domingo, 19 de mayo de 2024

TRABAJANDO EN EQUIPO

 De las muchas definiciones de equipo que hay por ahí rodando hay una que me gusta especialmente. La de que es  “un pequeño grupo de personas” con habilidades complementarias, comprometidas con un propósito común, y con un enfoque por el que se sienten solidariamente responsables. Lo de habilidades complementarias y lo de responsabilidad solidaria nos define a la perfección. Pero donde nos sentimos verdaderamente EQUIPO es en lo del compromiso con el propósito común.  En lo de mejorar la calidad de vida de niños con neurodiversidad y con diversidad funcional. Ahí nos hemos montado en un cohete con el que soñamos con llegar muy alto. Pero el EQUIPO no está formado sólo por los tres personajes que la IA ha sido capaz de caricaturizar. Hay tanta gente detrás empujando que ni la casi infinita potencia de la IA podría con ello.

En el panorama actual dinámico, competitivo  y cargado de incertidumbre, la capacidad de cultivar un equipo cohesivo e impactante es crucial para el éxito. Hablábamos de IA. ¿Podrán las máquinas alguna vez llegar a formar equipos? Desde mi ignorante y modesto punto de vista creo que no. Porque además de lo que decíamos antes en la definición, un equipo es…

👉🏽1. Visión y propósito compartidos: 🧭🌍

La visión y el propósito son el mejor pegamento de cohesión en un equipo. Y cuanto el propósito es tan elevado como el nuestro, el pegamento es muy difícil de romper. 

👉🏽2. Perspectivas y experiencia diversas: 🧠🤝🧩

En nuestro caso las edades, las circunstancias, las experiencias garantizan una diversidad de pensamiento que genera diferentes puntos de vista, necesarios para conducir a soluciones creativas e innovadoras.

👉🏽3. Comunicación y colaboración efectivas:💬📡🤝

La comunicación es el alma de cualquier equipo. El ser pequeños al principio supone una verdadera ventaja en este sentido. Algo que debemos mantener cuando seamos grandes.

👉🏽4. Confianza y respeto mutuos:🤝👍🏽😄

La confianza y el respeto son los pilares que sustentan la estructura de un gran equipo. Todos confiamos en todos y nos respetamos, generando un ambiente donde sentirse valorado es fundamental para dar lo mejor de cada uno cada día.

👉🏽5. Aprendizaje y crecimiento continuos:📖📈💡

El estar en un sector tan innovador como el nuestro nos hace ser humildes y conscientes de que como decía Sócrates “sólo sabemos que no sabemos nada”. Tenemos un infinito camino de aprendizaje y crecimiento por delante que no deja de crecer día a día con los inagotables avances de la tecnología.

👉🏽6. Pasión por la excelencia:🏆🔥💯

Muy relacionado con el propósito. Mejorar la calidad de vida de niños con diversidad funcional no deja espacio para medias tintas. Somos conscientes de que lo perfecto no existe, pero buscamos ser un poco mejor cada día.

👉🏽7. Sentido del humor:😂🎊🥳

Alejandro Casona (y mi compadre también) decía que «No hay ninguna cosa seria que no pueda decirse con una sonrisa». Uno de nuestros objetivos es normalizar la diversidad, eliminar las barreras y sustituir las emociones que habitualmente genera. Nada de lástima, y muchas risas porque en definitiva son niños. El sentido del humor no está para nada reñido con la profesionalidad. Una atmósfera positiva fomenta el sentido de pertenencia, mejora la cohesión del equipo. Como muestra la imagen que acompaña a la publicación.

👉🏽8. Compromiso con la responsabilidad social:🌎🤝☘️

Otro punto que afortunadamente llevamos en nuestro ADN gracias a nuestro propósito. No hay mejor motivación que tener un impacto positivo en el mundo. Confucio decía «Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida». Si además de gustarte, le encuentras un sentido, podrás completar el círculo.

