibilizar y normalizar la condición de estos chavales con diversidad funcional, para demostrar todo lo que pueden hacer. A nivel particular quiero agradecer a mi familia que son imprescindibles en todas estas locuras, porque sé que siempre están ahí, aunque no las compartan. Tampoco puedo olvidar a mi amigo Pako, que ha logrado sacar lo mejor de mí para alcanzar en Atenas el mejor momento físico de mi vida, a pesar de mi edad. Gracias infinitas a todos, y disculpas a todo al que mi frágil memoria y el limitado tamaño de esta publicación hayan dejado fuera del agradecimiento expreso.
No he encontrado mejor foto que esta representación de la alegría infinita tras cruzar la línea de meta. Y es que la maratón es una auténtica metáfora de la vida, dura pero bella.
Como
os dejaba caer antes, a pesar de la extensión de este mes, la aventura daría
para casi escribir un libro. Nunca se sabe. Ya sabéis: “Anything is posible”.
Muchísimas
gracias por vuestro tiempo como siempre y volveré el mes que viene para
despedir a este 2023 que ya se marcha…