viernes, 22 de diciembre de 2023

ARRIVEDERCI 2023, BENVENUTTO 2024

          Un año más llega el final de este mes de diciembre casi sin darme cuenta. Cierro los ojos y parece que fue ayer cuando escribía mi publicación de despedida al 2022, un 2022 que calificaba como el mejor año de mi vida hasta entonces. Y es que el último siempre suele ser el mejor, sólo con haberlo contado y haber echado 365 días (o 366 si el año es bisiesto) al zurrón ya es motivo suficiente como para alegrarse y agradecerlo. Este año, a pesar de haber vivido un 2023 de auténtica montaña rusa con picos muy elevados y simas más que profundas, ha vuelto a ser el mejor. Lo que bien empieza bien acaba, dice nuestro sabio refranero, aunque algunos no quieran buenos principios para sus hijos. Si empiezas mal sólo te queda mejorar, es la otra interpretación que se le da a al asunto.

          Yo lo empecé bien. Muy bien, como todos los años. Después de un espectacular arranque de año con unas originales campanadas para nuestros amigos de Carros de Fuego, un año más tuve el honor de formar parte del séquito de beduinos de SSMM los Reyes Magos de Oriente, concretamente con su Majestad Baltasar. Por si no fuese suficiente, en compañía de uno de mis mejores amigos, haciendo además de escolta de seguridad privada de su hija y de su amiga. Ver las caras de ilusión de niños y mayores a cambio de un simple caramelo no tiene precio y es una experiencia que compensa con creces repetir todos los años.

           Llegó el Carnaval, una fecha que por cuestiones familiares siempre aparece marcada en rojo en mi calendario particular. Este año debuté en una chirigota, una de las cosas que tenía pendiente de hacer en la vida (no hablo de cantar, porque ese verbo tiene un significado ligeramente distinto a lo que en realidad hice). Mi hijo me volvió a demostrar una vez más que nada es imposible si no lo intentas, y tras una curiosa carambola del destino que le permitió participar como juvenil pudo saborear las mieles del triunfo en el COAC. Se convirtieron en la primera agrupación de procedencia sevillana que se alzaba con el primer premio. Haciendo historia, aunque él no le diese más importancia de la que tenía.

           En Semana Santa nos fuimos de viaje familiar en unas mini vacaciones por el Algarve que jamás olvidaremos. Risas por doquier, a pesar de que el clima no acompañó precisamente. Graduación de Daniela, finalizando su etapa en la ESO y dando el salto a Bachiller, donde tendría la oportunidad de seguir creciendo. Celebraciones de cumpleaños, vacaciones y demás me llevaron en volandas hasta la última parte del año donde todo se transformó a una velocidad de vértigo.

            Echando la mirada atrás a través de las publicaciones del blog conectando puntos, como decía el gran Steve Jobs, he podido confirmar que “la vida está inimaginablemente bien organizada”, como mi Maestro Alonso aprendió de su Maestro Eric Rolf. Confianza plena y paciencia infinita es uno de los mantras que deberíamos llevar tatuados a fuego en el alma a modo de ley universal.

          Comencé  año hablando de elección, con un contenido un poco singular, sin tener ni idea de la importancia que la palabra elección cobraría este año en mi vida. Después hablé de sentidos, del ensayo y el error como las más potentes formas de aprendizaje, y de la importancia de encontrar sentido a lo que hacemos en la vida. Compartí la posibilidad de decidir si usamos gafas de mosca o de abeja, quizás porque llevaba demasiado tiempo usando las primeras. Felicité a mi madre públicamente en junio, porque 80 primaveras no se cumplen todos los días. En julio me limité a transcribir literalmente mi “discurso” de agradecimiento a la Fundación Olivares con ocasión de la imposición de su medalla de oro. Tal fue el subidón, que literalmente volé al mes siguiente, puede que anticipándome al futuro. Hablaba al principio de montaña rusa, y un mes después cambié el brillante azul del cielo por el barro más pegajoso de la ciénaga de la Fan Pin Race, una prueba que me enseñó en tan solo tres horas mucho más que otras de mucha mayor duración. El barro me hizo ser consciente de las tormentas, de las sombras, de la profundidad de las simas, pero sobre todo de que al compartirlas podemos beneficiarnos incluso más que cuando sólo compartimos luces, sol y cimas. Noviembre fue un mes mágico, como no podía ser de otra forma, culminando en un diciembre espectacular en el que un giro radical de mi vida profesional me ha llevado a comenzar mi peregrinación por un camino que ni siquiera soñé en transitar. Un año más al zurrón, como decía al principio, con toda una multitud de experiencias vividas que me han hecho más sabio, además de más viejo.

      Un 2024 apasionante se abre ante mis ojos, en el que espero compartir al menos con una publicación al mes parte de mis lecciones. Leí una vez que la vida es un continuo aprendizaje, y que nos morimos cuando dejamos de aprender. He vuelto a colocarme el disfraz de estudiante novato y a colocarme en la casilla de salida. Espero aprender (vivir) mucho y poder compartirlo.

        Gracias a todos por este espectacular 2023, y especialmente a los que invertís parte de vuestro preciado tiempo en  soportar estoicamente mis reflexiones en el blog.

           Feliz Navidad a todos, y que el 2024 que ya llega os traiga todo lo mejor. Yo intentaré seguir por aquí para verlo.



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