jueves, 21 de octubre de 2021

SENTIDO, PROPÓSITO O PORQUÉ

                Hablamos sobre propósito en este mes de Octubre que ya va volteando las últimas hojas del calendario. El propósito, el sentido, o el porqué es la razón que justifica la existencia. Puede ser relativo a una empresa, a cualquier tipo de organización, o incluso se puede aplicar a nivel personal. Es el faro conductor que ilumina nuestro camino, que justifica la mayor parte de las decisiones que tomamos a largo plazo. Javier Iriondo, uno de los gurús del crecimiento personal a quien tengo la suerte de conocer y con el que he compartido bastantes momentos enriquecedores, viene a decir que quien tiene un porqué tiene un cómo.

                Como muestra de esta afirmación no he podido encontrar mejor ejemplo que esta bella historia de Jelena que mi Maestro y amigo Javier Iriondo narra de forma tan espectacular. Yo he tenido la fortuna de oírla en su propia voz y sentir la emoción que se puede experimentar con su narración. Los que me conocéis ya sabéis lo que me gusta dar “unas gracias”, pero en este caso quiero que sean especiales y merecidas. Gracias, Javier, por tu generosidad al dejarme usar esta historia de forma literal tal como aparece en el capítulo uno de tu libro “Los diez pasos hacia tu cima personal”, de Editorial Planeta. (https://amzn.to/2TaQN8m) Con estas palabras poco más debería añadir a la publicación de este mes, aunque como ya sabéis que de vergüenza ando un poco regular, me he atrevido a añadir unas líneas.

                A continuación os dejo el espectacular cuento de Jelena y un breve comentario de Javier Iriondo.           

“Cuentan que, en la guerra de los Balcanes, un grupo de refugiados, protegido por dos soldados, huía de una zona en conflicto en busca de la frontera hacia tierras más seguras. Cuando pasaron por un poblado totalmente arrasado con aspecto fantasmagórico, de repente una joven mujer salió corriendo de las ruinas de una casa pidiendo ayuda.

Entre las ruinas permanecían escondidos un anciano que protegía un bebé de tan sólo tres meses, y un niño de ocho años. La joven Jelena pidió permiso para que los cuatro pudiesen unirse al grupo.

Cuando los dos soldados vieron las dificultades del anciano para caminar, pensaron que podría ralentizar mucho el ritmo del grupo, lo que podía ser peligroso para todos. Tras meditar sobre la situación, los soldados finalmente aceptaron que se unieran al grupo con una condición: ellos los ayudarían con su bebé, pero tanto ella como el anciano y el niño tendrían que valerse por sí mismos.

Calculaban que en cuatro días lograrían alcanzar la frontera. A duras penas, el anciano mantuvo el ritmo durante los dos primeros días; sin embargo, su mente comenzó a abandonarle, empezó a pensar que ya no podía más, que no merecía la pena sufrir tanto, ya no tenía un porqué, para él no tenía sentido seguir luchando, hasta que al final del tercer día, el anciano, débil y totalmente exhausto, cayó al suelo.

Acudieron a ayudarle, pero su frágil mente también había abandonado y su dolorido cuerpo lo reafirmaba; por mucho que quisieron ayudarle, él ya no estaba dispuesto a ayudarse a sí mismo; decidió abandonar, convenció a todos para que siguieran sin él, ya que si esperaban podía ser peligroso. Decía que ya había vivido lo suficiente y pidió que le dejaran descansar para morir en paz. Jelena hizo todo lo posible para convencerle de que realizara un último esfuerzo, lloró desgarradoramente, le imploró con todas sus fuerzas, pero a pesar de todos sus ruegos, el anciano ya había abandonado.

La cruel situación no era agradable para nadie, tenían que tomar una decisión, no podían cargar con él, pero tampoco podían esperarle. Finalmente, no hubo otra opción, reiniciaron su marcha abandonando al anciano en el suelo junto a unas frías y húmedas rocas.

Jelena aprendió entonces que no tienes que compadecerte de nadie, jamás lo debes hacer, si lo haces terminarás de hundirlos, les habrás enseñado que la lástima funciona. Tienes que sentir y ofrecer empatía; tienes que dar palabras de ánimo, cariño, comprensión y toda la ayuda posible; pero jamás te compadezcas de nadie. Lo que tienes que hacer es creer en ellos, para que ellos vuelvan a creer en sí mismos.

