En mi reciente reestrenado papel de aprendiz, que paso interpretando la mayor parte de mis días, ha llegado a mis dominios una excepcional charla Ted del psicólogo de la Universidad de Harvard Dan Gilbert. Dan Nos habla sobre la “ilusión del fin de la historia”.
Básicamente
este fenómeno mental se pone de manifiesto cuando nos preguntamos a nosotros
mismos si somos la misma persona que éramos hace diez años. La respuesta en la mayoría
de los casos es negativa. Puede ser para mejor o para peor, pero todos
admitimos que evolucionamos. “Cómo hemos cambiado” que cantaba la genial Sole Giménez
de Presuntos Implicados. Sin embargo, si nos preguntamos cómo seremos dentro de
diez años la cosa cambia. A pesar de que tenemos muy claro que nuestro yo
pasado es bastante diferente a nuestro yo presente, tendemos a pensar que
quienes somos ahora es la versión "real" y "terminada" de
nosotros mismos, y que nuestro yo futuro será básicamente el mismo que somos
hoy. Pensamos que la persona que somos hoy es la persona que siempre seremos. Gilbert
lo explica de manera espectacular con una frase para enmarcar: "Los
seres humanos son obras en progreso que erróneamente piensan que están
terminadas".
Nos
olvidamos de que todo lo que hacemos, pensamos y decimos hoy está creando lo
que seremos el día de mañana. Igual que todo lo que hicimos, pensamos y dijimos
en el pasado nos hizo llegar hasta nuestro yo de hoy. Lo verdaderamente
fascinante de este tema es como en muchas ocasiones en el futuro nos acabamos
lamentarnos de las decisiones del presente. Posiblemente las tomamos sin pensar
que tendrán su impacto en el futuro. La gente se (nos) gasta importantes cantidades
de dinero en eliminar tatuajes por los que también pagaron una cantidad importante,
se casa para después divorciarse, incluso a edades adultas se lucha duro para
olvidarnos de tantas cosas que durante la madurez se luchó duro para conseguir.
Tomamos las decisiones en este justo momento pensando que el yo futuro será
exactamente igual que el yo presente, con lo que el impacto de la decisión será
correcto. Pero cuando miramos hacia atrás nos damos cuenta de que las
decisiones de hace diez años no nos afectaron como pensábamos, porque el yo de
hoy no es el yo del pasado, e incluso a veces tiene poco que ver con él. Dan
sugiere que este fenómeno puede estar relacionado con que el cerebro humano
tiene más facilidad para recordar que para imaginar y para crear. Al yo de hace
diez años lo tenemos controlado, pero al yo de dentro de otros diez lo tenemos
que imaginar, y quizás nos sea más cómodo suponer que será igual que el de
ahora.
En
mi caso particular, creo que una de las razones que me empujó a dar el salto en
el ámbito laboral tuvo mucho que ver con esto, aunque no de forma consciente.
Obviamente no estaba nada contento con el yo que veía frente al espejo. La
frase de Steve Jobs me llegó a perseguir como una señal de que algo tenía que
hacer. Cuando me preguntaba si quería hacer lo que iba a hacer cada día si
fuese el último día de mi vida y el "no"
comenzó a repetirse durante demasiados días seguidos, entendí que tenía que
cambiar algo. Me obligué a imaginarme dónde me gustaría estar dentro de diez años,
algo que realmente no fue fácil, y a escribir mi particular (y mental) carta a
los Reyes. Y sin saber muy bien ni cómo ni por qué, la oportunidad apareció.
Fue una decisión tomada más con el corazón que con el cerebro, más con la
emoción que con la razón, con todo lo que ello conlleva. Sin embargo, cuando
miro hacia atrás para conectar los puntos de mi vida (otra vez el eterno Jobs)
creo firmemente que en mi vida los resultados de las decisiones emocionales han
superado por goleada a las racionales.
Y hablando de emociones, no puedo escribir estas líneas sin dejar de emocionarme.
Hablando de décadas hacia adelante y hacia atrás, mi hijo Pablo, sopla por
segunda vez en su vida las velas con un cero en la tarta. Le deseo que todo lo
que haga hoy le lleve al Pablo que quiere ser dentro de diez años. Un Pablo que
con su creatividad él seguro que es capaz de imaginar muy distinto al de hoy
con todo lujo de detalles. Como decía Melendi, uno de nuestros artistas
favoritos, veinte años no son nada…
Al
final queda claro que el tiempo es nuestro gran definidor. El que nos coloca a
cada uno en nuestro sitio. Lo bueno es
que con nuestras decisiones de hoy tenemos el poder de definir a nuestro yo del
futuro. El de dentro de diez años, o el de los que sea. Lo importante en la
vida es siempre el camino, no la meta. Y lo dice un individuo que ya ha perdido
la cuenta de todas las que ha cruzado.
Y
como imagen para ilustrar la publicación de este mes, una imagen generada por
inteligencia artificial (sí, quien me iba a decir a mí que a mis años yo iba a
enredar con esas cosas) que me ayuda a visualizar a mi Antonio del futuro, dentro
de diez años o más. Un Antonio que sigue llevando puestas gafas de realidad
virtual.
Gracias
como siempre por vuestro tiempo y nos vemos en un mes. En un plazo de tiempo en
el que todos seremos distintos a los de hoy, aunque no nos demos cuenta.
No te compares con los demás, compárate con el que eras ayer.
ResponderEliminarKilómetro 21 de la Ultramaratón de la Vida.
Como bien dices el futuro personal está siempre por imaginar y suceder, intentemos siempre ser nuestra mejor versión día a día.
Grande siempre amigo!!!