martes, 10 de septiembre de 2024

LA INJUSTICIA DE LA JUSTICIA

       Escribo este mes un poco alejado del tono positivo y alegre que intento utilizar en todas mis publicaciones. Este mes, el del arranque del curso escolar para muchos y del año no natural para muchos otros, lo hago entre desencantado, indignado y lamentablemente no sorprendido por lo sucedido recientemente en los juegos de París.

Para aquellos que no sepáis de lo que hablo (complicado) hago alusión al desafortunado incidente ocurrido durante la celebración de la prueba de la Maratón en los pasados Juegos Paralímpicos de París. En la Maratón clase T12 de personas con diversidad visual (todavía me sigue chirriando al oído lo de discapacitado visual), nuestra representante, Elena Congost fue descalificada y desposeída de su medalla de bronce por soltar la cuerda que la une a su guía dos metros antes de cruzar la línea de meta, precisamente para asistirlo y  evitar que se cayera al tropezar por el cansancio acumulado durante toda la prueba. La norma infringida, concretamente el artículo 7.9.5, descalifica a cualquier atleta que suelte la correa antes de cruzar la línea de meta, algo que debe tener todo el sentido del mundo y evitar que algún atleta obtenga la más mínima ventaja sobre sus adversarios, en línea con la misión del COI, que es promover el Olimpismo en todo el mundo y liderar el Movimiento Olímpico. Su guía y parte imprescindible del equipo Mia Carol, estuvo a punto de darse de bruces con la alfombra azul como consecuencia de los calambres que lo venían azotando en una prueba tan exigente como ésta. Elena lo evitó, a costa de soltar la cuerda durante unos segundos y dejar escapar con ello la posibilidad de ser medalla de bronce. De entre todas las noticias que he leído lo que más me han impresionado han sido sus declaraciones sobre la causa de la descalificación “por ser persona y ayudar a su guía” y sobre cómo ha tenido que explicarlo a sus hijos.

Los hijos (Arlet, Abril, Ona y Lluc) de Elena juegan un papel importante en esta historia. Fue medalla de oro en los Juegos de Río en 2016 en esa misma prueba. Decidió retirarse momentáneamente de su carrera deportiva para tener cuatro hijos y poner todas sus ilusiones en volver a disputar una prueba de este calado en París. Cuando pocos creían en ella logró la mínima para clasificarse precisamente en la Maratón de Sevilla, con más de seis minutos de margen. Cuando pocos daban un duro por ella, como diría aquél, se plantó en París y aún con una ventaja de más de cuatro minutos sobre la cuarta clasificada, se vio desposeída de su medalla de bronce.

Una decisión tan injusta como surrealista. Para los puristas, las normas están para cumplirlas, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. Pero ¿no admiten ningún margen de flexibilidad?  

La primera función del COI, como reza en su web, es alentar y apoyar la promoción de la ética y la buena gobernanza en el deporte, así como la educación de los jóvenes a través del deporte, y dedicar sus esfuerzos a garantizar que, en el deporte, prevalezca el espíritu de juego limpio y se prohíba la violencia. Hay diecisiete más, en la misma línea. Por más vueltas que le doy no soy capaz de entender cuál de ellas contravenimos al haber soltado la cuerda en contra del desgraciadamente famoso artículo 7.9.5.

Por otro lado, Pierre de Coubertin en su 'Ideario olímpico', como precursor de la filosofía del Olimpismo, enfatizó los valores de igualdad, justicia, imparcialidad, respeto a las personas, racionalidad, entendimiento, autonomía y excelencia, como paradigma del Movimiento Olímpico. Imagino que el juez o jueces que decidió o decidieron descalificar a Elena y a su guía, no tenía claro, entre  otras cosas, lo que significaba racionalidad y entendimiento. Si una de las importantísimas funciones del deporte es educar en valores, como bien sabe mi buen amigo Miguel López demostrándolo día a día con su Club La Moneda CF, me temo que la entrada en meta de nuestra compatriota Elena junto a su guía ha provocado el efecto contrario. Haber dejado caer a Mia, permaneciendo de pie y poniendo todos sus sentidos en mantenerse agarrada  la cuerda en lugar de ayudarle, le hubiese proporcionado una valiosa medalla de bronce, pero le hubiese robado la posibilidad de dar a sus hijos una lección inolvidable.

Ya en los Juegos de París habíamos vivido en primera persona la injusticia del deporte y de la vida en general con la lesión de nuestra querida Carolina Martín, que la privó de una más que segura medalla de plata (mínimo) cuando su rodilla saltó en pedazos mientras tenía totalmente encarrilado el partido de semifinales que estaba disputando. Pero hay una pequeña diferencia entre ambas injusticias. La primera ha sido provocada por una decisión humana (lo mismo atribuible a la omnipresente inteligencia artificial para evitar cargos de conciencia). La segunda fue fruto del azar, o de un mal gesto desarrollado por nuestra atleta, o de cualquier otra causa que no fue la decisión de un tercero.

Tengo mis dudas de si esa inteligencia artificial que tanto tememos y tanto dicen que amenazará nuestros puestos de trabajo actuales, hubiese tomado la misma decisión. Lo mismo hubiese sido capaz de ver más  allá del famoso artículo y de haber decidido en base a lo que muchos llaman el espíritu de la noma, o en base a los valores del barón de Coubertin.

La vida, como he defendido muchas veces, seguirá siendo bella por mucha injusticia que acarree a veces. Y personas como Elena y Carolina seguirán inspirándonos para ser mejores personas, a la espera quizás de que la decisión de un tercero por transgredir una norma tan ridícula como incompleta nos lleve a situaciones como la vivida. El deporte, afortunada o desafortunadamente no es más que un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Lo de Elena al final queda relegado a categoría de anécdota. La verdadera reflexión que deberíamos plantearnos es si las normas deben ser lo suficientemente rígidas para no admitir excepciones. Si no, corremos el riesgo de que delincuentes sexuales salgan a la calle, de que trabajadores que vuelven de una excedencia sean despedidos, o de que acosadores puedan cambiar de sexo para minimizar o evitar sus penas. O en el ámbito deportivo, que personas como Elena, pierdan una medalla que tanto merecían.

Este mes, en lugar de una foto, he decidido subir una imagen generada con inteligencia artificial, en honor y alusión a la falta de criterio usado en la toma de decisión por parte de una persona humana (como dice mi compadre), o de varias. También con un estilo de dibujos animados, porque aún me cuesta creer que no nos encontremos ante una escena de una película de ficción.

A continuación el enlace de noticia en Marca, el periódico deportivo de mayor tirada en España, con un enfoque más objetivo y periodístico.

https://tinyurl.com/ElenaCongostEnMarca