Comenzamos el año apurando el mes de enero para hablar de uno de nuestros compañeros inseparables de viaje, los problemas.
Una de las acepciones
de la RAE nos los define como un conjunto de hechos o circunstancias que
dificultan la consecución de algún fin. En su siguiente acepción, como disgusto
o preocupación, describe a la perfección las emociones que suelen despertar.
Los problemas
son esas molestas piedras en el camino que parecen inevitables y que nos encontramos
todos los días. Juanlu, mi antiguo maestro de Tai Chi Chuan al que ya he
mencionado en alguna que otra ocasión solía decir “que las piedras que te encuentres en tu camino sean los apoyos para
levantarte”. Visto así los problemas, más que ser evitados, deberían ser “utilizados”.
Mi amigo Alonso Pulido, a quién también menciono con cierta frecuencia suele
decir que “los problemas no se acaban
nunca. La buena noticia es que las soluciones tampoco”. Hace una metáfora
muy gráfica en la que compara nuestra evolución a lo largo de la vida al
aprendizaje de las tablas de multiplicar. Cuando ya parecemos tener controlada
la del uno, nos encontramos con la del dos, y después con la del tres, y
después… resulta que los números son infinitos.
La gestión adecuada
de los problemas requiere de una de las herramientas multiusos más útiles de
esta vida, nuestra famosa actitud. No podemos controlar la aparición de los
problemas, pero sí tenemos la actitud de decidir lo que hacemos con ellos. Si decidimos
usarlos como oportunidades para aprender, crecer y mejorar serán bienvenidos en
nuestra vida. De hecho, si miramos hacia atrás en nuestro camino ya recorrido,
podemos comprobar como nuestros mejores logros posiblemente vinieron precedidos
de problemas que por aquellos entonces parecían ser imposibles de solucionar.
En este sentido, Norman Vincent Peale, el creador del pensamiento positivo,
decía que “cada problema tiene en sí las semillas de su propia solución. Si no
tienes ningún problema, no obtienes ninguna semilla”.
Para
poder revertir el disgusto o la preocupación que pueda generarnos la aparición
de un problema podemos usar algunos consejos a modo de estrategia:
·
Adoptar una mentalidad de aprendizaje. Si nos preguntamos "¿Qué puedo aprender de
esto?" en lugar ¿Por qué me pasa esto a mí? tendremos mucho adelantado. Encontrarle
un sentido a la situación y confiar que en el futuro nos llevará a mejorar y a crecer
nos será de mucha utilidad. En la escuela de negocios con la que colaboro dicen
que un problema bien diagnosticado es un
problema casi resuelto.
·
Descomponer
el problema. La mayoría de las veces los problemas parecen imposibles de solucionar
porque nos boicoteamos a nosotros mismos otorgándole una importancia mayor que
la que tienen. Partir el problema en partes más pequeñas más fáciles de
solucionar también nos ayudará bastante. Recuerdo una frase bastante gráfica: “¿Cuál
es la forma de comerse un elefante?: A trocitos. No hay otra.”
·
Pedir ayuda.
Nadie dijo que los problemas deban resolverse en soledad. Contemplar otras
perspectivas o considerar los recursos de otras personas pueden ser claves en
la resolución de los problemas. Mi publicación del mes de octubre del año
pasado estaba dedicada íntegramente a la importancia de pedir ayuda.
·
Mantener la calma
y no perder los nervios. Un problema tratado con nervios incrementa su
importancia de forma directamente proporcional al tamaño de los nervios que le
apliquemos. Esta frase es de cosecha propia, pero por experiencia propia me
temo que tiene mucho de cierto.
Algunos problemas típicos que nos encontramos en nuestro día a día,
tanto diario como profesional, son los siguientes (la clasificación también es
de cosecha propia):
·
Medalla de oro: “No tengo tiempo”. Una de las frases más escuchadas como problemas
en boca de muchos. Si lo pensamos con objetividad, resulta que todos tenemos
las mismas 24 horas al día, aunque parece que cunden de forma diferente y a
algunos se le estiran mágicamente. El problema no es el número de horas, sino
como las prioricemos. Como dice el crack de Küppers, lo más importante en la
vida es que lo más importante sea siempre lo más importante. No priorizar y
decir que sí a todos es una fuente indudable de problemas.
·
Medalla de plata: “Todo me sale mal”. Otra frase típica que el gran Emilio Duró define
a la perfección como el resultado de un ego hipertrofiado. En una pizarra suele
pintar el planeta tierra para representarnos con un punto, y tras describir la
inmensidad del universo, concluye que somos totalmente insignificantes. Creemos
que todos los marrones nos caen a nosotros, pero no somos tan importantes como
para que el universo concentre todos los marrones en nosotros. Si crees firmemente
que te caen todos los marrones, es que los atraes. El marrón eres tú.
· Medalla de bronce: “Mi equipo, mi familia, mi… no cumplen mis expectativas”. Este problema nos permite un doble análisis. En primer lugar, si nos consideramos líderes, tanto a nivel personal como profesional, debemos recordar que se lidera con el ejemplo, con lo que hacemos y no con lo que decimos. Si nadie cumple, lo mismo es que no estamos dando el ejemplo adecuado. Y también tenemos que tener en cuenta el tema de las expectativas. Mantenerlas altas es también una forma de buscar problemas.
Albert Einstein, padre de la teoría de la relatividad, decía que “ningún problema puede ser solucionado desde el mismo nivel de conciencia en el que fue creado”. Tratándose de Albert, no es un consejo para desechar.
Cierro la publicación de enero con la misma frase con la que lo comencé. Que todos los problemas que te encuentres (piedras) sean oportunidades (apoyos) para crecer (levantarte), y que seas capaz de descubrirlo.
Nos vemos en febrero. Espero que no sea un problema esperar un mes hasta la próxima publicación.