Este mes debo la publicación a un Amigo muy especial, con quien me crucé en mis tiempos de estudiante hace ya muchos, muchos años. Tras bastante tiempo sin verlo coincidimos a la salida de un restaurante. Cuando me acerqué a su mesa se levantó y me regaló uno de los abrazos más sinceros y cargados de energía de los que he recibido en los últimos años. Aprovecho para reconocer que en el difícil pero a la vez reconfortante arte de abrazar soy casi un novato. Afortunadamente con los años creo que he sido capaz de superar la timidez casi enfermiza que me castigó durante años, lo que me ha permitido disfrutar de muchas cosas, entre ellos de los tan necesarios abrazos. Para ello he contado con la inestimable colaboración de mi hijo Pablo, que ha sido uno de los mejores Maestros en esta noble disciplina.
Al separarnos
del mágico abrazo me miró fijamente a los ojos para decirme que había comenzado
a correr la maratón de su vida, y que tenía ganas de contármelo por la
vinculación que me une con organizaciones como mi querida familia de la
Fundación Olivares. Aunque no me hacía falta más información, me contó
emocionado que, a pesar de que el bicho se había alojado en un órgano vital,
había sido detectado a tiempo y estaba localizado en un lugar ideal para ser
intervenido y eliminado. Sin apartar sus ojos de los míos, me afirmó que estaba
dispuesto a cruzar esa meta, y que además pensaba correr una carrera real conmigo
(de las que no importan tanto) nada más
terminase su Carrera.
Con otro
abrazo casi más sentido que el anterior nos despedimos, con la promesa por
ambas partes de correr esa carrera juntos. Cruzarme con este Amigo fue un
auténtico baño de realidad. Porque que alguien joven, sano y con una actitud
siempre tan positiva y brillante te cuente que su número ha sido seleccionado
en ese temible sorteo en el que ninguno querríamos jugar me hizo detenerme en
seco y pensar. El “no me va a pasar a mí” debería sustituirse por el “me puede
pasar a mí”, o lo que es peor, a los míos. Este enemigo parece tener cada vez
más munición y dispara con armas cada vez más potentes, lo que incrementa las
probabilidades de que los tiros pasen cada vez más cerca. Además de las lógicas
medidas preventivas que podemos y debemos aplicar con todo el sentido común que
requieren, creo que no tenemos otra opción que VIVIR, así, con mayúsculas.
Uso la genial
letra de la chirigota “La maldición de la lapa negra”, del recordado Manolo
Santander, para dar entrada a la segunda parte de la publicación:
“Un día tú piensas que eres un ser
invencible
un día tú piensas que eres un ser inmortal
que lo que les ocurre a los otros
en ti es imposible hasta que en tu vida se
cuela
esa enfermedad, que sí, la puta enfermedad…”
La
letra no puede estar mejor “tirada”, como decimos por aquí. A veces vivimos
como si fuéramos invencibles, incluso inmortales. Postergamos sueños,
retrasamos llamadas, dejamos el "te quiero" para después, a la espera
de que sea el momento ideal. Pero, ¿qué pasaría si mañana recibieras una
noticia que lo cambia todo y que pone en grave peligro que llegue ese momento?
Una enfermedad grave, un diagnóstico inesperado…
Decía
Pablo Raez, otro de los innumerables guerreros que lucharon contra esta maldita
enfermedad, que lo triste no era morirse, lo triste era no vivir mientras llega
la muerte, que antes o después acabará llegando. No es pesimismo, es realidad.
Y esa realidad nos grita una verdad tan incómoda como absoluta: la vida no
espera.
De
ahí el título sobre la importancia, le urgencia y la necesidad de vivir. Lo importante es amar, reír, viajar, abrazar
fuerte. Lo urgente es soltar rencores,
atreverte, dejar de postergar. Lo necesario es
VIVIR HOY.
No esperes un
susto para empezar a vivir. Hazlo ahora.
Como final de
popurrí, haciendo referencia a un término tan carnavalero como merece el mes de
febrero, cerraremos con las últimas estrofas del pasodoble anterior:
“Y
te das cuenta en tu sufrimiento
has
encontrado el mejor tratamiento
tu esposa tu ambiente, tus hijos tu gente
Y
to lo que vale la pena que por una cosilla mala
hay
a tu lado, hay a tu lado mil cosas buenas”
No esperemos a
que llegue la cosilla mala para darnos cuenta de todas las cosas buenas que
tenemos en esta vida.
Y como foto de
cierre, una foto cargada de significado, al menos para mí. Hace unos años en
los que la vida nos situó a miles de kilómetros de distancia, iniciamos la
costumbre de intercambiar fotos en nuestras respectivas carreras. Siempre nos
abrazábamos de forma imaginaria y virtual (por aquel entonces ni imaginábamos
lo que años después la pandemia supondría para los abrazos) como una señal de
que estábamos juntos a pesar de la distancia. En esta carrera también la
estaremos. Y cuando cruces esa meta y volvamos a una carrera de las normales,
nos haremos la foto abrazados de verdad. #ShowMustGoOn, que ya sabéis que es
uno de mis lemas.