Justamente tres años después, retomo el mismo tema que dio origen a la publicación de Marzo de 2018. Quizás porque este año, aprovechando el día Mundial de la Felicidad que se celebra el 20 de Marzo, he tenido la oportunidad de asistir a algún que otro seminario (virtual, por supuesto), celebrado en el marco de la World Happinesss Week en el que me ha quedado patente que el concepto que teníamos de la felicidad ha cambiado significativamente (creo que para mejor) en los últimos años. He querido reflejar de alguna forma esta evolución en el título de la entrada del blog. Si hace un trienio era un modesto “Hablando de felicidad” ahora ya soy más ambicioso y pido prestado el título de la genial película de Will Smith llamada “Buscando la felicidad”, para a continuación dar pistas sobre su localización.
Recuerdo hace
unos quince años, en mi etapa de padre primerizo, cuando acudía junto a mi
mujer a unas sesiones de la Escuela de Padres del Ayuntamiento de Dos Hermanas,
donde desarrollábamos unos talleres que llevaban por título “Aprendiendo a ser
feliz”. Cuando comentábamos el tema con los amigos, algunos de ellos padres
también, la mayoría se mostraban sorprendidos de que asistiésemos a clases de
un curso con este nombre.
La felicidad,
que parece ser el estado natural por defecto del ser humano (ése que traemos
instalado de fábrica en nuestro sistema operativo) parece olvidarse cuando
vamos cumpliendo años (la verdad es que podríamos celebrar aniversarios, porque
la expresión que utilizamos normalmente “huele” un poco a condena) y vamos transitando por el camino de la vida.
La felicidad,
sobre la que existe la controversia de si sería conveniente considerarla como
una decisión o como una obligación, creo que debería ser casi de obligado
cumplimiento en el caso de los padres. Al
tener hijos tenemos entre otras, la dura y a la vez satisfactoria misión de
dejar a nuestros hijos este legado, para que al menos tengan la oportunidad de
decidir cuando sean adultos si quieren volver a la felicidad.
Volviendo al
inicio y retomando el tema de la World Happiness Week que ha inspirado esta
publicación, me sorprende muy gratamente la evolución tan positiva que ha
tenido el tema de la felicidad en los últimos tiempos.
Paloma
Fuentes, Gerente de Felicidad en Mahou, una verdadera referencia en este campo,
abrió el evento con una conferencia sugerentemente titulada “Explorando las
habilidades de la felicidad en las organizaciones”. Es una delicia seguir sus
publicaciones por la positividad e ilusión que transmite. Si hace unos años
hablar de felicidad en el trabajo casi se consideraba una utopía, actualmente hay
empresas pioneras que hacen de la felicidad una importante ventaja competitiva
porque no tienen dudas de que la felicidad de los empleados guarda una relación
directa y estrecha con la productividad, los resultados y el futuro de la
compañía. Todavía hoy hay quien recela de esta figura, pero en unos años el
“Chief Happiness Officer” será tan habitual en las empresas como los
aficionados corriendo por la calle (que por cierto, también éramos mirados de
forma extraña hace unos años cuando éramos minoría.)
Si hablamos de
Directores de Felicidad, Chade-Meng Tan es otra referencia a nivel mundial. El
conocido como el tipo afable y alegre («cosa que nadie puede negar», como se
afirma en su tarjeta de visita) fue uno de los primeros ingenieros que formaron
parte de Google. Uno de los pioneros del crecimiento personal en el trabajo, desarrolló
el programa “Busca en tu interior” (“Search Inside Yourself”) uniendo
inteligencia emocional y mindfulness con la intención de impulsar el rendimiento
de una de las empresas más innovadoras y exitosas del mundo.
Entre los
beneficios de la inteligencia emocional se encuentran la de generar un
liderazgo sobresaliente e inspirador, incrementar el rendimiento de forma espectacular
y facilitar las condiciones que hacen posible la felicidad. Aún sin descartar
los dos primeros, de indudable relevancia, nos centraremos en el último que es
el que sirve de hilo conductor al artículo. Con independencia de la evidencia
empírica que puedan arrojar los distintos estudios, el sentido común parece
hacernos ver que los cinco componentes de la inteligencia emocional parecen
estar bastante alienados con la búsqueda de la felicidad. Vayamos con ello.
õ Autoconocimiento.
Conocer los propios estados internos, preferencias recursos e intuiciones
parece algo muy lógico para llegar a ser feliz. Si no nos conocemos
suficientemente, no será fácil buscar aquello que nos hace feliz. El “Conócete
a ti mismo” que coronaba el frontón del templo de Apolo en Delfos ha perdurado
a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un mantra imprescindible del
crecimiento personal.
õ Autogestión.
