Otro fin de
año que se acerca. Otros 365 días vividos. Otros 365 motivos para estar
agradecido. Llega el momento de mirar hacia atrás y de conectar los puntos,
como decía el gran Steve Jobs. Hora de agradecer a todos los que me han ayudado
a vivir estas experiencias. Si encontramos un hilo conductor que ha cosido la
mayoría de los momentos sin duda alguna se trata del deporte. Un deporte
practicado a mi estilo, muy lejos de las marcas de los cracks, muy alejado de
los puestos de cabeza, pero buscando
siempre el peculiar objetivo de disfrutar a tope de los kilómetros recorridos,
sin perder la sonrisa e intentando poner mi pequeño granito de arena en ayudar
a los demás (aunque en realidad me esté ayudando a mí mismo). Un deporte que
nunca deja de darme lecciones de vida para aplicar en mi actividad tanto
personal como profesional.
Después de un
2018 a tope, llegaba el momento de fijar la que sería la etapa reina de la
temporada. Este año, después de haberlo soñado durante mucho tiempo, por fin llegaba
el momento de participar en el Ironman de Lanzarote. Primera lección: los
sueños al final se acaban haciendo realidad. Si tienes el por qué, aparece el
cómo. En este caso el por qué tomaba forma de reto solidario a favor de la
Fundación Donando Vidas. Otra edición muy especial del #YoAdelantoTúDonas en
uno de los lugares más emblemáticos que existen para este tipo de competiciones.
Una prueba que no tuvo lugar durante las casi quince horas que tardé en
completarla, sino durante los noventa días anteriores en las que casi cien
donantes de órganos me regalaron todo su apoyo y su cariño. Sencillamente
inolvidable. Segunda lección: si caminas solo, llegarás antes, pero si caminas
acompañado llegarás más lejos. Aquí llegué muy lejos, mucho más de lo que jamás
alcancé a imaginar.
Justo una
semana antes del comienzo del reto tuvo lugar otra de las citas obligadas del
calendario: la maratón de Sevilla. Mi séptima participación en esta carrera, mi
segunda con los Carros de Fuego y la primera en la que tenía oportunidad de
impulsar a Cristian, que por cuestiones médicas se había perdido la edición
anterior. Toda la magia que se puede encontrar en esta distancia se multiplica
por infinito cuando tienes la oportunidad de impulsar a un Capitán. Este año,
por si fuese poco, Telecinco nos grabó un espectacular reportaje donde tuve la
oportunidad de ser corresponsal en directo durante la carrera junto a mis
inseparables Guillermo y Quinta, dos tíos que entre otras muchas cosas me han
enseñado que nos limitan nuestras creencias, no nuestras capacidades. Muchas veces,
al cruzar la meta he sido capaz de devorar kilómetros a un ritmo que jamás
hubiese imaginado.
Entre la
maratón y el Ironman de Lanzarote muchos entrenamientos, muchos madrugones y sobre
todo mucho tiempo para pensar, que es uno de los principales regalos que me
aporta el deporte. En el mes de Marzo participé en Alcalá de Guadaira en la I
Carrera Solidaria contra la Leucemia “Valeria Pequeña Guerrera”. Una prueba que
ojalá nunca se hubiese celebrado pero que nos enseña a todos el ejemplo de unos
padres (Vanessa y Antonio) que son valientes no por sacar fuerzas de donde no
las hay para seguir adelante, sino por seguir adelante sin tener fuerzas.
Incluso de la más terrible adversidad la actitud es capaz de sacar algo tan
extraordinario como esta admirable labor. Además del encuentro con muchos
miembros del Donando Vidas Team, tuve la oportunidad de compartir unos intensos
momentos con el gran Capitán América (mi indescriptible amigo Edu Balboa del
Cid) que a lomos de su Harley se desplazó desde Málaga para inundar Alcalá de
alma, magia y corazón, esas que rebosan los niños de la Fundación Olivares.
Unicornios y besos de colores al cielo para la gran Valeria.
Pero todavía
quedaban muchos platos fuertes por paladear en la temporada. En el mes de
Julio, pocos días después de mi cumpleaños, tuve el inmenso regalo de acompañar
a Cristian y a su familia en un viaje a Tenerife que jamás olvidaré. Gracias a
Marcos, organizador de la serie de carreras de la Maskmororun pudimos disfrutar
de unos días de ensueño en la Orotova (y en el resto de la isla) con sus
cuestas infinitas. Un sueño que se pudo hacer realidad sobre todo gracias a la
gente. Anthony, Zohila, Fernando, David, Lioneel, Miguel Ángel, Gilberto,
Domingo y su mujer, Rafa, Dory, Ángel, Muller, Pablo, Antonio Lima y tantos
otros que mi frágil y castigada memoria no me permite recordar me enseñaron
tanto en tan poco tiempo. Además Ana, Feli y Cristian me regalaron en cinco
días un Máster concentrado de la vida, sobre sentir, disfrutar y vivir, como
decía el lema de esta carrera con la que soñamos todos los días en volver.