Un gran equipo no mucho más que un grupo de individuos, es una fuerza colectiva capaz de  transformar los sueños en realidad.

Por eso no creo que las máquinas vayan a poder crear equipos en el futuro.

Gracias una vez más  a todos los que estáis acompañándonos y que formáis parte de nuestro amplio Equipo. Sabéis muy bien quienes sois.

María Jesús Garrido Sánchez, gracias por haberme enseñado a ver el mundo a través de esas gafas.

Miguel Lopez gracias por darle forma.

En #Minifunkids #CreemosEnLaNeurodiversidadCreamosParaAvanzar

#TrabajoEnEquipo #Colaboración #Diversidad #Liderazgo #Cultura #Excelencia #Éxito




martes, 14 de mayo de 2024

EL CÍRCULO DEL 101

           Tomo prestado parte del título de uno de los geniales cuentos del gran Jorge Bucay que tanto me ayudaron en el pasado. En el círculo del 99, al que algún día debería dedicar una publicación completa, un joven ve cómo se arruina su vida al encontrar una bolsa con 99 monedas de oro. Noventa y nueve, y  no cien. Un experimentado maestro le deja el regalo, consciente de que el joven se preocupará más por encontrar la moneda que presuntamente le falta que por disfrutar las 99 que ha recibido. Porque pensamos que 99 no es un número redondo. Porque pensamos que 100 sí lo es. Y vivimos presuponiendo que la vida es tan perfecta como redonda.

          Los 101 son mucho más que una carrera. Al contrario de lo que decía el cuento de Jorge, no le sobra ni le falta nada. 101 son los kilómetros que la Legión conmemora como recuerdo de la gesta protagonizada por unas unidades legionarias que no dudaron en hacer gala de su Espíritu de Marcha y recorrieron esa distancia entre el frente y Tetuán para socorrer a la Ciudad de Melilla.

           Mi historia con los 101 viene de muy atrás. De hace casi 20 años. Por aquel entonces, además de joven, era más imprudente que hoy. Después de haber completado la peregrinación a Santiago de Compostela en bicicleta de montaña junto a mi amigo Isidro, pensé que haber recorrido mil kilómetros por la Ruta de la Plata equivaldría a hacer diez veces esta prueba. Me apunté al año siguiente, en unos años en los que aún no existía la locura que supone hoy conseguir dorsal. Y junto a mi otro amigo Javier nos inscribimos. A última hora, un problema de salud en casa impidió que me desplazase a Ronda. Javier sí  lo hizo, y sus comentarios me “acongojaron” tanto que decidí que no haber ido había sido un regalo del destino. No volví a intentarlo. Hasta que años después el deporte volvió a mi vida disfrazado de triatlón y de carreras largas. Hacer los 101 era una de las cosas que rellenaban esa lista eterna de cosas que hacer antes de morir. Una lista que, a pesar de que cada vez soy más viejo, cada vez recoge más cosas…  Año a año me preinscribía y cuando llegaba el momento del “sorteo”, con varios dispositivos “a la misma vez” golpeaba una y otra vez las teclas del ordenador o la pantalla del móvil (o las dos) esperando que alguna vez la pantalla me devolviese el mensaje de que había obtenido plaza. Pero no podía ser. Y este año, cuando menos fe tenía en conseguirlo, cuando sólo probé con el ordenador y de forma casi apresurada porque quería irme a desayunar con María, el destino me regaló una plaza, primero en MTB (lo que casi me provoca una decepción mayor que cuando no la conseguía) para aclararse posteriormente el error de la plataforma y confirmarme que estaba inscrito como marchador.  

