martes, 12 de noviembre de 2024

GRAZIE MILLE. GRACIAS A TODOS.

    Como ya amenazaba en mi blog del pasado mes de octubre, en el que compartí con todos vosotros mi proceso de formación en el difícil arte de pedir ayuda, este mes os voy a hablar sobre la gratitud. Cuando pides, con independencia de si al final recibes o no, tienes que dar las gracias. Si se nos da, aún más. Ya dice nuestro sabio refranero que es de bien nacido ser agradecido.

     Como he hecho otras veces, parto de la definición de la RAE para destriparla un poco y crear el hilo argumental de la publicación. Dice este eminente diccionario que la gratitud es el sentimiento que obliga a una persona a estimar el beneficio o favor que otra le ha hecho o ha querido hacer, y a corresponderle de alguna manera. Totalmente de acuerdo con lo de sentimiento, porque cuando agradeces de verdad te hace experimentar una sensación de bienestar y de realización difícil de alcanzar de otra forma.  Discrepo un poco con lo de obligar, porque aunque el sentimiento sea interno, lo de la imposición me suena un poco forzado. Me gustaría más si dijese “que lleva a una persona”, pero os podéis imaginar cuáles son mis conocimientos de la semántica española. Así que para gustos, colores.  En lo de estimar el beneficio o favor sí estoy más de acuerdo, porque valorar lo que otros han hecho con nosotros es parte fundamental del agradecimiento. Y en cuanto a lo de corresponder, creo que unas “gracias” sinceras ya corresponden, sin tener que llegar al casi obsesivo “quid pro quo” del Doctor Hannibal Lecter en el famoso “Silencio de los Corderos”. Agradecer la sonrisa de un niño puede tener tanto impacto o más como recibir un regalo de cumpleaños. Al final la libreta es para agradecer, no debería servir sólo para medir los favores que recibimos y los que hacemos y buscar un equilibrio.

   Como ya comentaba en octubre, durante todo ese mes pedí mucho, bastante más de lo que estaba acostumbrado a hacer. Como consecuencia recibí mucho, bastante más de lo que podía ni siquiera imaginar. Ahora toca agradecer a todos. No sólo a los que dieron, que fueron muchos y de muy diversas formas, sino también a los que no pudieron hacerlo porque todo forma parte del camino y de la maravillosa experiencia vivida. Posiblemente me equivoqué en la forma de enfocarlas o en el destino de mis peticiones, pero también aprendí de ello. No gracias al error, sino a la actitud que le puse contagiado por el gran Cristian.

  El gran Cristian debe ser el principal destinatario de mis agradecimientos. El Capitán que nunca se rinde, y que siempre es capaz de dibujar una sonrisa por “mucha bola” que se le hagan las locuras de las que lo hacemos partícipe los que lo rodeamos. Lo de Cristian ha sido un verdadero revolcón fuera de su zona de confort, y no un simple paseo. Entrevistas, fotos, madrugones, una auténtica colección de “castigos” que ha sido capaz de superar con una entereza y madurez que ya quisiéramos nosotros y lo más importante, sin perder nunca su sonrisa. Ese niño tímido al que conocí hace casi una década ya se ha convertido en un hombre, y me sigue dando lecciones cada día que tenemos la oportunidad de convivir. Darle las gracias a Cristian es dárselas a sus padres Ana y Feli; Feli y Ana que son parte inseparable de esa espectacular familia que son los González Lorenzo. Sin ellos, sin Cristian, nunca hubiésemos llegado ni siquiera a soñar.

  Pasando a los patrocinadores económicos, y por orden cronológico y de importancia relativa, tengo que agradecer a Elmya como patrocinador principal de la aventura por la importancia de su aportación, tanto cuantitativa como cualitativa. Elmya (literal de su web www.elmya.com ) es una empresa española pionera y comprometida con la innovación y la sostenibilidad, destacando en el sector de las energías renovables. Con una historia arraigada y un enfoque centrado en las personas, nuestra misión es clara y apasionante: mejorar la calidad de vida y contribuir a la descarbonización de la economía y la lucha contra el cambio climático. De lo del enfoque centrado en las personas doy fe, como los notarios.  Llegaron a nosotros gracias a la intervención de mi amigo Fernando Flores, trabajador de esta organización, cuya visera me acompañó en el Ironman de Lanzarote hace cinco años y con el que he tenido el honor de compartir alguna que otra carrera con Carros de Fuego. Su mediación resultó fundamental para que la dirección de Elmya nos conociese y decidiese colaborar con el Sueño de Cristian. Además de la importante inyección económica, conocerlos en persona también ha sido motivo de agradecimiento. Ese vídeo grabado en el Parque de María Luisa quedará para siempre entre nuestros mejores recuerdos. Muchísimas gracias.

   Dentro de los patrocinadores, Ondupack (uno de los fabricantes de cartón más importantes de Iberia) de la mano de su CEO Fernando Tolosa también supuso un importante empujón. Fernando (casualmente se repite el nombre) es un deportista de categoría y mejor persona, muy vinculado a las causas solidarias, concretamente a la Asociación Debra – Piel de Mariposa, con la que desarrolla una labor impresionante. Nada más ver mi publicación del reto en LinkedIn me llamó para ofrecerme su colaboración. Muchísimas gracias.

  El tercer colaborador, igual que el segundo, vino de la mano de mi anterior etapa profesional. Y en este caso nos llegó de Alemania. Al final justificó la idea de haber grabado el vídeo también en inglés, buscando patrocinadores internacionales como comenté a Cristian en su día. Mi amigo Johannes de Euroglas Verpackungsgesellschaft m.b.H. (en la camiseta nos pusimos E.G., por razones obvias) me alegró el día cuando me envió un mensaje por Whatsapp ofreciéndose a formar parte de la aventura y aportando en la medida de sus posibilidades. Muchas gracias.

  Sportravel también merece capítulo aparte en los agradecimientos. Cata y Céline han sido las ángeles de la guarda que han velado por nuestra aventura desde el minuto uno. Cuanto más oscuro se ponía el tema, cuando nos quedábamos sin patrocinador a poco más de un mes del viaje y pensábamos que todo se había terminado, Cata nos animaba una y otra vez a seguir buscando, a no rendirnos, y se comprometía a ayudarnos por su cuenta. De hecho, han llegado patrocinadores de su mano que ni siquiera hemos llegado a conocer, pero a los que agradecemos igualmente. Con ellos viajamos a Atenas hace un par de años, hemos repetido ahora a Nueva York, y si volvemos a competir fuera de España (lo mismo esta publicación despierta la curiosidad en  un patrocinador potencial) lo seguiremos haciendo con ellos. Muchísimas gracias.

 Pero también tengo mucho que agradecer a mucha gente que no ha podido participar como patrocinador económico. Han sido tantos y tantos los mensajes de amigos que pedían una cuenta para hacer una aportación simbólica, tanta y tanta gente dándonos visibilidad, intentando de colaborar en la medida de sus posibilidades para que el sueño se acabase haciendo realidad, que me he visto superado en muchas ocasiones. Ya decía el mes anterior que a veces que los planes no salgan según lo previsto supone un maravilloso golpe de suerte. Efectivamente, nada de esto hubiesemos podido vivir si no hubiese entrenado mi capacidad para pedir ayuda. Gracias a todos los que nos habéis apoyado para seguir adelante, cada uno a su forma.

   Dentro de los agradecimientos, no puedo finalizar sin dar las gracias a Carros de Fuego, la asociación que me permitió conocer a Cristian y a la que hemos dado visibilidad internacional dentro de nuestras posibilidades, a mi familia que es la que me inspira para seguir mejorando cada día y a mi compañero Miguel Ángel, sin el que se me hubiesen hecho más cuesta arriba aún las 26.2 millas por la Gran Manzana, como decía Cristian.

   No quiero finalizar sin pedir disculpas por si alguien no se ha visto reflejado entre los destinatarios de esta publicación. No fue mi intención. He pretendido dar las gracias a todos y cada uno de los que hayáis estado ahí, aunque mi torpe capacidad de expresión pueda provocar que alguien se sienta olvidado.

  Me permito incluso cerrar al publicación de este mes con un consejo, algo que no hago casi nunca. Hablando de dar las gracias, llevar un diario de gratitud ha sido una de las rutinas más satisfactorias y positivas que he podido llevar a cabo en mi vida. Desde hace muchos años (he perdido la cuenta, pero casi seguro que son más de quince) todas las noches, antes de ir a dormir, escribo en mi diario (el cuaderno de la felicidad, como le llamaban mis hijos cuando eran pequeñitos) tres cosas por las que tengo que estar agradecido al finalizar el día. Acabar el día de esa forma me permite ir a dormir con un sentimiento de felicidad y dormir a pierna suelta hasta el día siguiente. No sé cuántas ediciones debo llevar ya, porque además los tengo repartidos entre cajas y armarios, pero espero seguir rellenando muchas más. Será buena señal.

