Como
ya amenazaba en mi blog del pasado mes de octubre, en el que compartí con todos
vosotros mi proceso de formación en el difícil arte de pedir ayuda, este mes os
voy a hablar sobre la gratitud. Cuando pides, con independencia de si al final recibes
o no, tienes que dar las gracias. Si se nos da, aún más. Ya dice nuestro sabio
refranero que es de bien nacido ser agradecido.
Como
he hecho otras veces, parto de la definición de la RAE para destriparla un poco
y crear el hilo argumental de la publicación. Dice este eminente diccionario
que la gratitud es el sentimiento que obliga a una persona a estimar el
beneficio o favor que otra le ha hecho o ha querido hacer, y a corresponderle
de alguna manera. Totalmente de acuerdo con lo de sentimiento, porque cuando
agradeces de verdad te hace experimentar una sensación de bienestar y de
realización difícil de alcanzar de otra forma.
Discrepo un poco con lo de obligar, porque aunque el sentimiento sea
interno, lo de la imposición me suena un poco forzado. Me gustaría más si
dijese “que lleva a una persona”, pero os podéis imaginar cuáles son mis
conocimientos de la semántica española. Así que para gustos, colores. En lo de estimar el beneficio o favor sí
estoy más de acuerdo, porque valorar lo que otros han hecho con nosotros es
parte fundamental del agradecimiento. Y en cuanto a lo de corresponder, creo
que unas “gracias” sinceras ya corresponden, sin tener que llegar al casi
obsesivo “quid pro quo” del Doctor Hannibal Lecter en el famoso “Silencio de
los Corderos”. Agradecer la sonrisa de un niño puede tener tanto impacto o más
como recibir un regalo de cumpleaños. Al final la libreta es para agradecer, no
debería servir sólo para medir los favores que recibimos y los que hacemos y
buscar un equilibrio.
Como
ya comentaba en octubre, durante todo ese mes pedí mucho, bastante más de lo
que estaba acostumbrado a hacer. Como consecuencia recibí mucho, bastante más
de lo que podía ni siquiera imaginar. Ahora toca agradecer a todos. No sólo a
los que dieron, que fueron muchos y de muy diversas formas, sino también a los
que no pudieron hacerlo porque todo forma parte del camino y de la maravillosa
experiencia vivida. Posiblemente me equivoqué en la forma de enfocarlas o en el
destino de mis peticiones, pero también aprendí de ello. No gracias al error,
sino a la actitud que le puse contagiado por el gran Cristian.
El
gran Cristian debe ser el principal destinatario de mis agradecimientos. El
Capitán que nunca se rinde, y que siempre es capaz de dibujar una sonrisa por
“mucha bola” que se le hagan las locuras de las que lo hacemos partícipe los
que lo rodeamos. Lo de Cristian ha sido un verdadero revolcón fuera de su zona
de confort, y no un simple paseo. Entrevistas, fotos, madrugones, una auténtica
colección de “castigos” que ha sido capaz de superar con una entereza y madurez
que ya quisiéramos nosotros y lo más importante, sin perder nunca su sonrisa.
Ese niño tímido al que conocí hace casi una década ya se ha convertido en un
hombre, y me sigue dando lecciones cada día que tenemos la oportunidad de
convivir. Darle las gracias a Cristian es dárselas a sus padres Ana y Feli;
Feli y Ana que son parte inseparable de esa espectacular familia que son los
González Lorenzo. Sin ellos, sin Cristian, nunca hubiésemos llegado ni siquiera
a soñar.
Pasando
a los patrocinadores económicos, y por orden cronológico y de importancia
relativa, tengo que agradecer a Elmya como patrocinador principal de la
aventura por la importancia de su aportación, tanto cuantitativa como
cualitativa. Elmya (literal de su web www.elmya.com
) es una empresa española pionera y comprometida con la innovación y la
sostenibilidad, destacando en el sector de las energías renovables. Con una
historia arraigada y un enfoque centrado en las personas, nuestra misión es
clara y apasionante: mejorar la calidad de vida y contribuir a la
descarbonización de la economía y la lucha contra el cambio climático. De lo
del enfoque centrado en las personas doy fe, como los notarios. Llegaron a nosotros gracias a la intervención
de mi amigo Fernando Flores, trabajador de esta organización, cuya visera me
acompañó en el Ironman de Lanzarote hace cinco años y con el que he tenido el
honor de compartir alguna que otra carrera con Carros de Fuego. Su mediación
resultó fundamental para que la dirección de Elmya nos conociese y decidiese
colaborar con el Sueño de Cristian. Además de la importante inyección
económica, conocerlos en persona también ha sido motivo de agradecimiento. Ese
vídeo grabado en el Parque de María Luisa quedará para siempre entre nuestros
mejores recuerdos. Muchísimas gracias.
Dentro
de los patrocinadores, Ondupack (uno de los fabricantes de cartón más
importantes de Iberia) de la mano de su CEO Fernando Tolosa también supuso un
importante empujón. Fernando (casualmente se repite el nombre) es un deportista
de categoría y mejor persona, muy vinculado a las causas solidarias,
concretamente a la Asociación Debra – Piel de Mariposa, con la que desarrolla
una labor impresionante. Nada más ver mi publicación del reto en LinkedIn me
llamó para ofrecerme su colaboración. Muchísimas gracias.