Fue en Tenerife donde recibimos el jarro de
agua fría de la suspensión de la Ultraworld, otra aventura de la Fundación
Donando Vidas que nos iba a permitir recorrer en tres días el triángulo
Sanlúcar de Barrameda, Huelva y Sevilla para homenajear a la primera circunnavegación
al mundo quinientos años después. Desgraciadamente, las palabras sentido común y política parecen discurrir
por caminos opuestos y finalmente nos quedamos sin poder disfrutar de este
evento. A veces que los planes no salgan bien (en contra de la opinión de
Hannibal Smith) resulta en una
maravillosa experiencia que de otra forma no tendríamos la oportunidad de
vivir. Sólo con el corazón (y eliminando cualquier posibilidad de razón que
pudiese tirar por tierra la nueva aventura) planteamos (hablo en plural para
compartir responsabilidades) realizar una versión modificada del
#YoAdelantoTúDonas, transformándolo en un #YoCaminoTúDonas. Otra vez se trataba
de llegar lejos (no rápido) así que había que ir acompañado. La genial idea con
la que seguir concienciando al mundo sobre la importancia de la donación de
órganos consistía en realizar el recorrido Sarria-Santiago de Compostela (116
kilómetros) a pie y con un límite autoimpuesto de veinticuatro horas. A pie
acompañado por mis inseparables Jesús Rey y Manuel Navarro (este último que
aunque un tema laboral de última hora le imposibilitó acompañarnos, estuvo muy
presente en cada uno de esos kilómetros) y escoltados en bici por mis amigos
Isidro Naranjo, Jesús Peña y José María Rey. Nada más que comentar, su señoría…
Una experiencia que dio para una publicación exclusiva en el blog (como la
totalidad de las anteriores)
Una semana
antes de volver a Santiago otra visita obligada (esta vez sin nadar, pedalear
ni correr) a la Fundación Olivares, para poder llevar a cabo la sesión
fotográfica del Calendario Solidario. Este año, temática de películas
infantiles magistralmente recogida por el mago del objetivo Diego Escobedo y
mágicamente retocada por el gran Paco Aznar. Esa tarde de Septiembre en la que
te vuelves a dar cuenta de lo que es verdaderamente importante y en la que esos
niños año a año nos regalan lecciones de vida de valor incalculable. Por si
fuera poco, este año hemos tenido un acompañante excepcional: mi hijo Pablo, que
en plena efervescencia adolescente cree haber encontrado en la educación
especial su propósito en la vida, y que tiene esa capacidad innata de caer bien
y ayudar a los pequeños que puedan necesitarlo.
Pero el año no
estaría completo sin la Ultramaratón de la Vida. Mucho más que una carrera. Un
punto de encuentro obligado para todos aquellos que creemos en el deporte, en
la solidaridad y en la necesidad de hacer desaparecer esa maldita lista de espera que condena en vida a
todos los que esperan un órgano para poder seguir adelante. Este año, por si
las emociones fuesen pocas, fui generosamente invitado al debut oficial de
Carros de Fuego en Cádiz, donde rodeado de buenísima gente acompañamos al crack
de Adrián por las calles sanluqueñas espectacularmente decoradas con la
iluminación Navideña. Al día siguiente, cincuenta kilómetros a pie
magistralmente escoltado por Juanlu (incombustible y ejemplar su reto Pichón),
Jesús Rey (otra vez) y el gran Javi (que con sus inconfundibles huaraches
incorpora aún más mérito a lo que hace). Aquí la lista de agradecimientos daría
para una publicación independiente, pero lo centraré en Eduardo Rangel
(presidente de la Fundación Donando Vidas) y en su mujer Loli Vidal (que es la
pieza clave que hace que todo funcione), sin nombrar pero recordando a todos
los miembros del Donando Vidas Team, a todos los participantes, colaboradores y
como no a sus voluntarios, que son únicos y especiales. Sólo espero poder
acudir durante muchos años más a esta cita obligada en el Puente de la
Inmaculada, en Sanlúcar de Barrameda o donde quiera que se llegue a celebrar.
Y alrededor
de esta carrera, tres medias maratones
con los Capitanes de Carros de Fuego (Dos Hermanas, Córdoba y Los Palacios). A
pesar de llegar muy castigado física pero también psicológicamente a este final
de temporada, esos niños te hacen resurgir de tus cenizas como el Ave Fénix y
quemar rueda con toda la ilusión que somos capaces de alcanzar.
Ya sólo me
queda un paseo para finalizar el año. La solidaria y genial San Silvestre de
Dos Hermanas donde un año más volveré a despedir el año enfundado en un disfraz
que envuelva la poca vergüenza que me va quedando. Otra oportunidad de
coincidir con el crack de mi amigo Quinta, organizador además del la prueba.
Y volviendo a
la senda del agradecimiento, como mencionaba al principio, ninguna de estas
locuras hubiese tenido lugar sin mi equipo, un equipo que es sin duda el mejor
y que es el que me da fuerzas para seguir
adelante. Mi hija Daniela que a pesar de ser la menor me da ese punto de
madurez que muchas veces necesita mi locura para alcanzar el equilibrio; mi
hijo Pablo que a pesar de nuestra continua batalla es el tipo de persona que
siempre me hubiese gustado ser y mi mujer María, que siempre está ahí a cargo
de todo mientras yo entreno y compito, a
pesar de que no comparte mi adicción (ni siquiera el gusto) por el deporte. Gracias
infinitas a las tres. Ojalá decidáis aguantarme durante muchos años más para
poder seguir haciendo realidad mi leitmotiv: #ShowMustGoOn. Gracias, muchísimas
gracias a todos los que estáis reflejados en estas líneas (incluso sin haber
sido nombrados) Os deseo un 2020 infinitamente mejor que el 2019.