   No sabemos lo que nos deparará el futuro. No nos importa. Sólo el presente. Lo mismo escribimos la segunda parte del sueño de Cristian, porque la aventura merece ser documentada para no olvidarla nunca. O a lo mejor nos planteamos otra maratón internacional, u otras, porque en este viaje Cristian ha aprendido el significado de los “6 Majors” y esa medalla que tanto mola. Creemos que sólo un “Duo Teams”, el compuesto por nuestros compañeros de carrera en Nueva York Max Fink y Michael Sayih, ha sido capaz de completar esa hazaña. Molaría ser el segundo, o el primero español en hacerlo. Nunca se sabe.

   Y como broche final, una imagen del protagonista, en plena carrera, cuando nos acercábamos al punto de animación montado por Sportravel donde nos esperaban nuestros auténticos “supporters”. Puede que no sea la foto con más calidad del viaje, pero es una de las imágenes que más me gustan. Es una captura extraída de un vídeo que grabó su madre (como no podía ser de otra forma) Basta mirar la cara de Cristian para poder entender el verdadero significado de la palabra felicidad. Gracias a todos.




martes, 22 de octubre de 2024

APRENDIENDO A PEDIR AYUDA

        Publicación del mes de octubre, que comienzo a escribir justo cuando nos acaban de confirmar que el patrocinador que tenía previsto colaborar con el proyecto de “El sueño de Cristian en Nueva York” no puede asumir su financiación por cuestiones internas.

        Lo que en otro momento de mi vida hubiese supuesto el hundimiento más absoluto y una auténtica explosión de emociones negativas en mi interior no ha sido más que un chute de motivación para encontrar soluciones alternativas. Dice mi buen Amigo Alonso Pulido que si no sale el Plan A, tenemos que ir a por el B, a por el C, y así hasta agotar todas las letras del abecedario. Yo he añadido de mi cosecha particular que podemos mezclar letras, como en las matrículas de los coches. Este inconveniente no ha sido más que la oportunidad de probarme un poco más, teniendo la oportunidad de mejorar con ello.

      Por primera vez en la historia del blog, voy a dejar la publicación abierta hasta el último día del mes (o hasta antes si conseguimos el ansiado patrocinio que nos permita viajar a Nueva York). Lo importante, como en la vida, habrá sido el camino y no la meta. Haber recibido ese “no” sin duda nos va a permitir vivir experiencias y aprender lecciones que de otra forma nos hubiésemos perdido.

       El genial Mario Alonso Puig, en una de sus magistrales newsletters cargadas de sabiduría, se refería este mes sobre a la actitud positiva como una lente poderosa para nuestra vida. Nos recomendaba y animaba a que frente a cualquier adversidad o reto, nos detengamos por un momento, respiremos hondo y busquemos ese aspecto positivo o esa enseñanza que está oculta más allá de las apariencias. Y si la encontramos, ¿por qué no compartirla con alguien de tu red de apoyo? Yo he encontrado varias lecciones de incalculable valor. Y aquí estoy compartiéndolas con todos vosotros. Remata su comunicación diciendo que la actitud positiva es la chispa que enciende nuestra creatividad, que cada desafío puede ser el comienzo de una nueva aventura, si así lo decidimos. En mi caso, el chispazo ha sido importante. Otra cuestión es la calidad de las medidas creativas empleadas, pero como decía al inicio, nadie podrá negarnos lo bien que lo hemos pasado.

       He titulado así el blog porque pedir ayuda es una de las habilidades que tengo que trabajarme y desarrollar. Siempre fui bastante autosuficiente y lo de pedir ayuda era algo que me costaba trabajo incluso considerar. Recuerdo como anécdota que en mis primeros años como auxiliar administrativo en una hoy desaparecida Caja de Ahorros, tenía un cliente de muy avanzada edad bastante gráfico y divertido en sus conversaciones. Entre otras lindezas (la anécdota de la hucha del recién casado la dejaré para otra publicación) solía decir que él no le debía favores a nadie porque nunca nadie le habían ayudado. Y que gracias a ello podía cruzar las calles a pecho descubierto (literal, con la camisa desabrochada) en plena Guerra Civil. Decía que nada que deber y nada que agradecer, nada que temer. No comulgo en absoluto con esta idea, pero creo que algo se quedó anclado en mis neuronas que provocó que pedir ayuda siempre fuese una de las últimas alternativas a considerar. A pesar de ello, está demostrado que pedir ayuda tiene efectos muy positivos no sólo en nosotros también en los demás.

       Como he repetido en infinidad de ocasiones, aprendí la lección de ayudar gracias a mis Amigos de la Fundación Olivares, cuando una voluntaria me enseñó que “cuando ayudas a los demás recibes muchísimo más de lo que das”. Sin embargo, esta ayuda sólo es posible cuando alguien en el otro lado pide ayuda, de forma directa o indirecta. Si todos fuésemos como mi abuelito del banco, nadie ayudaría a nadie.

      En esta faceta he contado con un Maestro de excepción en mi amigo Juanlu Muñoz Escassi, padre del solidario Reto Pichón, que hace unos años decidió pedir ayuda a sus embajadores para ampliar el alcance del reto. El tío que es la ayuda a los demás personificada, pidiendo ayuda para ayudar. Hermosa lección.

      San Agustín decía “Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”. Lo de ayudar es un camino en dos direcciones, el de pedir ayuda y el de ayudar. Si nadie pidiese ayuda, de forma directa o indirecta, nadie tendría la posibilidad de ayudar. Podríamos considerar que no pedir ayuda a la gente cuando la necesitas es una forma de perjudicar a otras personas,  porque no les estamos dando la oportunidad de ayudarnos y, por tanto, de sentirse mucho mejor de lo que se sentirían de otro modo. Sin embargo, a pesar de este razonamiento tan lógico y tan aparentemente apabullante, lo de pedir ayuda seguía estando dentro de mi interminable lista de tareas pendientes para mejorar.

      Hablando de fases célebres, el famoso Coronel John “Hannibal” Smith del recordado “Equipo A” que le encantaban que los planes saliesen bien. También he oído en cierta ocasión que a veces que los planes no salgan como estaba previsto puede convertirse en un maravilloso golpe de suerte. Para un amante de los planes, que algo no salga según lo planeado no significa que no haya salido bien. Hay muchas maneras de hacer las cosas y, a veces, los retrasos o cambios en los planes pueden ayudar a resaltar esto. Hay más opciones de las que creemos y un contratiempo en el plan puede ser una oportunidad para pensar de forma creativa.                 Lo de la secuencia de planes en forma de letras (o combinaciones de ellas) a las que hacía alusión al principio de la publicación.

        La inesperada negativa nos permitió vivir experiencias inolvidables que de otra forma estoy seguro que no hubiésemos vivido. Vaya por delante que de no haber estado acompañado por Cristian en esta maravillosa aventura posiblemente nunca hubiese pasado al plan B. Lo más sensato, lo más lógico y lo más fácil sobre todo hubiese sido rendirme. Entre otras cosas, porque me hubiese evitado la necesidad de pasar por el proceso de petición de ayuda por el que he tenido que pasar. También quiero dejar claro que entiendo perfectamente cualquier pensamiento que haya podido generar esta aventura y la búsqueda de patrocinadores a las que nos hemos lanzado. Creo que no podemos (ni debemos) caer bien ni gustar a todo el mundo. Estoy casi seguro que habremos despertado casi las mismas simpatías que antipatías, pero así es la vida. ¿Ha compensado? Con creces.

   Justo en el momento de escribir este párrafo (una semana después de haber grabado el vídeo que decidimos difundir para pedir ayuda y sólo cinco días después de haberlo publicado) ya podemos decir que hemos encontrado patrocinio para la mitad del proyecto. Ni en nuestros mejores sueños. Después de más de cincuenta correos, e incontables Whatsapps y conversaciones telefónicas y en persona, ya tenemos recorrido la mitad del camino. Los comentarios recibidos, los compartidos en redes, los gestos de apoyo de gente cercana y no tan cercana son la mejor recompensa a esta locura en la que nos hemos metido, con independencia del resultado final que alcancemos. Si no se nos hubiese ocurrido pedir ayuda jamás hubiésemos tenido la oportunidad de comprobar lo que nos quiere la gente, algo que compensa con creces la dificultad de superar el rechazo inicial a levantar la mano y pedir ayuda.

   Haber pedido ayuda nos ha permitido conocer a gente maravillosa, a gente que no hubiésemos conocido de haber salido todo como estaba planeado. Nos ha permitido también vivir experiencias que tampoco hubiésemos vivido si el plan se hubiese cumplido según lo previsto. Recuerdo ahora otra frase de mi amigo Alonso que me enseñó una vez que cuando pedimos algo a Dios, al Universo, a la Naturaleza o a quién queramos poner en este lugar, sólo existen tres posibles respuestas: “sí, ahí lo tienes”; “todavía no” o “tengo pensado algo mejor para ti”. Indudablemente en este caso la respuesta ha sido esta última.

    Finalizo esta extensa publicación con la incertidumbre de no haber conseguido todavía la totalidad de los patrocinios necesarios para ir a Nueva York, pero con la ilusión de cruzar el charco en muy pocos días. No he esperado al último día del mes como tenía pensado, ni a tenerlo todo resuelto. He pensado que publicarlo ya podría ser de ayuda a conseguir el último empujón. La publicación de noviembre irá de agradecimientos, con independencia del resultado. Una vez superado el máster en petición de ayuda, es el momento de agradecerlo.

