sábado, 22 de enero de 2022

CON I DE ILUSIÓN (OTRA VEZ, Y AHORA MÁS QUE NUNCA...)

             Repito (y amplío) el título de la publicación de Enero de 2019, en una época ligeramente distinta a la que vivimos entonces.

En ese mes de Enero de hace justo tres años, acababa de salir como beduino en la Cabalgata de Reyes de Dos Hermanas. Tenía aún grabada en mi retina las imágenes de esas miradas cargadas de ilusión de los niños cuando recibían los caramelos de mi mano. Una de las experiencias que más me ha aportado a lo largo de mis años y que estaba dispuesto a repetir sin duda alguna. Al siguiente año, Enero de 2020, decidí descansar y dejarlo para el año siguiente. Inmenso error. Desgraciadamente ese año no hubo Cabalgata (ni Carnaval, ni Semana Santa, ni Feria...) y el mundo se puso boca abajo por culpa de un invisible virus. En lo personal, aunque intenté llevarlo de la mejor forma posible, con la perspectiva que me da el tiempo transcurrido me doy cuenta de la influencia que ha tenido en mí la omnipresente pandemia. Basta dar un vistazo por las publicaciones de mi blog para darse cuenta. De todas formas, de entre las innumerables lecciones que he aprendido en este tiempo, quizás una de las más importantes haya sido que nunca sabemos cuándo puede ser nuestra última vez, pero sí podemos saber cuándo puede ser la próxima: ahora mismo. Así que tirando de refranero español, me juré que mientras pueda no dejaré nunca para mañana lo que pueda hacer hoy. Ha dejado de tener valor el mantra que tantas veces me repetía mi madre durante mi infancia: “ya tendrás tiempo…”

Volviendo a la Cabalgata, me prometí a mí mismo que volvería a salir de beduino nada más tuviese ocasión de hacerlo, sin dejar pasar otra oportunidad. Necesitaba volver a sentir esas miradas cargadas de ilusión, volver a confirmar que un simple caramelo basta para hacer feliz a un niño. Y lo hice el pasado 5 de Enero. Las circunstancias no eran las mejores. Tras otras Navidades especiales, ómicrom explotaba en una sexta ola que nos arrastraba a casi todos aunque teórica y afortunadamente con menos gravedad que en episodios anteriores. A días de esta mágica fiesta para los niños, se comenzaba a replantear la bondad de su celebración. Incluso en algún que otro comentario en redes tuve ocasión de leer algún argumento en contra tachándolo de un evento no necesario. ¿Era realmente necesario? Yo opino que sí. El miedo que muchos tenían ante este omnipresente virus se ha transformado en cansancio, y el cansancio ha acabado con la ilusión de muchos. Afortunadamente hubo Cabalgata, y aunque todos llevábamos la inseparable mascarilla, los ojos de los niños destilaban más ilusión que nunca. Una ilusión que es la gasolina que alimenta los sueños, unos sueños que son los que mueven el mundo.

Martin Luther King pronunció su famoso discurso “I have a dream” el 28 de Agosto de 1963, al final de la marcha de Washington. Este discurso optimista y esperanzador, que soñaba con una sociedad fundamentada en los valores de la igualdad y fraternidad, donde los derechos civiles y las libertades individuales de la comunidad afroamericana fuesen plenamente reconocidos, cambió el curso de la historia. ¿Por qué? Porque el Doctor tenía un sueño, no un plan, y son los planes los que cambian el curso de la historia.

Por eso, en momentos como los actuales, la ilusión y los sueños son más importantes que nunca. Hago mías las palabras del Dr. King, porque “aunque vemos delante las dificultades de hoy y mañana, amigos míos, les digo: yo todavía tengo un sueño”.  Hay muchos que vemos en esta explosión de contagios el principio del fin, que soñamos con una nueva vuelta a la normalidad donde podamos volver a abrazarnos y a besarnos como lo hacíamos antes. Yo, que tuve la oportunidad de acompañar a Su Majestad Melchor esa Mágica Noche le pedí  ilusión para todos, una ilusión que nos será fundamental para salir de ésta.

Tan importante es la ilusión que compañías emblemáticas en campañas de marketing siempre han jugado con ese concepto. Por ejemplo, el Corte Inglés dedicaba su anuncio las pasadas Navidades a todos los que mantienen viva la ilusión, mostrando que los niños son elfos (https://www.youtube.com/watch?v=qrE52_P_hs4). El grupo Social ONCE, en un emotivo vídeo en plena pandemia (otra vez con el dichoso bicho…) nos mostraba que la ilusión puede con todo (https://www.youtube.com/watch?v=nNkHTsAQv7o). Y si nos vamos a monstruos internacionales, fue Coca Cola la que hace más de una década dio luz a su original “Almacén de la Ilusión”, usando como uno de sus lemas que “la ilusión no se crea, ni se destruye, se intercambia”, al igual que ocurre con la energía. Ya decíamos antes que la ilusión es la gasolina (energía) que alimenta los sueños.

                Hablando de gente grande, no puedo acabar esta publicación sin mencionar a mi amigo Juan Luis Muñoz Escassi, que en su #RetoPichón usa la palabra “ilusión” junto a “pasión” como sus dos principales palancas de difusión, como muestra en las pulseras creadas a tal efecto.    

                Buscando una explicación neurocientífica a la ilusión el gran Eduardo Punset afirmaba que en el hipotálamo del cerebro se encuentra el llamado circuito de la búsqueda. Esta zona, que alerta los resortes de placer y de felicidad, sólo se activa durante la búsqueda y no durante el propio acto. De ahí que en la búsqueda, en la expectativa, es donde radica la mayor parte de la felicidad. No es de extrañar que Chesterton afirmase que “hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina”.

                Fomentemos la ilusión. Decía Víctor Frankl que la última de las libertades humanas es elegir nuestra propia actitud ante cualquier circunstancia. Por mucho que esté lloviendo fuera, decidamos disfrutar de la lluvia e ilusionarnos con lo que está por llegar. En mi caso seguiré escribiendo, entre otras muchas cosas que intentaré hacer, mientras mantenga viva la llama de la ilusión. Gracias por vuestro tiempo como siempre y nos vemos en Febrero, que será muchísimo mejor que Enero, seguro.

                Acompaño esta publicación con una imagen del pasado 5 de Enero, en esa noche mágica de ilusión. Que vuestra ilusión imite a la de esos niños que tuve la inmensa fortuna de cruzarme esa noche.



1 comentario:

  1. Saber comunicar, es una de las mejores cualidades que puede atesorar una persona; saber transmitir y a la vez "enganchar" al lector es un verdadero don, un arte muy lejos del alcance de la mayoría de los mortales.

    Felicitaciones por este relato sensible y... humano.
    CV

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