Continuamos con las publicaciones no tradicionales en este 2023. El mes más corto del almanaque nos deja como sugerente título esta película de Nagisa Osima estrenada en España en los mágicos ochenta. Seguro que a todos los de mi generación les trae muy buenos recuerdos. Momentos inolvidables. De todas formas, haciendo uso del “quiebro”, ese recurso tan propio de las letras de muchas agrupaciones carnavaleras que tienen en este mes su época favorita del año, no voy a hablar sobre la película anterior ni sobre el género al que pertenece.
Este
mes quiero reflexionar sobre los sentidos. Y no hablo de los sentidos que la
RAE define como la recepción y el reconocimiento de sensaciones y estímulos que
nos llegan a través de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. No. Quiero
usar un significado más amplio, que recoge acepciones como el sentido común, el
del humor, el del ridículo… en concreto me gustaría centrarme en el del humor y
en el del ridículo, que muchas veces parecen fluir en sentidos (entendido ahora
como orientaciones) opuestos dentro de la misma dirección.
Mi
genial profesor Antonio Garrido, al que suelo mencionar habitualmente, nos dijo
una vez que los dos elementos motivadores más potentes para las personas eran
el humor y el dolor. Si queremos que alguien haga algo no hay nada mejor que
hacer que se divierta y lo pase bien o infringirle dolor (de cualquier tipo)
como consecuencia no deseada y directa de que no acceda a nuestros deseos. Una
auténtica paradoja de la naturaleza humana, que teniendo la posibilidad de
hacer pasar un buen rato al prójimo, en muchas ocasiones (demasiadas quizás) opte
por el plan B. Quizás por ello decidimos llamar al sentido común de esa forma,
aunque en muchas ocasiones se trate del menos común de los sentidos.
Hablando
del sentido del humor, no puedo dejar de mencionar a otro de mis Maestros. El
no menos genial Alonso Pulido, que ha desarrollado y puesto en práctica el
concepto de “ahumor” (amor+humor) como forma de vida. Retomando el sentido del
ridículo, del que ya avanzábamos que se movía en sentido contrario al del
humor, Alonso muestra como permanente indumentaria un chalequillo de llamativos
rombos multicolores. Cuando algunas personas con un sentido del ridículo
bastante más desarrollado que el del humor se asombran, critican o incluso
rechazan el uso del chalequillo, Alonso siempre argumenta, con un exquisito
sentido del humor (y también con una educación innegable) que la principal
diferencia con ellos es que él es capaz de llevar esa prenda, mientras que la
gran mayoría de estos interlocutores no tienen la posibilidad ni la libertad
para hacerlo. Yo me siento muy orgulloso de haberme colocado el chalequillo en
alguna de las mágicas sesiones de formación que organiza.
En
mi caso concreto el paso de los años arrastró las grandes dosis de timidez y
sentido del ridículo que rebosaba en mis años más mozos. Se llevaron
enganchados la mayor parte de mis cabellos, pero es un efecto colateral que he
pagado encantadísimo, y que volvería a pagar sin dudarlo lo más mínimo. En
cuanto al sentido del ridículo siempre digo que mientras que lo que haga no
atente contra los derechos de los demás y no haga daño a nadie, si encima soy
capaz de arrancar aunque sea una simple sonrisa bienvenido sea. Deberíamos
aprender a relativizar más y ser menos
“serios”. Total, en cien años, todos calvos (algunos antes…)
La
risa es el principal efecto directo del sentido del humor. Tiene un indudable y
contrastado efecto positivo en nuestras vidas. Decía el insigne Freud, padre
del psicoanálisis entre otras cosas, que la risa elimina la energía negativa
del organismo. El córtex cerebral libera unos impulsos eléctricos que hacen que
en menos de un segundo de liberar la risa, los pensamientos negativos queden
bloqueados. Hablando de frases, un curioso proverbio escocés dice que la
sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz. Más que acertado además
en los momentos que vivimos. Rebuscando por la web, he encontrado este decálogo
de efectos beneficiosos de la risa, que no he podido dejar de compartir:
· Mejora la tolerancia al dolor, debido a la
generación de endorfinas. Estudios confirman hasta un 10% de mayor resistencia
al dolor en personas que ríen habitualmente.
·
Combate el estrés. Además de endorfinas, también
se generan dopaminas y se reducen los niveles de cortisol.
·
Mejora el sistema inmunológico y previene
enfermedades, también porque al reducir el cortisol se liberan unos anticuerpos
llamados citoquinas.
·
Mejora el funcionamiento del sistema vascular.
Estudios científicos revelan que las personas que han sufrido infartos suelen
reír en promedio un 40% menos.
·
Genera un efecto antidepresivo, al reducir el
estrés, la tensión y la irritabilidad.
·
Mejora la respiración, al vaciar los pulmones,
como ocurre con las respiraciones profundas.
·
Mejora las relaciones sociales. Al ser
contagiosa, ayuda a los demás a relajarse y a alinearse con nuestro estado de
ánimo.
·
Favorece la quema de calorías, elevando hasta un
10% el gasto calórico y la frecuencia cardiaca.
·
Mejora la memoria, mediante un efecto de mejora
del aprendizaje y el recuerdo retardado.
· Fomenta una buena salud mental. Al reírnos de
nosotros mismos (en relación con el sentido del ridículo que hablábamos antes)
nos aceptamos tal como somos, ayudándonos a relativizarlo todo.
Y como cosecha
propia, creo que reír nos hace más bellos, aunque sea interiormente. Las
neuronas espejo, que controlan el mecanismo cerebral de la empatía, son
decisivas a la hora de dar significado a la expresión risa contagiosa. De
hecho, esta evidencia científica es utilizada por algunos cómicos, que se ríen
para provocar el mismo efecto en su público. Si mi teoría sobre la belleza es
cierta (que todavía no he encontrado prueba en contra) y todos nos contagiamos
de nuestras risas haremos sin duda de este mundo un lugar más bello para vivir.
Hablar de
risas en mi vida es hablar ineludiblemente de mi hijo Pablo. Suya es la foto
que acompaña a esta publicación. En un momento y un lugar donde las risas son
claras protagonistas, como es el Carnaval de Cádiz. Como ya publicaba hace un
año, además de ser la chirigota el ejemplo prefecto de organización de alto
rendimiento, las risas que provoca generan todos los efectos positivos
descritos antes (y alguno más). Yo este año he tenido la oportunidad de vivirlo
en primera persona, y doy buena fe de ello.
Gracias por su
tiempo. Rían hasta que se os desencajen las mandíbulas y hasta que los
abdominales se bloqueen por el dolor. Nos vemos en Marzo. Gracias.