Ese domingo 21 de enero comenzaba oficialmente mi andadura hacia esta edición. Es la primera parte de esta aventura. La de ponerse en su línea de salida con un dorsal, que visto lo visto, tiene casi tanto mérito como la de cruzar la línea de meta dentro del horario establecido.  A cuatro meses vista quedaban muchos deberes por hacer. En poco menos de un mes tenía mi cita anual con la maratón de Sevilla, donde volvería a correr con mi amigo Cristian en un evento que repetiré mientras mi salud me lo permita. Con el fondo acumulado necesario para esta prueba y tras haberme medianamente recuperado de la misma, comencé a introducir caminatas cada vez más largas para acostumbrar a mi cuerpo, pero sobre todo a mi mente, a ese ritmo de carrera. Aproveché el traslado de nuestras oficinas de Minifunkids a la Ciudad del Conocimiento de Dos Hermanas para caminar la distancia desde mi casa (4,5 kilómetros) hasta en dos trayectos de ida y vuelta diarios. Esos dieciocho kilómetros diarios (aunque de forma intermitente) se unían a otros entrenamientos, especialmente los fines de semana, haciéndome superar la barrera psicológica de los cien kilómetros a pie (que no corriendo) por semana. Algo que para muchos será una anécdota, pero que para mi estilo de vida y mi edad supone un verdadero reto.

           Superada la fase de entrenamiento y preparación, que es bastante más dura que la de la carrera en sí, me presenté en Ronda el amanecer del sábado 11 de mayo. Dispuesto a disfrutar, a pasarlo bien, a dejar el tiempo encerrado en el reloj y a vivir la experiencia. Viaje de ida esa misma mañana en coche con Jesús y con David, que ya iba por su tercera edición, con los nervios propios de la situación. De todas formas tengo que reconocer que con el tiempo han cambiado un poco las sensaciones que vivo cuando me enfrento a una prueba de estas características. El nerviosismo descontrolado con el que me enfrenté a mi primera Maratón en Milán en 2012, o a mi primer Ironman en 2013, se ha convertido en cierta prudencia, e incluso algunas veces en un exceso de calma tensa que se podría confundir incluso con falta de motivación. Es verdad que estas locuras, por cuestiones logísticas, siempre las llevo a cabo sin la participación de mis Capitanes de Carros de Fuego, y es algo cada vez más difícil de gestionar. De todas formas, basta con sentir el pistoletazo inicial para comenzar a vivir la aventura y a disfrutarla, de una forma que quizás no la hacía antes. Ser más prudente y medir más los riesgos me permiten experimentarla en otra dimensión. Una dimensión que como siempre excede la puramente deportiva. Enfrentarte a estos retos te proporciona unas herramientas y habilidades difíciles de obtener de otra forma. La fuerza de voluntad, la resiliencia, la determinación, la actitud, el compañerismo… son valores que salen reforzados de estas pruebas y que se hacen parte de tu ADN para afrontar otras situaciones de la vida. No hay pitch, reunión de negocios o proyecto que parezcan insalvables cuando has completado 101 kilómetros por la serranía de Ronda en menos de 24 horas.

        Si a todo lo anterior le sumas que has completado la prueba en compañía de muy buenos amigos, Jesús Rey (más bien casi hermano, o primo, porque desde muy pequeñito ha formado parte de mi familia, aún sin compartir apellidos), Juan Luis Muñoz (con quien he tenido el placer de compartir aventuras deportivo solidarias maravillosas gracias a su #RetoPichón) y a los amigos sanluqueños Alberto y Rubén (a quienes también considero mis amigos, porque como decía aquella canción de mi juventud, los amigos de mis amigos son mis amigos) la experiencia es máxima. Soy consciente de que mi aspecto social es una de mis muchas facetas que necesitan mejorar, como las notas de los niños. Mi apretado ritmo de vida hace que dedique a mis amigos mucho menos del tiempo del que debería. No todos pueden acompañarme en estas locuras, pero con los que tengo el lujo de compartir este tiempo (poco más de veintiuna horas y media para ser exactos en esta edición) intento compensar un poco.

