Un año más
llega el momento de la publicación del mes de julio. Ésa con la que me hago un
año mayor, más sabio, o con la que completo una nueva vuelta al sol, como se ha
puesto de moda decir últimamente.
Este año la
celebración será muy especial, y no me refiero al evento. Siempre me gusta
decir que el mejor cumpleaños es siempre el último, porque es sobre el que se
cierne la amenaza de no vivirlo. Los anteriores los damos ya por descontados.
Así que cuando llega el momento de soplar las velas es siempre un motivo de
celebración. Mirar hacia atrás me lleva
todos los años a realizar un ejercicio de reflexión pero sobre todo de
agradecimiento por haber llegado hasta aquí. Ya he puesto imaginariamente seis
veces la vela con el número cuatro en segundo lugar en mis tartas.
Imaginariamente digo, porque las dos primeras ni los vi. En casa no éramos muy
de tartas, ni por tanto de velas. Ya a los veinticuatro las tartas y las velas formaban parte de estas
celebraciones, por lo que en realidad el cuatro lo he colocado catorce veces,
diez en primera posición marcando las decenas (en mi década de mis cuarenta) y
cuatro como acompañante de las unidades. Y dejando atrás estas consideraciones
matemáticas, una de las cosas que más me llama la atención en este ejercicio de
reflexión es lo distinto que es el Antonio de hoy del que ha ido soplando las
velas con el número cuatro años atrás. Tampoco es cuestión de descubrir si
mejor (como los vinos) o peor (como dirán otros). Este año sí puedo decir que
llego a este punto más feliz, más completo que otros años. Con mis hijos
comenzando a volar solos y buscando su camino en la vida, disfrutando todavía del
deporte, con un trabajo que me apasiona y que me hace ser feliz, algo que jamás
pensé que ocurriría ya a estos años, no puedo dejar de pensar en dar gracias a
la vida, que me ha dado tanto. A pesar de que soy consciente de que ya hace bastantes
años que le di la vuelta al jamón, y que me quedan menos cumples que celebrar
que los que ya he celebrado, mi lista de cosas que hacer antes de irme es cada
vez mayor, y mis ilusiones por seguir aprendiendo cada día aún permanecen
intactas, incluso me atrevería a decir que han crecido algo en comparación con
mi pasado.
Y a pesar de
que el “Antonio V54” presenta tantas diferencias con sus versiones anteriores, en
esencia no deja de ser el mismo. Es diferentemente igual o igualmente diferente
a ellos, una expresión que me gusta usar todos los veintiuno de marzo cuando
desparejo mis calcetines e incluso mis botines, como una gráfica forma de
visibilizar el día mundial del Síndrome de Down. Una expresión que ya forma
parte de mi día a día. Cuando tuve la fortuna de cruzarme en mi vida con los
Capitanes de Carros de Fuego, unas palabras cuyo significado creía conocer se
transformaron y comenzaron a formar parte de mi diccionario particular:
inclusión, diversidad y visibilidad. Las tres palabras que pronunció el gran
Jesús Vidal en la ceremonia de entrega de su tan merecido Goya.
Minifunkids
nos permite en el día a día aportar nuestro humilde granito de arena para
mejorar la vida de estos chavales con diversidad funcional. Vivir con este
propósito me ha permitido sentirme diferente a cómo me sentía antes, aunque sin
perder la esencia porque tengo claro que sigo siempre el mismo. ¿Qué ventajas
tiene dar visibilidad a la diversidad para practicar una inclusión real? Entre
otras, las siguientes:
µ
Conocimiento y comprensión. Normaliza la
presencia de personas distintas a lo que entendemos por iguales, mejorando
nuestro conocimiento y comprensión de experiencias y perspectivas diferentes.
µ
Eliminación de prejuicios. La variedad ayuda a
eliminar juicios preconcebidos, construyendo una visión más justa y equitativa
de la sociedad.
µ
Empatía y respeto. La visibilidad fomenta este
tipo de valores, creando un ambiente más tolerante e inclusivo.
µ
Inspiración. Estas personas pueden ser fuente de
inspiración y motivarnos a ser mejores personas.
µ
Innovación y creatividad. Abrazar la diversidad
favorece generar nuevas ideas y soluciones creativas, más allá de nuestra
habitual zona de confort.
µ
Reducción de la discriminación y el acoso.
Normalizar y visibilizar la diversidad favorece la reducción de conductas
discriminatorias.
µ
Mejores personas, mejor sociedad. Fomentar la
inclusión de la diversidad nos llevará a crecer como personas, lo que al final
redundará en beneficio de la sociedad.
Y para
acompañar esta publicación no he encontrado mejor fotografía que esta imagen
magistralmente captada por mi amigo Miguel López que me pilló en plena faena
delante de la pantalla que emitía una frase tan mágica como cargada de significado:
“La igualdad nace de la libertad y el derecho a ser diferente.” Esta frase
preside una de las paredes del Centro Social de Guadalcacín donde el colectivo
“Guadiversa” lleva a cabo actividades que fomentan la convivencia y el
desarrollo personal y social. Allí estuvimos no hace mucho con estas
maravillosas personas que nos demostraron una vez más que todos somos
igualmente diferentes, o diferentemente iguales, lo que más nos guste.
Muchísimas
gracias por todo. Amenazo con volver el mes que viene, el mes de vacaciones para
la mayoría, y seguir así por lo menos hasta que ponga el cinco doble en la
tarta.