Comparto
hoy una publicación extraordinaria en mi blog para comentar y celebrar mis
primeros cien días en Minifunkids. No sé muy bien cómo esta idea llegó a mi
mente, pero sobre todo no sé cómo fue capaz de destacar entre la infinidad de
ideas que lo hacen diariamente. Quizás porque 100 días es una cifra redonda. Me acordé del genial
cuento del Círculo del 99 de Jorge Bucay, que no destriparé hoy porque seguro
que me da para una futura publicación. 100 días en los que mi vida ha dado un
cambio espectacular que como dice mi amigo Alonso, merecía la alegría
compartir.
Si tuviese que resumir estas 2.400 horas en una sola palabra, no tendría ninguna duda. Escogería la palabra “gracias”, una de mis favoritas. Gracias por todo lo que he vivido en estos cien días, por las personas que se han cruzado en mi camino como últimos fichajes a mi álbum de la vida, y también gracias a aquellos que ya aparecían pero que han cambiado su demarcación e incluso su camiseta para jugar un papel aún más relevante. Pero una sola palabra creo que no sería suficiente para expresar todo el agradecimiento que siento. Así que pensé en escribir una publicación extraordinaria para poder compartirlo. A la hora de estructurarla, un “reel” de Instagram (perdonad el anglicismo, pero es uno de los efectos colaterales de haber “rejuvenecido” en esta nueva aventura) me mostró un señor de edad madura dando tres sabios consejos sobre la vida. Las tres frases me parecieron una forma muy original de hacerlo.
v Rodéate de personas cuyos ojos se iluminen cuando te ven llegar.
Las personas
han jugado un papel fundamental en esta nueva temporada de la serie de mi vida,
como no podía ser de otra forma. Lo de la luz en los ojos es bastante gráfico.
Por razón de mi hoy perdida timidez, siempre he encontrado serias dificultades
a la hora de mirar a la gente a los ojos. Lo veía como una especie de
intromisión en su intimidad, pero ahora me doy cuenta de que en realidad era
una barrera para proteger la mía. Hoy, casi sin timidez y sin intimidad, me
encanta disfrutar del brillo en las miradas de los ojos de las personas.
Y estos cien
días los he podido vivir gracias al brillo de todos los que han iluminado mi
camino con sus ojos. Por orden de aparición, como en los créditos de las
películas, tengo que comenzar por dar las gracias a mi familia, a mi mujer,
María, y a mis hijos Daniela y Pablo. Ellos fueron los primeros que iluminaron
sus miradas y sonrisas cuando les planteé la posibilidad de cambiar de trabajo
y me animaron sin dudarlo a pesar del riesgo que podría entrañar. Ya conocían a
Minifunkids y a María Jesús desde antes y seguro que la luz en los ojos de
María Jesús también los había hipnotizado. Porque si algo derrocha María Jesús
es luz. En estos cien días, las decenas de veces (casi cien sin temor a equivocarme
mucho) que la he escuchado contar la historia de Minifunkids he podido vivir en
primera persona como la luz que rebosan sus ojos cuando habla de sus niños
hipnotiza a todo el que se cruza en su camino. Con esa luz no era posible decir que no a este sueño.
Pero
Minifunkids no es sólo María Jesús. Además de su CEO y fundadora, que no es
poco, Miguel, Juandi, Alejandro, Alberto y todos los que de una u otra forma
colaboran en el proyecto, también iluminan sus ojos cuando hablan de
Minifunkids.
Esa luz se
extiende a los socios, que vieron luz también en la posibilidad de ayudar a niños
con diversidad funcional y fueron fundamentales para que el sueño se fuese
haciendo realidad. Para cerrar este círculo, la luz de José María, mi Amigo con
Mayúsculas (Hermano no de sangre con Mayúsculas también) que fue quien actuó de
alineador de astros para que esto
saliese adelante. Por si fuese poco, mi Hermano (este de sangre) formó
parte de ese equipo que junto a María, Jesús y Paco nos permitieron que les
“okupásemos” su despacho durante los primeros meses. A pesar de haber irrumpido
en sus vidas, iluminaban sus ojos cuando nos veían llegar. Los echamos de
menos.
En este
ejército de iluminadores no podemos olvidar a todos los mentores, formadores y
otros colaboradores que nos hemos encontrado por el camino y que han
intercambiado sus valiosos consejos a cambio de la luz de Minifunkids. No
queremos olvidar a ninguno de esa larga lista que conforman Jose, Pablo,
Paloma, los “Carlos”, Bassem, Beatriz, Enrique, y todos a los que no he tenido
el gusto de conocer pero también iluminaron el camino de María Jesús con el
brillo de sus ojos.