         No voy a entrar mucho en detalles deportivos, porque tampoco creo que sean los más importantes. Durante esas horas hemos reído (mucho) hemos estado a punto de llorar en más de una ocasión (incluso alguna que otra lágrima se ha escapado por ahí), hemos disfrutado y sufrido a la vez, como en la vida misma. Esas horas me han vuelto a enseñar el verdadero significado de palabras como amistad, compañerismo, fuerza, honor, determinación, respeto, resiliencia, voluntad... Me han hecho conocer a mi amigo “Paco de Tarragona” un “cientounero” mayor que yo y con bastantes ediciones a sus espaldas. Él me regaló su crema para las rozaduras sin conocerme de nada, y con él mantuve una más que animada conversación durante casi la última hora que nos llevó hasta el Cuartel. Un Cuartel repleto de legionarios que mostraban una solidaridad y amabilidad sin límite con todos los participantes que llegábamos hasta ese punto que rompe la carrera en dos, la parte fácil que acabábamos de dejar atrás (70 kilómetros de calentamiento) y la parte complicada que nos quedaba por delante (31 kilómetros que debían llevarnos hasta la mágica meta de Ronda).  Me han recordado que las mejores experiencias no se planifican, y así me han regalado unos 30 últimos kilómetros finales inolvidables junto a mi amigo Juan Luis Muñoz Escassi (sí, el del incombustible reto Pichón) que me ha hecho vivir momentos repletos de magia. Sin separarnos más de un par de metros uno del otro, porque entre otras cosas mi frontal no era capaz de iluminar ni la pantalla de mi reloj, y recorrer ese terreno a oscuras era más que una temeridad. Kilómetros de silencios eternos, tan sólo rotos por el ritmo de nuestra entrecortada respiración y por el rítmico golpear de los bastones en el suelo, de conversaciones trascendentales y de miradas cargadas de significado. Me ha hecho sentirme parte activa de su #RetoPichón, que este año colabora con Sisu, la Asociación Andaluza de Cuidados Paliativos Pediátricos. Con el lema de “Aire”, busca aportar fondos a esa asociación que permitan a esos padres respirar para seguir cuidando. Esta prueba iba dedicada a Adrián, un nombre que tuvimos que invocar en más de una ocasión para que nos diese fuerza para seguir.

En tantos kilómetros los fantasmas han llegado a mi mente en más de una ocasión, pero como puse en su día en mi anterior publicación en redes sobre esta prueba, cuando tuve la tentación de rendirme inmediatamente pensé en porqué había comenzado esto. Esos 101 nombres (imaginarios e ideales) de niños a los que ayudar desde Minifunkids eran la mejor motivación posible. Tenía que llegar a esa meta y desplegar esa bandera por ellos. Cuando lleguen las curvas en el camino, que tendrán que llegar, acordarme de este momento será una inyección de moral de incalculable valor.

Me cuesta trabajo cortar pero no quiero que a los posibles lectores de esta publicación se les haga más larga que mi aventura en los 101. No quiero que falte ni que sobre nada. Si acaso, finalizar con una petición para que os intereséis en lo que significa el Reto Pichón y que colaboréis en la medida de lo posible. La causa lo merece.

           Gracias infinitas a todos. Cada día tengo más claro que esto es un tema de equipo. Causalmente el otro día llegaba a mi correo una imagen motivadora en la que decía que el éxito es un deporte de equipo. En soledad no hubiese sido capaz ni de inscribirme a la prueba. Ahora tengo otra locura entre ceja y ceja (en el poco espacio que me queda libre). Aunque no depende de mí, y es hasta más complicada que la meta que acabo de cruzar, me pongo con ello. El día que deje de tener ilusiones y sueños por cumplir, dejaré de vivir. Por cierto, ahora ya puedo decir que soy “cientounero”. El 101 es un número completo. No le sobra ni le falta nada. Este  mes la foto adjunta tampoco necesita muchos comentarios. Después de casi 22 horas caminando se puede seguir siendo feliz. Gracias.