Todos comenzaron a caminar alejándose del pobre anciano, pero, de repente, Jelena, con toda su determinación, volvió hacia atrás y colocó al bebé en brazos del anciano. Con la mayor determinación imaginable, miró a sus ojos y le dijo:

«Padre, éste es tu nieto, ahora es tu responsabilidad, es tu turno para llevarle y su vida depende de ti».

Jelena tragó saliva, con el corazón encogido se dio la vuelta y comenzó a caminar para alcanzar al grupo, su padre comenzó a llamarla para que no hiciese aquello, gritando que él no podía hacer nada, pero en ningún momento miró hacia atrás, no quería darle la oportunidad de sentir lástima por sí mismo. Jelena alcanzó al grupo y siguió caminando, hasta que finalmente miró atrás para comprobar cómo su anciano padre se había levantado y caminaba lentamente con su nieto en brazos en dirección al grupo.

Esta historia nos revela que cuando encontramos un motivo superior a nosotros mismos, cuando encontramos un porqué, cuando encontramos una razón por la que luchar, a pesar del profundo dolor y la desesperación, aparecen fuerzas donde antes parecía que ya no existían.

Cuando encontramos un propósito y nos olvidamos de nosotros mismos, en nuestro interior renace una nueva determinación, aparecen el coraje y la inspiración que nos empujan a lograr cosas que parecían imposibles.”

Encontrar el porqué es encontrar el motor que nos mueve hacia nuestra meta. Os voy a dejar un sencillo ejemplo como prueba del poder del porqué y su claro poder motivador. Muy lejos del cuento de Jelena pero muy cercano a lo que vivo cada día. Los que me conocéis ya sabéis que tengo en el deporte una de mis pasiones. Normalmente intento entrenar (sobre todo la carrera) antes de ir a trabajar. Mucha gente me pregunta que cómo lo hago para darme esos madrugones, pero creo que la pregunta está equivocada. La pregunta correcta sería que por qué lo hago. Sobre todo porque mientras más fuerte es el motivo, el propósito o el porqué que me mueve a salir a correr, menos esfuerzo tengo que realizar al levantarme. Cuando tengo un reto solidario en el horizonte, cuando ya tengo fecha para esa próxima prueba en la que voy a participar todo es mucho más fácil. Pero incluso sin estas motivaciones extras, saber que tengo otros porqués permanentes, como el bienestar físico y mental que me proporciona una ducha después de entrenar, o saber que me debería sentir afortunado por tener la salud suficiente para salir a correr me bastan para levantarme de la cama (aunque la verdad sea dicha, con algo menos de entusiasmo que en el caso anterior). Como decía al principio, lo importante no es cómo me levanto, sino por qué lo hago.

Simon Sinek, en un vídeo sobre liderazgo inspirador extraído de una de sus charlas Ted, (https://www.ted.com/talks/simon_sinek_how_great_leaders_inspire_action?language=es) afirma que todo comienza con un por qué. Con una gráfica explicación basada en el llamado círculo de oro afirma que todas las organizaciones saben qué hacen, sólo algunas saben cómo lo hacen, pero muy pocas (causalmente las que inspiran a los demás) tienen claro por qué lo hacen.  Y aquí hace una pregunta que sin duda nos hará reflexionar ¿cuál es tu razón para levantarte cada mañana? El secreto para inspirar está en pasar del porqué al cómo. La gente no te compra (o no se siente inspirada) por lo que haces, ni por cómo lo haces, sino porqué lo haces. Todo ello con una base científica inspirada en la biología y la estructura del cerebro humano. Lección magistral resumida en algo menos de dieciocho minutos.

Para terminar esta publicación y cerrar el círculo, mi actual empresa, Berlin Packaging, también concede una gran importancia al por qué, como refleja en su web site (https://www.berlinpackaging.com/the-why-how-and-what-of-berlin-packaging/) Quizás esa sea la principal razón por la que me sienta tan identificado en estos momentos.

Gracias como siempre por vuestro tiempo invertido en leer estas palabras (aunque la mayoría de ellas no sean mías). Ojalá lo disfrutéis no por lo qué cuento, ni por cómo lo hago, sino por lo que lo hago.