    Gracias por adelantado a todos los que nos estáis ayudando, a los que nos vais a ayudar, y como siempre por vuestro tiempo en esta larga lectura. 



martes, 10 de septiembre de 2024

LA INJUSTICIA DE LA JUSTICIA

       Escribo este mes un poco alejado del tono positivo y alegre que intento utilizar en todas mis publicaciones. Este mes, el del arranque del curso escolar para muchos y del año no natural para muchos otros, lo hago entre desencantado, indignado y lamentablemente no sorprendido por lo sucedido recientemente en los juegos de París.

Para aquellos que no sepáis de lo que hablo (complicado) hago alusión al desafortunado incidente ocurrido durante la celebración de la prueba de la Maratón en los pasados Juegos Paralímpicos de París. En la Maratón clase T12 de personas con diversidad visual (todavía me sigue chirriando al oído lo de discapacitado visual), nuestra representante, Elena Congost fue descalificada y desposeída de su medalla de bronce por soltar la cuerda que la une a su guía dos metros antes de cruzar la línea de meta, precisamente para asistirlo y  evitar que se cayera al tropezar por el cansancio acumulado durante toda la prueba. La norma infringida, concretamente el artículo 7.9.5, descalifica a cualquier atleta que suelte la correa antes de cruzar la línea de meta, algo que debe tener todo el sentido del mundo y evitar que algún atleta obtenga la más mínima ventaja sobre sus adversarios, en línea con la misión del COI, que es promover el Olimpismo en todo el mundo y liderar el Movimiento Olímpico. Su guía y parte imprescindible del equipo Mia Carol, estuvo a punto de darse de bruces con la alfombra azul como consecuencia de los calambres que lo venían azotando en una prueba tan exigente como ésta. Elena lo evitó, a costa de soltar la cuerda durante unos segundos y dejar escapar con ello la posibilidad de ser medalla de bronce. De entre todas las noticias que he leído lo que más me han impresionado han sido sus declaraciones sobre la causa de la descalificación “por ser persona y ayudar a su guía” y sobre cómo ha tenido que explicarlo a sus hijos.

Los hijos (Arlet, Abril, Ona y Lluc) de Elena juegan un papel importante en esta historia. Fue medalla de oro en los Juegos de Río en 2016 en esa misma prueba. Decidió retirarse momentáneamente de su carrera deportiva para tener cuatro hijos y poner todas sus ilusiones en volver a disputar una prueba de este calado en París. Cuando pocos creían en ella logró la mínima para clasificarse precisamente en la Maratón de Sevilla, con más de seis minutos de margen. Cuando pocos daban un duro por ella, como diría aquél, se plantó en París y aún con una ventaja de más de cuatro minutos sobre la cuarta clasificada, se vio desposeída de su medalla de bronce.

Una decisión tan injusta como surrealista. Para los puristas, las normas están para cumplirlas, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. Pero ¿no admiten ningún margen de flexibilidad?  

La primera función del COI, como reza en su web, es alentar y apoyar la promoción de la ética y la buena gobernanza en el deporte, así como la educación de los jóvenes a través del deporte, y dedicar sus esfuerzos a garantizar que, en el deporte, prevalezca el espíritu de juego limpio y se prohíba la violencia. Hay diecisiete más, en la misma línea. Por más vueltas que le doy no soy capaz de entender cuál de ellas contravenimos al haber soltado la cuerda en contra del desgraciadamente famoso artículo 7.9.5.

Por otro lado, Pierre de Coubertin en su 'Ideario olímpico', como precursor de la filosofía del Olimpismo, enfatizó los valores de igualdad, justicia, imparcialidad, respeto a las personas, racionalidad, entendimiento, autonomía y excelencia, como paradigma del Movimiento Olímpico. Imagino que el juez o jueces que decidió o decidieron descalificar a Elena y a su guía, no tenía claro, entre  otras cosas, lo que significaba racionalidad y entendimiento. Si una de las importantísimas funciones del deporte es educar en valores, como bien sabe mi buen amigo Miguel López demostrándolo día a día con su Club La Moneda CF, me temo que la entrada en meta de nuestra compatriota Elena junto a su guía ha provocado el efecto contrario. Haber dejado caer a Mia, permaneciendo de pie y poniendo todos sus sentidos en mantenerse agarrada  la cuerda en lugar de ayudarle, le hubiese proporcionado una valiosa medalla de bronce, pero le hubiese robado la posibilidad de dar a sus hijos una lección inolvidable.

Ya en los Juegos de París habíamos vivido en primera persona la injusticia del deporte y de la vida en general con la lesión de nuestra querida Carolina Martín, que la privó de una más que segura medalla de plata (mínimo) cuando su rodilla saltó en pedazos mientras tenía totalmente encarrilado el partido de semifinales que estaba disputando. Pero hay una pequeña diferencia entre ambas injusticias. La primera ha sido provocada por una decisión humana (lo mismo atribuible a la omnipresente inteligencia artificial para evitar cargos de conciencia). La segunda fue fruto del azar, o de un mal gesto desarrollado por nuestra atleta, o de cualquier otra causa que no fue la decisión de un tercero.

Tengo mis dudas de si esa inteligencia artificial que tanto tememos y tanto dicen que amenazará nuestros puestos de trabajo actuales, hubiese tomado la misma decisión. Lo mismo hubiese sido capaz de ver más  allá del famoso artículo y de haber decidido en base a lo que muchos llaman el espíritu de la noma, o en base a los valores del barón de Coubertin.

La vida, como he defendido muchas veces, seguirá siendo bella por mucha injusticia que acarree a veces. Y personas como Elena y Carolina seguirán inspirándonos para ser mejores personas, a la espera quizás de que la decisión de un tercero por transgredir una norma tan ridícula como incompleta nos lleve a situaciones como la vivida. El deporte, afortunada o desafortunadamente no es más que un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Lo de Elena al final queda relegado a categoría de anécdota. La verdadera reflexión que deberíamos plantearnos es si las normas deben ser lo suficientemente rígidas para no admitir excepciones. Si no, corremos el riesgo de que delincuentes sexuales salgan a la calle, de que trabajadores que vuelven de una excedencia sean despedidos, o de que acosadores puedan cambiar de sexo para minimizar o evitar sus penas. O en el ámbito deportivo, que personas como Elena, pierdan una medalla que tanto merecían.

Este mes, en lugar de una foto, he decidido subir una imagen generada con inteligencia artificial, en honor y alusión a la falta de criterio usado en la toma de decisión por parte de una persona humana (como dice mi compadre), o de varias. También con un estilo de dibujos animados, porque aún me cuesta creer que no nos encontremos ante una escena de una película de ficción.

A continuación el enlace de noticia en Marca, el periódico deportivo de mayor tirada en España, con un enfoque más objetivo y periodístico.

https://tinyurl.com/ElenaCongostEnMarca



viernes, 9 de agosto de 2024

SOÑANDO DESPIERTO. SUEÑO DE NOCHES (Y DÍAS) DE VERANO…

         Por fin llegó el ansiado mes de agosto. Mes de vacaciones por excelencia. Mes en el que casi se paraliza el país y en el que el vertiginoso ritmo de vida que llegamos parece por fin ralentizarse. Previo al arranque del nuevo curso escolar, que algunos consideran como inicio de un nuevo año. El descanso y la desconexión nos dan una oportunidad única para reflexionar. En mi caso particular, disfruto compartiendo mis reflexiones en voz alta en mis publicaciones mensuales. Los asiduos ya sabéis que busco la inspiración a través de posibles y distintas fuentes.

       Este mes toca hablar de sueños. En primer lugar, porque casi terminé julio asistiendo a las Colonias de verano donde mi hijo Pablo lleva a cabo labores de voluntario, algo de lo que me siento enormemente orgulloso. Este año, el campamento tomaba el nombre de “Sueño de verano”, algo que no puede ser más acertado. Un sueño que viven esos niños con quienes la vida no fue precisamente generosa, y que durante una semana disfrutan de unas merecidísimas vacaciones en un ambiente mágico, propio de un sueño, en una experiencia que seguro que no olvidarán nunca. Pablo siempre fue un alumno ejemplar, aunque lo del estudio tradicional lo superó hace ya bastante tiempo. Pasó de ser Alumno aventajado a ser un Maestro admirable. Aprendió la lección de “cuando ayudas a los demás, recibes muchísimo más de lo que das” de forma magistral, y lo que es más importante, la aplicó al pie de la letra. Dicen que saber sin hacer es como no saber, y os puedo garantizar que Pablo sabe, y hace. Tanto que algunas veces siento hasta miedo. Porque las veces que no estoy de acuerdo con él, me argumenta con una madurez y seguridad tales que cuando vuelvo a la  soledad, pienso que a su edad (e incluso muchas veces a la mía) es así como me gustaría ser. Ver a tu hijo feliz, y ver cómo hace feliz a esos niños, es un sueño hecho realidad.

