Tendemos a pensar que la
felicidad siempre llega después. Después de alcanzar una meta, de cumplir un
sueño, de recorrer un camino, de jubilarnos ... Pero una vez más la vida volvió
a recordarme que no. La felicidad no es la recompensa final, es el combustible
que enciende la chispa de cualquier locura. Como decían en el Guerrero
Pacífico, una de mis películas favoritas: “el viaje es lo que nos trae la
felicidad, no el destino”.
Definitivamente hay locuras que
transforman vidas. Me considero un suertudo de la vida, porque ya he vivido
unas cuantas. En este caso una aventura que parecía imposible. Pero como dice
siempre alguien muy cercano a mí, “sólo es imposible aquello que no se intenta.”
Completar las últimas cinco etapas
del Camino Francés en 24 horas puede parecer un poco descabellado. Pero no
importa lo qué hacemos, ni siquiera cómo, sino por qué. Nosotros no lo hicimos
para batir un récord ni para demostrar nada, sino por algo mucho más fuerte: para
sumar fuerzas en una causa que importa de verdad.
El Proyecto Horizonte de
#RetoPichón2025, a favor de Asociación Autismo Sevilla, nos regaló el mejor
escenario para dar sentido a cada paso. Aunque la explicación es simple
(caminar, trotar, resistir, llegar), la experiencia fue todo menos sencilla.
Fue emoción, comunidad, entrega, con algún que otro momento de sufrimiento y
duda. Como la vida misma. Fue felicidad convertida en locura compartida.
Y fue felicidad llena de
lecciones. Podría hablar de los kilómetros, de las horas sin dormir o del
cansancio físico. Pero lo que de verdad queda son las lecciones invisibles:
• La felicidad no se espera, se construye en el presente. Con cada abrazo, cada
palabra de ánimo, cada gesto que parecía pequeño pero lo cambia todo.
• La locura de un reto compartido se convierte en motor. Cuando uno flaquea, el
otro sostiene. Cuando alguien sonríe, todos avanzamos un poco más ligeros.
• La vida es demasiado breve para encerrar los sueños en un cajón. El momento
perfecto no llega; lo creamos al decidir dar el paso.
• El propósito multiplica. Cuando tienes un "por qué", aparecen el
"qué" y el "cómo", incluso cuando las fuerzas se apagan.
• Un camino de 24 horas puede resumir toda una vida. Intenso, fugaz, lleno de
encuentros y aprendizajes que dejan huella.
Detrás de cada reto hay nombres
propios. Por eso quiero detenerme en el agradecimiento:
A Manuel Navarro Sánchez y Jesús Rey, compañeros de ruta, por transformar el
esfuerzo en alegría y las dificultades en anécdotas compartidas. Por haberme
sostenido en los momentos en que estuve cerca del suelo.
Al Reto Pichón, por abrirnos las
puertas como embajadores y recordarnos que la solidaridad puede organizarse,
contagiarse y multiplicarse. Movimientos como éste son cada vez más necesarios
en los momentos que nos ha tocado vivir.
Y, sobre todo, a Alberto,
protagonista silencioso de esta historia. Gracias por mostrarnos que la
verdadera inspiración no necesita alzar la voz. A veces basta un susurro para
atravesar el alma.
Este reto me vuelve a confirmar
una certeza: la solidaridad no es un gesto aislado, es una manera de mirar la
vida.
Como dicen mis amigos de la Fundación
Olivares, cuando ayudas a los demás, recibes muchísimo más de lo que das.
Cuando compartes tu energía, tu tiempo o tu alegría, no solo transformas la
vida de otros, también la tuya.
Y quizá esa sea la mayor locura:
descubrir que al entregarnos a los demás somos nosotros quienes terminamos más
llenos, más felices, más vivos.
¿Y ahora qué?
Podría decir que la aventura
acabó al cruzar la meta, pero sería mentira. Como me enseñó mi hija Daniela de
pequeñita: “el fin es el principio de algo nuevo”. Así que el reto sigue vivo.
Y cuando lo demos por finalizado, tendremos que pensar en el siguiente.
Sigue en cada donación que llega, en cada conversación que se abre, en cada
persona que se atreve a preguntarse: ¿qué locura feliz podría yo emprender para
mejorar el mundo que me rodea?
Al final, lo que nos mueve no son
las estadísticas ni los cronómetros. Nos mueve algo más profundo: la certeza de
que sin felicidad no hay locura. Y sin locura, la vida pierde sus colores más
brillantes.
Mi consejo de este mes es tan
fácil de escribir como difícil de llevar a cabo: atrévete a tu propia locura
feliz.
Esa que lleva tiempo llamando a tu puerta. Esa que parece imposible pero te
hace sonreír solo de imaginarla. Esa que, cuando la vivas, no solo te cambiará
a ti, también dejará huella en quienes te acompañen.
Como imagen para acompañar a la
publicación de este mes, una del arranque de nuestra aventura. Sí, de la salida
en lugar de la meta. Porque si tuviese que escoger a qué momento regresar,
sería sin duda a la casilla de salida. Cosas de la locura…
Gracias como siempre por vuestro tiempo y nos vemos ya en el último trimestre del año, que esto vuela…
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