Como gestión de los estados internos, impulsos y recursos. Aquí radica uno de
los pilares de la libertad del ser humano. Como citó Víctor Frankl. “Entre el
estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio se encuentra nuestro
poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta está nuestro
crecimiento y nuestra libertad.” Es pasar del reaccionar al responder, paso
también imprescindible para ser felices.
õ Motivación.
Entendida como la existencia de motivos que nos empujan a actuar. Estamos
motivados cuando tenemos alineamiento y lo que hacemos es coherente con
nuestros valores, cuando tenemos visión y somos capaces de ver el futuro que
deseamos, y cuando tenemos resiliencia, superándonos, adaptándonos y
aprendiendo de los tropiezos. Tampoco parece que esto vaya muy en contra de la
percepción de la felicidad, por muy subjetiva que sea.
õ Empatía.
La capacidad para experimentar y entender lo que otros sienten, pero
manteniendo la clara separación entre nuestros sentimientos y los de la otra
persona también es muy útil de cara a incrementar nuestros niveles de
felicidad, si consideramos nuestra dimensión básicamente social. Nuestras
relaciones suelen determinar nuestro nivel de felicidad, y hay pocas
perspectivas mejores que la empatía para gestionarlas.
õ Liderazgo:
La capacidad de ser espejo para los demás, de inspirar a otros, es pieza
inseparable de la felicidad. De hecho, dicen que la felicidad es de las cosas
que se incrementan al compartirla.
Buscando información
al respecto me he encontrado con una frase que se atribuye a Benjamin Franklin
y me ha parecido espectacular, además de bastante acertada: “La felicidad humana
generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas
veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días” Todas las habilidades
anteriores, que entre otras cosas son entrenables, y por tanto, mejorables, nos
permiten dar cada día pequeños pasitos en busca de la felicidad. Al final, creo
que la vida no es más que un continuo aprendizaje. El día que dejamos de
aprender, dejamos de morir…
Finalizo la
publicación con uno de esos cuentos que tanto me gustan. Éste sobre la Rabiya
lo aprendí precisamente en la Escuela de Padres a la que hacía referencia al
inicio de la publicación. La anciana mujer, como haría el señor Mang de Google
varios cientos de años después, tenía muy claro que la felicidad se encuentra
en nuestro interior.
Una tarde
la gente vio a Rabiya buscando algo en la calle frente a su choza. Todos se
acercaron a la pobre anciana. ¿Qué pasa? Preguntaron- ¿Qué estás buscando?
- ¡Perdí mi
aguja – dijo ella!
Y todos la
ayudaron a buscarla. Pero alguien le dijo:
– Rabiya,
la calle es larga, pronto no habrá más luz. Una aguja es algo muy pequeño, ¿por
qué no nos dices exactamente dónde se te cayó?
– Dentro de
mi casa- respondió ella.
– ¿Te has
vuelto loca? – gritó la gente- si la aguja se te cayó dentro de tu casa, ¿Por
qué la buscas aquí fuera?
– Porque
aquí hay luz y dentro de la casa no la hay.
– Pero aún
habiendo luz, ¿Cómo podemos encontrar la aguja si no es aquí donde la has perdido?
– Lo correcto sería llevar la lámpara a la casa y buscarla allí.
Y Rabiya se rió.
- ¡Sois tan inteligentes para las cosas
pequeñas! ¿Cuándo vais a utilizar esta inteligencia para vuestra propia vida
interior? En el tiempo que os conozco os he visto siempre infelices, intentando
cubrir vuestra felicidad con cosas exteriores, buscando afuera lo que sé, por
mi propia experiencia, que se encuentra dentro de vosotros mismos. Usad vuestra
inteligencia. ¿Por qué buscáis la felicidad en el mundo exterior? ¿Acaso la
habéis perdido allí?
Gracias
como siempre por vuestro tiempo invertido en la lectura de estas reflexiones en
voz alta y sed felices, que Abril está a la vuelta de la esquina. Ya sabéis,
buscad la felicidad en vuestro interior, aunque esté oscuro. Al final acabará
apareciendo.
Y
para poner la guinda al pastel la foto extraída de la película de Will Smith
que bautiza esta publicación con una de mis frases favoritas y que durante
tanto tiempo decoró las habitaciones de mis hijos:
“Nunca dejes que nadie te diga
que no puedes hacer algo. Ni siquiera yo. Si tienes un sueño, tienes que
protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo por ellos mismos, te
dirán que tú tampoco puedes hacerlo. ¿Quieres algo? Ve por ello y punto”
Para
seguir este consejo creo que tienes que conocerte, gestionar tus emociones,
motivarte, empatizar con los que te dicen que no podrás hacerlo, liderar a los
demás con tu ejemplo, y ello te llevará, inevitablemente a esa felicidad que habita
en tu interior.
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