       Pero las colonias cuyo lema es “Semper in Amicitia” (“Siempre en Amistad”) no han sido el único sueño de este verano que he tenido la oportunidad de disfrutar. Coincidiendo con la estancia de Pablo en su actividad como voluntario recibí un sorprendente aunque deseado y esperado correo que me confirmaba la posibilidad de asistir junto a mi Amigo Cristian a la Maratón de Nueva York en la modalidad de “Duo Teams”. Para todos los que corremos asistir a la Gran Manzana a formar parte de su maratón es hacer realidad un sueño. Esta prueba, que casualmente comenzó a celebrarse el mismo año de mi nacimiento, atraviesa los cinco condados de la ciudad en un ambiente festivo. Son cincuenta mil los corredores que se dan cita el primer domingo de noviembre para completar los cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros de su recorrido. Para Cristian y su familia, es como repetir el que parecía hasta entonces insuperable sueño de Atenas.  

      Pero este segundo sueño no va a durar tan sólo una semana, como el sueño anterior. Mínimo serán tres meses los que tendremos que soñar despiertos a diario buscando un patrocinador o patrocinadores que nos ayuden a hacer realidad el sueño. Algunas negativas se convertirán en pesadillas, pero no podemos rendirnos. Contamos en nuestro equipo con Cristian González Lorenzo, un auténtico Maestro de superación, resiliencia y vida, para el que no hay nada imposible.

      Tengo una lista de sueños que cumplir que cada vez es más larga, a pesar de que soy consciente de que cada vez me queda menos tiempo para cumplirlos. Cuando éramos niños, soñábamos sin límite. Sueños muchos de ellos inalcanzables, pero gracias a que la vida aún no nos había dado lecciones sobre obstáculos, responsabilidades y miedo al fracaso, aún los veíamos posibles. En esta faceta mi niño interior se resiste a seguir creciendo y sigue soñando todos los días. Con los años he aprendido la importante diferencia entre la posibilidad y la probabilidad. Muchos de mis sueños no son imposibles. Son poco probables, por las dificultades que encierran, pero me encanta jugar a incrementar las probabilidades. Ir a Nueva York no es imposible. Es difícil, pero no imposible. Y ahí radica lo entretenido del sueño. Si fuese fácil cualquiera se atrevería con ello.

      Una de las cosas buenas de los sueños es que no caducan. No importa cuántos años tengas, cuántas veces hayas caído, o cuántas veces te hayan dicho "no se puede". Si aún lo sientes en tu corazón, si aún te emociona solo imaginarlo... ese sueño sigue siendo tuyo. Para ello basta cerrar los ojos, conectar con ese niño que una vez fuimos y esperar a que se nos vuelva a dibujar esa sonrisa y que nos vuelvan a brillar los ojos. Nunca es tarde para soñar, ni mucho menos para luchar por hacer los sueños realidad. Aquí, como en la vida, el camino es lo que importa. Se disfruta más del camino que de la meta (nunca mejor dicho en este caso). Una vez crucemos la meta (cumplamos el sueño) o incluso antes, es el momento de buscar otro sueño. Los sueños son como el aprendizaje. Mientras soñemos y aprendamos, es la mejor señal de que estamos vivos.

    Agosto dará paso a septiembre, un mes que para algunos es el mes del reinicio, como puede ser enero. El mes en el que nuevos sueños se ponen en marcha, en el curso escolar, en las temporadas deportivas, en el último cuatrimestre que deberá llevarnos a cerrar este 2024 al que ya hace días que dimos la vuelta al jamón. En el aspecto profesional, septiembre será también el mes en el que debemos hacer realidad nuestro sueño. Llega el apasionante y retador momento de comercializar nuestra solución en los centros educativos. De comenzar a ayudar a tantos niños con dificultades. Vendrán objeciones, complicaciones y espinas, pero para eso estamos. Cuando vengan curvas y pensemos en tirar la toalla, será el momento de recordar porqué comenzamos.

    Subo hoy como imagen de la publicación un grafiti que llamó mi atención en una de mis caminatas por Dos Hermanas. En él una niña cierra los ojos y sopla una pajarita de “origami”, soñando que se convierta en realidad.

    Espero que el post de noviembre esté dedicado a la Maratón de Nueva York. Luchamos y soñamos por ello. Gracias por vuestro tiempo.



lunes, 15 de julio de 2024

“ANTONIO V54”, IGUALMENTE DIFERENTE O DIFERENTEMENTE IGUAL A LAS 53 VERSIONES ANTERIORES

Un año más llega el momento de la publicación del mes de julio. Ésa con la que me hago un año mayor, más sabio, o con la que completo una nueva vuelta al sol, como se ha puesto de moda decir últimamente.

Este año la celebración será muy especial, y no me refiero al evento. Siempre me gusta decir que el mejor cumpleaños es siempre el último, porque es sobre el que se cierne la amenaza de no vivirlo. Los anteriores los damos ya por descontados. Así que cuando llega el momento de soplar las velas es siempre un motivo de celebración.  Mirar hacia atrás me lleva todos los años a realizar un ejercicio de reflexión pero sobre todo de agradecimiento por haber llegado hasta aquí. Ya he puesto imaginariamente seis veces la vela con el número cuatro en segundo lugar en mis tartas. Imaginariamente digo, porque las dos primeras ni los vi. En casa no éramos muy de tartas, ni por tanto de velas. Ya a los veinticuatro las tartas y  las velas formaban parte de estas celebraciones, por lo que en realidad el cuatro lo he colocado catorce veces, diez en primera posición marcando las decenas (en mi década de mis cuarenta) y cuatro como acompañante de las unidades. Y dejando atrás estas consideraciones matemáticas, una de las cosas que más me llama la atención en este ejercicio de reflexión es lo distinto que es el Antonio de hoy del que ha ido soplando las velas con el número cuatro años atrás. Tampoco es cuestión de descubrir si mejor (como los vinos) o peor (como dirán otros). Este año sí puedo decir que llego a este punto más feliz, más completo que otros años. Con mis hijos comenzando a volar solos y buscando su camino en la vida, disfrutando todavía del deporte, con un trabajo que me apasiona y que me hace ser feliz, algo que jamás pensé que ocurriría ya a estos años, no puedo dejar de pensar en dar gracias a la vida, que me ha dado tanto. A pesar de que soy consciente de que ya hace bastantes años que le di la vuelta al jamón, y que me quedan menos cumples que celebrar que los que ya he celebrado, mi lista de cosas que hacer antes de irme es cada vez mayor, y mis ilusiones por seguir aprendiendo cada día aún permanecen intactas, incluso me atrevería a decir que han crecido algo en comparación con mi pasado.

Y a pesar de que el “Antonio V54” presenta tantas diferencias con sus versiones anteriores, en esencia no deja de ser el mismo. Es diferentemente igual o igualmente diferente a ellos, una expresión que me gusta usar todos los veintiuno de marzo cuando desparejo mis calcetines e incluso mis botines, como una gráfica forma de visibilizar el día mundial del Síndrome de Down. Una expresión que ya forma parte de mi día a día. Cuando tuve la fortuna de cruzarme en mi vida con los Capitanes de Carros de Fuego, unas palabras cuyo significado creía conocer se transformaron y comenzaron a formar parte de mi diccionario particular: inclusión, diversidad y visibilidad. Las tres palabras que pronunció el gran Jesús Vidal en la ceremonia de entrega de su tan merecido Goya.

Minifunkids nos permite en el día a día aportar nuestro humilde granito de arena para mejorar la vida de estos chavales con diversidad funcional. Vivir con este propósito me ha permitido sentirme diferente a cómo me sentía antes, aunque sin perder la esencia porque tengo claro que sigo siempre el mismo. ¿Qué ventajas tiene dar visibilidad a la diversidad para practicar una inclusión real? Entre otras, las siguientes:

µ      Conocimiento y comprensión. Normaliza la presencia de personas distintas a lo que entendemos por iguales, mejorando nuestro conocimiento y comprensión de experiencias y perspectivas diferentes.

µ      Eliminación de prejuicios. La variedad ayuda a eliminar juicios preconcebidos, construyendo una visión más justa y equitativa de la sociedad.

µ      Empatía y respeto. La visibilidad fomenta este tipo de valores, creando un ambiente más tolerante e inclusivo.

µ      Inspiración. Estas personas pueden ser fuente de inspiración y motivarnos a ser mejores personas.

µ      Innovación y creatividad. Abrazar la diversidad favorece generar nuevas ideas y soluciones creativas, más allá de nuestra habitual zona de confort.

µ      Reducción de la discriminación y el acoso. Normalizar y visibilizar la diversidad favorece la reducción de conductas discriminatorias.

µ      Mejores personas, mejor sociedad. Fomentar la inclusión de la diversidad nos llevará a crecer como personas, lo que al final redundará en beneficio de la sociedad.

Y para acompañar esta publicación no he encontrado mejor fotografía que esta imagen magistralmente captada por mi amigo Miguel López que me pilló en plena faena delante de la pantalla que emitía una frase tan mágica como cargada de significado: “La igualdad nace de la libertad y el derecho a ser diferente.” Esta frase preside una de las paredes del Centro Social de Guadalcacín donde el colectivo “Guadiversa” lleva a cabo actividades que fomentan la convivencia y el desarrollo personal y social. Allí estuvimos no hace mucho con estas maravillosas personas que nos demostraron una vez más que todos somos igualmente diferentes, o diferentemente iguales, lo que más nos guste.

