viernes, 19 de septiembre de 2025

SIN LOCURA NO HAY FELICIDAD...

Tendemos a pensar que la felicidad siempre llega después. Después de alcanzar una meta, de cumplir un sueño, de recorrer un camino, de jubilarnos ... Pero una vez más la vida volvió a recordarme que no. La felicidad no es la recompensa final, es el combustible que enciende la chispa de cualquier locura. Como decían en el Guerrero Pacífico, una de mis películas favoritas: “el viaje es lo que nos trae la felicidad, no el destino”.

Definitivamente hay locuras que transforman vidas. Me considero un suertudo de la vida, porque ya he vivido unas cuantas. En este caso una aventura que parecía imposible. Pero como dice siempre alguien muy cercano a mí, “sólo es imposible aquello que no se intenta.”

Completar las últimas cinco etapas del Camino Francés en 24 horas puede parecer un poco descabellado. Pero no importa lo qué hacemos, ni siquiera cómo, sino por qué. Nosotros no lo hicimos para batir un récord ni para demostrar nada, sino por algo mucho más fuerte: para sumar fuerzas en una causa que importa de verdad.

El Proyecto Horizonte de #RetoPichón2025, a favor de Asociación Autismo Sevilla, nos regaló el mejor escenario para dar sentido a cada paso. Aunque la explicación es simple (caminar, trotar, resistir, llegar), la experiencia fue todo menos sencilla. Fue emoción, comunidad, entrega, con algún que otro momento de sufrimiento y duda. Como la vida misma. Fue felicidad convertida en locura compartida.

Y fue felicidad llena de lecciones. Podría hablar de los kilómetros, de las horas sin dormir o del cansancio físico. Pero lo que de verdad queda son las lecciones invisibles:


• La felicidad no se espera, se construye en el presente. Con cada abrazo, cada palabra de ánimo, cada gesto que parecía pequeño pero lo cambia todo.


• La locura de un reto compartido se convierte en motor. Cuando uno flaquea, el otro sostiene. Cuando alguien sonríe, todos avanzamos un poco más ligeros.


• La vida es demasiado breve para encerrar los sueños en un cajón. El momento perfecto no llega; lo creamos al decidir dar el paso.


• El propósito multiplica. Cuando tienes un "por qué", aparecen el "qué" y el "cómo", incluso cuando las fuerzas se apagan.


• Un camino de 24 horas puede resumir toda una vida. Intenso, fugaz, lleno de encuentros y aprendizajes que dejan huella.

Detrás de cada reto hay nombres propios. Por eso quiero detenerme en el agradecimiento:
A Manuel Navarro Sánchez y Jesús Rey, compañeros de ruta, por transformar el esfuerzo en alegría y las dificultades en anécdotas compartidas. Por haberme sostenido en los momentos en que estuve cerca del suelo.

Al Reto Pichón, por abrirnos las puertas como embajadores y recordarnos que la solidaridad puede organizarse, contagiarse y multiplicarse. Movimientos como éste son cada vez más necesarios en los momentos que nos ha tocado vivir.

Y, sobre todo, a Alberto, protagonista silencioso de esta historia. Gracias por mostrarnos que la verdadera inspiración no necesita alzar la voz. A veces basta un susurro para atravesar el alma.

Este reto me vuelve a confirmar una certeza: la solidaridad no es un gesto aislado, es una manera de mirar la vida.

Como dicen mis amigos de la Fundación Olivares, cuando ayudas a los demás, recibes muchísimo más de lo que das. Cuando compartes tu energía, tu tiempo o tu alegría, no solo transformas la vida de otros, también la tuya.

Y quizá esa sea la mayor locura: descubrir que al entregarnos a los demás somos nosotros quienes terminamos más llenos, más felices, más vivos.

¿Y ahora qué?

Podría decir que la aventura acabó al cruzar la meta, pero sería mentira. Como me enseñó mi hija Daniela de pequeñita: “el fin es el principio de algo nuevo”. Así que el reto sigue vivo. Y cuando lo demos por finalizado, tendremos que pensar en el siguiente.
Sigue en cada donación que llega, en cada conversación que se abre, en cada persona que se atreve a preguntarse: ¿qué locura feliz podría yo emprender para mejorar el mundo que me rodea?

Al final, lo que nos mueve no son las estadísticas ni los cronómetros. Nos mueve algo más profundo: la certeza de que sin felicidad no hay locura. Y sin locura, la vida pierde sus colores más brillantes.

Mi consejo de este mes es tan fácil de escribir como difícil de llevar a cabo: atrévete a tu propia locura feliz.
Esa que lleva tiempo llamando a tu puerta. Esa que parece imposible pero te hace sonreír solo de imaginarla. Esa que, cuando la vivas, no solo te cambiará a ti, también dejará huella en quienes te acompañen.

Como imagen para acompañar a la publicación de este mes, una del arranque de nuestra aventura. Sí, de la salida en lugar de la meta. Porque si tuviese que escoger a qué momento regresar, sería sin duda a la casilla de salida. Cosas de la locura…

Gracias como siempre por vuestro tiempo y nos vemos ya en el último trimestre del año, que esto vuela…