martes, 9 de agosto de 2022

DESCANSAR, DESCONECTAR, DISFRUTAR … Y REFLEXIONAR

                 Repito tema en la publicación del mes de Agosto, por las especiales características de este mes. El tradicional mes de las vacaciones para casi todos (entre los que no me  incluyo, porque mi filosofía vital me lleva a no dejar para mañana lo que puedo hacer hoy y cuando llega este mes ya casi siempre las he disfrutado). 

                Buscando un título para la publicación de este mes me llegó un correo de mi Maestra de Mindfulness Cristina Jardón (me gusta mucho más el término “maestra” que el de “profesora” porque me evoca emociones aún más positivas) Hablaba de desconectar, descansar y disfrutar, verbos en los que había pensado como hilo conductor del post de este mes, pero al que he querido unir la interesante acción de reflexionar.

                Comenzaremos hablando de descanso. Para intentar ser lo más objetivo posible, me ayudaré de la definición de la RAE para este término, como hago otras veces. En su acepción segunda, el descanso se define como la “la causa de alivio en la fatiga y en las dificultades físicas o morales”. Sólo con ser la medicina para reparar nuestras dificultades físicas o morales ya está suficientemente justificado, pero además creo que el descanso es una necesidad vital. Como seres imperfectos, no estamos diseñados para un desempeño 24x7. Necesitamos descansar para vivir, algunos más que otros. Y no sólo las horas de sueño diario, sino algunas más. Aunque los que tengan la fortuna o necesidad de dormir ocho horas al día pasen un tercio de su vida durmiendo, ese descanso no es suficiente. Pero quedémonos con el sueño. Estudios médicos confirman que un efecto directo de la falta de sueño es la disminución de nuestra atención y capacidad de concentración. Otra vez la vida y sus paradojas: para rendir a tope, debemos descansar lo necesario. Este axioma  vital se cumple estrictamente en el ámbito deportivo. El famoso menos es más se aplica en todas las parcelas de la vida. Sobreentrenar física o mentalmente implica un descenso del rendimiento inmediato, y lo que es más grave, la posibilidad cierta de lesiones o enfermedades.

                Los que practicamos deportes, especialmente de resistencia, sabemos bien de lo que hablamos. El descanso es fundamental para progresar. Y no sólo en pruebas en las que pasamos varias horas desempeñando actividad física (y también mental). A lo largo de todos los años de mi vida que pasé encerrado entre las cuatro paredes de un gimnasio, de las cosas que más me acostó aprender fue que el músculo crecía mientras descansábamos, no mientras entrenábamos. No sólo la hormona del crecimiento se genera mientras dormimos, también las conexiones neuronales se reponen y regeneran en las horas de descanso. Los que tengáis el mérito de leerme habitualmente ya conoceréis las historias del leñador y del conductor de fórmula uno. Para  los que no las conozcan las reproduzco a continuación, que tienen mucho que ver con el descanso.

                La primera va sobre un leñador que comienza a trabajar en una empresa de tala de árboles. Aunque era la primera vez que lo hacía, sus registros asombraban a propios y extraños, estando su rendimiento muy por encima de los mejores trabajadores con bastante más experiencia que él. Parecía haber nacido para ello. Sin embargo, tras unos primeros días espectaculares, su rendimiento fue cayendo en picado. Totalmente desmotivado, y sin encontrar  una causa que explicase esta situación, fue a hablar con su encargado para renunciar a su trabajo. Cuando le explicó lo que le estaba sucediendo, éste le contestó con una pregunta reveladora: ¿Cuándo fue la última vez que afilaste el hacha?

                La segunda tiene menos prosa que la anterior y es más una pregunta para hacernos reflexionar. ¿Qué pensaríamos de un conductor de fórmula uno que no se detiene a repostar combustible para no perder tiempo y seguir dando vueltas al circuito?

                Ambas metáforas son perfectamente aplicables a nuestra vida personal y profesional, o afilamos el hacha y paramos a repostar combustible, o el hacha dejará de cortar y el vehículo dejará de funcionar. No queda otra.

                Hablemos ahora de desconexión, en íntima relación con el descanso. En nuestra avanzada cultura occidental, no hacer nada ha sido considerado tradicionalmente como un pecado. En una sociedad súper digitalizada y dependiente de la tecnología, no hacer nada (lo que incluye no mirar el móvil, por ejemplo) es algo que  aunque nos saca totalmente de nuestra zona de confort, tiene efectos muy positivos sobre nuestro cuerpo y nuestra mente. En otras culturas, como la china (concretamente en la filosofía taoísta) existe incluso la llamada cultura de la inacción o “Wu wei”. Defiende no forzar situaciones, optando por las acciones que requieren menos esfuerzo y se adaptan mejor a las circunstancias. Siglos después, Sir Charles Darwin defendía que las especies que sobreviven son las que mejor se adaptan. Algo tendrá que ver.               

                Con este planteamiento no estoy defendiendo la vaguería en absoluto. Únicamente estoy intentando balancear las dos radicales posturas de no hacer nunca nada con la de estar haciendo algo siempre, puesto que las dos tienen consecuencias negativas. Buscando información para esta publicación, he leído que el aburrimiento (que suele surgir de la desconexión) es la semilla de la creatividad. Un estudio realizado por dos psicólogas (Gasper y Middlewood) demostró que la creatividad se alimenta en periodos de aburrimiento. Se enciende la señal de que el entorno no es satisfactorio  y buscamos hacer algo interesante que nos ayude a salir de ahí. Esa búsqueda favorece el encuentro de nuevas conexiones, algo básico en el proceso creativo.

                De las tres acciones que encabezan el título de la publicación es el verbo disfrutar el que debería formar parte de cada segundo de nuestras vidas, y no ser patrimonio exclusivo de los periodos de descanso. Vivir el momento, ser fiel al Carpe Diem, debería ser de cumplimiento obligado. La vida es demasiado corta como para no disfrutarla. Y si hay que escoger ¿hay mejor momento para hacerlo que cuando estamos descansados?

                En mi caso particular, descansar, desconectar y disfrutar me es de gran ayuda para reflexionar. No sé si fruto de la creatividad que al parecer se potencia, pero suelo aprovechar estos momentos para analizar mi vida con mayor claridad. De dónde vengo, dónde estoy y dónde voy, básicamente. Es una de mis formas de afilar el hacha, o de echar combustible. Y como decía en mi publicación anterior, de reflexionar para tomar decisiones difíciles, en busca de una vida más fácil.

                Intento abreviar un poco este mes, para dejaros más tiempo libre. Descansad, desconectad, disfrutad y reflexionad si queréis. Nos vemos en Septiembre.