Muchísimas gracias por todo. Amenazo con volver el mes que viene, el mes de vacaciones para la mayoría, y seguir así por lo menos hasta que ponga el cinco doble en la tarta.




jueves, 6 de junio de 2024

LA CAMPANA DE LOS SUEÑOS



  Estaba como loco esperando a que llegase el mes de junio para escribir y subir esta publicación a mi blog. Porque siempre tuve muy claro desde el primer momento en el que recibí esa desconcertante llamada de mi "amigo" hace ya muchos meses que llegaríamos hasta aquí. Esta publicación va especialmente dedicada a mi "amiga", pero también a otra “hermanamiga” muy especial que pasó por un trance similar y a todas las guerreras que día a día luchan contra esta lacra.

Durante los duros días de la pandemia de 2020 que desmoronó nuestro mundo, tanto exterior como interior, llegó a mí una frase que la utilicé como mantra en los momentos más difíciles. “Y cuando la tormenta haya pasado, tú no comprenderás cómo lograste cruzarla con vida. Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí es cierta. Cuando salgas de la tormenta no serás la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta”. Eso escribió Haruki Muraka y eso imprimí para mis compañeros de equipo. Sabía que superaríamos la tormenta, y que nos transformaría,  esperando y deseando que para mejor.

Mi "amiga" ya era un claro ejemplo de lo que significa vivir bien y ser feliz antes de que le llegase la tormenta. Puede que por eso le llegase a ella. Otra frase que me encanta es que Dios (o el Universo, o la vida, o cada uno que le ponga lo que quiera) da las peores batallas a sus mejores guerreras. Pero la tormenta se equivocó con ella. No sólo resurgió una mejor versión, que ya tiene mérito, sino que tuvo los ovarios suficientes como para acercarse a la tormenta, agarrarla de su cuello y susurrarle al oído “yo soy la tormenta”. Esa fue la repuesta que obtuvo la tormenta cuando la intentó convencer de que no sería lo suficientemente fuerte para resistirla. Todos los que tenemos la fortuna de conocerla y compartir momentos inolvidables con ella tuvimos muy claro de que lo sería.

Dicen que la vida es como el lienzo en blanco de una pintura, que en el que vamos plasmando nuestras vivencias, algunas en brillantes colores, y otras en tonos grises. Es en este cuadro donde un día se nos cuela nuestra particular tormenta sin avisar, esperando que olvidemos la paleta de colores para pintar sólo en blanco  y negro. Pero mi "amiga" es alegría pura, luz y color. Pocos días pintó en blanco y negro, y los que lo hizo, no nos permitió a los más cercanos a ella que nos diésemos cuenta. 

Durante todos estos duros y largos meses, que los que estamos fuera seguro que no podemos ni imaginar, nunca ha perdido la sonrisa. Dice su marido que no hay nada serio que no se pueda decir con una sonrisa, y es totalmente cierto. Tan generosa ha sido que nos ha permitido a muchos afortunados acompañarla a las largas sesiones de tratamiento, en las que siempre había motivos para reír y pasarlo bien, a pesar de las circunstancias. La que tuve el honor de asistir, fue coronada por un espectacular almuerzo en una conocida pizzería sevillana localizada a un paseíto del hospital. Recorrido que por cierto, se negó a hacer en coche y caminó como si viniese de echar una siesta, imagino que para regodearse frente a la tormenta por si permanecía al acecho. Aprovecho para recordarle que tenemos una segunda cita pendiente. Por cierto, ese día, tanto a la entrada como a la salida, mi imagen quedó cautiva en esa campana que captaba toda la atención como un oasis en el desierto de la frialdad del hospital.  Mientras la acompañaba en la soledad de la sala de tratamiento, la oímos sonar, junto a sonrisas y llantos de emoción. 

Y como al final todo llega, por fin llegó la hora de que mi "amiga" tocase esa campana, la campana de los sueños. Algo que no dudábamos ninguno de los que tuvimos la enorme fortuna de acompañarla. Todos los que pudimos asistimos a compartir ese inolvidable momento con ella. Allí estaba, con la sonrisa que nunca perdió, saliendo más fuerte tras todo lo vivido y dejando atrás la tormenta. Porque ella es la tormenta.

Y a pesar del duro proceso que le ha tocado vivir,  a todos los que hemos sido testigos nos ha regalado infinidad de lecciones, valiosísimas pero que corremos el riesgo de olvidar cuando todo pase. La más importante de todas fue que no aplazó su decisión de VIVIR (así, con mayúsculas) hasta que llegase el ansiado momento de tocar esa campana. Ha viajado, reído, llorado (aunque la mayoría no la hayamos visto), salido a cenar, a  almorzar, se ha ido de vacaciones, una vida normal salvo por una cita ineludible los jueves, que jamás le hizo perder la sonrisa. VIVIR es urgente, y es para hoy, no para mañana, por mucho que arrecie la tormenta. No podemos dejar nuestra vida en suspenso mientras nos llega el momento de tocar la campana. La vida es demasiado bella (aunque igual de dura a veces) como para perder ni un solo segundo.

Gracias, "amiga" por todo lo que me has enseñado. Mis palabras este mes van dedicadas a ti, a mi “hermanamiga” de la que hablaba al principio y a tantas mujeres que han atravesado, están atravesando y tendrán que atravesar esa maldita tormenta. Ojalá todas puedan dejarla atrás como tú.

p.s.: Aunque he usado las palabras "amigas" y "amigos" para disimular en parte vuestra identidad, los dos sabéis que sois mucho más que eso. Os queremos una jartá.





domingo, 19 de mayo de 2024

TRABAJANDO EN EQUIPO

 De las muchas definiciones de equipo que hay por ahí rodando hay una que me gusta especialmente. La de que es  “un pequeño grupo de personas” con habilidades complementarias, comprometidas con un propósito común, y con un enfoque por el que se sienten solidariamente responsables. Lo de habilidades complementarias y lo de responsabilidad solidaria nos define a la perfección. Pero donde nos sentimos verdaderamente EQUIPO es en lo del compromiso con el propósito común.  En lo de mejorar la calidad de vida de niños con neurodiversidad y con diversidad funcional. Ahí nos hemos montado en un cohete con el que soñamos con llegar muy alto. Pero el EQUIPO no está formado sólo por los tres personajes que la IA ha sido capaz de caricaturizar. Hay tanta gente detrás empujando que ni la casi infinita potencia de la IA podría con ello.

En el panorama actual dinámico, competitivo  y cargado de incertidumbre, la capacidad de cultivar un equipo cohesivo e impactante es crucial para el éxito. Hablábamos de IA. ¿Podrán las máquinas alguna vez llegar a formar equipos? Desde mi ignorante y modesto punto de vista creo que no. Porque además de lo que decíamos antes en la definición, un equipo es…

👉🏽1. Visión y propósito compartidos: 🧭🌍

La visión y el propósito son el mejor pegamento de cohesión en un equipo. Y cuanto el propósito es tan elevado como el nuestro, el pegamento es muy difícil de romper. 

👉🏽2. Perspectivas y experiencia diversas: 🧠🤝🧩

En nuestro caso las edades, las circunstancias, las experiencias garantizan una diversidad de pensamiento que genera diferentes puntos de vista, necesarios para conducir a soluciones creativas e innovadoras.

👉🏽3. Comunicación y colaboración efectivas:💬📡🤝

La comunicación es el alma de cualquier equipo. El ser pequeños al principio supone una verdadera ventaja en este sentido. Algo que debemos mantener cuando seamos grandes.

👉🏽4. Confianza y respeto mutuos:🤝👍🏽😄

La confianza y el respeto son los pilares que sustentan la estructura de un gran equipo. Todos confiamos en todos y nos respetamos, generando un ambiente donde sentirse valorado es fundamental para dar lo mejor de cada uno cada día.

👉🏽5. Aprendizaje y crecimiento continuos:📖📈💡

El estar en un sector tan innovador como el nuestro nos hace ser humildes y conscientes de que como decía Sócrates “sólo sabemos que no sabemos nada”. Tenemos un infinito camino de aprendizaje y crecimiento por delante que no deja de crecer día a día con los inagotables avances de la tecnología.

👉🏽6. Pasión por la excelencia:🏆🔥💯

Muy relacionado con el propósito. Mejorar la calidad de vida de niños con diversidad funcional no deja espacio para medias tintas. Somos conscientes de que lo perfecto no existe, pero buscamos ser un poco mejor cada día.

👉🏽7. Sentido del humor:😂🎊🥳

Alejandro Casona (y mi compadre también) decía que «No hay ninguna cosa seria que no pueda decirse con una sonrisa». Uno de nuestros objetivos es normalizar la diversidad, eliminar las barreras y sustituir las emociones que habitualmente genera. Nada de lástima, y muchas risas porque en definitiva son niños. El sentido del humor no está para nada reñido con la profesionalidad. Una atmósfera positiva fomenta el sentido de pertenencia, mejora la cohesión del equipo. Como muestra la imagen que acompaña a la publicación.

👉🏽8. Compromiso con la responsabilidad social:🌎🤝☘️

Otro punto que afortunadamente llevamos en nuestro ADN gracias a nuestro propósito. No hay mejor motivación que tener un impacto positivo en el mundo. Confucio decía «Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida». Si además de gustarte, le encuentras un sentido, podrás completar el círculo.