Y no podemos
finalizar este apartado sin destacar el brillo de los ojos de los niños, esos
niños que son nuestro verdadero porqué y en los que hemos puesto la esperanza y
nuestro esfuerzo para que con el uso mágico de la realidad virtual y con la
iluminación que sus ojos generen dentro de esos visores podamos ayudarles a
mejorar su calidad de vida, haciendo de este mundo un lugar más inclusivo,
diverso y visible.
Cerrar este apartado sin hablar de mi amigo Cristian sería imperdonable. Si alguien es ejemplo de luz en sus ojos es precisamente él. Por eso cada vez que tenemos ocasión contamos con él como imagen para unos flyers en la MWC, o como protagonista de un vídeo de agradecimiento en la diapositiva que cierra la mayoría de nuestras presentaciones.
v Lentamente es la forma más rápida de llegar a dónde quieres estar.
v La cima de una montaña es la base de la siguiente, así que sigue subiendo.
Dice un
proverbio africano que si quieres caminar rápido vayas solo, pero que si
quieres llegar lejos, lo hagas acompañado. Ya dejamos claro en el punto
anterior que nuestro caminar debía ser lento pero firme. En este aclaramos que
nuestro objetivo es llegar lejos, muy lejos. Que el viaje sea largo y dure lo
máximo posible. Que creemos un Minifunkids tan sostenible y sólido que seamos
capaces de ayudar a muchos niños. A mientras más mejor. Así que toca ir acompañado
de gente a las que les brillen los ojos, con paso firme y seguro. Porque una
vez lleguemos a dónde queremos estar, el camino no se habrá terminado. De hecho
es ahí donde comenzará el verdadero camino. Este tercer consejo precisamente se
habla sobre esto. Cuando creemos haber alcanzado la cima, tenemos que tomar
conciencia de que la cúspide tan sólo es la base de la siguiente montaña que
nos aguarda, así que debemos seguir subiendo.
En esta subida
permanente no puedo dejar de subir sin recordar las sabias palabras de mi
padre. Él hablaba de que la vida era una escalera. De que a veces tocaba ir
cuesta abajo, casi frenándote, pero que otras veces tenías que subir y apretar
porque los escalones se hacían insalvables. Y que cuando bajases fueses amable
con los que en esos momentos sufrían la subida, porque algún día tú ocuparías su lugar
y puede que los que hoy estaban sufriendo mañana disfrutarían de la bajada. Y
al final la vida te iba a devolver lo que tú le dieses a ella. Una lección
brutal, como todas las que me regaló sin necesidad de haber pisado nunca una
universidad. La otra que más utilizo es la de que fuese siempre el mismo, fuese
donde fuese y estuviese con quien estuviese. Lecciones fáciles de enunciar y
comprender pero difíciles de poner en práctica, como la de los verdaderos
Maestros.
Con este
privilegiado material genético hoy tengo la suficiente experiencia como para
tener la posibilidad de usarla a mi favor. Paradójicamente, a mi edad me
encuentro jugando en una Champions para jóvenes, donde la mayoría son
emprendedores de startups que podrían ser incluso mis hijos. A pesar de ello,
he sido más que bien recibido y en ningún momento he sentido rechazo a la
llamada generación de plata, además de por mi falta de canas, posiblemente por
que contemos con la inclusión y con la diversidad como dos pilares de nuestro
proyecto.
Tenemos muy
claro que no todo serán días de vino y rosas, ni achuchones en la espalda ni
alfombras rojas por las que desfilar. Llegarán las espinas, los inconvenientes,
las subidas interminables, y ahí es donde debemos mantener la luz en los ojos y
recordar por qué comenzamos, cuál es nuestro propósito y nuestra motivación. El
otro día escuchaba en una conferencia que los dos secretos del éxito en la vida
son ilusión y voluntad. Ahora mismo nuestros depósitos rebosan. Vigilaremos que
no se vacíen. Reponerlos será una de nuestras tareas principales.
Gracias por invertir
vuestro tiempo en leer esta reflexión, quizás un poco más larga de lo habitual.
100 días no son nada. Lo importante es el día de hoy. Y cuando pase, el de mañana, que se
acabará convirtiendo en hoy también, a vivirlo a tope. Día a día. Trocito a
trocito. Partido a partido.