El
tercer colaborador, igual que el segundo, vino de la mano de mi anterior etapa
profesional. Y en este caso nos llegó de Alemania. Al final justificó la idea
de haber grabado el vídeo también en inglés, buscando patrocinadores
internacionales como comenté a Cristian en su día. Mi amigo Johannes de Euroglas
Verpackungsgesellschaft m.b.H. (en la camiseta nos pusimos E.G., por razones
obvias) me alegró el día cuando me envió un mensaje por Whatsapp ofreciéndose a
formar parte de la aventura y aportando en la medida de sus posibilidades.
Muchas gracias.
Sportravel
también merece capítulo aparte en los agradecimientos. Cata y Céline han sido
las ángeles de la guarda que han velado por nuestra aventura desde el minuto
uno. Cuanto más oscuro se ponía el tema, cuando nos quedábamos sin patrocinador
a poco más de un mes del viaje y pensábamos que todo se había terminado, Cata
nos animaba una y otra vez a seguir buscando, a no rendirnos, y se comprometía
a ayudarnos por su cuenta. De hecho, han llegado patrocinadores de su mano que
ni siquiera hemos llegado a conocer, pero a los que agradecemos igualmente. Con
ellos viajamos a Atenas hace un par de años, hemos repetido ahora a Nueva York,
y si volvemos a competir fuera de España (lo mismo esta publicación despierta
la curiosidad en un patrocinador
potencial) lo seguiremos haciendo con ellos. Muchísimas gracias.
Pero
también tengo mucho que agradecer a mucha gente que no ha podido participar
como patrocinador económico. Han sido tantos y tantos los mensajes de amigos
que pedían una cuenta para hacer una aportación simbólica, tanta y tanta gente
dándonos visibilidad, intentando de colaborar en la medida de sus posibilidades
para que el sueño se acabase haciendo realidad, que me he visto superado en
muchas ocasiones. Ya decía el mes anterior que a veces que los planes no salgan
según lo previsto supone un maravilloso golpe de suerte. Efectivamente, nada de
esto hubiesemos podido vivir si no hubiese entrenado mi capacidad para pedir ayuda.
Gracias a todos los que nos habéis apoyado para seguir adelante, cada uno a su forma.
Dentro
de los agradecimientos, no puedo finalizar sin dar las gracias a Carros de
Fuego, la asociación que me permitió conocer a Cristian y a la que hemos dado
visibilidad internacional dentro de nuestras posibilidades, a mi familia que es
la que me inspira para seguir mejorando cada día y a mi compañero Miguel Ángel,
sin el que se me hubiesen hecho más cuesta arriba aún las 26.2 millas por la
Gran Manzana, como decía Cristian.
No
quiero finalizar sin pedir disculpas por si alguien no se ha visto reflejado
entre los destinatarios de esta publicación. No fue mi intención. He pretendido
dar las gracias a todos y cada uno de los que hayáis estado ahí, aunque mi
torpe capacidad de expresión pueda provocar que alguien se sienta olvidado.
Me
permito incluso cerrar al publicación de este mes con un consejo, algo que no
hago casi nunca. Hablando de dar las gracias, llevar un diario de gratitud ha
sido una de las rutinas más satisfactorias y positivas que he podido llevar a
cabo en mi vida. Desde hace muchos años (he perdido la cuenta, pero casi seguro
que son más de quince) todas las noches, antes de ir a dormir, escribo en mi
diario (el cuaderno de la felicidad, como le llamaban mis hijos cuando eran
pequeñitos) tres cosas por las que tengo que estar agradecido al finalizar el
día. Acabar el día de esa forma me permite ir a dormir con un sentimiento de
felicidad y dormir a pierna suelta hasta el día siguiente. No sé cuántas
ediciones debo llevar ya, porque además los tengo repartidos entre cajas y armarios,
pero espero seguir rellenando muchas más. Será buena señal.
No
sabemos lo que nos deparará el futuro. No nos importa. Sólo el presente. Lo
mismo escribimos la segunda parte del sueño de Cristian, porque la aventura
merece ser documentada para no olvidarla nunca. O a lo mejor nos planteamos otra
maratón internacional, u otras, porque en este viaje Cristian ha aprendido el
significado de los “6 Majors” y esa medalla que tanto mola. Creemos que sólo un
“Duo Teams”, el compuesto por nuestros compañeros de carrera en Nueva York Max
Fink y Michael Sayih, ha sido capaz de completar esa hazaña. Molaría ser el
segundo, o el primero español en hacerlo. Nunca se sabe.
Y
como broche final, una imagen del protagonista, en plena carrera, cuando nos
acercábamos al punto de animación montado por Sportravel donde nos esperaban
nuestros auténticos “supporters”. Puede que no sea la foto con más calidad del
viaje, pero es una de las imágenes que más me gustan. Es una captura extraída
de un vídeo que grabó su madre (como no podía ser de otra forma) Basta mirar la
cara de Cristian para poder entender el verdadero significado de la palabra
felicidad. Gracias a todos.