Un gran equipo no mucho más que un grupo de individuos, es una fuerza colectiva capaz de  transformar los sueños en realidad.

Por eso no creo que las máquinas vayan a poder crear equipos en el futuro.

Gracias una vez más  a todos los que estáis acompañándonos y que formáis parte de nuestro amplio Equipo. Sabéis muy bien quienes sois.

María Jesús Garrido Sánchez, gracias por haberme enseñado a ver el mundo a través de esas gafas.

Miguel Lopez gracias por darle forma.

En #Minifunkids #CreemosEnLaNeurodiversidadCreamosParaAvanzar

#TrabajoEnEquipo #Colaboración #Diversidad #Liderazgo #Cultura #Excelencia #Éxito




martes, 14 de mayo de 2024

EL CÍRCULO DEL 101

           Tomo prestado parte del título de uno de los geniales cuentos del gran Jorge Bucay que tanto me ayudaron en el pasado. En el círculo del 99, al que algún día debería dedicar una publicación completa, un joven ve cómo se arruina su vida al encontrar una bolsa con 99 monedas de oro. Noventa y nueve, y  no cien. Un experimentado maestro le deja el regalo, consciente de que el joven se preocupará más por encontrar la moneda que presuntamente le falta que por disfrutar las 99 que ha recibido. Porque pensamos que 99 no es un número redondo. Porque pensamos que 100 sí lo es. Y vivimos presuponiendo que la vida es tan perfecta como redonda.

          Los 101 son mucho más que una carrera. Al contrario de lo que decía el cuento de Jorge, no le sobra ni le falta nada. 101 son los kilómetros que la Legión conmemora como recuerdo de la gesta protagonizada por unas unidades legionarias que no dudaron en hacer gala de su Espíritu de Marcha y recorrieron esa distancia entre el frente y Tetuán para socorrer a la Ciudad de Melilla.

           Mi historia con los 101 viene de muy atrás. De hace casi 20 años. Por aquel entonces, además de joven, era más imprudente que hoy. Después de haber completado la peregrinación a Santiago de Compostela en bicicleta de montaña junto a mi amigo Isidro, pensé que haber recorrido mil kilómetros por la Ruta de la Plata equivaldría a hacer diez veces esta prueba. Me apunté al año siguiente, en unos años en los que aún no existía la locura que supone hoy conseguir dorsal. Y junto a mi otro amigo Javier nos inscribimos. A última hora, un problema de salud en casa impidió que me desplazase a Ronda. Javier sí  lo hizo, y sus comentarios me “acongojaron” tanto que decidí que no haber ido había sido un regalo del destino. No volví a intentarlo. Hasta que años después el deporte volvió a mi vida disfrazado de triatlón y de carreras largas. Hacer los 101 era una de las cosas que rellenaban esa lista eterna de cosas que hacer antes de morir. Una lista que, a pesar de que cada vez soy más viejo, cada vez recoge más cosas…  Año a año me preinscribía y cuando llegaba el momento del “sorteo”, con varios dispositivos “a la misma vez” golpeaba una y otra vez las teclas del ordenador o la pantalla del móvil (o las dos) esperando que alguna vez la pantalla me devolviese el mensaje de que había obtenido plaza. Pero no podía ser. Y este año, cuando menos fe tenía en conseguirlo, cuando sólo probé con el ordenador y de forma casi apresurada porque quería irme a desayunar con María, el destino me regaló una plaza, primero en MTB (lo que casi me provoca una decepción mayor que cuando no la conseguía) para aclararse posteriormente el error de la plataforma y confirmarme que estaba inscrito como marchador.  

Ese domingo 21 de enero comenzaba oficialmente mi andadura hacia esta edición. Es la primera parte de esta aventura. La de ponerse en su línea de salida con un dorsal, que visto lo visto, tiene casi tanto mérito como la de cruzar la línea de meta dentro del horario establecido.  A cuatro meses vista quedaban muchos deberes por hacer. En poco menos de un mes tenía mi cita anual con la maratón de Sevilla, donde volvería a correr con mi amigo Cristian en un evento que repetiré mientras mi salud me lo permita. Con el fondo acumulado necesario para esta prueba y tras haberme medianamente recuperado de la misma, comencé a introducir caminatas cada vez más largas para acostumbrar a mi cuerpo, pero sobre todo a mi mente, a ese ritmo de carrera. Aproveché el traslado de nuestras oficinas de Minifunkids a la Ciudad del Conocimiento de Dos Hermanas para caminar la distancia desde mi casa (4,5 kilómetros) hasta en dos trayectos de ida y vuelta diarios. Esos dieciocho kilómetros diarios (aunque de forma intermitente) se unían a otros entrenamientos, especialmente los fines de semana, haciéndome superar la barrera psicológica de los cien kilómetros a pie (que no corriendo) por semana. Algo que para muchos será una anécdota, pero que para mi estilo de vida y mi edad supone un verdadero reto.

           Superada la fase de entrenamiento y preparación, que es bastante más dura que la de la carrera en sí, me presenté en Ronda el amanecer del sábado 11 de mayo. Dispuesto a disfrutar, a pasarlo bien, a dejar el tiempo encerrado en el reloj y a vivir la experiencia. Viaje de ida esa misma mañana en coche con Jesús y con David, que ya iba por su tercera edición, con los nervios propios de la situación. De todas formas tengo que reconocer que con el tiempo han cambiado un poco las sensaciones que vivo cuando me enfrento a una prueba de estas características. El nerviosismo descontrolado con el que me enfrenté a mi primera Maratón en Milán en 2012, o a mi primer Ironman en 2013, se ha convertido en cierta prudencia, e incluso algunas veces en un exceso de calma tensa que se podría confundir incluso con falta de motivación. Es verdad que estas locuras, por cuestiones logísticas, siempre las llevo a cabo sin la participación de mis Capitanes de Carros de Fuego, y es algo cada vez más difícil de gestionar. De todas formas, basta con sentir el pistoletazo inicial para comenzar a vivir la aventura y a disfrutarla, de una forma que quizás no la hacía antes. Ser más prudente y medir más los riesgos me permiten experimentarla en otra dimensión. Una dimensión que como siempre excede la puramente deportiva. Enfrentarte a estos retos te proporciona unas herramientas y habilidades difíciles de obtener de otra forma. La fuerza de voluntad, la resiliencia, la determinación, la actitud, el compañerismo… son valores que salen reforzados de estas pruebas y que se hacen parte de tu ADN para afrontar otras situaciones de la vida. No hay pitch, reunión de negocios o proyecto que parezcan insalvables cuando has completado 101 kilómetros por la serranía de Ronda en menos de 24 horas.

        Si a todo lo anterior le sumas que has completado la prueba en compañía de muy buenos amigos, Jesús Rey (más bien casi hermano, o primo, porque desde muy pequeñito ha formado parte de mi familia, aún sin compartir apellidos), Juan Luis Muñoz (con quien he tenido el placer de compartir aventuras deportivo solidarias maravillosas gracias a su #RetoPichón) y a los amigos sanluqueños Alberto y Rubén (a quienes también considero mis amigos, porque como decía aquella canción de mi juventud, los amigos de mis amigos son mis amigos) la experiencia es máxima. Soy consciente de que mi aspecto social es una de mis muchas facetas que necesitan mejorar, como las notas de los niños. Mi apretado ritmo de vida hace que dedique a mis amigos mucho menos del tiempo del que debería. No todos pueden acompañarme en estas locuras, pero con los que tengo el lujo de compartir este tiempo (poco más de veintiuna horas y media para ser exactos en esta edición) intento compensar un poco.

         No voy a entrar mucho en detalles deportivos, porque tampoco creo que sean los más importantes. Durante esas horas hemos reído (mucho) hemos estado a punto de llorar en más de una ocasión (incluso alguna que otra lágrima se ha escapado por ahí), hemos disfrutado y sufrido a la vez, como en la vida misma. Esas horas me han vuelto a enseñar el verdadero significado de palabras como amistad, compañerismo, fuerza, honor, determinación, respeto, resiliencia, voluntad... Me han hecho conocer a mi amigo “Paco de Tarragona” un “cientounero” mayor que yo y con bastantes ediciones a sus espaldas. Él me regaló su crema para las rozaduras sin conocerme de nada, y con él mantuve una más que animada conversación durante casi la última hora que nos llevó hasta el Cuartel. Un Cuartel repleto de legionarios que mostraban una solidaridad y amabilidad sin límite con todos los participantes que llegábamos hasta ese punto que rompe la carrera en dos, la parte fácil que acabábamos de dejar atrás (70 kilómetros de calentamiento) y la parte complicada que nos quedaba por delante (31 kilómetros que debían llevarnos hasta la mágica meta de Ronda).  Me han recordado que las mejores experiencias no se planifican, y así me han regalado unos 30 últimos kilómetros finales inolvidables junto a mi amigo Juan Luis Muñoz Escassi (sí, el del incombustible reto Pichón) que me ha hecho vivir momentos repletos de magia. Sin separarnos más de un par de metros uno del otro, porque entre otras cosas mi frontal no era capaz de iluminar ni la pantalla de mi reloj, y recorrer ese terreno a oscuras era más que una temeridad. Kilómetros de silencios eternos, tan sólo rotos por el ritmo de nuestra entrecortada respiración y por el rítmico golpear de los bastones en el suelo, de conversaciones trascendentales y de miradas cargadas de significado. Me ha hecho sentirme parte activa de su #RetoPichón, que este año colabora con Sisu, la Asociación Andaluza de Cuidados Paliativos Pediátricos. Con el lema de “Aire”, busca aportar fondos a esa asociación que permitan a esos padres respirar para seguir cuidando. Esta prueba iba dedicada a Adrián, un nombre que tuvimos que invocar en más de una ocasión para que nos diese fuerza para seguir.

