Hoy es un día especial. Tan especial que no podía dejar pasar por alto la oportunidad de dedicarle la publicación de mi blog del mes de abril. Hoy el sol nos ilumina con una luz especial. Hoy no es un día cualquiera. Mi hija “pequeña” cumple hoy dieciocho años. Un número cargado de significado que resuena con la promesa de la madurez, la libertad y un sinfín de posibilidades. Un número que para Daniela significa libertad, sueños y un mundo por descubrir. Para nosotros sus padres, es mucho más que eso. Es el capítulo final de una etapa y el inicio de otra. Como ella decía de pequeñita, “el fin es el comienzo de algo nuevo”. Para nosotros es mirar atrás y preguntarnos: ¿Cómo ha podido pasar tan rápido? ¿Dónde quedaron esas risas contagiosas, sus tropiezos aprendiendo a caminar, esas pataletas, y esos abrazos que llenaban los días de magia?
El tiempo siempre tiene una manera especial de mostrarnos su
paso, especialmente en lo relativo a nuestros hijos. Basta echar un vistazo a
sus primeras fotos, a los dibujos llenos de colores y de amor que todavía
adornan la puerta del frigorífico, a la bicicleta que lleva años acumulando
polvo y a esos disfraces convertidos en recuerdos que parece mentira que un día
la hubiesen vestido.
Hoy hace dieciocho años que en un gesto cargado de significado
tuve el honor y la responsabilidad de cortar el cordón umbilical que todavía la
unía a su madre. Una forma de darle la bienvenida a esta vida, de reconocer su
autonomía e independencia en el bonito camino que se le desplegaba por delante.
Verla llegar a este mundo es una imagen que estoy seguro no olvidaré. Aunque
algún día alguna enfermedad pueda borrar los recuerdos de mi memoria estoy
seguro de que no será capaz de borrarlos de mi corazón.
La mayoría de edad es el símbolo de una etapa en la que la
persona empieza a tomar las riendas de su vida, a crear su propio camino. Pero
el verdadero logro es todo lo que ha aprendido y sobre todo lo que nos ha
enseñado a nosotros durante todo ese tiempo. Porque ser padres es más que una
aventura un auténtico descubrimiento personal. Ella ha crecido, pero nosotros
también. Gracias a ella hemos aprendido juntos a ser mejores, a superar muchos
miedos y a celebrar las pequeñas victorias (y las grandes).
Viéndola ahora en este momento tan importante de su vida no
puedo evitar sentir un cosquilleo de emociones. Orgullo por la persona en la
que se ha convertido. Alegría por los sueños que persigue con tanta pasión.
Felicidad cuando la veo dibujar esa sonrisa. Miedo, porque creo que no se puede
ser padre sin sentirlo, o al menos, yo todavía no ha aprendido a hacerlo. Y un
poco de nostalgia, por los años que pasaron volando. Pero si hay una emoción
que destaca por encima de todas es la gratitud. Gratitud por cada momento
compartido, por cada risa, por cada abrazo. Por cada lección aprendida. Por
haber podido disfrutar de estos dieciocho años junto a ella, uno de los mejores
regalos que me pudo hacer la vida.
Hoy celebro no solo su cumpleaños, sino también el inicio de
un nuevo capítulo en su vida. Un capítulo lleno de aventuras, desafíos y
descubrimientos. Un capítulo donde ella será la protagonista, la autora de su
propia historia. Y ese protagonismo independiente implica para los padres la
necesidad de aprender a soltar, a dejar ir. De la misma forma que un día
nuestros padres hicieron con nosotros. No he encontrado mejor forma de reflejar
mi aprendizaje que con el bello poema de Kahlil Gibran que tantas veces he
leído, y que lleva por título “Tus hijos no son tus hijos…”
Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios
pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes
a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad
Como me conoces tan bien, porque en el fondo creo que algo nos parecemos, no podía dejar de pasar la oportunidad en este día de dejarte algunos consejos. Aunque sin duda yo he aprendido de ti muchísimo más que tú de mí, creo que los años me permiten ver con otros ojos (de viejo) la vida y aquí te dejo una lista de tareas:
§ Sueña en grande. No permitas que nadie limite tus aspiraciones. El mundo es tuyo.
§ Sé valiente. Aunque ya lo eres, no temas a los obstáculos. Que no te hagan perder la sonrisa. Son oportunidades para crecer y aprender.
§ Sé tú misma. No cambies para complacer a nadie. Tu autenticidad es tu mayor fortaleza. La mayoría de la gente vendería su alma al diablo por ser como tú. Los que no, es que la han vendido ya.
§ Sé feliz. Encuentra la alegría en las pequeñas cosas y celebra cada momento.
Ya sabes que el primer consejo (bueno casi ninguno) no son
míos. Es un resumen de la frase que durante tantos años se mostraba en una
pared de tu habitación junto a una imagen de la película “En busca de la
felicidad”. Esa que dice “Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer
algo. Ni siquiera yo. Si tienes un sueño, tienes que protegerlo. Las personas
que no son capaces de hacer algo por ellos mismos, te dirán que tú tampoco
puedes hacerlo. ¿Quieres algo? Ve por ello y punto”. Me encantaría que me recordases
por esa frase, aunque no sea mía.
También sabes que podría llenar un libro hablando de ti. Pero
tampoco quiero agobiarte en este día tan especial. Así que voy a rematar la
publicación de abril con algunos consejos (definitivamente me he venido arriba)
para los que tengan la suerte de ser padres (biológicos o en cualquiera de sus
acepciones).
- Aprovechad
cada momento con vuestros hijos. El tiempo vuela.
- Amadlos
incondicionalmente. No hay mejor regalo que nuestro amor.
- Inspiradlos
a ser mejores personas. El mundo necesita su luz. No hay mayor felicidad
para un padre o una madre que ver a su hija o a su hijo feliz.
Hoy, cuando vea a Daniela soplar las velas de su pastel, yo
también pediré un deseo: que su vida esté llena de momentos felices, de sueños
cumplidos y de personas que la amen y la valoren por quien es. Espero poder
verlo durante mucho tiempo.
No puedo terminar esta publicación sin dar las gracias a mi
mujer y madre de Daniela, que lleva ya oficialmente veintinueve años
aguantándome con papeles. Un día especial para celebrar nuestro aniversario de
boda, pero cuyo protagonismo indudablemente se llevó Daniela ese primaveral
sábado de 2007.
Y como imagen, y hablando de felicidad, una de las infinitas fotos que guardo de estos dieciocho años. En la playa de El Palmar, en uno
de los innumerables momentos que pasamos allí, el verdadero reflejo de la imagen
de la verdadera felicidad.