En tantos kilómetros los fantasmas han llegado a mi mente en más de una ocasión, pero como puse en su día en mi anterior publicación en redes sobre esta prueba, cuando tuve la tentación de rendirme inmediatamente pensé en porqué había comenzado esto. Esos 101 nombres (imaginarios e ideales) de niños a los que ayudar desde Minifunkids eran la mejor motivación posible. Tenía que llegar a esa meta y desplegar esa bandera por ellos. Cuando lleguen las curvas en el camino, que tendrán que llegar, acordarme de este momento será una inyección de moral de incalculable valor.

Me cuesta trabajo cortar pero no quiero que a los posibles lectores de esta publicación se les haga más larga que mi aventura en los 101. No quiero que falte ni que sobre nada. Si acaso, finalizar con una petición para que os intereséis en lo que significa el Reto Pichón y que colaboréis en la medida de lo posible. La causa lo merece.

           Gracias infinitas a todos. Cada día tengo más claro que esto es un tema de equipo. Causalmente el otro día llegaba a mi correo una imagen motivadora en la que decía que el éxito es un deporte de equipo. En soledad no hubiese sido capaz ni de inscribirme a la prueba. Ahora tengo otra locura entre ceja y ceja (en el poco espacio que me queda libre). Aunque no depende de mí, y es hasta más complicada que la meta que acabo de cruzar, me pongo con ello. El día que deje de tener ilusiones y sueños por cumplir, dejaré de vivir. Por cierto, ahora ya puedo decir que soy “cientounero”. El 101 es un número completo. No le sobra ni le falta nada. Este  mes la foto adjunta tampoco necesita muchos comentarios. Después de casi 22 horas caminando se puede seguir siendo feliz. Gracias.




martes, 16 de abril de 2024

LA VIDA ES UNA EXCUSA PARA SER FELIZ

        No me importa apurar el tiempo las publicaciones de mi blog hasta que un tema inspirador se cruza en mi camino. Sé que antes de que transcurra el mes algo llegará a mi vida que prenderá la mecha de la creatividad en mi mente y me motivará a escribir. En esta nueva aventura de Minifunkids, todos los días pasean por mi mente oportunidades nuevas. Con este propósito de mejorar la vida de chicos con neurodiversidad y diversidad funcional, las lecciones que diariamente aprendemos de ellos son infinitas.

       La frase que da título a la publicación de abril está inspirada en una frase de uno de estos guerreros. Juan Ángel es un chaval con parálisis cerebral que ama el fútbol. Tanto que es presidente de honor del U.D. Santa Rosalía Maqueda, del malagueño distrito de Campanillas. A principios de mes aprovechamos una de nuestras visitas a la capital malagueña para visitarlo y pasar con él y con su familia una tarde inolvidable. Entre otras muchas cosas, Juan Ángel nos dijo que “el fútbol es una excusa para ser feliz”.  Una frase que resume otra mágica lección vivida gracias a estos niños que iluminan nuestro camino y que dan sentido a lo que hacemos. Para Juan Ángel el fútbol lo es todo. No  sólo es su excusa para ser feliz, es su razón para vivir. Dándole vueltas a esta bella reflexión en el camino de regreso a casa, pensé que cada uno de nosotros tenemos nuestro fútbol particular que nos empuja a seguir adelante, nuestra excusa para ser feliz. Y el fútbol, las  carreras, pintar cuadros o tocar un instrumento musical no son más que una de las múltiples cosas que podemos hacer en esta vida para ser feliz.

     Esta lección me enseña una vez más que la vida no va sobre lo que te pasa, sino sobre cómo reaccionas a lo que te pasa. Como diría el estoico Epicteto Lo que importa no son las cosas que te pasan, sino el cómo reaccionas ante ellas”. No tenemos control sobre las sorpresas, tanto positivas como negativas, que nos tiene reservada la vida. No podemos evitar circunstancias como un accidente, una enfermedad o un golpe de suerte. Pero sí tenemos la libertad para decidir nuestra reacción. Nos podemos hundir en la miseria, ahogarnos en nuestros lamentos o aprovechar la situación como una oportunidad para crecer, para subir de nivel.

        Ana, la abuela a la que tuve la inmensa fortuna de conocer durante la Media Maratón de Chiclana, es otro inmejorable ejemplo. La conocí en esa prueba en la que tuve el privilegio de participar acompañado una vez más por mis inseparables capitanes de Carros de Fuego, maestros de calidad.  Ana promueve en redes y en pruebas deportivas la loable iniciativa de #YoLuchoPorElMillón, con el que, recogiendo la inolvidable herencia del gran Pablo Ráez, trata de concienciar a la gente para obtener un millón de donantes de médula. La historia de Ana es la historia de una abuela con cuatro nietos, que vio marchar antes de tiempo a su hija Deby. Débora era militar de profesión y sin haber tenido la suerte de conocerla, estoy seguro que con un corazón enorme y solidario. Cuando Pablo Ráez se marchó ella abanderó su lucha. Ser donante de médula, o de sangre, y de órganos no te digo, debería ser algo tan natural como la vida misma. Ana corre con el chambergo de artillería de su hija en la cintura y con una bandera azul con la recreación del reconocible brazo de Pablo rodeado por ese “Siempre fuerte” que lo hizo tristemente famoso. Bajo ellos, los lemas #YoDono, #DonaMédula y #YoLuchoPorElMillon en forma de hashtags. Con esta gasolina, se entiende que el motor de Ana funcione a la perfección. Completó una más que loable Media Maratón de Chiclana acompañando al globo de las dos horas. El mismo día del aniversario de la marcha de su hija Débora. “Levántate y brilla” era su lema. El lema que estoy seguro que ayudó a su madre a levantarse y brillar como lo hace. El lema que la llevará el próximo día once de mayo a completar los famosos 101 kilómetros de Ronda. La buscaré, porque caminar junto a ella será una garantía absoluta de finalizar la prueba.

      Reiteramos, lo importante no es lo que te pasa, sino como reaccionas. La vida debería ser una excusa para ser feliz. Porque  a pesar de las tragedias que puedan sacudirte, muchas de ellas sin posibilidad de explicación, la felicidad siempre es una opción. Siempre tenemos a nuestra disposición excusas para alcanzarla. Yo he visto la felicidad en la mirada de Juan Ángel, en la mirada de Ana, a pesar de sus circunstancias. La decisión de usar esas excusas, y de buscar la felicidad a pesar de nuestras circunstancias es sólo nuestra.

        En esa búsqueda y utilización de excusas tan difícil (o más) que tomar la decisión y agarrarnos con fuerza a esa excusa es mantenerla a lo largo del tiempo. Nuestra mente es siempre nuestro peor enemigo y siempre está al acecho de los momentos de debilidad para invitarnos a abandonar. Para ello comparto una frase cuyo autor desconozco, que suelo usar en muchas de mis aventuras deportivo solidarias cuando las fuerzas flaquean. Y es que “cuando estés a punto de rendirte, recuerda por qué comenzaste”. O como dice mi amigo Javier Iriondo, cuando tienes un “por qué”, el “qué  el “cómo” aparecen de forma mágica.

         No hay mejor foto para ilustrar esta publicación que la de nuestras sonrisas junto al crack de Juan Ángel en el estadio del  U.D. Santa Rosalía Maqueda. No encuentro palabras para agradecerle lo que nos hizo vivir esa tarde allí. Seguro que él las encuentraría.



jueves, 21 de marzo de 2024

MIS PRIMEROS 100 DIAS EN MINIFUNKIDS (PUBLICACIÓN 100 DEL BLOG)

      Comparto hoy una publicación extraordinaria en mi blog para comentar y celebrar mis primeros cien días en Minifunkids. No sé muy bien cómo esta idea llegó a mi mente, pero sobre todo no sé cómo fue capaz de destacar entre la infinidad de ideas que lo hacen diariamente. Quizás porque 100 días es  una cifra redonda. Me acordé del genial cuento del Círculo del 99 de Jorge Bucay, que no destriparé hoy porque seguro que me da para una futura publicación. 100 días en los que mi vida ha dado un cambio espectacular que como dice mi amigo Alonso, merecía la alegría compartir.

        Si tuviese que resumir estas 2.400 horas en una sola palabra, no tendría ninguna duda. Escogería la palabra “gracias”, una de mis favoritas. Gracias por todo lo que he vivido en estos cien días, por las personas que se han cruzado en mi camino como últimos fichajes a mi álbum de la vida, y también gracias a aquellos que ya aparecían pero que han cambiado su demarcación e incluso su camiseta para jugar un papel aún más relevante. Pero una sola palabra creo que no sería suficiente para expresar todo el agradecimiento que siento. Así que pensé en escribir una publicación extraordinaria para poder compartirlo. A la hora de estructurarla, un “reel” de Instagram (perdonad el anglicismo, pero es uno de los efectos colaterales de haber “rejuvenecido” en esta nueva aventura) me mostró un señor de edad madura dando tres sabios consejos sobre la vida. Las tres frases me parecieron una forma muy original de hacerlo.

    v  Rodéate de personas cuyos ojos se iluminen cuando te ven llegar.

Las personas han jugado un papel fundamental en esta nueva temporada de la serie de mi vida, como no podía ser de otra forma. Lo de la luz en los ojos es bastante gráfico. Por razón de mi hoy perdida timidez, siempre he encontrado serias dificultades a la hora de mirar a la gente a los ojos. Lo veía como una especie de intromisión en su intimidad, pero ahora me doy cuenta de que en realidad era una barrera para proteger la mía. Hoy, casi sin timidez y sin intimidad, me encanta disfrutar del brillo en las miradas de los ojos de las personas.

Y estos cien días los he podido vivir gracias al brillo de todos los que han iluminado mi camino con sus ojos. Por orden de aparición, como en los créditos de las películas, tengo que comenzar por dar las gracias a mi familia, a mi mujer, María, y a mis hijos Daniela y Pablo. Ellos fueron los primeros que iluminaron sus miradas y sonrisas cuando les planteé la posibilidad de cambiar de trabajo y me animaron sin dudarlo a pesar del riesgo que podría entrañar. Ya conocían a Minifunkids y a María Jesús desde antes y seguro que la luz en los ojos de María Jesús también los había hipnotizado. Porque si algo derrocha María Jesús es luz. En estos cien días, las decenas de veces (casi cien sin temor a equivocarme mucho) que la he escuchado contar la historia de Minifunkids he podido vivir en primera persona como la luz que rebosan sus ojos cuando habla de sus niños hipnotiza a todo el que se cruza en su camino. Con esa  luz no era posible decir que no a este sueño.

Pero Minifunkids no es sólo María Jesús. Además de su CEO y fundadora, que no es poco, Miguel, Juandi, Alejandro, Alberto y todos los que de una u otra forma colaboran en el proyecto, también iluminan sus ojos cuando hablan de Minifunkids.

Esa luz se extiende a los socios, que vieron luz también en la posibilidad de ayudar a niños con diversidad funcional y fueron fundamentales para que el sueño se fuese haciendo realidad. Para cerrar este círculo, la luz de José María, mi Amigo con Mayúsculas (Hermano no de sangre con Mayúsculas también) que fue quien actuó de alineador de astros para que esto  saliese adelante. Por si fuese poco, mi Hermano (este de sangre) formó parte de ese equipo que junto a María, Jesús y Paco nos permitieron que les “okupásemos” su despacho durante los primeros meses. A pesar de haber irrumpido en sus vidas, iluminaban sus ojos cuando nos veían llegar. Los echamos de menos.

En este ejército de iluminadores no podemos olvidar a todos los mentores, formadores y otros colaboradores que nos hemos encontrado por el camino y que han intercambiado sus valiosos consejos a cambio de la luz de Minifunkids. No queremos olvidar a ninguno de esa larga lista que conforman Jose, Pablo, Paloma, los “Carlos”, Bassem, Beatriz, Enrique, y todos a los que no he tenido el gusto de conocer pero también iluminaron el camino de María Jesús con el brillo de sus ojos.

Y no podemos finalizar este apartado sin destacar el brillo de los ojos de los niños, esos niños que son nuestro verdadero porqué y en los que hemos puesto la esperanza y nuestro esfuerzo para que con el uso mágico de la realidad virtual y con la iluminación que sus ojos generen dentro de esos visores podamos ayudarles a mejorar su calidad de vida, haciendo de este mundo un lugar más inclusivo, diverso y visible.

Cerrar este apartado sin hablar de mi amigo Cristian sería imperdonable. Si alguien es ejemplo de luz en sus ojos es precisamente él. Por eso cada vez que tenemos ocasión contamos con él como imagen para unos flyers en la MWC, o como protagonista de un vídeo de agradecimiento en la diapositiva que cierra la mayoría de nuestras presentaciones.                     

v  Lentamente es la forma más rápida de llegar a dónde quieres estar.

         Avanzar lento y firme sin desviarte mucho del camino es mejor que hacerlo como pollo sin cabeza y sin tener muy claro dónde vas. Si usas la segunda opción al final terminarás equivocándote de camino, y tendrás que volver sobre tus pasos para deshacer lo recorrido. Esta experiencia la tengo muy asumida gracias a mi experiencia en deportes de larga distancia. Si te equivocas en el trazado de una ultra y después te das cuenta de que por ahí no se llega a la meta no te quedará otra que volverte hasta el punto donde te equivocaste. Ese punto donde una parada y reflexión sobre el camino a tomar posiblemente te hubiese ahorrado una cantidad extra de kilómetros que seguro que al final acabas lamentando.

 Ya hablé sobre este tema en mi publicación de enero donde hablaba de atarme los cordones antes de empezar a correr. Paradójicamente (¿qué es la vida, sino paradoja junto a humor y cambio?, como la definen magistralmente en el “Guerrero Pacífico”) en este metaverso de realidad virtual, donde todo viaja a una velocidad endiablada, mantener la firmeza, ser paciente y saber contar hasta diez pueden ser virtudes diferenciales y verdaderas ventajas competitivas. En un mundo donde todos corren sin saber por qué, priorizar, ralentizar y racionar las fuerzas te pueden acelerar al final. Carrera de fondo donde lo  importante no es sólo llegar, sino seguir avanzando y subiendo (como veremos a continuación) cuando nos creamos haber cruzado la meta. Como escribía en T3, uno de mis libros, “La verdadera competición empieza cuando cruzas la línea de Meta”.

v  La cima de una montaña es la base de la siguiente, así que sigue subiendo.

Dice un proverbio africano que si quieres caminar rápido vayas solo, pero que si quieres llegar lejos, lo hagas acompañado. Ya dejamos claro en el punto anterior que nuestro caminar debía ser lento pero firme. En este aclaramos que nuestro objetivo es llegar lejos, muy lejos. Que el viaje sea largo y dure lo máximo posible. Que creemos un Minifunkids tan sostenible y sólido que seamos capaces de ayudar a muchos niños. A mientras más mejor. Así que toca ir acompañado de gente a las que les brillen los ojos, con paso firme y seguro. Porque una vez lleguemos a dónde queremos estar, el camino no se habrá terminado. De hecho es ahí donde comenzará el verdadero camino. Este tercer consejo precisamente se habla sobre esto. Cuando creemos haber alcanzado la cima, tenemos que tomar conciencia de que la cúspide tan sólo es la base de la siguiente montaña que nos aguarda, así que debemos seguir subiendo.

En esta subida permanente no puedo dejar de subir sin recordar las sabias palabras de mi padre. Él hablaba de que la vida era una escalera. De que a veces tocaba ir cuesta abajo, casi frenándote, pero que otras veces tenías que subir y apretar porque los escalones se hacían insalvables. Y que cuando bajases fueses amable con los que en esos momentos sufrían la  subida, porque algún día tú ocuparías su lugar y puede que los que hoy estaban sufriendo mañana disfrutarían de la bajada. Y al final la vida te iba a devolver lo que tú le dieses a ella. Una lección brutal, como todas las que me regaló sin necesidad de haber pisado nunca una universidad. La otra que más utilizo es la de que fuese siempre el mismo, fuese donde fuese y estuviese con quien estuviese. Lecciones fáciles de enunciar y comprender pero difíciles de poner en práctica, como la de los verdaderos Maestros.

Con este privilegiado material genético hoy tengo la suficiente experiencia como para tener la posibilidad de usarla a mi favor. Paradójicamente, a mi edad me encuentro jugando en una Champions para jóvenes, donde la mayoría son emprendedores de startups que podrían ser incluso mis hijos. A pesar de ello, he sido más que bien recibido y en ningún momento he sentido rechazo a la llamada generación de plata, además de por mi falta de canas, posiblemente por que contemos con la inclusión y con la diversidad como dos pilares de nuestro proyecto.

Tenemos muy claro que no todo serán días de vino y rosas, ni achuchones en la espalda ni alfombras rojas por las que desfilar. Llegarán las espinas, los inconvenientes, las subidas interminables, y ahí es donde debemos mantener la luz en los ojos y recordar por qué comenzamos, cuál es nuestro propósito y nuestra motivación. El otro día escuchaba en una conferencia que los dos secretos del éxito en la vida son ilusión y voluntad. Ahora mismo nuestros depósitos rebosan. Vigilaremos que no se vacíen. Reponerlos será una de nuestras tareas principales.

Gracias por invertir vuestro tiempo en leer esta reflexión, quizás un poco más larga de lo habitual. 100 días no son nada. Lo importante es el día de  hoy. Y cuando pase, el de mañana, que se acabará convirtiendo en hoy también, a vivirlo a tope. Día a día. Trocito a trocito. Partido a partido.